30 de octubre de 2025

Jueves de la Semana XXX Durante el Año

En el Leccionario Bienal del Oficio de Lecturas, hoy se presenta un fragmento del Tratado sobre el salmo 15 de San Hilario de Poitiers (3.7.11: PL 9, 892.894.896.897).

Se refiere en particular al texto que dice El Señor es el lote de mi heredad y mi copa (Sal 16 (15), 5),  traducido también como  El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz;  en latín, Dominus pars hereditatis meae et calicis mei. Por ello lo ilustramos con un vitral de la Basílica del Espíritu Santo en que se leen esas mismas palabras: Pars mea Dominus.


El Señor es el lote de mi heredad. Y ¿cuál es la heredad del Señor, sino aquella de que está escrito: Pídemelo: te daré en herencia las naciones? Pues los pecadores de las naciones creen en aquel que es capaz de absolver al culpable. Y si la gloria de los paganos no procede de los hombres, sino de Dios, también Cristo es rey de estos judíos. Porque ser judío no está en lo exterior, ni circuncisión es tampoco la exterior en el cuerpo. Entonces, ¿qué? ¿Es que no fueron muchos los que creyeron procedentes de aquella circuncisión? No cabe duda de que fueron muchos los que creyeron, pero una vez que, colocados en pie de igualdad con los paganos, reconocieron su condición de pecadores y de esta forma merecieron la misericordia, como nos enseña Pablo escribiendo a los Gálatas: Si tú, siendo judío, vives a lo gentil, ¿cómo fuerzas a los gentiles a las prácticas judías? Nosotros, judíos por naturaleza y no pecadores procedentes de la gentilidad, sabemos que ningún hombre se justifica por cumplir la ley. Por tanto, deseando ser ganado por Cristo tomó conciencia de su ser de pecador, puesto que Cristo vino a llamar no a los justificados, sino a los pecadores. Por esta razón, incluso los que creyeron procedentes de la circuncisión hecha por mano de hombres, creyeron después de haberse rebajado al nivel de la gentilidad pecadora, para ser todos la herencia de Cristo: y no de entre aquellos que piensan ser justificados en atención a sus propias obras, sino de entre aquellos que son justificados por la gratuita gracia de Dios.

Habiendo, pues, Dios salvado por su gracia a aquellos a quienes él dio en herencia, realmente el Señor es el lote de su heredad. El Hijo conservó el obsequio, para no proclamar que su herencia la adquirió él al precio de su sangre, sino que confiesa habérsela dado Dios, reconociendo que el Señor es el lote de su copa, esto es, de su pasión. Efectivamente, si es verdad que los gentiles fueron redimidos por la pasión del Señor, no debemos olvidar que la misma pasión de Cristo es obra de la voluntad del Padre, como lo atestigua el evangelio, cuando dice: Padre, pase de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.

Por tanto, si consideras la voluntad del Señor, él mismo confesó diciendo: Si es posible, pase de mí este cáliz. Por consiguiente, incluso la redención de los paganos radica no en la voluntad del Hijo, sino en la voluntad del Padre. No se haga —dice— lo que yo quiero, sino lo que tú quieres. Esta es la razón por la que la misma gracia en virtud de la cual, y mediante su muerte, fueron redimidos los gentiles, el hijo no se la adjudica a sí mismo, sino al Padre. Por eso afirma que el Señor es el lote de su heredad y su copa.

Hemos, pues, de aceptar en este mundo la plebeyez, la infamia, la debilidad, la estulticia y otras cosas por el estilo, para llegar de este modo a la nobleza, a la gloria, a la fuerza, a la sabiduría. Cualidades todas que recibiremos cuando lleguemos allí donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Se nos siembra en miseria, para que resucitemos en gloria; se nos siembra en mortalidad, para que resucitemos en inmortalidad. Por lo cual, también nosotros y, con mucho gusto, hemos de presumir de nuestras debilidades, para que así resida en nosotros la fuerza de Dios. De momento, que el Padre esté a nuestra derecha, para que no vacilemos: más tarde vendrá a trasladarnos a su derecha, a las riquezas de nuestro Señor Jesucristo, de quien es la gloria. Amén.

25 de octubre de 2025

25 de octubre: San Crispín

El Martirologio Romano consigna hoy: «En Soissons, de la Galia Bélgica, santos Crispín y Crispiniano, mártires».

Estos dos mártires fueron muy famosos en el norte de Europa durante la Edad Media. Shakespeare los nombra en un monólogo de Enrique V en que el rey llama al combate, la víspera de una batalla, en el día de la fiesta de Sn Crispín.

Sobre nuestros santos de hoy dice El Testigo Fiel:

«Desgraciadamente el relato del martirio, que es muy posterior a los hechos, no merece crédito alguno. Según dicho relato, Crispín y Crispiniano fueron de Roma a la Galia a predicar el Evangelio a mediados del siglo III, junto con san Quintín y otros misioneros. Se establecieron en Soissons, donde instruyeron a muchos en la fe de Cristo. Predicaban durante el día, pero en la noche, de acuerdo con el ejemplo de san Pablo, se ganaban la vida remendando zapatos, a pesar de que eran de noble cuna. Los dos hermanos vivieron así varios años y más tarde, cuando el emperador Maximiano fue a la Galia, fueron acusados ante él. Maximiano, probablemente más por complacer a los acusadores que por satisfacer su propia crueldad y susperstición, mandó que Crispín y Crispiniano compareciesen ante Ricciovaro, que era un enemigo irreconciliable del cristianismo (si es que existió en realidad). Ricciovaro los sometió a diversas torturas y trató en vano de ahogarlos y cocerlos vivos. Ese fracaso le encolerizó tanto, que se arrojó en la hoguera preparada para los mártires, a fin de quitarse la vida. Entonces, Maximiano mandó decapitar a los dos hermanos. Se cuenta que Crispín y Crispiniano sólo aceptaban por su trabajo lo que sus clientes les ofrecían buenamente, cosa que predispuso a los paganos en favor del cristianismo. Más tarde se construyó una iglesia sobre el sepulcro de los mártires, y San Eligio el Orfebre se encargó de embellecerla».

