En la década que ya está a punto de cumplir este blog, sólo una vez visitamos la hermosa e histórica Basílica de San Francisco de Asís, ubicada en el centro porteño. Casi no teníamos buenas fotos del templo, debido a que estuvo cerrado siete años por obras de restauración. Reabrió el 17 de septiembre del año pasado; el 18 la recorrimos en su renovado esplendor y tomamos fotos para Al ritmo del Año Litúrgico.
Nos complace que esta primera entrada dedicada a la Basílica de San Francisco posterior a su reapertura esté consagrada a San Francisco Solano, quien, por analogía con el Poverello, "alter Christus", fue llamado "alter Franciscus".
Francisco Sánchez Solano Jiménez nació en Montilla, Córdoba, el 10 de marzo de 1549. Los datos disponibles sobre su vida son escasos. Al parecer era el segundo hijo de una familia relativamente pudiente y profundamente piadosa, en cuyo seno, ya desde sus primeros años, Francisco mostró un alma contemplativa, elemento que caracterizaría su estilo de vida religiosa y marcaría también su vena artística.
Después de realizar sus estudios con los jesuitas en el colegio de su ciudad natal, intentó por algún tiempo la carrera de Medicina. Sin embargo, siguiendo anhelos aún más profundos, ingresó en el noviciado de los Hermanos Menores cuando contaba apenas veinte años. Tuvieron que transcurrir otras dos décadas para que, en la plena madurez de su vida, acogiera una nueva llamada: la propagación de la fe en tierras americanas.
Se embarcó para América en marzo de 1589; después de un largo viaje en el que debió soportar toda clase de penurias, llegó a Tucumán en noviembre de 1590.
Allí desplegó una importante labor, sobre todo entre los indígenas. Era conocido por su rigor ascético y moral, su caridad y también por su capacidad comunicativa, ya que tenía gran facilidad para aprender las lenguas nativas y llegó a comunicarse en diversas lenguas y dialectos locales. También lo ayudaba su habilidad para tocar el rabel, un instrumento musical pastoril compuesto de tres cuerdas que se hace sonar con un arco, semejante al violín.
Además, los numerosos milagros que se le atribuyeron durante su vida le dieron fama de taumaturgo.
Después de ocho años de labor evangelizadora en el Tucumán, sus superiores le ordenaron trasladarse a la comunidad de Lima, en la que pasaría el resto de su vida.
Murió el 14 de julio de 1610. Su entierro fue un evento multitudinario que congregó a toda la ciudad de Lima. El pueblo ya lo canonizó ese día: la gente recortaba trozos del hábito del buen fraile, como reliquia, y hubo que reponer cinco veces su vestimenta.
Su Memoria fue fijada por el Papa Benedicto XIII para el día 14 de julio, pero como coincidía con la festividad de San Buenaventura, el Papa Benedicto XIV la pasó al 24. San Pío X, en 1913, nuevamente la trasladó al día 14. Debido a esto, en diversas diócesis y en la familia franciscana es celebrado en diversos días. La única entrada de este blog dedicada hasta ahora a San Francisco Solano, en 2022, correspondió al 14 de julio, fecha en que aparece en el Martirologio; hoy optamos por la fecha del Calendario Litúrgico de la Argentina.
Este brevísimo resumen que publicamos (inspirado en esta biografía) no le hace justicia al gran "apóstol de América", como reza la leyenda a los pies de la imagen del santo en la restaurada basílica franciscana del casco histórico porteño.