1 de diciembre de 2016

1° de diciembre: Beato Carlos de Foucauld

Padre mío, me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,
con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío, 
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

Esta hermosa y célebre oración pertenece al Beato Carlos de Foucauld, de cuya muerte se cumple hoy un siglo. Carlos no la escribió tal cual: fue sacada de una meditación más amplia, escrita en 1896, en la cual intentaba unirse a la oración de Jesús en la cruz.



Nacido  en Francia en  1858 en el seno de una familia noble, Carlos vivió una juventud disoluta. Aunque su familia era religiosa, él perdió la fe a los dieciséis años y permaneció en estado de indiferencia durante otros doce. Al llegar a la mayoría de edad, recibió una rica herencia, que dilapidó con su vida licenciosa.

En 1878 ingresó en el ejército y marchó al África, en la época en que Francia colonizaba Argelia.  Tras dejar el ejército,  desde 1883, se dedicó a explorar Marruecos, donde realizó un largo viaje de investigación que le valió una medalla de oro de la Sociedad Geográfica.

Su conversión religiosa se produjo en 1886.  Al descubrir  que la voluntad de Dios era su ingreso en la vida religiosa,  eligió  la Orden del Císter e ingresó en 1890 en la trapa de Nuestra Señora de las Nieves en Francia. Allí conoció la existencia de otra casa de la orden en Siria, donde era mayor la pobreza, y pidió su traslado. Pasó allí seis años, pero aun no estaba del todo satisfecho. Por ello, cuando en 1896 sus superiores lo enviaron a Roma a estudiar Teología,  estando  ya estaba a punto de hacer la profesión perpetua, decidió dejar la orden: deseaba una vida más pobre en Nazaret, imitando a Jesús. Se instaló en Nazaret y se hizo criado de las monjas clarisas. Allí se dedicó completamente a la contemplación y a la pobreza. 

Aun quería otro sitio más pobre donde continuar ese mismo estilo de vida y hacer presente a Jesús en su vida oculta. Para ello en 1900 viajó a Francia para ordenarse sacerdote y decidió luego establecerse en Marruecos, pero no pudo hacerlo, por lo que se instaló en Argelia, cerca de la frontera con Marruecos. Allí vivió su vocación de vida oculta y pobre, al servicio de los hombres, especialmente de los más necesitados; pasaba largas horas en adoración de la Eucaristía y vivía como hermano de todos, acogiendo a pobres y enfermos sin distinción de raza o religión. Desde allí realizó varios viajes por Argelia, siempre en busca de los más pobres.

Atraído por el deseo de ponerse en contacto con las tribus tuareg, se estableció en 1905 en pleno corazón del Sahara. Para preparar el camino a futuros misioneros desarrolló una serie de estudios lingüísticos de gran calidad, y  escribió varios libros, en particular una gramática tuareg y un diccionario bilingüe francés-tuaregEn torno de Carlos fue surgiendo la comunidad de los Hermanitos de Jesús, empeñados en la evangelización de los tuaregs del Sahara.

En el marco de la Primera Guerra Mundial, el 1° de diciembre de 1916 Carlos fue apresado y maniatado por una banda rebelde. Un muchacho lo vigilaba mientras los demás se dedicaban al saqueo de su residencia. El vigilante, nervioso al creer que llegaban soldados, lo mató de un disparo en la cabeza.

El hermano Carlos quería crear una congregación que compartiera su carisma, para lo que escribió diversas reglas; pero no lo logró en vida. Después de su muerte comenzaron a constituirse grupos que deseaban vivir las varias facetas del carisma del hermano Carlos, adoptando diversas formas. Hoy son  once congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual extendidas por todo el mundo. 

Carlos de Foucauld fue beatificado el domingo 13 de noviembre de 2005 en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Hoy es su Memoria litúrgica.

En la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, en Buenos Aires, hay una sencilla imagen del beato:




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