30 de mayo de 2020

30 de mayo: Santa Juana de Arco

Hace pocos días se cumplió el centenario de la canonización de Santa Juana de Arco, dispuesta por Benedicto XV por medio de la Bula Divina Disponente del 16 de mayo de 1920. 
La gran reputación de santidad que, a causa de sus virtudes y de los dones y carismas celestiales, tenía entre todos la Sierva de Dios desde que estaba en esta tierra, se hizo más brillante cada día después de su muerte, y creció hasta tal punto, que este pasaje de la Escritura puede aplicarse a ella merecidamente: «Su memoria no desaparecerá y su nombre será recordado de generación en generación. Los pueblos narrarán su sabiduría y la Iglesia proclamará su alabanza» (Eclo 29, 13-14)      (Benedicto XV, Bula Divina Disponente, 16 de mayo de 1920)
Por ello hoy, en la Memoria de la santa Doncella de Orleans, publicamos (nuevamente) el texto de la catequesis de Benedicto XVI  en la audiencia general del 26 de enero de 2011, dedicada a la santa, e imágenes de su vida en los vitrales de la iglesia que le está dedicada en Ciudadela.

"Juana de Arco nació en Domremy, Francia,
el 6 de enero de 1412.
A los 14 años se le aparecieron San Miguel,
Santa Catalina y Santa Margarita,
anunciándole que debía salvar a su patria invadida"
«Hoy quiero hablaros de Juana de Arco, una joven santa de finales del Medievo, fallecida a los 19 años, en 1431. Esta santa francesa, citada varias veces en el Catecismo de la Iglesia Católica, es particularmente cercana a Santa Catalina de Siena, patrona de Italia y de Europa, de quien hablé en una catequesis reciente. En efecto, son dos mujeres jóvenes del pueblo, laicas y consagradas en la virginidad; dos místicas comprometidas, no en el claustro, sino en medio de las realidades más dramáticas de la Iglesia y del mundo de su tiempo. Quizás son las figuras más características de las «mujeres fuertes» que, a finales de la Edad Media, llevaron sin miedo la gran luz del Evangelio a las complejas vicisitudes de la historia. Podríamos compararlas con las santas mujeres que permanecieron en el Calvario, cerca de Jesús crucificado y de su Madre María, mientras los Apóstoles habían huido y Pedro mismo había renegado de él tres veces. La Iglesia, en ese período, vivía la profunda crisis del gran Cisma de Occidente, que duró casi 40 años. Cuando muere Catalina de Siena, en 1380, hay un Papa y un Antipapa; cuando nace Juana, en 1412, hay un Papa y dos Antipapas. Además de esta laceración en el seno de la Iglesia, había continuas guerras fratricidas entre los pueblos cristianos de Europa, la más dramática de las cuales fue la interminable «Guerra de los Cien Años» entre Francia e Inglaterra.

Juana de Arco no sabía leer ni escribir, pero podemos conocer profundamente su alma gracias a dos fuentes de valor histórico excepcional: los dos Procesos contra ella. El primero, el Proceso de condena, contiene la transcripción de los largos y numerosos interrogatorios a Juana durante los últimos meses de su vida (febrero-mayo de 1431), y refiere literalmente las palabras de la santa. El segundo, el Proceso de nulidad de la condena, o de «rehabilitación», contiene las declaraciones de cerca de 120 testigos oculares de todos los períodos de su vida ¹.

Juana nace en Domremy, una pequeña aldea situada en la frontera entre Francia y Lorena. Sus padres son campesinos acomodados, conocidos por todos como excelentes cristianos. De ellos recibe una buena educación religiosa, con notable influjo de la espiritualidad del Nombre de Jesús, que enseñaba San Bernardino de Siena y los franciscanos difundieron en Europa. Al Nombre de Jesús se une siempre el Nombre de María y así, en el marco de la religiosidad popular, la espiritualidad de Juana es profundamente cristocéntrica y mariana. Desde su infancia demuestra una gran caridad y compasión hacia los más pobres, los enfermos y todos los que sufren, en el contexto dramático de la guerra.

