23 de julio de 2025

23 de julio: Beatos Pedro Ruiz de los Paños y José Sala Picó

En la fecha de hoy están inscriptos en el Martirologio Romano los Beatos Pedro Ruiz de los Paños y José Sala Picó, presbíteros y mártires de la Hermandad de Operarios Diocesanos asesinados durante  la terrible persecución de los años 30 del siglo XX en España.


Una reliquia del primero de ellos se venera en la iglesia porteña consagrada a San Pío X. En la gran medalla que acompaña a la reliquia se ven, además de los dos que ya mencionamos, otros siete mártires de la misma Hermandad, beatificados juntos por Juan Pablo II el 1° de octubre de 1995. Todos ellos fueron asesinados en 1936, en el contexto de la Guerra Civil Española, 

El Beato Pedro Ruiz de los Paños nació en Mora, en la Arquidiócesis de Toledo, el 18 de septiembre de 1881. Fue alumno del seminario de Toledo, donde sobresalió por su piedad, virtudes, celo apostólico y dotes de gobierno. En el mismo seminario conoció a los Sacerdotes Operarios e ingresó en la Hermandad. Fue ordenado sacerdote en 1905 y durante toda su vida ejerció el ministerio sacerdotal en los seminarios diocesanos de Málaga, Jaén, Badajoz, Sevilla, Plasencia, y como rector en el Pontificio Colegio Español de San José, de Roma. En 1933 fue elegido Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios. Su ardor pastoral fue constante en todo este tiempo. Puso en marcha además numerosos proyectos y programas en favor de las vocaciones sacerdotales, como la ayuda personal a las vocaciones y la fundación del Instituto de religiosas Discípulas de Jesús. Por esta dedicación tan intensa fue considerado en su tiempo como el verdadero impulsor de la llamada «Obra del Fomento de Vocaciones», en España. En julio de 1936 llegó a Toledo para la fundación del citado instituto de religiosas. Allí lo sorprendió la persecución religiosa. Confesándose sacerdote, fue coronado por el martirio al mediodía del 23 de julio, en el lugar conocido como «Paseo del Tránsito».


El Beato José Sala Picó nació el 24 de junio de 1888 en Ponts, diócesis de Urgel. Hizo todos sus estudios eclesiásticos en el seminario diocesano. Fue ordenado sacerdote en 1911. Ejerció los ministerios de coadjutor y capellán en diversas parroquias de su diócesis, ingresando luego en la Hermandad de Operarios Diocesanos en 1915. Desempeñó los cargos de prefecto de disciplina y ecónomo en el seminario de Segovia, el de prefecto en el Colegio de Vocaciones de Toledo, y fue el primer rector del seminario menor de la misma arquidiócesis. El 23 de julio de 1936 fue martirizado a la misma hora y en el mismo lugar que Pedro Ruiz de los Paños.

19 de julio de 2025

Santa María "en sábado"

 

En una nueva Memoria sabatina de la Virgen María, compartimos una foto    que tomamos en 2017 en la iglesia del Purísimo Corazón de María, junto con un fragmento de la catequesis de San Juan Pablo II el 13 de septiembre de 1995.


«En la constitución Lumen Gentium, el Concilio afirma que «los fieles unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos los santos, conviene también que veneren la memoria "ante todo de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor"» (n. 52). La constitución conciliar utiliza los términos del Canon Romano de la misa, destacando así el hecho de que la fe en la maternidad divina de María está presente en el pensamiento cristiano ya desde los primeros siglos.

En la Iglesia naciente, a María se la recuerda con el título de Madre de Jesús. Es el mismo Lucas quien, en los Hechos de los Apóstoles, le atribuye este título, que, por lo demás, corresponde a cuanto se dice en los evangelios: «¿No es éste (...) el hijo de María?», se preguntan los habitantes de Nazaret, según el relato del evangelista San Marcos (6,3). «¿No se llama su madre María?», es la pregunta que refiere San Mateo (13,55).

A los ojos de los discípulos, congregados después de la Ascensión, el título de Madre de Jesús adquiere todo su significado. María es para ellos una persona única en su género: recibió la gracia singular de engendrar al Salvador de la humanidad, vivió mucho tiempo junto a él, y en el Calvario el Crucificado le pidió que ejerciera una nueva maternidad con respecto a su discípulo predilecto y, por medio de él, con relación a toda la Iglesia.

