31 de enero de 2024

31 de enero: San Juan Bosco

Don Bosco fue declarado Beato en 1929 por medio del Breve Mirabilis Deus, y fue canonizado apenas cinco años despúes. La estampita cuya imagen hoy compartimos, por tanto,  dado que llama "Beato" a Juan Bosco, fue impresa en algún momento entre esas dos fechas. Incluso podemos acortar el margen, ya que la oración que aparece al dorso tiene un Nihil Obstat de 1931.



Hacemos nuestra la oración, cambiando sólo la palabra "Beato" por "San":

Lleno de confianza acudo a  vuestra protección, ¡oh San Juan Bosco!, y os  ruego queráis ser mi poderoso abogado delante de Dios.

Conseguidme, ante todo, la gracia de evitar el pecado mortal y perseverar en el bien hasta la muerte. Espero además me obtengáis del Señor otra gracia, de la que tengo mucha necesidad (expóngase lo que se desea) pero si veis que ha de ser perjudicial para mi alma haced, cuando menos, que yo me resigne perfectamente a la voluntad divina.

La estampa incluye una reliquia ex indumentis de San Juan Bosco.

29 de enero de 2024

29 de enero: Beato Manuel Domingo y Sol


Hoy se celebra la Memoria de Manuel Domingo y Sol, también conocido como Mosén Sol. Para celebrarla, visitaremos -por primera vez en este blog- el templo parroquial dedicado a San Pío X en Buenos Aires.

Manuel nació en Tortosa, Tarragona, el 1° de abril de 1836. Fue ordenado sacerdote el 2 de junio de 1860, cuando contaba con 24 años. 

«Durante sus primeros 13 años de sacerdote desarrolló su ministerio volcado en mil tareas: fue misionero diocesano, párroco, profesor del Instituto de Tortosa y confesor de religiosas;  incluso hizo construir tres conventos de clausura. Se dedicó sobre todo a los jóvenes. Construyó para ellos un centro donde reunirse, formarse y rezar. Y fundó la primera revista juvenil católica de España: El Congregante.

A pesar de un trabajo pastoral tan variado y disperso, Mosén Sol seguía con un corazón inquieto. Aspiraba a encontrar un punto de apoyo que pudiera aunarlo todo. Y esto llegó de manera fortuita, como son las cosas de Dios. Un día del mes de febrero de 1873, Mosén Sol se cruzó por la calle con el seminarista Ramón Valero. Era un seminarista pobre, que vivía de limosna en una buhardilla con otros seminaristas. Mosén Sol, después de escuchar el relato de las dificultades por las que atravesaban para poder vivir y estudiar, les invitó a su casa».

Los seminaristas pobres, sin embargo, eran muchos más. En septiembre,  Mosén reunió en la “Casa de San José” a otros 24, y tres años más tarde necesitó adquirir otra casa, aún más grande, para acoger a 98 alumnos.

«Mosén Sol siguió trabajando hasta dar con una solución definitiva al problema de los seminaristas sin recursos. Así, el 11 de abril de 1879 inauguró el nuevo “Colegio de San José para Vocaciones Eclesiásticas” donde comenzaron a estudiar 300 seminaristas. Dedicó a esta Obra todas sus fuerzas. (...)  Tenía claro que formando santos sacerdotes llegaría a todos los rincones de la diócesis».

Pocos años más tarde, Manuel se sintió llamado a constituir un grupo de sacerdotes que se dedicara a la formación de los seminaristas. Llegó entonces el momento de la fundación de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, que fue haciéndose una realidad hasta conseguir la aprobación del Obispo de Tortosa el 17 de mayo de 1883. Pronto comenzaron a lloverle peticiones de los obispos españoles para que los Sacerdotes Operarios fueran a sus diócesis. 

En 1892 Manuel fundó el Colegio de San José en Roma, una de sus obras más importantes, en el que han formado más de 3000 alumnos, entre ellos más de 70 obispos de diócesis españolas.