«Hay una tradición local, de Kent, en Inglaterra, que relaciona a estos mártires con el pequeño puerto de Faversham. Debía ser muy conocida en su tiempo, puesto que todavía existe: cuenta que los dos hermanos se refugiaron en dicho puerto para huir de la persecución y que abrieron una zapatería en el extremo de la calle Preston, cerca del Pozo de la Cruz. Un tal Mr. Southouse, que escribió alrededor del año 1670, dice que, en su época, “muchas personas extranjeras que practicaban el noble oficio de zapateros solían visitar el lugar, de suerte que la tradición debía ser conocida fuera de Inglaterra. En la parroquia de Santa María de la Caridad había un altar dedicado a San Crispín y San Crispiniano».

Poco es lo que sabemos con certeza acerca de estos mártires, además de su existencia y de su martirio (ambos aparecen en el Martirologio Hieronymianum, del siglo VI). Es muy posible que hayan muerto en Roma y que sus reliquias hayan sido posteriormente transladadas a Soissons, donde empezó a tributárseles culto. 

Nosotros nos ceñimos hoy a San Crispín, porque de él es la imagen que mostramos en esta entrada.


Tomamos las fotos hace varios años en el panteón de la Asociación de Socorros Mutuos San Crispín, en el cementerio de la Chacarita. La institución, una de las más antiguas de su tipo en el país, fue fundada en 1856.

San Crispín está rodeado de herramientas, que revelan su oficio de zapatero.


San Crispín es Patrono de los zapateros, talabarteros, curtidores, sastres y tejedores.

24 de octubre de 2025

24 de octubre: San Antonio María Claret

En mayo se cumplieron 75 años de la canonización de Antonio María Claret. Por eso, en esta ocasión, la celebración de su Memoria litúrgica en nuestro blog asume características especiales.

Con fotos propias tomadas en dos distintas visitas (2017 y 2024) a la iglesia dedicada al Corazón de María en el barrio de Constitución, y siguiendo la explicación proporcionada por una publicación parroquial ¹, recorreremos los grandes vitrales del hermoso templo neogótico, que narran plásticamente distintos episodios de la vida de nuestro santo de hoy.



«Desde los días de su inauguración, en 1923, el templo contó con los 9 vitrales (de nueve por tres metros cada uno), que se brindan a quien llega como un abrazo luminoso desde la altura de las galerías, y con el rosetón del Corazón de María que campea por sobre el órgano y bajo el esbelto arco del ingreso. Se trata de un conjunto que vuelca sobre el interior del templo su apacible e inspiradora luz polícroma.

La totalidad de estas vidrieras es obra de la Casa Mayer, de Munich, Alemania. Y, por otra parte, es el perenne testimonio de la devoción de muchas personas que, con sus donaciones, enriquecieron también de esta manera la vida de fe de la comunidad.

Conforme a la antigua tradición litúrgica de los vitrales, también éstos proponen una cierta "catequesis" a quien los contempla, si se tiene en cuenta la secuencia de los mismos a comenzar por la izquierda desde el ingreso. Concretamente, su desarrollo muestra dos figuras protagónicas de una experiencia ejemplar de fe y de servicio apostólico. Se trata por un lado de San Antonio M. Claret, Fundador de los Misioneros que sirven en este templo y en esta parroquia, otro, de la Virgen María, representada casi siempre con su Corazón sobre el pecho: ella ha acompañado en todo momento el itinerario espiritual y evangelizador de Claret».


«Estos nueve vitrales proponen escenas -que en realidad son momentos de fuerte vivencia espiritual- de San Antonio M. Claret, en los que se destaca esta particular intervención de María. Se puede decir que constituyen una interpretación del camino vocacional de este santo del siglo XIX, cuya acción misionera se extendió sobre todo a España y por algunos años a Cuba, donde fue obispo.

Los dos primeros vitrales se refieren a sendas experiencias espirituales de su juventud, que fueron decisivas en su vocación misionera. Los tres siguientes grafican tres experiencias místicas que lo han llevado a aquella plenitudespiritual que daría origen a su desbordante entrega a la misión apostólica. Los cuatro últimos seleccionan algunas de las claves de sus múltiples iniciativas apostólicas, poniendo el acento en su perfil mariano».


1) Librado de las olas del mar


«Claret lo relata en su Autobiografía: a sus veinte años, siendo obrero textil, mientras en el verano de 1828 se refresca en la playa, cerca de Barcelona, es arrebatado y llevado mar adentro por las olas repentinamente embravecidas. No sabiendo nadar, se encomienda a la protección de María y sin más se encuentra a salvo en la orilla. Muchos años después escribirá en sus apuntes que había sido salvado de aquel peligro y de otros para dedicar enteramente su vida a la gloria de Dios y a la salvación del prójimo».