Por sus propias palabras sabemos que la vida religiosa de Juana madura como experiencia mística a partir de la edad de 13 años. A través de la «voz» del arcángel San Miguel, Juana percibe que el Señor la llama a intensificar su vida cristiana y también a comprometerse en primera persona por la liberación de su pueblo. Su respuesta inmediata, su «sí», es el voto de virginidad, con un nuevo compromiso en la vida sacramental y en la oración: participación diaria en la misa, confesión y comunión frecuentes, largos momentos de oración silenciosa ante el Crucifijo o la imagen de la Virgen. La compasión y el compromiso de la joven campesina francesa frente al sufrimiento de su pueblo se hacen más intensos por su relación mística con Dios. Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política. Después de los años de vida oculta y de maduración interior sigue el bienio breve, pero intenso, de su vida pública: un año de acción y un año de pasión.


Con San Miguel
A comienzos del año 1429, Juana inicia su obra de liberación. Los numerosos testimonios nos muestran a esta joven de sólo 17 años como una persona muy fuerte y decidida, capaz de convencer a hombres inseguros y desmoralizados. Superando todos los obstáculos, se encuentra con el Delfín de Francia, el futuro rey Carlos VII, que en Poitiers la somete a un examen por parte de algunos teólogos de la universidad. Su juicio es positivo: no ven en ella nada malo, sólo a una buena cristiana.

"Santa Juana no admite en su ejército
a quienes no viven en gracia de Dios"

"Santa Juana marcha sobre Orleans"

El 22 de marzo de 1429, Juana dicta una importante carta al rey de Inglaterra y a sus hombres que asedian la ciudad de Orleans. Su propuesta es una paz verdadera en la justicia entre los dos pueblos cristianos, a la luz de los nombres de Jesús y de María, pero es rechazada, y Juana debe luchar por la liberación de la ciudad, que acontece el 8 de mayo. 

La liberación de Orleans

"Herida en Orleans, sus santas protectoras le consuelan"

El otro momento culminante de su acción política es la coronación del rey Carlos VII en Reims, el 17 de julio de 1429. Durante un año entero, Juana vive con los soldados, llevando a cabo entre ellos una auténtica misión de evangelización. Son numerosos sus testimonios acerca de la bondad de Juana, de su valentía y de su extraordinaria pureza. Todos la llaman y ella misma se define «la doncella», es decir, la virgen.


"Sta. Juana entra triunfantemente en Reims"

"17 de julio de 1429:
el Rey es consagrado en Reims"
La pasión de Juana comienza el 23 de mayo de 1430, cuando cae prisionera en manos de sus enemigos. El 23 de diciembre la llevan a la ciudad de Rouen. Allí tiene lugar el largo y dramático proceso de condena, que se inicia en febrero de 1431 y acaba el 30 de mayo con la hoguera. Es un proceso grande y solemne, presidido por dos jueces eclesiásticos, el obispo Pierre Cauchon y el inquisidor Jean le Maistre, pero en realidad enteramente dirigido por un nutrido grupo de teólogos de la célebre Universidad de París, que participan en el proceso como asesores. Son eclesiásticos franceses, que al haber hecho una opción política opuesta a la de Juana, a priori tienen un juicio negativo sobre su persona y sobre su misión. Este proceso es una página desconcertante de la historia de la santidad y también una página iluminadora sobre el misterio de la Iglesia que, según las palabras del concilio Vaticano II, es «a la vez santa y siempre necesitada de purificación» (Lumen gentium, 8). Es el encuentro dramático entre esta santa y sus jueces, que son eclesiásticos. Acusan y juzgan a Juana, a quien llegan a condenar como hereje y mandan a la muerte terrible de la hoguera. A diferencia de los santos teólogos que habían iluminado la Universidad de París, como San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino y el Beato Duns Scoto, de quienes hablé en algunas catequesis, estos jueces son teólogos carentes de la caridad y la humildad para ver en esta joven la acción de Dios. Vienen a la mente las palabras de Jesús según las cuales los misterios de Dios son revelados a quien tiene el corazón de los pequeños, mientras que permanecen ocultos a los sabios e inteligentes que no tienen humildad (cf. Lc 10, 21). Así, los jueces de Juana son radicalmente incapaces de comprenderla, de ver la belleza de su alma: no sabían que estaban condenando a una santa.

Encadenada
El tribunal rechaza, el 24 de mayo, la apelación de Juana al juicio del Papa. La mañana del 30 de mayo, recibe por última vez la santa Comunión en la cárcel e inmediatamente la llevan al suplicio en la plaza del antiguo mercado. 