Para quienes creen en Jesús y lo siguen, Madre de Jesús es un título de honor y veneración, y lo seguirá siendo siempre en la vida y en la fe de la Iglesia. De modo particular, con este título los cristianos quieren afirmar que nadie puede referirse al origen de Jesús, sin reconocer el papel de la mujer que lo engendró en el Espíritu según la naturaleza humana. Su función materna afecta también al nacimiento y al desarrollo de la Iglesia. Los fieles, recordando el lugar que ocupa María en la vida de Jesús, descubren todos los días su presencia eficaz también en su propio itinerario espiritual.

Ya desde el comienzo, la Iglesia reconoció la maternidad virginal de María. Como permiten intuir los evangelios de la infancia, ya las primeras comunidades cristianas recogieron los recuerdos de María sobre las circunstancias misteriosas de la concepción y del nacimiento del Salvador. En particular, el relato de la Anunciación responde al deseo de los discípulos de conocer de modo más profundo los acontecimientos relacionados con los comienzos de la vida terrena de Cristo resucitado. En última instancia, María está en el origen de la revelación sobre el misterio de la concepción virginal por obra del Espíritu Santo.

Los primeros cristianos captaron inmediatamente la importancia significativa de esta verdad, que muestra el origen divino de Jesús, y la incluyeron entre las afirmaciones básicas de su fe. En realidad, Jesús, hijo de José según la ley, por una intervención extraordinaria del Espíritu Santo, en su humanidad es hijo únicamente de María, habiendo nacido sin intervención de hombre alguno.

Así, la virginidad de María adquiere un valor singular, pues arroja nueva luz sobre el nacimiento y el misterio de la filiación de Jesús, ya que la generación virginal es el signo de que Jesús tiene como padre a Dios mismo.

La maternidad virginal, reconocida y proclamada por la fe de los Padres, nunca jamás podrá separarse de la identidad de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, dado que nació de María, la Virgen, como profesamos en el símbolo niceno-constantinopolitano. María es la única virgen que es también madre. La extraordinaria presencia simultánea de estos dos dones en la persona de la joven de Nazaret impulsó a los cristianos a llamar a María sencillamente la Virgen, incluso cuando celebran su maternidad.

Así, la virginidad de María inaugura en la comunidad cristiana la difusión de la vida virginal, abrazada por los que el Señor ha llamado a ella. Esta vocación especial, que alcanza su cima en el ejemplo de Cristo, constituye para la Iglesia de todos los tiempos, que encuentra en María su inspiración y su modelo, una riqueza espiritual inconmensurable.

La afirmación: «Jesús nació de María, la Virgen», implica ya que en este acontecimiento se halla presente un misterio trascendente, que sólo puede hallar su expresión más completa en la verdad de la filiación divina de Jesús. A esta formulación central de la fe cristiana está estrechamente unida la verdad de la maternidad divina de María. En efecto, ella es Madre del Verbo encarnado, que es «Dios de Dios (...), Dios verdadero de Dios verdadero».

El título de Madre de Dios, ya testimoniado por Mateo en la fórmula equivalente de Madre del Emmanuel, Dios con nosotros (cf. Mt 1,23), se atribuyó explícitamente a María sólo después de una reflexión que duró alrededor de dos siglos. Son los cristianos del siglo III quienes, en Egipto, comienzan a invocar a María como Theotókos, Madre de Dios.

Con este título, que encuentra amplio eco en la devoción del pueblo cristiano, María aparece en la verdadera dimensión de su maternidad: es madre del Hijo de Dios, a quien engendró virginalmente según la naturaleza humana y educó con su amor materno, contribuyendo al crecimiento humano de la persona divina, que vino para transformar el destino de la humanidad.

De modo muy significativo, la más antigua plegaria a María (Sub tuum praesidium..., «Bajo tu amparo...») contiene la invocación: Theotókos, Madre de Dios. Este título no es fruto de una reflexión de los teólogos, sino de una intuición de fe del pueblo cristiano. Los que reconocen a Jesús como Dios se dirigen a María como Madre de Dios y esperan obtener su poderosa ayuda en las pruebas de la vida.