2) La tentación juvenil

«A sus 23 años Claret es alumno del seminario de Vic. En el rigor del invierno de 1831 debe guardar cama por un proceso gripal y es asaltado por persistentes pensamientos desordenados. Como siempre, se encomienda a María que, en un determinado momento, se le muestra rodeada de santos, entre los que Claret identifica a San Esteban, patrono de su pueblo. La Virgen lleva una corona de rosas en sus manos y dice al joven estudiante: "Antonio, esta corona será tuya si vences". Acto seguido, la Virgen coloca esta corona sobre su cabeza y la paz vuelve al corazón de Antonio.

Tres años después, al recibir la ordenación diaconal y escuchar en la liturgia unas palabras de la Carta de San Pablo a los Efesios, Claret recordará aquella gracia y entenderá que con ella se le hacía tomar conciencia de que su lucha y su victoria no habían de ser con personas sino contra el príncipe de las tinieblas, contra las fuerzas del mal que actúan en el mundo».


3) Rodeado de resplandores


«Nos trasladamos a la edad madura de Claret. Muchos testigos, en diversas circunstancias, le vieron rodeado de resplandores mientras oraba o celebraba la Eucaristía. Entre otros, la Reina Isabel II que le tenía como confesor y que aparece en este vitral. Claret mismo, siguiendo enseñanzas de San Juan de la Cruz, hablará de fenómenos de esta índole como expresivos de la transparencia que la luz de Cristo da a la vida del discípulo que vive en la disposición permanente de estar con El y de imitarle».


4) Recibe de María al Niño Jesús


«Narra el sacerdote D. Carmelo Sala, su capellán, que Claret le confió haber recibido al Niño Jesús de las manos de María en la Nochebuena de 1864, después de haber celebrado la Eucaristía en la iglesia de Desamparados, en Madrid. Una gracia mística que puede entenderse en relación con el vínculo de amor y el compromiso que Claret expresa al decir de sí mismo en cuanto misionero que "no piensa sino cómo seguirá más de cerca a Jesucristo y le imitará en orar, en trabajar, en sufrir y en procurar siempre la mayor gloria de Dios y el bien de las almas"».


5) La comunión permanente del misionero


«Desde niño, Claret había cultivado una tierna e ingenua amistad con Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Quedaría como un sello permanente de su camino personal y de su mensaje espiritual. Muchos años después, en su Autobiografía y en otros escritos, dejaría constancia de que el 26 de agosto de 1861, mientras oraba ante el Santo Cristo del Perdón, en la iglesia del Rosario de la Granja, el Señor le concedió la gracia de vivir, a través de la Eucaristía, en comunión permanente con El. Y, a la vez, le hizo entender que este don no era sólo para una vivencia íntima de recogimiento y devoción sino para disponerlo a "hacer frente a todos los males" de su tiempo».


6) Apóstol del Rosario


«Desde sus años de misionero en Cataluña, Claret había comprendido que el Rosario era una excelente forma, no sólo de orar, sino también de cultivar entre la gente sencilla la fe y el conocimiento del Evangelio en tiempos en que no era fácil el acceso directo a la Biblia que, por otra parte, el mismo Claret promovía con fervor. La Virgen le diría más adelante que debía ser el Santo Domingo de estos tiempos en la propagación del Rosario. Por eso pondría mucho empeño en distribuir rosarios y en instruir al pueblo en el modo de rezarlo y lo haría tanto con su predicación como con la publicación de varios opúsculos y escritos populares».


7) El escapulario de María


«Otro modo empleado por Claret para llevar su mensaje de fe y esperanza a la gente sencilla fue la distribución de estampas, medallas y escapularios, sobre todo de la Virgen María. Difundió ampliamente su opúsculo sobre "El escapulario azul celeste" que llevaba a los fieles no sólo a ponerse bajo la protección de María sino también a comprometerse en la lucha contra el indiferentismo y en la reforma de las costumbres. La acción misionera de Claret buscaba en todo momento que cada cristiano llegara a ser en su propio ambiente un apóstol y un testigo de la misericordia de Dios y del amor materno de María».


8) La Congregación de misioneros


«Es sin duda el más completo de los vitrales del templo, a la vez que el más próximo a los cánones clásicos de este arte. Evoca a la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María (Claretianos), fundada por Claret el 16 de julio de 1849. La consideraba "una gran obra” por la misión que había de cumplir en el anuncio de la Buena Noticia del Evangelio en todo el mundo. El vitral está presidido por la imagen de la Virgen del Carmen, en cuya fiesta se tuvo la fundación. Y aparecen las figuras de grandes santos, santas y apóstoles, que son inspiradores y patronos de la Congregación, y también algunos de los compañeros que se unieron a Claret para dar inicio a esta obra. Entendió que  los misioneros habían de ser los herederos de su espíritu, que era "para todo el mundo". No falta aquí el escudo de la Congregación, en que campea el Corazón de María, presente en toda la gran empresa apostólica de Claret».


9) El gran ejército del Corazón de María


«Consciente de la magnitud de la obra misionera que le era confiada, Claret buscó siempre "hacer con otros" esta obra. Por eso, en un escrito de 1864, ideó una especie de gran ejército formado por tres categorías: misioneros, sacerdotes diocesanos que viven en comunidad y seglares. Todos ellos, reunidos en torno a un propósito de vida según el Evangelio y a un proyecto evangelizador, forman la “Archicofradía del Corazón de María", porque este corazón de madre ha de dar su impronta a la vivencia de la fraternidad entre los miembros y a la dedicación de todos al prójimo en necesidad. Este último vitral parece transmitir, con el gesto de María, una amistosa invitación a devotos para sumarse a esta obra».