Su obra se extendió también a otros países. 

«Mosén Sol fue capaz de hacer todo esto gracias a su profunda espiritualidad, fundada en la Reparación al Corazón de Jesús, principalmente en la Eucaristía».

En 1889 aceptó para la Hermandad el Templo Nacional Expiatorio de San Felipe de Jesús en México;  finalmente, en 1903, pudo realizar su sueño de edificar un Templo de Reparación en Tortosa.



Celebró su última misa el 18 de enero de 1909 y murió pocos días después, el  25. A su muerte dejó a los 75 operarios que componían la Hermandad nada menos que 10 colegios de vocaciones, 17 seminarios, 2 templos de Reparación y el Colegio Español de Roma.

El fundador de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús fue beatificado por Juan Pablo II el 29 de marzo de 1987.


En la Argentina, la obra de Manuel Domingo y Sol está presente en el Aspirantado, en el Instituto de Pastoral Vocacional y en el Centro de Orientación Vocacional que funcionan junto a la Parroquia San Pío X en la Ciudad de Buenos Aires, donde tomamos las fotos de esta entrada; también en el Seminario Interdiocesano de la Patagonia, en el  Centro de Orientación Vocacional de Córdoba y en la Parroquia y Colegio Nuestra Señora de Montserrat en Tucumán.

Los párrafos entrecomillados fueron tomados del sitio oficial de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos.

27 de enero de 2024

Santa María "en sábado"

 

«"De Maria numquam satis": nunca es suficiente lo que se diga de la Madre de Dios, nunca habremos hablado de ella lo bastante. San Luis Grignion de Montfort cita ese dicho latino, tradicional y común entre los mariólogos, en su Tratado de la verdadera devoción.

Algo equivalente  resuena en una antigua antífona, todavía en uso en la liturgia de las horas:

 Virgen inmaculada y santa, ninguna alabanza es digna de ti, pues por ti hemos recibido a nuestro Redentor, Jesucristo nuestro Señor. 

En ambos textos se denota la magnitud de la alabanza que se tributa a María: nunca es suficiente, ni por su número ni por su calidad; nunca será adecuada a su dignidad, al hecho de que por ella recibimos al Redentor, al hecho de que ella es su Madre, la Madre de Dios». 

«Hay una razón complementaria que explica la atención afectuosa puesta en María, la devoción de los fieles, el esfuerzo de los doctores católicos para esclarecer y profundizar su conocimiento, la intención de la Iglesia toda que le ha dispensado una alabanza creciente: es lo que ella representa para nosotros, lo que ha hecho y hace a favor nuestro».

«Desde el hoy de la eternidad María ejerce sobre nosotros su maternidad en el orden de la gracia, y nosotros experimentamos una relación filial con ella. La Iglesia, escribió el beato Juan Pablo II, "mantiene con la madre de Dios un vínculo que comprende, en el misterio salvífico, el pasado, el presente y el futuro, y la venera como madre espiritual de la humanidad y abogada de gracia"».

«Son verdades de fe, no exageraciones piadosas; si se apoya y centra en esas verdades, la devoción mariana puede evitar cualquier deformación, superar un mero culto exterior e interesado, no ordenado finalmente a la gloria de Dios, a la conversión de vida y a la salvación». 

«No sin discusiones y conflictos, ya desde la antigüedad se fueron esclareciendo verdades fundamentales de una teología mariana: la virginidad perpetua (antes del parto, en el parto, después del parto), la santidad eximia de la Madre de Dios y su relación con los discípulos de su Hijo. Orígenes, el gran teólogo del siglo III, escribió: "Nadie puede comprender el sentido del Evangelio si no ha reclinado su cabeza sobre el pecho de Jesús y si no ha recibido de él a María por madre". En esta frase se reconoce que María ejerce una maternidad espiritual por la cual los cristianos comprenden y viven el Evangelio».

Fragmentos de una homilía del entonces Arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, durante una celebración en el Carmelo Regina Martyrum y San José, de esa ciudad, en 2012.