El concilio de Efeso, en el año 431, define el dogma de la maternidad divina, atribuyendo oficialmente a María el título de Theotókos, con referencia a la única persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

Las tres expresiones con las que la Iglesia ha ilustrado a lo largo de los siglos su fe en la maternidad de María: Madre de Jesús, Madre virginal y Madre de Dios, manifiestan, por tanto, que la maternidad de María pertenece íntimamente al misterio de la Encarnación. Son afirmaciones doctrinales, relacionadas también con la piedad popular, que contribuyen a definir la identidad misma de Cristo».

15 de julio de 2025

15 de julio: San Vladimiro

Celebramos hoy a San Vladimiro de Kiev. Las imágenes corresponden a la Catedral de Santa María del Patrocinio (iglesia católica de rito ucraniano ubicada en la calle Ramón Falcón de la ciudad de Buenos Aires).


El texto está tomado de la Carta Apostólica "Euntes in mundum" de San Juan Pablo II, emitida en 1988 con ocasión del milenario del bautismo de la Rus' de Kiev. El Papa menciona varias veces al santo que honramos hoy

«El proceso de cristianización de los pueblos y de las naciones es un fenómeno complejo y requiere mucho tiempo. En el territorio de la Rus' fue preparado por las tentativas de la Iglesia de Constantinopla en el siglo IX. Sucesivamente, en el transcurso del siglo X, la fe cristiana comenzó a penetrar en la región gracias a los misioneros que venían no sólo desde Bizancio, sino también de los territorios de los vecinos eslavos occidentales —que celebraban la liturgia en lengua eslava según el rito instaurado por los santos Cirilo y Metodio— e incluso desde las tierras del Occidente latino. Como testifica la antigua Crónica llamada de Néstor (Povest' Vremennykh Let), en el año 944 existía en Kiev una iglesia cristiana dedicada al profeta Elías. En este ambiente, ya preparado, la princesa Olga libre y públicamente se hizo bautizar hacia el 955, permaneciendo después siempre fiel a las promesas bautismales. A ella, en el transcurso de una visita realizada a Constantinopla el año 957, el patriarca Poliecto habría dirigido un saludo en cierto modo profético: "Bendita eres entre las mujeres rusas, porque has amado la luz y has arrojado las tinieblas. Por ello, te bendecirán los hijos rusos hasta la última generación". Pero Olga no tuvo la alegría de ver cristiano a su hijo Svjatoslav. La herencia espiritual fue recogida por su nieto Vladimiro, protagonista del bautismo en el año 988, el cual aceptó la fe cristiana y promovió la conversión estable y definitiva del pueblo de la Rus'. Vladimiro y los nuevos convertidos sintieron la belleza de la liturgia y de la vida religiosa de la Iglesia de Constantinopla. Fue así como la nueva Iglesia de la Rus' recogió de Constantinopla el patrimonio del Oriente cristiano y todas sus riquezas en el campo de la teología, de la liturgia, de la espiritualidad, de la vida eclesial y del arte.



Sin embargo, el carácter bizantino de esta herencia adquirió desde el comienzo una nueva dimensión: la lengua y la cultura eslavas se convirtieron en un nuevo contexto para todo aquello que hasta aquel momento encontraba su expresión bizantina en la capital del Imperio de Oriente y también en todo el territorio que se unió a él a través de los siglos. A los eslavos orientales la palabra de Dios y la gracia inherente les llegó también de una forma más cercana desde el punto de vista cultural y geográfico. Aquellos eslavos, acogiendo la Palabra con toda la obediencia de la fe, al mismo tiempo deseaban expresarla en sus formas de pensamiento y con la propia lengua. De este modo se realizó aquella particular «inculturación eslava» del evangelio y del cristianismo, que enlaza con la gran obra de los santos Cirilo y Metodio, los cuales, desde Constantinopla, llevaron el cristianismo, en la versión eslava, a la Gran Moravia y, gracias a sus discípulos, a los pueblos de la península Balcánica.