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¹ Todos los párrafos entrecomillados pertenecen al  folleto "El Templo de Plaza Constitución y sus tesoros de arte" (Editorial Claretiana, Bs. Aires), cuyos textos fueron escritos por el padre Gustavo Alfonso cmf y equipo editorial. 

22 de octubre de 2025

22 de octubre: San Juan Pablo II

En el aniversario de la solemne misa de inicio de su pontificado se celebra la Memoria de San Juan Pablo II.

Celebramos esta fecha con dos fotos tomadas en Salta: una imagen de la estatua de Juan Pablo II en el exterior de la Catedral, junto a la casa arzobispal, y otra de la estrella que, en el piso de esa iglesia, recuerda el lugar donde el Papa rezó ante el Señor y la Virgen del Milagro el 9 de abril de 1987.

El texto que acompaña a las imágenes es la homilía (omitido un breve párrafo  circunstancial) pronunciada por el Santo Padre durante una celebración de la Palabra en la misma ciudad de Salta, un día antes de su visita a la Catedral.


“Les prediqué que era necesario arrepentirse y convertirse a Dios, manifestando su conversión en obras” (Hch 26, 20).

1. Con estas palabras, recogidas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, el mismo San Pablo, el Apóstol de las Gentes, compendia el contenido de su predicación. El había ido por el mundo para difundir el mensaje de Jesús entre los hombres de su tiempo, repitiendo la invitación apremiante del Maestro: “Se ha cumplido ya el tiempo, y el reino de Dios está cerca: haced penitencia, y creed la Buena Nueva” (Mc 1, 15).

Toda la Iglesia, a lo largo de estos casi ya dos milenios de su peregrinación por esta tierra, no cesa de anunciar a toda la humanidad ese mensaje de penitencia y conversión a Dios. Un mensaje que es divinamente eficaz, porque en la fuerza de la Palabra y los Sacramentos opera el poder de Cristo, el Hijo de Dios encarnado. A todas las generaciones de evangelizadores, que continúan la misión del Señor, se dirige aquel mandato y aquella garantía divina, con la que se cierra el Evangelio según San Mateo: “Yo he recibido todo el poder en el cielo y en la tierra. Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre} y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo os he mandado. Y Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-20).

El mandato evangelizador abarca a “todos los pueblos”, y se extiende “hasta el fin del mundo”. Por eso, al aproximarse el V centenario del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, la Iglesia no podía dejar de hacer suya la celebración de esta efemérides, ya que ella, también durante estos quinientos años, ha dado cumplimiento a ese mandato de Cristo en las inmensidades de este continente.

La Providencia de Dios ha querido que esta visita a vuestra patria, se desarrollara precisamente durante la novena de años que precede al 1992, constituyendo como un hito significativo de la preparación del V centenario, que será –así se lo pedimos a Dios– un tiempo de gracia para toda América. En este marco, mi permanencia en la Argentina adquiere el sentido de una gozosa y agradecida celebración cristiana y eclesial de este casi medio milenio de la evangelización en vuestras tierras.



2. ¡Gracias, Señor, por haberme permitido venir hasta esta querida Salta, que es tuya y de la Virgen del Milagro! ¡Gracias por estas horas imborrables que paso en el Noroeste argentino!

(...) 

Mi saludo quiere estrechar en un mismo abrazo a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a todos los demás fieles, y a todos los que habitan en esta parte del Norte argentino. De modo particular doy la bienvenida a este encuentro y expreso mi afecto a los representantes de los más antiguos habitantes de estas tierras, los cuales están siempre muy cerca del corazón del Papa. Constituye para mí motivo de especial gozo saludaros como integrantes de los pueblos quechua, guaraní, mapuche y tantos otros, herederos de antiguas tradiciones y culturas. Amad los valores de vuestros pueblos y hacedlos fructificar; amad, sobre todo, la gran riqueza que por querer divino habéis recibido: vuestra fe cristiana.

Queridos hermanos y hermanas que me escucháis:

Mi agradecimiento a Dios por hallarme entre vosotros es, al mismo tiempo, agradecimiento por estos siglos de evangelización de la Argentina, que aquí en Salta se hacen particularmente visibles en su continuidad con los orígenes. En los hombres y mujeres de esta tierra, en sus costumbres y estilo de vida, hasta en su arquitectura, se descubren los frutos de aquel encuentro de dos mundos, que tuvo lugar cuando llegaron los primeros españoles y entraron en contacto con los pueblos indígenas que vivían en esta región, y en particular con la cultura quechua-aimará.

De este fructífero encuentro ha nacido vuestra cultura, vivificada por la fe católica que desde el principio arraigó tan hondamente en estas tierras. La proximidad del V centenario de la evangelización de América Latina es una gran ocasión para renovar nuestro agradecimiento a Dios por la herencia de fe y amor que habéis recibido, y para llenaros del santo y ardiente deseo de que ese patrimonio sea muy fecundo en vuestras vidas y en las de vuestros hijos. ¡La gracia de Dios, y la protección de la Santísima Virgen, de los Ángeles y de los Santos, no os faltarán!

