28 de agosto de 2020

28 de agosto: San Agustín

En la Memoria de San Agustín, ofrecemos un fragmento de la catequesis de Benedicto XVI en la audiencia general del 30 de enero de 2008, dedicada al gran santo africano. Hemos elegido ese texto por su explícita referencia a la famosa frase de las Confesiones (que abajo destacamos con negrita): «Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te»: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti», frase que parece estar representada en la imagen. En efecto, como es muy común en la iconografía del santo, se lo ve sosteniendo un corazón ardiente...

«La catequesis de hoy está dedicada (...) al tema de la fe y la razón, un tema determinante, o mejor, el tema determinante de la biografía de San Agustín. De niño había aprendido de su madre, Santa Mónica, la fe católica. Pero siendo adolescente había abandonado esta fe porque ya no lograba ver su racionalidad y no quería una religión que no fuera también para él expresión de la razón, es decir, de la verdad. Su sed de verdad era radical y lo llevó a alejarse de la fe católica. Pero era tan radical que no podía contentarse con filosofías que no llegaran a la verdad misma, que no llegaran hasta Dios. Y a un Dios que no fuera sólo una hipótesis cosmológica última, sino que fuera el verdadero Dios, el Dios que da la vida y que entra en nuestra misma vida. De este modo, todo el itinerario intelectual y espiritual de San Agustín constituye un modelo válido también hoy en la relación entre fe y razón, tema no sólo para hombres creyentes, sino también para todo hombre que busca la verdad, tema central para el equilibrio y el destino de todo ser humano.

Estas dos dimensiones, fe y razón, no deben separarse ni contraponerse, sino que deben estar siempre unidas. Como escribió San Agustín tras su conversión, fe y razón son "las dos fuerzas que nos llevan a conocer" (Contra academicos, III, 20, 43). A este respecto, son justamente célebres sus dos fórmulas (cf. Sermones, 43, 9) con las que expresa esta síntesis coherente entre fe y razón:  crede ut intelligas ("cree para comprender") —creer abre el camino para cruzar la puerta de la verdad—, pero también y de manera inseparable, intellige ut credas ("comprende para creer"), escruta la verdad para poder encontrar a Dios y creer.

Las dos afirmaciones de San Agustín expresan con gran eficacia y profundidad la síntesis de este problema, en la que la Iglesia católica ve manifestado su camino. Históricamente esta síntesis se fue formando, ya antes de la venida de Cristo, en el encuentro entre la fe judía y el pensamiento griego en el judaísmo helenístico. Sucesivamente, en la historia, esta síntesis fue retomada y desarrollada por muchos pensadores cristianos. La armonía entre fe y razón significa sobre todo que Dios no está lejos:  no está lejos de nuestra razón y de nuestra vida; está cerca de todo ser humano, cerca de nuestro corazón y de nuestra razón, si realmente nos ponemos en camino.

San Agustín experimentó con extraordinaria intensidad esta cercanía de Dios al hombre. La presencia de Dios en el hombre es profunda y al mismo tiempo misteriosa, pero puede reconocerse y descubrirse en la propia intimidad:  no hay que salir fuera —afirma el convertido—; "vuelve a ti mismo. La verdad habita en lo más íntimo del hombre. Y si encuentras que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo. Pero, al hacerlo, recuerda que trasciendes un alma que razona. Así pues, dirígete adonde se enciende la luz misma de la razón" (De vera religione, 39, 72). Con una afirmación famosísima del inicio de las Confesiones, autobiografía espiritual escrita en alabanza de Dios, él mismo subraya:  "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti" (I, 1, 1).

La lejanía de Dios equivale, por tanto, a la lejanía de sí mismos. "Porque tú —reconoce San Agustín (Confesiones, III, 6, 11)— estabas más dentro de mí que lo más íntimo de mí, y más alto que lo supremo de mi ser" ("interior intimo meo et superior summo meo"), hasta el punto de que, como añade en otro pasaje recordando el tiempo precedente a su conversión, "tú estabas, ciertamente, delante de mí, mas yo me había alejado también de mí, y no acertaba a hallarme, ¡cuánto menos a ti!" (Confesiones, V, 2, 2).

Precisamente porque San Agustín vivió a fondo este itinerario intelectual y espiritual, supo presentarlo en sus obras con tanta claridad, profundidad y sabiduría, reconociendo en otros dos famosos pasajes de las Confesiones (IV, 4, 9 y 14, 22) que el hombre es "un gran enigma" (magna quaestio) y "un gran abismo" (grande profundum), enigma y abismo que sólo Cristo ilumina y colma. Esto es importante:  quien está lejos de Dios también está lejos de sí mismo, alienado de sí mismo, y sólo puede encontrarse a sí mismo si se encuentra con Dios. De este modo logra llegar a sí mismo, a su verdadero yo, a su verdadera identidad.