La imagen, que fotografiamos en enero de 2015, se encuentra en el predio de la capilla Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de la ciudad de Cariló, en la provincia de Buenos Aires.

24 de enero de 2024

24 de enero: San Francisco de Sales

Por primera vez en la vida de este blog visitamos la iglesia porteña de Nuestra Señora del Rosario, del barrio de Palermo. Y lo hacemos por segunda vez en la Memoria litúrgica de San Francisco de Sales, en este caso con las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en la audiencia general del 2 de marzo de 2011.

«Dios es el Dios del corazón humano» (Tratado del amor de Dios, I, XV): en estas palabras aparentemente sencillas captamos la huella de la espiritualidad de un gran maestro, del que quiero hablaros hoy, San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en 1567 en una región francesa fronteriza. Era hijo del señor de Boisy, una antigua y noble familia de Saboya. Vivió a caballo entre dos siglos, el XVI y el XVII, recogió en sí lo mejor de las enseñanzas y de las conquistas culturales del siglo que terminaba, reconciliando la herencia del humanismo con la tendencia hacia lo absoluto propia de las corrientes místicas. Su formación fue muy esmerada; en París hizo los estudios superiores, dedicándose también a la teología; y en la Universidad de Padua, los estudios de derecho, como deseaba su padre, que concluyó de forma brillante con el doctorado en utroque iure, derecho canónico y derecho civil. En su armoniosa juventud, reflexionando sobre el pensamiento de San Agustín y de Santo Tomás de Aquino, tuvo una profunda crisis que lo indujo a interrogarse sobre su salvación eterna y sobre la predestinación de Dios con respecto a sí mismo, sufriendo como verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo. Oraba intensamente, pero la duda lo atormentó de tal manera que durante varias semanas casi no logró comer ni dormir bien. En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tu serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!» (I Proc. Canon., vol. I, art. 4). A sus veinte años Francisco encontró la paz en la realidad radical y liberadora del amor de Dios: amarlo sin pedir nada a cambio y confiar en el amor divino; no preguntar más qué hará Dios conmigo: yo sencillamente lo amo, independientemente de lo que me dé o no me dé. Así encontró la paz y la cuestión de la predestinación —sobre la que se discutía en ese tiempo— se resolvió, porque él no buscaba más de lo que podía recibir de Dios; sencillamente lo amaba, se abandonaba a su bondad. Este fue el secreto de su vida, que se reflejará en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios.

Venciendo la resistencia de su padre, Francisco siguió la llamada del Señor y, el 18 de diciembre de 1593, fue ordenado sacerdote. En 1602 se convirtió en obispo de Ginebra, en un período en el que la ciudad era el bastión del calvinismo, tanto que la sede episcopal se encontraba «en exilio» en Annecy. Pastor de una diócesis pobre y atormentada, en un enclave de montaña del que conocía bien tanto la dureza como la belleza, escribió: «[A Dios] lo encontré lleno de dulzura y ternura entre nuestras más altas y ásperas montañas, donde muchas almas sencillas lo amaban y lo adoraban con toda verdad y sinceridad; el corzo y el rebeco corrían de aquí para allá entre los hielos espantosos para anunciar sus alabanzas», (Carta a la madre de Chantal, octubre de 1606, en Oeuvres, ed. Mackey, t. XIII, p. 223). Y, sin embargo, fue inmensa la influencia de su vida y de su enseñanza en la Europa de la época y de los siglos siguientes. Es apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración; comprometido en hacer realidad los ideales del concilio de Trento; implicado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentando cada vez más la eficacia de la relación personal y de la caridad, más allá del necesario enfrentamiento teológico; encargado de misiones diplomáticas a nivel europeo, y de tareas sociales de mediación y reconciliación. Pero San Francisco de Sales es, sobre todo, un director de almas: el encuentro con una mujer joven, la señora de Charmoisy, lo impulsó a escribir uno de los libros más leídos de la edad moderna, la Introducción a la vida devota. De su profunda comunión espiritual con una personalidad excepcional, Santa Juana Francisca de Chantal, nació una nueva familia religiosa, la Orden de la Visitación, caracterizada —como quiso el Santo— por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y la humildad, en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias: «...quiero que mis Hijas —escribió— no tengan otro ideal que el de glorificar [a nuestro Señor] con su humildad» (Carta a mons. de Marquemond, junio de 1615). Murió en 1622, a los cincuenta y cinco años, tras una existencia marcada por la dureza de los tiempos y por los trabajos apostólicos.