3. Acabamos de escuchar a San Pablo que, tras narrar la historia de su conversión al Rey Agripa, agrega: “Desde ese momento, Rey Agripa, nunca fui infiel a esta visión celestial” (Hch 26, 19). La Iglesia, a pesar de las debilidades de algunos de sus hijos, siempre será fiel a Cristo y, apoyada en el poder de su Fundador y Cabeza –quien estará con sus discípulos hasta el fin del mundo– (cf. Mt 28, 20), seguirá proclamando el Evangelio y bautizando a los hombres en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo

Al contemplar cómo el mandato de predicar y bautizar se ha hecho realidad en este continente, la Iglesia confiesa humildemente que ha recibido la misión y la autoridad de Cristo para continuar a través de los siglos su obra redentora. Como dije en Santo Domingo, “la Iglesia, en lo que a ella se refiere, quiere acercarse a celebrar este centenario con la humildad de la verdad, sin triunfalismos ni falsos pudores” (Homilía en Santo Domingo, 12 de octubre de 1984, n. 3). Esa verdad sobre el ser y el destino de América me hacen afirmar, con renovada convicción, que éste es un continente de esperanza, no sólo por la calidad de sus hombres y mujeres, y las posibilidades de su rica naturaleza, sino principalmente por su correspondencia a la Buena Nueva de Cristo. Por eso, cuando está a punto de empezar el tercer milenio del cristianismo, América ha de sentirse llamada a hacerse presente en la Iglesia universal y en el mundo con una renovada acción evangelizadora, que muestre la potencia del amor de Cristo a todos los hombres, y siembre la esperanza cristiana en tantos corazones sedientos del Dios vivo.

4. Así, mirar hacia el pasado de la evangelización en esta bendita nación argentina, no es una muestra de sentimentalismo nostálgico, ni un llamado al inmovilismo. Por el contrario, es reconsiderar la presencia permanente de Cristo en vuestro pueblo, y profundizar en esta vital conexión con la perenne novedad del Evangelio, que fue sembrado en esta terra argentea a los pocos años del descubrimiento de América, con las expediciones de Magallanes, Caboto, Mendoza, Almagro, Núñez del Prado y otros.

Desde entonces, y gracias al tesón de los primeros evangelizadores, la Palabra y los Sacramentos de Cristo no han cesado de edificar la Iglesia en Argentina. Los descendientes de los naturales de estas tierras se fueron convirtiendo y bautizando en gran número y se unieron a los hijos de España, que han dejado en herencia las hondas raíces cristianas de su cultura.

Muestra originalísima de las potencialidades humanas y cristianas de este proceso de creación de un “ Nuevo Mundo ”, fueron las justamente célebres misiones guaraníticas. Desde el principio, la evangelización fue de la mano con la promoción humana en todos los terrenos: cultural, laboral, asistencial. Y ha de seguir así, especialmente en la evangelización de los más necesitados, entre los que no pocas veces se encuentran los descendientes de los primeros habitantes de estas tierras. Es necesario hacer llegar a ellos el mensaje cristiano de modo que vivifique eficazmente sus propios valores tradicionales.

A lo largo del período colonial, la Iglesia se fue asentando, no sin dificultades, en las diversas regiones de vuestra vasta geografía. Al ver los edificios religiosos y civiles de Salta, sus patios de laja y su maciza rejería, parece como si nos trasladásemos a aquellos siglos, en los que tantos celosos misioneros trabajaron heroicamente en la obra del Evangelio. No puedo dejar de mencionar la vida sencilla, alegre, llena de amor por los indígenas de San Francisco Solano, y de ese gran modelo de acción apostólica que fue el Beato Roque González de Santa Cruz, que selló con su sangre la fidelidad a Cristo.

En los casi dos siglos de vida nacional independiente, la evangelización ha seguido avanzando, tanto en extensión territorial –hasta abarcar todo el país, desde el extremo norte hasta la Patagonia–, como en organización eclesiástica y, sobre todo, en intensificación de la vida cristiana. Las grandes corrientes migratorias, al paso que daban una fisonomía cosmopolita a esta gran nación y la conectaban singularmente con Europa, confirmaron la identidad cristiana del país, siempre unido en torno a la fe bautismal de la mayoría de los que han venido a habitar el suelo argentino. Ciertamente no han faltado obstáculos en la tarea evangelizadora, sobre todo por las múltiples manifestaciones de esa mentalidad que pretende prescindir de los valores cristianos en la configuración humana e institucional de vuestra patria. Sin embargo, esa misma dificultad se ha convertido en fuente de madurez y en estímulo constructivo para los cristianos argentinos.

Quisiera evocar, como momento clave de la historia de la Iglesia en Argentina durante este siglo, y como llamado a renovar vuestra confianza en Dios de cara al futuro, aquel gran Congreso Eucarístico Internacional, al que vino como Legado Pontificio el cardenal Pacelli, futuro Papa Pío XII, de venerada memoria. En este memorable evento, se puso de manifiesto, una vez más, que el centro de toda la vida de la Iglesia es la Santísima Eucaristía, que no ha dejado de venerarse desde aquellas primeras Misas en las costas patagónicas en 1519, durante el viaje de Magallanes.

5. Este proceso de progresiva maduración en la fe bautismal, que se ha llevado a cabo en la evangelización de Argentina, debe madurar también en la vida de cada cristiano. Para esto debemos actualizar la memoria del propio bautismo. Ello nos dará ocasión de renovar nuestra fidelidad personal a la vocación cristiana que nace de ese sacramento.

Durante este tiempo de Cuaresma, nuestra Madre la Iglesia nos anima a “anhelar..., con el gozo de habernos purificado, la solemnidad de la Pascua, para que... por la participación en los misterios que nos dieron nueva vida, alcancemos la gracia de ser con plenitud hijos de Dios” (Missale Romanum, Praefatio Quadragesimae, I). La liturgia nos llama a crecer en esa nueva vida que recibimos en el momento del bautismo, participando en los misterios de la muerte y resurrección de nuestro Salvador.