Comulga
Pide a uno de los sacerdotes que sostenga delante de la hoguera una cruz de procesión. Así muere mirando a Jesús crucificado y pronunciando varias veces y en voz alta el Nombre de Jesús (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 435)
Cerca de 25 años más tarde, el Proceso de nulidad, iniciado bajo la autoridad del Papa Calixto III, se concluye con una solemne sentencia que declara nula la condena (7 de julio de 1456). Este largo proceso, que recogió las declaraciones de los testigos y los juicios de muchos teólogos, todos favorables a Juana, pone de relieve su inocencia y la perfecta fidelidad a la Iglesia. Más tarde, en 1920, Juana de Arco fue canonizada por Benedicto XV.


Queridos hermanos y hermanas, el Nombre de Jesús, invocado por nuestra santa hasta los últimos instantes de su vida terrena, era como el continuo respiro de su alma, como el latido de su corazón, el centro de toda su vida. El «Misterio de la caridad de Juana de Arco», que tanto fascinó al poeta Charles Péguy, es este amor total a Jesús, y al prójimo en Jesús y por Jesús. Esta santa había comprendido que el amor abraza toda la realidad de Dios y del hombre, del cielo y de la tierra, de la Iglesia y del mundo. Jesús siempre ocupa el primer lugar en su vida, según su hermosa expresión: «Nuestro Señor debe ser el primer servido» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 223). Amarlo significa obedecer siempre a su voluntad. Ella afirma con total confianza y abandono: «Me encomiendo a Dios mi Creador, lo amo con todo mi corazón». Con el voto de virginidad, Juana consagra de modo exclusivo toda su persona al único Amor de Jesús: es «su promesa hecha a nuestro Señor de custodiar bien su virginidad de cuerpo y de alma». La virginidad del alma es el estado de gracia, valor supremo, para ella más precioso que la vida: es un don de Dios que se ha de recibir y custodiar con humildad y confianza. Uno de los textos más conocidos del primer Proceso se refiere precisamente a esto: «Interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si lo estoy, que Dios me quiera conservar en ella» (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 2005).

En la hoguera
(la escena está ambientada de modo tal
que la torre que se ve al fondo es la de la iglesia de Ciudadela,
cuya foto podremos ver al final de esta entrada)
Nuestra santa vive la oración en la forma de un diálogo continuo con el Señor, que ilumina también su diálogo con los jueces y le da paz y seguridad. Ella pide con confianza: «Dulcísimo Dios, en honor de vuestra santa Pasión, os pido, si me amáis, que me reveléis cómo debo responder a estos hombres de Iglesia». Juana contempla a Jesús como el «rey del cielo y de la tierra». Así, en su estandarte, Juana hizo pintar la imagen de «Nuestro Señor que sostiene el mundo»: icono de su misión política. La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana, que Juana lleva a cabo en la caridad, por amor a Jesús. El suyo es un hermoso ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles. La fe es la luz que guía toda elección, como testimoniará, un siglo más tarde, otro gran santo, el inglés Tomás Moro. En Jesús Juana contempla también toda la realidad de la Iglesia, tanto la «Iglesia triunfante» del cielo, como la «Iglesia militante» de la tierra. Según sus palabras: «De Nuestro Señor y de la Iglesia, me parece que es todo uno». Esta afirmación, citada en el Catecismo de la Iglesia católica (n. 795), tiene un carácter realmente heroico en el contexto del Proceso de condena, frente a sus jueces, hombres de Iglesia, que la persiguieron y la condenaron. En el amor a Jesús, Juana encuentra la fuerza para amar a la Iglesia hasta el final, incluso en el momento de la condena.

Me complace recordar que Santa Juana de Arco tuvo una profunda influencia sobre una joven santa de la época moderna: Teresa del Niño Jesús. En una vida completamente distinta, transcurrida en clausura, la carmelita de Lisieux se sentía muy cercana a Juana, viviendo en el corazón de la Iglesia y participando en los sufrimientos de Cristo por la salvación del mundo. La Iglesia las ha reunido como patronas de Francia, después de la Virgen María. Santa Teresa había expresado su deseo de morir como Juana, pronunciando el Nombre de Jesús (Manuscrito B, 3r), y la animaba el mismo gran amor a Jesús y al prójimo, vivido en la virginidad consagrada.