Fue así como San Vladimiro y los habitantes de la Rus' de Kiev recibieron el bautismo de Constantinopla, el centro más grande del Oriente cristiano y, gracias a esto, la joven Iglesia hizo su entrada en el ámbito del rico patrimonio bizantino, así como de su herencia de fe, de vida eclesial y de cultura. Este patrimonio se hizo rápidamente accesible a las grandes multitudes de los eslavos orientales y pudo ser asimilado más fácilmente, ya que su transmisión, desde el comienzo, fue favorecida por la obra de los dos santos hermanos de Tesalónica. La Sagrada Escritura y los libros litúrgicos llegaron desde los centros culturales religiosos de los eslavos, que habían acogido la lengua litúrgica introducida por ellos.

Vladimiro, merced a su sabiduría e intuición, movido por la solicitud hacia el bien de la Iglesia y del pueblo, aceptó en la liturgia, en lugar del griego, la lengua paleoeslava «haciendo de ella un instrumento eficaz para acercar las verdades divinas a los que hablaban esa lengua». Como he escrito en la carta encíclica Slavorum apostoli, los santos Cirilo y Metodio, aunque conscientes de la superioridad cultural y teológica de la herencia grecobizantina que llevaban consigo, tuvieron sin embargo el valor, por el bien de los pueblos eslavos, de servirse de otra lengua y de otra cultura para el anuncio de la fe.

De este modo la lengua paleoeslava constituyó con el bautismo de la Rus' un instrumento importante, ante todo para la evangelización y, después, para el original desarrollo del futuro patrimonio cultural de aquellos pueblos: desarrollo que se ha convertido en muchos aspectos en una riqueza para la vida y la cultura de todo el género humano.

Conviene pues subrayar con toda claridad, por fidelidad a la verdad histórica, que según la concepción de los dos santos hermanos de Tesalónica, con la lengua eslava se introdujo en la Rus' el estilo de la Iglesia bizantina, que en aquel tiempo estaba aún en plena comunión con Roma. Después esta tradición se ha desarrollado de modo original y tal vez irrepetible, gracias a la cultura autóctona y también a los contactos mantenidos con los pueblos vecinos de Occidente.

La plenitud de los tiempos para el bautismo del pueblo de la Rus' llegó, al final del primer milenio, cuando la Iglesia era indivisa. Debemos agradecer juntos al Señor este hecho, que representa hoy un auspicio y una esperanza. Dios quiso que la madre Iglesia, visiblemente unida, acogiera en su seno, ya rico de naciones y pueblos, y en un momento de expansión misionera tanto en Occidente como en Oriente, a esta nueva hija suya, nacida en las orillas del Dniéper. Existían las Iglesias de Oriente y Occidente, cada una desarrollada según sus tradiciones teológicas, disciplinares, litúrgicas, con diferencias ciertamente notables, pero existía la plena comunión entre Oriente y Occidente, entre Roma y Constantinopla, con relaciones recíprocas. Y fue la Iglesia indivisa de Oriente y Occidente la que acogió y ayudó a la Iglesia de Kiev. Ya la princesa Olga había pedido al emperador Otón I, y obtenido en el año 961, un obispo qui ostenderet eis viam veritatis, el monje Adalberto de Tréveris, que se dirigió efectivamente a Kiev, donde el paganismo permanente le impidió desarrollar su misión. El príncipe Vladimiro advirtió que existía la unidad de la Iglesia y de Europa, y por ello mantuvo relaciones no sólo con Constantinopla, sino además con Occidente y con Roma, cuyo obispo era reconocido como el que presidía la comunión de toda la Iglesia. Según la «Crónica de Nikón», habrían existido algunas legaciones entre Vladimiro y los papas de entonces: Juan XV (que le habría enviado como obsequio, precisamente el año del bautismo — 988 —, algunas reliquias de San Clemente Papa, con una clara referencia a la misión de los santos Cirilo y Metodio que desde Cherson llevaron a Roma aquellas reliquias) y Silvestre II. El mismo Silvestre II mandó a Bruno de Querfurt a predicar con el título de archiepiscopus gentium, el cual hacia el año 1007 visitó a Vladimiro, conocido bajo el nombre de rex Russorum. Más tarde, el Papa san Gregorio VII concedió también el título real a los príncipes de Kiev, con su carta del 17 de abril de 1075, dirigida a «Demetrio (Isiaslaw) regi Ruscorum et reginae uxori eius», los cuales habían enviado a su hijo Jaropolk en peregrinación ad limina Apostolorum, consiguiendo que el reino fuera colocado bajo la protección de San Pedro. Merece subrayarse este reconocimiento, por parte de un Pontífice Romano, de la soberanía obtenida por el principado de Vladimiro que gracias al bautismo del año 988 había consolidado también políticamente su nación, favoreciendo su desarrollo y facilitando la integración de los pueblos que habitaban dentro de sus confines de aquel tiempo y posteriores. Este gesto profético de entrar en la Iglesia e introducir el propio principado en la esfera de las naciones cristianas, le supuso el loable título de Santo y de Padre de las Naciones, que tuvieron su origen en aquel principado.