Estos cuarenta días de penitencia y conversión que preceden cada año a la Pascua, recuerdan, con particular intensidad, que para vivir como cristianos no basta haber recibido la gracia primera del bautismo, sino que es preciso crecer continuamente en esa gracia. Además, ante la realidad del pecado, aún presente cada día en la existencia humana, resulta necesario arrepentirse y convertirse a Dios, manifestando la conversión con obras (cf. Hch 26, 20).

Es lo que San Pablo hacia presente en su defensa ante Agripa, cuando contaba cómo Jesús le mostró los horizontes de su apostolado: “Te envío para que les abras los ojos, y se conviertan de las tinieblas a la luz y del imperio de Satanás al verdadero Dios, y por la fe en Mí, obtengan el perdón de los pecados y su parte en la herencia de los santos” (Hch 26, 17-18). Ese paso de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, de la esclavitud del demonio a la amistad con Dios, tuvo lugar en las aguas de nuestro bautismo, y se vuelve a realizar cada vez que se recupera la gracia mediante el sacramento de la penitencia.

Queridos hermanos y hermanas: ¡Vale la pena volver al Padre para ser perdonados!

El camino de regreso hacia la casa del Padre, comporta arrepentimiento, hacer propósitos de nueva vida, confesarnos ante el ministro de Cristo y reparar por nuestros pecados mediante las obras de penitencia; es un camino que cuesta recorrerlo, pero que nos conduce a una alegría y a una paz que son la alegría y la paz del mismo Cristo.

6. El futuro de la evangelización en Argentina requiere una continua conversión a Cristo de todos los hijos de Dios, que forman parte de esta nación. Será posible afrontar los grandes retos de la hora presente si todos luchamos por participar cada vez más hondamente en los misterios de Cristo, muerto y resucitado por la salvación de los hombres.

La enseñanza de San Pablo que hemos oído en la lectura bíblica es siempre actual: hemos de manifestar nuestra conversión en obras (cf. ibíd., 26, 20). Obras propias de la nueva vida de los hijos de Dios en Cristo, en las que se ejercen las tres virtudes teologales, que son como el entramado de la existencia cristiana: la fe, la esperanza y la caridad.

“Te envío para que les abras los ojos, y se conviertan de las tinieblas a la luz” (Ibíd., 26, 17-18). Vuestros obispos han querido subrayar que he venido a la Argentina como mensajero de fe, para confirmar a mis hermanos argentinos en la fe de quien es único Maestro, el mismo Cristo (cf. Mt 23, 8). Con los ojos de la fe descubriréis el sentido divino de vuestra nueva vida, y veréis que ninguna noble realidad humana queda al margen de los designios salvíficos de Dios. El Papa os exhorta a que crezcáis en vuestro conocimiento del depósito de la Verdad revelada; y que vuestra fe se muestre siempre con obras (cf. St 2, 14-19), como claro testimonio del Evangelio que debe iluminar todos los instantes de vuestra existencia cotidiana y también vuestra actitud ante las grandes opciones que plantea el presente y el futuro de la nación.

“Te envío para que... obtengan... su parte en la herencia de los santos” (Hch 26, 17-18). El mensaje del Evangelio transmite la única esperanza capaz de colmar las ansias de bien y de felicidad a todo ser humano: la esperanza de participar en la herencia de los santos, que hemos recibido como germen en nuestro bautismo. Y esa herencia es Dios mismo, al que, si somos fieles en esta vida, conoceremos cara a cara y amaremos por toda la eternidad en el cielo. Sin embargo, ya durante nuestro caminar terreno participamos de esa herencia, y gozamos de un anticipo de las realidades celestiales. De ahí que nuestra esperanza también se extienda al presente, en el que estamos ciertos que jamás nos faltará la protección y la ayuda amorosa y paternal del Altísimo, para peregrinar gozosamente hasta nuestro destino final. Dios es nuestro Padre, y quiere que reluzca su potencia en esta amada nación. Este es el mensaje de esperanza que os deja el Papa.

El mismo San Pablo, en su primera Carta a los Corintios, enseña que, por encima de la fe y de la esperanza y de todo otro don divino, se encuentra la virtud de la caridad, del amor a Dios y al prójimo. La caridad jamás se acaba, y sin ella las demás virtudes carecen de valor. El amor cristiano ha sido, queridos hermanos, el alma de la evangelización de América y de la Argentina; la caridad apostólica ha sido la fuerza divina que ha movido a los misioneros y evangelizadores, y que ha de seguir impulsando el crecimiento de la obra de Cristo entre vosotros, en la que todos los fieles estáis llamados a participar en virtud de vuestra vocación bautismal al apostolado.

Este amor a Dios, y a los demás por Dios, os llevará a permanecer siempre unidos al Señor y a vuestros hermanos. Con la caridad de Cristo combatiréis el pecado, que es el gran obstáculo para esa unión, y llevaréis a cabo una honda y sólida reconciliación entre todos los argentinos, basada en la reconciliación de cada uno con su Padre Dios.

7. “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 18): son palabras de Jesús, con las que muestra el fundamento de toda la misión de la Iglesia. Ante esas palabras se disipa cualquier duda o temor que, a la vista de las dificultades de la vida presente pudiera anidarse en nuestro corazón. El Señor nos acompaña; El está siempre presente con su Palabra y con los Sacramentos, que aseguran su acción salvífica en medio de nosotros hasta el fin de los tiempos (cf. ibíd., 28, 20).

Reunidos aquí, en Salta, para dar gracias a Dios por los cinco siglos de evangelización en el continente americano, elevamos nuestra plegaria de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque las promesas de Jesús se han cumplido abundantemente en estas tierras. Y, por la intercesión de la Madre de Dios, pedimos al Señor de la historia una renovada conversión de la Argentina y de toda América al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y que su conversión se manifieste en obras. Amén.