La vida de San Francisco de Sales fue relativamente breve, pero de gran intensidad. La figura de este santo produce una impresión de extraña plenitud, demostrada con la serenidad de su búsqueda intelectual, pero también en la riqueza de sus afectos, en la «dulzura» de sus enseñanzas que han ejercido gran influencia en la conciencia cristiana. De la palabra «humanidad» encarnó distintas acepciones que, hoy como ayer, puede asumir este término: cultura y cortesía, libertad y ternura, nobleza y solidaridad. En su aspecto tenía algo de la majestad del paisaje en que vivió, conservando también su sencillez y su naturaleza. Las antiguas palabras y las imágenes con las que se expresaba resuenan inesperadamente, también en el oído del hombre de hoy, como una lengua nativa y familiar.

A Filotea, destinataria ideal de su Introducción a la vida devota (1607), San Francisco de Sales dirige una invitación que en su época pudo parecer revolucionaria. Es la invitación a ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado. «Mi intención es la de instruir a aquellos que viven en la ciudad, en el estado conyugal, en la corte...» (Prefacio a la Introducción a la vida devota). El documento con el que el Papa Pío IX, más de dos siglos después, lo proclamó doctor de la Iglesia insiste en esta ampliación de la llamada a la perfección, a la santidad. En él se dice: «[la verdadera piedad] ha penetrado hasta el trono de los reyes, en la tienda de los jefes de los ejércitos, en el tribunal de los jueces, en las oficinas, en las tiendas e incluso en las cabañas de los pastores» (breve Dives in misericordia, 16 de noviembre de 1877). Así nacía la llamada a los laicos, el interés por la consagración de las cosas temporales y por la santificación de lo cotidiano, en los que insistirán el concilio Vaticano II y la espiritualidad de nuestro tiempo. Se manifestaba el ideal de una humanidad reconciliada, en la sintonía entre acción en el mundo y oración, entre condición secular y búsqueda de la perfección, con la ayuda de la gracia de Dios que impregna lo humano y, sin destruirlo, lo purifica, elevándolo a las alturas divinas. A Teótimo, el cristiano adulto, espiritualmente maduro, al que dirige unos años más tarde su Tratado del amor de Dios (1616), San Francisco de Sales ofrece una lección más compleja. Esta lección supone, al inicio, una precisa visión del ser humano, una antropología: la «razón» del hombre, más aún, el «alma racional», se presenta allí como una arquitectura armónica, un templo, articulado en varios espacios, alrededor de un centro, que él llama, junto con los grandes místicos, «cima», «punta» del espíritu, o «fondo» del alma. Es el punto en el que la razón, recorridos todos sus grados, «cierra los ojos» y el conocimiento se funde con el amor (cf. libro I, cap. XII). Que el amor, en su dimensión teologal, divina, sea la razón de ser de todas las cosas, en una escala ascendente que no parece conocer fracturas o abismos, San Francisco de Sales lo resumió en una famosa frase: «El hombre es la perfección del universo; el espíritu es la perfección del hombre; el amor es la del espíritu; y la caridad es la perfección del amor» (ib., libro X, cap. I).