Queridos hermanos y hermanas, con su luminoso testimonio, Santa Juana de Arco nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza al cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea; vivir la caridad sin favoritismos, sin límites y sacando, como ella, del amor a Jesús un profundo amor a la Iglesia. Gracias».


Algunos vitrales tienen su referencia en la parte inferior, que hemos transcripto entre comillas. Otros vitrales muestran episodios muy conocidos de la vida de la santa:  a ellos les añadimos sendos epígrafes. Algunos más, finalmente, traen escenas que no nos es posible precisar con exactitud, y a ellos no les agregamos ninguna nota. El gran mural que precede a este párrafo cerrando la catequesis de Benedicto XVI (mural cuya foto publicamos en la entrada de igual fecha del año pasado) pertenece a la misma iglesia de Ciudadela, cuyo frente vemos en la foto que sigue.



¹ f. Procès de Condamnation de Jeanne d'Arc, 3 vol. y Procès en Nullité de la Condamnation de Jeanne d'Arc, 5 vol., ed. Klincksieck, París 1960-1989. En el texto omitimos las referencias a los procesos, y sólo mantuvimos las citas bíblicas, del Catecismo de la Iglesia Católica, y de los manuscritos de Santa Teresita

Próxima entrada: 1° de junio (Beato Juan B. Scalabrini)

26 de mayo de 2020

26 de mayo: San Felipe Neri

Para celebrar la Memoria de San Felipe Neri, visitamos la iglesia que lo tiene por titular en la ciudad de Buenos Aires. Es un santo al que tenemos una especial simpatía porque se destacaba, según cuentan sus biógrafos, por su buen humor.



El Martirologio menciona expresamente ese detalle entre sus elogios: «Memoria de San Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del Maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad. Resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica, su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente a Dios».



Nació en Florencia en 1515.  Se distinguió desde niño, por su docilidad y su bondad; luego se convirtió en un joven piadoso, simpático y muy alegre, a quien todos querían. A los dieciocho años tuvo la experiencia mística que él llamaría su «conversión». Se desentendió de los negocios familiares y partió a Roma sin dinero y sin un plan, confiando sólo en la Providencia. Se dedicó a la enseñanza para pagar sus escasos gastos y vivió prácticamente como un anacoreta durante dos años. Al cabo de ese tiempo, Felipe hizo con brillantez sus estudios de filosofía y teología... mas tres años después abandonó súbitamente los estudios, vendió sus libros y se consagró al apostolado para mejorar la vida religiosa del pueblo de Roma, que por cierto dejaba mucho que desear.  San Felipe Neri se dedicó a reevangelizar la Ciudad Eterna de Roma y lo hizo con tal éxito que llegó a ser llamado «el Apóstol de Roma».

Para cumplir su objetivo, Felipe iba a la calle o al mercado y empezaba a conversar con la gente.  «Como era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores. Así fue logrando, poco a poco, que numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras: «Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?».  Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de su devociones favoritas. Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se retiraba a la soledad y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera de Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, como derribado y exclamó con acento de dolor: «¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo soportarlo más!». Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que tenía en el pecho un tumor grande como un puño; pero jamás le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. La autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón» ¹.

En 1558, con la ayuda del P. Rossa,  San Felipe fundó una cofradía de pobres, que se reunían para los ejercicios espirituales en la iglesia de San Salvatore in Campo. Dicha cofradía ayudó a Felipe a difundir la devoción de las cuarenta horas. Dios bendijo el trabajo de la cofradía, que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini. 

A instancias de su confesor,  recibió las órdenes sagradas en 1551; a partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesionario, en el que se sentaba por largas horas para atender penitentes de toda edad y condición social. De ese modo logró numerosas conversiones. 



«En 1564 fundó la Congregación del Oratorio, compuesta de sacerdotes seculares que viven en conunidad y se dedican al ministerio de la predicación y el confesionario» ².

«Humilde y sencillo, y apreciado de las altas autoridades de la Iglesia, se negó a la aceptación de ninguna dignidad» ³.

Murió en Roma el 26 de mayo de 1595. Fue canonizado en 1622.