Así Kiev, mediante el bautismo, se convirtió en el cruce privilegiado de culturas diversas, terreno de penetración religiosa, incluso de Occidente, como atestigua el culto de algunos santos venerados en la Iglesia latina y, con el paso del tiempo, un centro importante de vida eclesial y de irradiación misionera con un vastísimo campo de influencia: hacia Occidente hasta los montes Cárpatos, desde las orillas meridionales del Dniéper hasta Novgorod, y desde las riberas septentrionales del Volga —como ya se ha dicho— hasta las orillas del Océano Pacífico y aún más allá. En breve, a través del nuevo centro de vida eclesial como llegó a ser Kiev desde el momento en que recibió el bautismo, el evangelio y la gracia de la fe llegaron a aquellas poblaciones y aquellas tierras que hoy están unidas al Patriarcado de Moscú, por lo que se refiere a la Iglesia ortodoxa, y a la Iglesia Católica ucrania, cuya plena comunión con la Sede de Roma fue renovada en Brest».

10 de julio de 2025

10 de julio: Santos Francisco, Abdel Moti y Rafael Masabki

 


La Iglesia honra hoy a un conjunto de mártires sirios.

Así los recuerda el Martirologio Romano:

«En Damasco, en Siria, muerte de los mártires beatos Manuel Ruiz y López, presbítero, y diez compañeros, siete de la Orden de los Hermanos Menores y tres hermanos fieles de la Iglesia maronita, que, entregados fraudulentamente por un traidor, sufrieron toda clase de vejaciones a causa de su fe y consiguieron la palma del martirio con una muerte gloriosa»

El Martirologio decía "beatos", pero Fueron canonizados en octubre pasado por el papa Francisco I.

Los nombres de los otros siete fransciscanos son: Carmelo Bolta, Pedro Soler, Nicolás María Alberca, Engelberto Kolland, Nicanor Ascanio, presbíteros; Francisco Pinazo y Juan Santiago Fernández, religiosos de la Orden de Hermanos Menores. Salvo Engelberto, que era austríaco, todos eran españoles.

Pero hoy nos centraremos en los restantes tres santos: los hermanos carnales Francisco, Abdel Moti y Rafael Masabki.

Oración publicada en Instagram por @Noticias.Maronitas
con ocasión de la canonización, en octubre pasado


El martirio de estos once hombres no es sino un pequeño ejemplo de la cruel matanza de cristianos a manos de mahometanos, desarrollada en Siria en 1860. 

Cuando la matanza comenzó, los drusos estaban armados, en tanto que los cristianos se habían dejado desarmar por las autoridades turcas so pretexto de restablecer la paz. Del 30 de mayo al 26 de junio, los drusos saquearon y quemaron todos los pueblos maronitas del centro y el sur del Líbano, y asesinaron, mutilaron o vejaron a cerca de 6000 cristianos. Cinco jesuitas fueron estrangulados en Zahleh; en Dair-al-Kamar, el abad del monasterio maronita fue despellejado en vida y veinte monjes fueron asesinados a hachazos. Khursud [gobernador de Beirut] se dirigió entonces a ese distrito con 600 soldados; pero se contentó con disparar un cañonazo, y después dejó que sus hombres participasen en la matanza. El 9 de julio, el motín se extendió a Damasco. El gobernador, bajá Ahmed, no movió un dedo para impedir la matanza; en cambio, el noble emir argelino Abb-al-Kadar, gran defensor del Islam, se opuso abiertamente a sus correligionarios y dio asilo a 1500 cristianos, entre los que se contaban algunos europeos. Las víctimas del terror y la violencia llegaron, en tres días, a varios miles; ciertamente hubo más de 3000 muertos, sin contar las mujeres y los niños.