En un tiempo de intenso florecimiento místico, el Tratado del amor de Dios es una verdadera summa, y a la vez una fascinante obra literaria. Su descripción del itinerario hacia Dios parte del reconocimiento de la «inclinación natural» (ib., libro I, cap. XVI), inscrita en el corazón del hombre, aunque pecador, a amar a Dios sobre todas las cosas. Según el modelo de la Sagrada Escritura, San Francisco de Sales habla de la unión entre Dios y el hombre desarrollando una serie de imágenes de relación interpersonal. Su Dios es padre y señor, esposo y amigo, tiene características maternas y de nodriza, es el sol del que incluso la noche es misteriosa revelación. Ese Dios atrae hacia sí al hombre con vínculos de amor, es decir, de verdadera libertad: «Ya que el amor no tiene forzados ni esclavos, sino que reduce todas las cosas bajo la propia obediencia con una fuerza tan deliciosa que, si nada es tan fuerte como el amor, nada es tan amable como su fuerza» (ib., libro I, cap. VI). En el Tratado de nuestro santo encontramos una meditación profunda sobre la voluntad humana y la descripción de su fluir, pasar, morir, para vivir (cf. ib., libro IX, cap. XIII) en el completo abandono no sólo a la voluntad de Dios, sino también a lo que a él le complace, a su «bon plaisir», a su beneplácito (cf. ib., libro IX, cap. I). En la cumbre de la unión con Dios, además de los arrebatos del éxtasis contemplativo, se coloca ese fluir de la caridad concreta, que está atenta a todas las necesidades de los demás y que él llama «éxtasis de la vida y de las obras» (ib., libro VII, cap. VI).

Leyendo el libro sobre el amor de Dios, y más aún las numerosas cartas de dirección y de amistad espiritual, se nota bien qué gran conocedor del corazón humano fue San Francisco de Sales. A Santa Juana de Chantal escribe: «Esta es la regla de nuestra obediencia, que os escribo con letras mayúsculas: hacer todo por amor, nada por la fuerza, amar más la obediencia que temer la desobediencia. Os dejo el espíritu de libertad, ya no el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo» (Carta del 14 de octubre de 1604). No por nada, en el origen de muchos de los caminos de la pedagogía y de la espiritualidad de nuestro tiempo encontramos precisamente las huellas de este maestro, sin el cual no hubieran existido San Juan Bosco ni el heroico «caminito» de Santa Teresa de Lisieux.

Queridos hermanos y hermanas, en un tiempo como el nuestro que busca la libertad, incluso con violencia e inquietud, no se debe perder la actualidad de este gran maestro de espiritualidad y de paz, que lega a sus discípulos el «espíritu de libertad», la verdadera, como culmen de una enseñanza fascinante y completa sobre la realidad del amor.

San Francisco de Sales es un testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena.

22 de enero de 2024

22 de enero: Beato Guillermo Chaminade

Guillermo Chaminade nació en Perigueux en 1761 en el seno de una familia numerosa y cristiana. Estudió en el seminario parisino de San Sulpicio y fue ordenado sacerdote en 1785.  

Dio clases en un colegio dirigido por un hermano suyo, ubicado en Mussidan, del que luego pasó a ser administrador. Al negarse a jurar la Constitución Civil del clero se vio obligado a cerrar el colegio. Se marchó a Burdeos y, disfrazado, ejerció allí con audacia, clandestinamente, el ministerio sacerdotal. En medio de la persecución desatada en la Revolución Francesa, Chaminade huyó a España en 1797 y se refugió en Zaragoza. A los pies de la Virgen del Pilar maduró cuál podría ser su colaboración en la restauración cristiana de Francia. 

Pudo regresar a Burdeos en 1800, y fundó allí la Compañía de María (Marianistas), para sacerdotes y laicos, dedicada a la formación de la juventud y el apostolado, y el Instituto de Hijas de María, con idénticos fines. Dejó su cargo de superior en  1841 y falleció el 22 de enero de 1850.


Fue beatificado en el Jubileo del 2000 por Juan Pablo II. La imagen se exhibe en la esquina del Colegio Marianista, en  Rivadavia y Emilio Mitre.