Próxima entrada: 30 de mayo (Santa Juana de Arco)

Fuentes:
¹      El Testigo Fiel
² ³   José Luis Repetto, "Todos los santos"

24 de mayo de 2020

Solemnidad de la Ascensión del Señor


En la misa de hoy se proclama, como Primera Lectura, el comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles  (1, 1-11):
En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios.En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días».Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?».Él les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra».Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir».
El hermoso relieve -que fotografiamos en diciembre de 2015 en la Basílica del Socorro- muestra el momento en que  «los Apóstoles lo vieron elevarse» a Jesús. «Les ha sido quitado y fue elevado al cielo», pero volverá «de la misma manera que lo han visto partir».

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23 de mayo de 2020

Vigilia de la Solemnidad de la Ascensión del Señor


La Solemnidad de la Ascensión del Señor tiene Misa de Vigilia: una misa propia para la tarde del sábado, antes o después de las primeras Vísperas del domingo de la Ascensión. Las lecturas, sin embargo, son las mismas en la Vigilia y en el día propio de la fiesta.

Se lee en la misa de hoy el fragmento con el que termina el Evangelio de San Mateo (28, 16-20):
En aquel tiempo los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús había señalado, y, al verlo, lo adoraron. Algunos habían dudado hasta entonces. Jesús se acercó y les dijo:  
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

La última frase, que en latín comienza diciendo "Et ecce ego vobiscum sum omnibus diebus", es evocada en la cinta que sostiene un ángel en la Basílica del Santísimo Sacramento.


«Yo estaré con ustedes todos los días»:  la última frase de Jesús antes de su despedida, en el contexto del plan iconográfico y simbólico del templo, es interpretada en clave eucarística. Es en efecto el Santísimo Sacramento el modo en que el Señor Resucitado  permanece vivo y presente en medio de sus elegidos, aunque haya subido al cielo.

La Oración Colecta de la Misa de Vigilia alude a esa permanencia del Señor resucitado entre los suyos:

Dios nuestro, 
en este día tu Hijo ha subido a los cielos
ante la mirada de los apóstoles;
concédenos que, según su promesa,
él permanezca siempre con nosotros en la tierra
y nosotros merezcamos vivir con él en el cielo.

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19 de mayo de 2020

19 de mayo: San Teófilo de Corte



San Teófilo de Corte fue un sacerdote franciscano. 

En palabras del Martirologio, se destacó porque «propagó de modo especial las casas de retiro para los frailes, y mostró una gran devoción a la Pasión del Señor y a la Virgen María». Nació en la isla de Córcega, en la localidad de Corte, el 30 de octubre de 1676. Era hijo único de una familia acomodada. En el bautismo recibió el nombre de Blas, que luego cambió por el de Teófilo, es decir, "amigo de Dios". Tras los primeros estudios, ingresó entre los Hermanos Menores de su ciudad natal. La familia era bienhechora de los franciscanos y poseía en su iglesia su propia sepultura.

Recibido el hábito, terminó los estudios de filosofía en Roma y los de Teología en Nápoles. En 1700 fue ordenado sacerdote, y desde entonces casi siempre permaneció en el continente; sólo volvió a su isla natal una vez, treinta años más tarde, a fin de establecer también allí uno de sus retiros. 

Era delicado en la dirección de las almas y paciente hasta el extremo; el pueblo lo consideraba un mensajero de bondad, a cuya predicación los pecadores regresaban a Dios y la vida cristiana adquiría nuevos ritmos de fe y de apostolado. Superó toda clase de dificultades con su dulzura y su tenacidad. 

En Fucecchio, donde era guardián del convento, murió ejemplarmente a los 64 años de edad el 19 de mayo de 1740. Fue canonizado por Pío XI el 29 de junio de 1930.

Una reliquia del santo se exhibe en el Museo Franciscano anexo a la Basílica de San Francisco de Asís en Buenos Aires.

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16 de mayo de 2020

16 de mayo: San Honorato

El Martirologio dedica unas pocas palabras a San Honorato, y la  historia conserva muy escasos datos acerca de su vida. 

Sabemos que nació y murió en la diócesis de Amiens, de la que fue el tercer obispo en el siglo VI.