20 de octubre de 2025

20 de octubre: Santa Magdalena de Nagasaki

Hoy se celebra la Memoria de Santa Magdalena de Nagasaki, a quien por primera vez honramos en este blog. 

Una imagen suya se venera en la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, atendida por los agustinos recoletos.



De un sitio agustino tomamos la información que sigue:

Hija de nobles y fervientes cristianos, nació en 1611 en las proximidades de la ciudad japonesa de Nagasaki. Los padres y hermanos de Magdalena habían sido condenados a muerte y martirizados por su fe católica cuando ella era todavía muy joven.

En 1624 conoció a los beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, agustinos recoletos, y atraída por su espiritualidad, se consagró a Dios como terciaria de su Orden. Los beatos le encomendaron la enseñanza del catecismo a los niños y pedía limosnas a los comerciantes portugueses para socorrer a los pobres.Tuvo que refugiarse en 1628 con los agustinos recoletos y miles de cristianos en las montañas de Nagasaki.Allí siguió ejerciendo su apostolado, primero bajo la coordinación y animación de los dos religiosos recoletos y luego por cuenta propia cuando fueron capturados ambos, en noviembre de 1629.

Vestida con su hábito de terciaria, en septiembre de 1634, se presentó valientemente ante los jueces.A l ver que era una joven de veinte o veintidós años, intentaron conquistarla con halagos que ella rechazó. La sometieron, entonces, a los peores suplicios.

Finalmente, estuvo colgada trece días boca abajo con medio cuerpo metido en una hoya, hasta que una intensa lluvia inundó la fosa y Magdalena pereció ahogada. Los verdugos quemaron su cuerpo y esparcieron las cenizas en el mar. Sus restos desaparecieron, pero, pasados los siglos, el juicio de Dios y de la Iglesia sobre su vida, ganó para siempre la partida al olvido.

Fue beatificada en 1981 y canonizada por el Papa Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987, coincidiendo con la Jornada Mundial de Oración por las Misiones.

17 de octubre de 2025

17 de octubre: San Ignacio de Antioquía


Este blog está por cumplir 10 años ¡y ni una sola vez nos ocupamos todavía de este gran santo cuya Memoria se celebra hoy! Y ello, pese a que desde 2016 tenemos fotos en nuestros archivos, tomadas en la iglesia San Jorge del Patriarcado de Antioquía. Corregiremos esta omisión.


Dice el Martirologio:

Memoria de San Ignacio, obispo y mártir, discípulo del apóstol San Juan y segundo sucesor de San Pedro en la sede de Antioquía, que en tiempo del emperador Trajano fue condenado al suplicio de las fieras y trasladado a Roma, donde consumó su glorioso martirio. Durante el viaje, mientras experimentaba la ferocidad de sus centinelas, semejante a la de los leopardos, escribió siete cartas dirigidas a diversas Iglesias, en las cuales exhortaba a los hermanos a servir a Dios unidos con el propio obispo, y a que no le impidiesen poder ser inmolado como víctima por Cristo.

En este elogio, pese a su brevedad, está condensada la grandeza de la vida y la obra de San Ignacio de Antioquía.


En el templo mencionado, San Ignacio de Antioquía (der.) está representado junto a San Nicolás de Mira.

Antífona de entrada     Cf. Gal 2, 19-20

Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.


Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno,

que honras a tu Iglesia 

con el testimonio de los santos mártires,

haz que el martirio de San Ignacio de Antioquia,

que hoy celebramos,

así como fue para él causa de eterna gloria,

sea para nosotros motivo de constante protección.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios, por los siglos de los siglos.


16 de octubre de 2025

Jueves de la Semana XXVIII Durante el Año

El versículo del Aleluia de la misa de hoy, Jueves de la Semana XXVIII del Tiempo Ordinario, dice así:

Aleluia. 

«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí», dice el Señor
Aleluia.

 


En este hermoso vitral de la Iglesia Presbiteriana San Andrés, junto a representaciones de algunas bienaventuranzas, se ve en el centro a Jesucristo pronunciando la frase "I am the way, the truth and the light". (La última palabra, en principio,  debería ser "life", pero Jesús también dijo "Yo soy la luz", por lo que quizás se trate de una combinación de ambos textos).


 Tomé las fotos en agosto de 2023.

11 de octubre de 2025

Santa María "en sábado"

En una nueva memoria sabatina de Santa María, que en este caso se da en la víspera del día en que en la Argentina se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, compartimos esta hermosa imagen de María, Reina de las Misiones, que se venera en la cripta de la Basílica de Luján.

Completan esta entrada las palabras finales de la encíclica Redemptoris Missio, de Juan Pablo II, dedicadas a la Virgen María:

«Como los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, la Iglesia debe reunirse en el Cenáculo con «María, la madre de Jesús» (Hech 1, 14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu.

(...) Toda la Iglesia es invitada a vivir más profundamente el misterio de Cristo, colaborando con gratitud en la obra de la salvación. Esto lo hace con María y como María, su madre y modelo: es ella, María, el ejemplo de aquel amor maternal que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres. Por esto, «la Iglesia, confortada por la presencia de Cristo, camina en el tiempo hacia la consumación de los siglos y va al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino ... procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (Enc. Redemptoris Mater, 2)
.
A la «mediación de María, orientada plenamente hacia Cristo y encaminada a la revelación de su poder salvífico» (Enc. Redemptoris Mater, 22), confío la Iglesia y, en particular, aquellos que se dedican a cumplir el mandato misionero en el mundo de hoy. Como Cristo envió a sus Apóstoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, así, mientras renuevo el mismo mandato, imparto a todos vosotros la Bendición Apostólica, en el nombre de la Santísima Trinidad. Amén».