Manuel Ruiz, guardián del convento franciscano, cuando la turba se acercaba dio asilo en él a niños y adultos cristianos. Pero los perseguidores ingresaron allí y asesinaron cruelmente, de diversos modos, a todos los religiosos, en la noche del 9 al 10 de julio de 1860.

Casi todos los laicos refugiados en el convento lograron escapar con vida, salvo  los tres maronitas, hermanos entre sí, que perecieron y fueron beatificados junto con los franciscanos.

El mayor, Francisco, que tenía cerca de setenta años, era padre de familia, rico e influyente. Muti, que era viudo, se había retirado del comercio para vivir con su hermano y ayudaba a los franciscanos en la instrucción. Rafael, el más joven de los tres, no era casado; después de trabajar en los negocios de su hermano Francisco, se había convertido en una especie de sacristán del convento. La beatificación de estos tres mártires es particularmente notable, ya que el proceso se llevó a cabo en menos de seis meses. La causa de los franciscanos había sido introducida en 1885; pero la de los hermanos Masabki no fue introducida sino hasta 1926, a instancias de Mons. Giannini, delegado apostólico en Siria. Felizmente, el obispo maronita de Damasco tenía en sus archivos todos los documentos necesarios, de suerte que la beatificación de los tres hermanos tuvo lugar con la de los franciscanos, el 10 de octubre de 1926. 

Los tres hermanos maronitas están representados en la iglesia del Monte Calvario y Nuestra Señora del Líbano, en Villa Lynch:



En la transcripción del nombre del segundo hermano y del apellido de los tres se registran diferencias ortográficas, según la fuente consultada. Hemos respetado la grafía usada por El Testigo Fiel en los párrafos (en cursiva) que transcribimos de ese sitio, mientras que en el título de esta entrada usamos la forma en que son mencionados en la imagen venerada en la iglesia del Monte Calvario y Nuestra Señora del Líbano.

7 de julio de 2025

Lunes de la Semana XIV Durante el Año

"Hic est domus Dei et porta coeli": "Esta es la casa de Dios y la puerta del cielo". La frase se lee en el frente de la iglesia abacial consagrada a la Reina de la Paz en la Abadía de Santa Escolástica, en Victoria (Tigre), que visitamos y fotografiamos en diciembre de 2021.


La frase se proclama en la Primera Lectura de la misa de hoy (Gén 28, 10-22a), que relata el célebre episodio del sueño de Jacob en el que ve una escalera por la que subían y bajaban ángeles.

Al despertar, Jacob  dijo:

—«Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía».

Y, sobrecogido, añadió:

—«Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo».

5 de julio de 2025

Santa María "en sábado"

La bella imagen de la Virgen María con su Hijo que vemos bajo estas líneas está expuesta a la veneración de los fieles  en la Catedral de Nueve de Julio. Allí tomamos la foto en septiembre pasado. Es la primera vez que ese templo catedralicio hace su aparición en este blog.


Con esta imagen y una poesía nos unimos a la Memoria sabatina de la Madre de Dios.

La poesía pertenece a Francisco de Herrera Maldonado, escritor español del siglo XVII. La hemos tomado de la cuarta edición del libro "La Virgen María en la poesía", del padre Pablo Schneider svd (Ed. Guadalupe, 1964).

"A la Santísima Virgen, Nuestra Señora"

Salve entre las mujeres escogida
para madre de Dios, honesta y bella,
sola entre las doncellas la parida,
sola entre las paridas la doncella;
salve, aurora de sol que nos da la vida,
sol de la tierra, de la mar estrella;
Madre de Dios, que Dios, Virgen, pariste,
Y, siendo siempre Virgen, madre fuiste.
Salve, descanso de Jesús cansado;
salve, comida de Jesús hambriento;
salve, defensa de Jesús buscado;
salve, regalo de Jesús contento;
salve, consuelo de Jesús penado;
salve, bebida de Jesús sediento;
salve, vestido de Jesús desnudo,
pues poder tanto os dio quien tanto pudo.