La leyenda dice que cuando llegó a su casa natal la noticia de que Honorato había sido elegido obispo, su madre de leche, que estaba en ese momento cocinando el pan, dijo que “el chico” no iba a ser obispo más que lo que su pala de cocer el pan fuera a  convertirse en árbol. Al instante la pala echó raíces y de ella creció y dio frutos una morera, que 900 años más tarde los pobladores todavía mostraban a los peregrinos.

Siendo Obispo de Amiens, Honorato participó del descubrimiento de las reliquias de los santos Fusciano y Victorico, y las expuso a la veneración de los fieles.

El culto de San Honorato se popularizó en toda Francia a raíz de las numerosas curaciones que se le atribuyeron a partir de 1060, cuando sus reliquias fueron expuestas en un santuario. 

En Francia y en muchos otros lugares se considera al santo como patrono de los panaderos y pasteleros y, en general, de todos los oficios relacionados con la harina. Por ello, San Honorato aparece frecuentemente en las imágenes con una pala de panadero o, como en nuestro caso, con una canasta con varias piezas de pan francés.

La imagen la encontramos en la iglesia del Sagrado Corazón de la ciudad de Santa Fe, durante una breve visita a esa ciudad en julio del año 2018.

Próxima entrada: 19 de mayo (San Teófilo de Corte)

14 de mayo de 2020

14 de mayo: Santa María Mazzarello

Las fotos de esta entrada son de 2012 y las tomamos en el interior del colegio María Auxiliadora de Almagro.

Muestran un busto de Santa María Mazzarello,  quien, junto con San Juan Bosco, fundó el Instituto de Hijas de María Auxiliadora.

«María Dominica Mazzarello nació en Mornese (provincia de Alessandria, Italia) el 9 de mayo de 1837 en una familia de campesinos; era la primera de siete hermanos. El trabajo intenso y una vida cristiana intachable dominaban en aquel hogar. A los quince años de edad se ofreció a Dios con el voto de virginidad. Poco después ingresaba en la asociación de Hijas de María Inmaculada y se dedicó todavía más al ejercicio del apostolado y de la caridad.
Su encuentro con San Juan Bosco (1864) fue decisivo. El santo, que estaba pensando en organizar algo para el bien de las jóvenes, dio vida, con la colaboración de María Dominica, a la comunidad de Hijas de María Auxiliadora. En 1872 hizo los votos religiosos la joven de Mornese y fue elegida superiora, cargo en el que demostró una insospechada capacidad de madre y animadora. 
El 14 de mayo de 1881, cuando sólo tenía 44 años, falleció en la nueva casa madre de Nizza Monferrato (provincia de Asti). Canonizada el 24 de junio de 1951 por Pío XII, fue reconocida como cofundadora del Instituto de Hijas de María Auxiliadora» (texto tomado de un sitio salesiano).

Compartimos a continuación  un fragmento de una de las cartas de santa María Dominica Mazzarello, que constituye la Segunda Lectura del Oficio de Lecturas de su Memoria.

«Queridas hermanas: Amaos unas a otras; es importante. ¡Qué alegría siento dentro de mí cuando recibo noticias de las casas y veo que [las hermanas] tienen caridad, obedecen de buena gana y son fieles a las santas Reglas!... Entonces mi corazón vierte lágrimas de consuelo e implora sin cesar bendiciones para todas, a fin de que podáis realmente vestiros con el espíritu de nuestro buen Jesús y, por tanto, haceros mucho bien entre vosotras y al querido prójimo, tan necesitado de ayuda. Ahora bien, ¿cómo era el espíritu del Señor?... Un espíritu humilde, paciente, lleno de caridad: la caridad propia de Jesús, que nunca lo saciaba de sufrir por nosotros, y quiso sufrir ¿hasta cuándo?...
Ánimo, pues; imitemos a nuestro amadísimo Jesús en todo, pero especialmente en la humildad y en la caridad.
Sí, queridas hijas en Jesús, ánimo; Jesús os ama de verdad. Es cierto que a veces tenéis que aguantar dolores y penas; pero el Señor quiere que en este mundo llevemos un poco de cruz. Fue el primero en darnos el buen ejemplo de sufrir. 
Sigámosle, pues, siendo fuertes para sufrir con resignación. Tened la seguridad de que las que más reciben de Jesús para sufrir, son las que están más cerca de él.
Pero es necesario que hagamos todo con pureza de intención, solo para agradarle a él.
Ánimo, queridísimas hijas en Jesús. Pensemos siempre que todo pasa; nada, por tanto, nos turbe, pues todo nos sirve para ganar la verdadera felicidad. Estad alegres... Y, siempre alegres, no os ofendáis nunca; al contrario, apenas veáis que  alguna necesita consuelo, procurádselo sin tardanza; consolaos y ayudaos mutuamente. Tened mucha caridad unas con otras, amaos unas a otras. Conservad lo  más posible el espíritu de unión con Dios, vivid en su presencia continuamente. Sed siempre humildes y alegres».