20 de enero de 2024

20 de enero: San Sebastián


En el museo religioso anexo al Convento de San Francisco, en Salta, se exhibe esta hermosa imagen de «San Sebastián, mártir, oriundo de Milán, que, como narra San Ambrosio, se dirigió a Roma en tiempo de crueles persecuciones, y sufrió allí el martirio. En la ciudad a la que había llegado como huésped obtuvo el definitivo domicilio de la eterna inmortalidad, y fue enterrado en este día en las catacumbas de Roma»,  en palabras del Martirologio Romano. 

San Sebastián vivió en el siglo III y en muy venerado en la piedad popular: es patrono de diversas ciudades europeas (como la ciudad homónima, también llamada Donostia, en España) y americanas (como Río de Janeiro) y de numerosas profesiones y oficios. 

La imagen recoge la  iconografía tradicional del santo, que procede de leyendas relativamente recientes y que narran que fue asaetado mientras estaba atado a un árbol. 

Pero es muy poco lo que sabemos con certeza sobre Sebastián, y esos escasos datos son los que recoge el Martirologio y acabamos de leer. 

Junto a la imagen, en el museo, hay un cartel aclaratorio que da información acerca del personaje,  si bien incurre en la errata de poner "12 de enero" en lugar de la fecha correcta, que es hoy. Vemos ese cartel en la foto que cierra esta entrada.

Oración colecta:

Te rogamos, Señor, nos concedas el espíritu de fortaleza para que, alentados por el ejemplo glorioso de tu mártir San Sebastián, aprendamos a someternos a ti antes que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


15 de enero de 2024

15 de enero: San Arnoldo Janssen

 



Este tríptico conmemorativo del cincuentenario de la fundación de la Congregación del Verbo Divino incluye una imagen y una biografía del fundador, beatificado medio siglo más tarde y canonizado en 2003. Hoy, aniversario de su muerte, es la fecha en que la Liturgia lo recuerda.

13 de enero de 2024

Santa María "en sábado"

 


Primera memoria sabatina de la Virgen María en este año. La honramos con esta imagen -un vitral de la Basílica de la Merced, en Buenos Aires- y con unos textos del Común de la Santísima Virgen María: Misa 1 para el Tiempo Durante el Año:

Antífona de entrada

Te saludamos, santa Madre de Dios, porque diste al mundo al Rey que gobierna para siempre el cielo y la tierra.

 Oración colecta

Señor Dios, concédenos gozar de la salud del alma y del cuerpo y, por la intercesión de la santísima Virgen María, líbranos de las tristezas de este mundo y danos la eterna alegría.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

10 de enero de 2024

10 de enero: Beato Gonzalo de Amarante

El Martirologio trae hoy esta Memoria: «En Amarante, lugar de Portugal, Beato Gonzalo, presbítero de Braga, quien, después de una larga peregrinación por Tierra Santa, ingresó en la Orden de Predicadores, retirándose a una ermita, ayudó a construir un puente y trabajó en bien de los habitantes del lugar con su oración y predicación».


Fuera de lo señalado, es muy poco lo que sabemos sobre este beato, nacido a fines del siglo XII y fallecido a mediados del XIII. Y algunos de los datos que llegaron hasta nosotros parecen legendarios o fruto de la imaginación de los biógrafos.

Gonzalo de Amarante, aunque es beato (su culto fue confirmado en 1560), también es llamado santo, como ocurre en otros casos. 



Una imagen suya se encuentra en la "capilla" del Palacio Noel, actual sede del Museo de Arte Hispanoamericano "Isaac Fernández Blanco".




San Gonzalo de Amarante
Madera tallada, estucada, policromada y estofada y ojos de vidrio.
Brasil o Portugal, último tercio del siglo XVIII. 
Originario del Convento de Santo Domingo de Buenos Aires, 
se lo veneraba en el retablo de Santa Rosa de Lima, 
fue trasladado al de Santa Fe  a principios del siglo XX.
Procede del Convento de Santo Domingo de Santa Fe.
Donación Flat Concord, 1970.