4 de julio de 2025

4 de julio: Beato Pedro Jorge Frassati


Hoy, en el aniversario de su dies natalis, se celebra la Memoria del Beato Pedro Jorge Frassati. Este año la celebración adquiere un matiz especial, pues hoy se cumplen 100 años de la muerte de este joven ejemplar. Nos complace que la incorporación de Piergiorgio a la larga lista de santos y beatos abordados en nuestro blog tenga lugar precisamente en este centenario.

En la iglesia de Nuestra Señora del Rosario (Convento de Santo Domingo) de la ciudad de La Rioja tomamos las dos fotos de esta entrada en el mes de marzo pasado.

Copiamos a continuación -con un par de mínimos ajustes- la biografía que publica VaticanNews:

Piergiorgio nació en Turín en 1901 en el seno de una rica familia burguesa: su padre Alfredo era senador liberal, periodista, propietario del periódico "La Stampa", amigo íntimo de Giolitti, del que fue enviado a Berlín como embajador de Italia; su madre era una pintora muy reconocida: el rey de Italia, Víctor Manuel III compró uno de sus cuadros expuestos en la Bienal de Venecia. El clima que se respiraba en la casa de Frassati no era de ningún modo una "atmósfera de fe", pero el Señor supo cómo abrirse camino en los corazones de las personas dispuestas a escucharlo.

Piergiorgio rechazaba el tipo de vida que se conducía en casa y también se sentía a disgusto en la clase social a la que pertenecía; además, la fe era un elemento más de forma que de sustancia. Compartió su infancia con su hermana Luciana, apenas un año más joven, su única confidente en cuanto comenzaron a emerger los contrastes cada vez mas frecuentes con mamá y papá. Por si fuera poco, Piergiorgio no era un gran estudiante, pero logró entrar al Instituto Social de los Padres Jesuitas y luego, después del bachillerato, se inscribió en Ingeniería Mecánica con especialidad minera para estar cerca de los mineros, considerados entonces los más explotados entre los explotados. En esas difíciles condiciones familiares, de todos modos Piergiorgio decidió quedarse en casa, junto a su familia, para poder ejercitar su gran empeño social y su caridad a los pobres, su amor a la oración y a la eucaristía, que superaron con creces su escasa dedicación al estudio. Desafortunadamente, no alcanzó a obtener en vida su título de ingeniero y sólo en 2002 le fue concedido "honoris causa".

En efecto, los ásperos enfrentamientos con su padre no se hicieron esperar; sin embargo los duros desaguisados eran en una sola dirección, pues cuando Alfredo calificaba a su hijo como "un inútil", y le recriminaba su "vagabundeo" por la ciudad entre personas que no estaban a su altura social, Piergiorgio no respondía a las provocaciones de su padre con la suficiencia y el orgullo propio de los jóvenes de su clase; al contrario, su alegría era avasalladora, siempre sonreía y aceptaba los reproches con los mismos ojos serenos de un joven que comparte las inquietudes y problemas de sus coetános y que mira con amabilidad al prójimo necesitado. Su mirada estaba llena de aquel auténtico amor evangélico y de aquella verdadera participación en el sufrimiento de las personas desheredadas. En estos años se inscribió prácticamente en todas las asociaciones católicas existentes para los laicos, empezando por la Conferencia de San Vicente, la Acción Católica, la FUCI, dondequiera que hubiera necesidad y donde pudiera ser enviado para servir a las personas desprovistas de todo.

Sus amigos se burlaban de su empeño social y lo llamaban "Empresa Transportes Frassati" porque siempre iba a los techos de las "cuevas" de los pobres, a las casas de la periferia de Turín, que era sin duda una ciudad de grandes santos y de intelectuales pero también de muchísimos trabajadores explotados, pobres y abandonados. A estas personas Piergiorgio les proveía de todo: comida, ropa, madera, carbón, muebles; para estos prójimos empobrecidos gastaba todo el dinero que su familia le daba, y que cada vez sería menos. En este periodo también se acercó a la espiritualidad de los dominicos y se convirtió en terciario; en Berlín también tuvo la oportunidad de conocer al Padre Karl Sonnenschein, "el San Francisco alemán". Ese encuentro le hizo preguntarse sobre la posibilidad de convertirse en sacerdote; una idea fugaz que Piergiorgio dejó de lado porque se dio cuenta de que no era esa su vocación. Él, como laico, era más feliz cuando prefería la compañía de los pobres a la compañía de los jóvenes burgueses, pues a través de ellos colmaba su sed de concretar el Evangelio. Por eso, sería un error pensar que hubiera sido un tipo extraño o aislado cuando abandonaba las ocasiones de diversión "burguesa" para participar activamente en la misa. Al contrario: buscaba siempre estar en contacto con la fuente de la vida verdadera y, entre otras cosas, era un gran apasionado de la montaña, con una gran experiencia de alpinismo.