Próxima entrada: 16 de mayo (San Honorato)

12 de mayo de 2020

12 de mayo: Beata Imelda Lambertini

El Martirologio Romano consigna hoy esta memoria: «En Bolonia, de la Emilia, Beata Imelda Lambertini, virgen, aceptada desde muy pequeña como monja en la Orden de Predicadores, donde, siendo aún joven, después de haber recibido de modo admirable la Eucaristía, entregó de inmediato su espíritu».



Tomamos su biografía del sitio El Testigo Fiel:
La beata Imelda, patrona de la primera comunión, pertenecía a una de las más antiguas familias de Bolonia. Era hija del conde Egano Lambertini y de Castora Galuzzi. Desde muy niña dio muestras de excepcional piedad; era muy amante de la oración y acostumbraba a retirarse en un rincón de la casa, donde se había construido un pequeño oratorio con flores e imágenes. A los nueve años, sus padres, accedieron a su deseo y la enviaron a educarse al convento dominicano de Val di Pietra. Allí se ganó Imelda el cariño de todos, y su fervor edificó mucho a las religiosas. La joven tenía especial devoción a la presencia eucarística de Cristo en la misa y en el tabernáculo. Imelda deseaba ardientemente hacer la primera comunión, pero, según la costumbre de la época, ésta no podía tener lugar antes de cumplir los doce años. Imelda exclamaba algunas veces: «¿Cómo es posible recibir a Jesús y no morir de gozo?».
Cuando tenía once años, Imelda asistió, con el resto de la comunidad, a la misa de la Ascensión. Como era la más joven, fue la única que no recibió la comunión. Las religiosas se disponían ya a salir de la capilla, cuando vieron que una hostia volaba hasta Imelda, quien se hallaba absorta en oración, cerca del tabernáculo. Inmediatamente le hicieron notar al sacerdote que había celebrado la misa, el cual, impresionado por el milagro, dio inmediatamente a Imelda la primera comunión, que fue también la última. La emoción que produjo a la beata la presencia de Cristo fue demasiado grande. Fulminada por un ataque al corazón, Imelda cayó por tierra; cuando las religiosas acudieron a levantarla la encontraron muerta.
La foto de esta entrada la tomamos en julio de 2018 en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario (Convento de Santo Domingo) de la ciudad de Santa Fe.

Próxima entrada: 14 de mayo (Santa María Mazzarello)

9 de mayo de 2020

9 de mayo: San Isaías

Hoy el Martirologio trae la «Conmemoración de San Isaías, profeta, que en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, fue enviado a un pueblo infiel y pecador, para manifestarle al Dios fiel y salvador, en cumplimiento de las promesas que Dios juró a David. Conforme ha transmitido la tradición existente entre los judíos, murió martirizado bajo el reinado de Manasés (s. VIII a. C.)».




El profeta es representado en la iglesia consagrada a la Inmaculada Concepción en el barrio de Belgrano. El vínculo de Isaías con los misterios marianos se da, sobre todo, a partir de la célebre profecía (7, 14):

«El Señor mismo va a daros una señal: 
He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, 
y le pondrá por nombre Emmanuel».

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5 de mayo de 2020

5 de mayo: Beato Gregorio Frackowiak

La Congregación del Verbo Divino, fundada en 1875, cuenta con dos santos (Arnoldo Janssen -15 de enero- y José Freinademetz -29 de enero-) y además con cuatro beatos mártires, que si bien son honrados conjuntamente en la Memoria litúrgica común del 12 de junio, también son nombrados  por separado eel  Martirologio,  cada uno en el día de su respectiva muerte.  