10 de octubre de 2025

10 de octubre: San Daniel

Daniel, oriundo de Calabria, y otros seis hermanos menores franciscanos (Ángel, Samuel, Domno, León, Hugolino y Nicolás), partieron para Marruecos en 1227, a predicar el Evangelio. En Ceuta predicaron primero la fe cristiana a los mercaderes italianos, y luego, en las calles, también a los mahometanos. Los apresaron y, como se negaban a renegar de su fe, los condenaron a muerte. Sus cadáveres recibieron toda suerte de afrentas, hasta que personas piadosas los sepultaron en Ceuta.


La Segunda Lectura del Oficio de Lecturas en el Propio de los franciscanos está tomada de la narración del martirio de San Daniel y sus compañeros en la Passio escrita por un contemporáneo (Analecta Franciscana III, pp. 613–616):

«Fray Daniel, varón religioso, sabio y prudente, anteriormente ministro de la provincia de Calabria, con otros seis hermanos, llenos de espíritu de Dios, deseosos de la salvación de los sarracenos, no temieron exponer sus vidas con tal de ganar las almas para Cristo.

Un viernes, lo dedicaron en privado a tratar con calma los asuntos de su propia salvación y la de los demás; el sábado siguiente, recibieron todos ellos de manos del padre Daniel la absolución de sus pecados en el sacramento de la penitencia, y se acercaron con gran fervor a recibir la sagrada eucaristía, ofreciéndose incondicionalmente al Señor.

Estos atletas de Cristo, fortalecidos en su espíritu, el domingo, muy de mañana, se introdujeron clandestinamente en la ciudad, cubiertas sus cabezas con ceniza, proclamando por todas las calles y plazas el nombre del Señor, y, con el fervor que les confortaba interiormente, anunciaban con plena libertad que no existe salvación fuera de Cristo.

Este mensaje divino inflamaba de tal forma sus corazones, que parecían desfallecer de gozo, no pudiendo reprimir el ardor interior que los llenaba. Los sarracenos los prendieron y los colmaron de injurias y denuestos y los golpearon duramente. Después fueron conducidos ante el rey. Recibidos en audiencia, sirviéndose de un intérprete, explicaron al rey su misión: que eran mensajeros de Dios para predicarles el nombre del Señor. El rey y sus cortesanos se mofaron de ellos y, considerándolos unos ilusos, los enviaron a las mazmorras.

Desde la prisión escribieron una carta conmovedora al capellán mayor de los genoveses, de nombre Ruga, a otros dos sacerdotes, uno franciscano y el otro dominico, quienes por aquellos días retornaban del interior del país, y también a otros cristianos que residían en Ceuta. El contenido de esta carta venía a decir: 

"Bendito sea, Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de toda misericordia y Dios de todo consuelo, que nos conforta en nuestras tribulaciones, y que también presentó a tiempo la víctima de propiciación al patriarca Abrahán, a quien el mismo Dios había mandado salir de su patria, sin marcarle rumbo fijo; todo lo cual fue reputado para justicia, y por ello fue llamado amigo de Dios. Así, pues, el sabio, para que se considere como tal, que se haga primero necio, porque la sabiduría de este mundo es necedad ante el Señor. Tened presentes las palabras de Jesús, que padeció por nosotros: Id y predicad el Evangelio a toda criatura, y no será mayor el siervo que su señor, y si a mí me persiguieron, también a vosotros. Él dirigió nuestros pasos por el camino recorrido por él mismo en su vida para gloria suya, salvación de los fieles y honor de los cristianos, y también para la condenación de los que no le creyeran, como afirma el Apóstol: Nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo; para unos, olor de muerte que lleva a la muerte; para otros, olor de vida que lleva, a la vida. Y añade Cristo: Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Éste y no otro fue el motivo que nos indujo a predicar ante el rey el nombre de Cristo y proclamar que, fuera de él, no hay salvación, y procuramos también confirmarlo con argumentos firmes ante los consejeros y sabios que se encontraban junto al rey; sirviéndonos para esto de un competente intérprete.

Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén".

El día diez de octubre, domingo, por la mañana, mientras nosotros recitábamos el Oficio divino, estos hermanos fueron sacados de la cárcel y conducidos de nuevo a la presencia del rey. Interrogados si estaban dispuestos a retractarse de cuanto habían afirmado contra sus leyes y contra Mahoma, ellos se reafirmaron en lo dicho, y añadieron que no había salvación en su ley, sino que era necesario recibir el bautismo, aceptando la fe de Cristo, por la que ellos estaban dispuestos a ofrecer su propia vida.

A los invictos atletas de Cristo, despojados de sus vestidos, mientras derramaban abundantes lágrimas, les ataron las manos a la espalda, los sacaron del palacio real y los condujeron fuera de la ciudad, llevados como corderos al matadero y cargando con el improperio de Cristo. Manteniéndose gozosos, se dirigían a la muerte como si fueran invitados a un banquete.

Llegados al lugar del suplicio, fueron decapitados, entregando al Señor sus almas, enrojecidas en la púrpura de su sangre».

La imagen de este mártir franciscano se venera en la Basílica de San Francisco de Asís en Buenos Aires. Tomamos las fotos en septiembre del año pasado, al día siguiente de la reapertura del templo después de su largo cierre de siete años, debido a la restauración allí encarada.