Un día en que se divertía con sus amigos, conoció a Laura Hidalgo. Piergiorgio se enamoró inmediatamente de ella, pero será un amor imposible que conservará en su corazón y todo para sí mismo; primero, para no causarle a ella una falsa ilusión, y luego, para no dar a su familia otro disgusto, ya que esta inteligentísima y bella chica pertenecía a una clase social mucho más baja. Un sacrificio que pocos jóvenes habrían podido soportar. Piergiorgio, en cambio, supo enfrentar esta durísima renuncia con una sonrisa, porque sentía en el fondo de cada fibra de su corazón que el verdadero amor era el eterno, y que ese amor le esperaba en su próxima vida, la que tal vez empiezaba a vislumbrar, llegando incluso a anhelar que no tardase en llegar el día de su nacimiento para el cielo, llamándolo "el más hermoso de todos". En este último período fundó la "Compañía de los Chicos Fastidiosos" cuyos miembros, "estafadores y estafadoras", se ponían apodos divertidos (el de Piergiorgio era Robespierre), hacían viajes y bromas, pero sobre todo aspiraban a la más profunda de las amistades: aquella fundada en el santo vínculo de la oración y de la fe siempre alegre: una sincera amistad cristiana, en ciertos aspectos renovadora y profética de una buena parte del asociacionismo secular de la Iglesia.
El 30 de junio de 1925, toda la familia Frassati estaba tan preocupada por la deteriorada salud de la abuela Linda, moribunda, que nadie le prestaba atención a Piergiorgio, que acusaba un fuerte dolor de cabeza y no tenía apetito. Algo insólito para él, que siempre solía estar tan bien dispuesto y saludable. Se darán cuenta de la seriedad de su malestar sólo en el día del funeral de la abuela, cuando Piergiorgio ya no pudo ni levantarse de la cama. Desafortunadamente será demasiado tarde, pues la poliomielitis fulminante, posiblemente contraída en las chabolas, le troncará la vida el 4 de julio, con sólo 24 años. Miles de personas asistieron a su funeral: la mayoría de ellas eran las personas pobres de Turín a las que había ayudado materialmente con su actividad social y a las que había evangelizado con el ejemplo de su vida llena de la alegría de un Dios eternamente joven. Conmovido por el intenso dolor e impresionado por la gran multitud, el padre repetía sollozando: "¡No conocí a mi hijo!"

Alfredo Frassati se quedó muy deprimido y no halló un consuelo pues comprendió muy tarde quién había sido realmente su hijo. Su corazón se había roto porque Piergiorgio le había dejado un vacío demasiado grande, un silencio ensordecedor. Con todo, Alfredo no se escapó de tal sufrimiento y se dejó horadar en profundidad por el dolor. Lentamente ese vacío se fue llenando con una nueva luz que venía de la Palabra de Dios. Alfredo se fue acercando a la fe y su esperanza y su caridad maduraron día a día hasta el final de su vida. Murió en 1961 después de una progresiva y maravillosa conversión que muchos consideraron, tal vez con razón, el "primer" milagro de Piergiorgio.

Oración a Piergiorgio Frassati:

Señor Jesús,
danos el valor para volar alto,
para escapar de la tentación
de la mediocridad y la banalidad;
haznos capaces, como Piergiorgio,
de aspirar a cosas más grandes
con su tenacidad y perseverancia
y de acoger con alegría su invitación a la santidad.
Líbranos del miedo a no tener éxito
y de la falsa modestia de no sentirnos capaces.
Concédenos la gracia que te pedimos
por intercesión de Piergiorgio
y la fuerza para continuar fielmente
en el camino que nos conduce "hacia lo alto",
por Jesucristo nuestro Señor. Amén.