Hoy, el Martirologio señala: «En Dresde, en Alemania, Beato Gregorio Frackowiak, religioso de la Sociedad del Verbo Divino y mártir, quien, encarcelado durante la guerra, después de sufrir por Cristo fue degollado por los enemigos de la fe (1943)».



Gregorio, junto con los otros tres mártires verbitas, fue beatificado por Juan Pablo II en 1999. 


Te damos gracias, Espíritu Santo,
por haber engrandecido
con tan numerosos dones de tu gracia
a los beatos verbitas.
Su entrega martirial los convirtió
en granos fecundos de vida nueva.

Señor, que has llamado a los beatos mártires
Ludovico Mzyk, Estanislao Kubista,
Luis Liguda y Gregorio Frackowiak
a la vida eterna por medio de la cruz;
concédenos, por su intercesión,
mantener con audacia, hasta la muerte,
la fe que profesamos.

Amén.

Tomamos las fotos en noviembre pasado en la Basílica del Espíritu Santo.


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1 de mayo de 2020

1° de mayo: San José Obrero


Para celebrar la Memoria de San José Obrero elegimos una imagen que se venera en la iglesia de igual nombre en la ciudad de Asunción (tomamos ambas fotos en enero de 2019), y unos fragmentos del radiomensaje de San Juan XXIII  a los trabajadores el 1° de mayo de 1960.  

«Por segunda vez en el decurso del año litúrgico, presenta la Iglesia a la veneración de los fieles a su patrono universal. Hoy se presenta San José en su aspecto característico de un humilde artesano, de un obrero.

(...)

Cuán consolador es pensar que, con su ayuda, cada familia cristiana dedicada al trabajo puede reflejar fielmente el ejemplo y la imagen de la Sagrada Familia de Nazaret, en la cual la constante laboriosidad, incluso a través de la brevedad de la vida, fue cumplida con el más ardiente amor a Dios y con la generosa adaptación a sus amables designios.

Es éste, en el fondo, el significado de la fiesta de hoy. Presentando el ejemplo de San José a todos los hombres, que en la ley del trabajo encuentran marcada su condición de vida, la Iglesia procura llamarles a considerar su gran dignidad y les invita a hacer de esa su actividad un poderoso medio de perfeccionamiento personal y de mérito eterno.

El trabajo es, en verdad, una alta misión; es para el hombre como una colaboración inteligente y efectiva con Dios Creador, del cual recibió los bienes de la tierra para cultivarlos y hacerlos prosperar. Y todo lo que para él es fatiga y dura conquista pertenece al designio redentor de Dios que habiendo salvado al mundo mediante el amor y los dolores de su Hijo Unigénito, convierte los sufrimientos humanos en precioso instrumento de santificación cuando se unen a los de Cristo.

¡Cuánta luz proyecta sobre esta verdad el ejemplo de Nazaret, donde el trabajo fue aceptado gustosamente como manifestación de la voluntad divina! ¡Y qué grandeza adquiere la figura silenciosa y oculta de San José por el espíritu con que cumplió la misión que le fue confiada por Dios. Pues la verdadera dignidad del hombre no se mide por el oropel de los resultados llamativos, sino por las disposiciones interiores de orden y de buena voluntad.


(...)

¡Oh San José, Custodio de Jesús, Esposo castísimo de María, que consumiste tu vida en el cumplimiento perfecto del deber, sustentando con el trabajo de tus manos a la Sagrada Familia de Nazaret; protege los propósitos de quienes confiadamente se dirigen a ti. Tú conoces sus aspiraciones, sus angustias, sus esperanzas; y a ti recurren porque saben que encontrarán en ti quien los comprenda y proteja. También tú experimentaste la prueba, la fatiga, el agotamiento pero también en medio de las preocupaciones de la vida material, tu ánimo, lleno de la más profunda paz exultó de alegría inenarrable por la intimidad con el Hijo de Dios a ti confiado y con María, su dulcísima Madre. Haz también que tus protegidos comprendan que no están solos en su trabajo sino que vean a Jesús junto a ellos; acógelos con tu gracia, protégelos fielmente como tú hiciste. Y obtén que en cada familia, en cada oficina, en cada laboratorio, donde quiera que trabaje un cristiano, sea todo santificado en la caridad, en la paciencia, en la justicia, en la prosecución del bien obrar para que desciendan abundantes los dones de la celestial predilección».



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