Las luces verticales que semejan una cascada o una reja en la foto inferior son parte de una "intervención artística" existente al momento de tomar las fotografías. El santo de la derecha es San Jacinto de Polonia.


5 de enero de 2024

5 de enero: San Eduardo

El pasado 6 de mayo pudimos ser partícipes, a través de la televisión, de un acontecimiento que no ocurría desde hacía  70 años: la ceremonia de coronación de un monarca británico. No entraremos en detalles que no vienen al caso en este blog, pero sí queremos subrayar que la corona que se usó en esa ocasión -y en todas las anteriores, desde hace un milenio- es la corona de San Eduardo, rey de Inglaterra, cuya Memoria se celebra hoy.

San Eduardo el Confesor nació en  Islip en el 1004. Era hijo del rey Etelredo II y de su esposa, Emma de Normandía. A los 10 años fue  desterrado a Normandía y no pudo volver hasta el 1041. Al año siguiente fue coronado rey.

Era «bondadoso con todos, solidario con los pobres y oprimidos, humilde, casto y lleno de justicia y piedad, mostró un gran celo por la religión».

Levantó la abadía de Westminster, donde se conserva su tumba y donde tienen lugar las coronaciones de reyes y reinas del Reino Unido desde el siglo XI.

San Eduardo murió el 5 de enero de 1066 y fue canonizado el 7 de febrero de 1161.

El vitral pertenece a la iglesia de Santa María, y fue confeccionado "en memoria de Eduardo Copello", familiar de Santiago Luis Copello, quien siendo Arzobispo de Buenos Aires erigió la parroquia e inauguró el templo, llamado así en memoria de su madre, María Bianchi de Copello. Para la construcción del templo, como de muchos otros de Buenos Aires, el arzobispo donó de su propio peculio personal.

3 de enero de 2024

3 de enero: Santísimo Nombre de Jesús


La iglesia dedicada en Buenos Aires al Dulcísimo Nombre de Jesús es visitada por primera vez en la vida de este blog, y justamente en la Memoria litúrgica epónima.

En el retablo principal del templo, debajo de una imagen de Jesús con los brazos abiertos en cruz,  se ve un icono que representa la Presentación de Jesús en el templo.



A los pies del icono se lee, en griego, latín y español, la frase «Le pondrás por nombre Jesús», tomada del episodio de la Anunciación, pero que resuena en el Evangelio de hoy (Lc 2, 21-24) cuando el narrador puntualiza que al Niño al niño «se el puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción».

καλέσεις  τò ὄνομα αὐτοῦ Ἰησοῦν.

Vocabis nomen eius Iesum.

Le pondrás por nombre Jesús


Inmediatamente arriba del icono, dos ángeles sostienen una cartela con las iniciales IHS, que representan justamente el nombre de Jesús.

1 de enero de 2024

1° de enero: Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

 


En la Octava de Navidad, el primer día del año civil, la Iglesia honra a María con su más antiguo y glorioso título: el de Madre de Dios.


Nos unimos a esta Solemnidad con el Himno del Oficio de Lecturas de hoy:

De la raíz de Jesé
dio la vara bella flor,
fecundo parto ha tenido
sin mengua de su pudor.

Feliz recibe el pesebre
a quien la luz fabricó,
con el Padre hizo los cielos
y está entre pañales hoy.

Al mundo le ha dado leyes
y diez esas leyes son,
y al hacerse hombre no quiso
romper la ley, la cumplió.

Ha nacido ya la luz,
muere la muerte, y huyó
la noche, venid, oh pueblos,
que María trajo a Dios.

A ti, Jesús, de la Virgen
nacido, gloria y honor,
con el Padre y el Paráclito,
sempiterna adoración. Amén.

La imagen de las fotografías se venera en la iglesia de San Antonio María Zaccaría, en Barracas; tomamos las fotos en marzo de 2021.