El ser humano —subraya después San Agustín en el De civitate Dei (XII, 27)— es sociable por naturaleza pero antisocial por vicio, y quien lo salva es Cristo, único mediador entre Dios y la humanidad, y "camino universal de la libertad y de la salvación", como repitió mi predecesor Juan Pablo II (Augustinum Hipponensem, 21). Fuera de este camino, que nunca le ha faltado al género humano —afirma también San Agustín en esa misma obra— "nadie ha sido liberado nunca, nadie es liberado y nadie será liberado" (De civitate Dei X, 32, 2). Como único mediador de la salvación, Cristo es cabeza de la Iglesia y está unido místicamente a ella, hasta el punto de que San Agustín puede afirmar:  "Nos hemos convertido en Cristo. En efecto, si él es la cabeza, nosotros somos sus miembros; el hombre total es él y nosotros" (In Iohannis evangelium tractatus, 21, 8).

Según la concepción de San Agustín, la Iglesia, pueblo de Dios y casa de Dios, está por tanto íntimamente vinculada al concepto de Cuerpo de Cristo, fundamentada en la relectura cristológica del Antiguo Testamento y en la vida sacramental centrada en la Eucaristía, en la que el Señor nos da su Cuerpo y nos transforma en su Cuerpo. Por tanto, es fundamental que la Iglesia, pueblo de Dios, en sentido cristológico y no en sentido sociológico, esté verdaderamente insertada en Cristo, el cual, como afirma San Agustín en una página hermosísima, "ora por nosotros, ora en nosotros; nosotros oramos a él; él ora por nosotros como sacerdote; ora en nosotros como nuestra cabeza; y nosotros oramos a él como a nuestro Dios; por tanto, reconocemos en él nuestra voz y la suya en nosotros" (Enarrationes in Psalmos, 85, 1)».

La foto la  tomé en septiembre pasado en la Basílica de Santo Domingo de la ciudad de Córdoba.

Próxima entrada: 2 de septiembre (Bto. Pedro Rogue)

26 de agosto de 2020

26 de agosto: Nuestra Señora de Częstochowa

«El 26 de agosto la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Virgen de Częstochowa. En Polonia es una de las celebraciones marianas más importantes. Este día al lugar de Jasna Góra llegan miles de peregrinos de toda Polonia.

Aunque el icono de Nuestra Señora de Częstochowa ha estado íntimamente ligada a Polonia en los últimos seiscientos años, su historia previa a su arribo está rodeada de numerosas leyendas que remontan el origen del icono hasta San Lucas, quien lo habría pintado sobre una madera de ciprés de la casa de la Sagrada Familia.

Uno de los documentos más antiguos de Jasna Góra (lugar donde actualmente se encuentra) establece que la pintura viajó desde Jerusalén, vía Constantinopla, hasta llegar finalmente a Częstochowa en agosto de 1382. 

A la Virgen Negra se le atribuye la milagrosa salvación del Monasterio de Jasna Góra (Español: Monte Brillante) de la invasión sueca del siglo XVII mediante El Diluvio, que cambió el curso de la guerra. Este evento condujo al Rey de Polonia Juan II Casimiro Vasa a «coronar» a Nuestra Señora de Częstochowa («la Virgen Negra») como Reina y Protectora de Polonia en la Catedral de Leópolis el 1 de abril de 1656.

Otra leyenda concerniente a la Virgen Negra de Częstochowa es que la presencia de la sagrada pintura salvó a su templo de ser destruido por el fuego, aunque las llamas oscurecieron los pigmentos de la obra. La leyenda concerniente a los dos rasguños sobre la derecha del rostro de la Virgen Negra dice que un asaltante husita blandió su espada sobre la imagen y el infligió dos cortes profundos. Cuando el asaltante trató de infligir un tercer corte, cayó al piso y tembló en agonía hasta que murió. La leyenda cuenta que ha habido intentos de reparar los daños pero estos vuelven a reaparecer una y otra vez.

Otra leyenda señala que como el asaltante cortó la pintura dos veces, el rostro de la Virgen María empezó a sangrar, con pánico los asustados husitas retrocedieron y dejaron la pintura.

Debido a la Virgen Negra, Częstochowa es considerado como el más popular santuario de Polonia, por el peregrinaje que realizan cada año muchos católicos polacos. Con frecuencia, la gente se alinea a cada lado de la carretera dando provisiones a los peregrinos quienes caminan durante un día entero hacia Częstochowa y llevan pocas cosas para sí mismos».                 
(texto tomado de La Voz de Polonia)

Pocos meses después de su elección como Sucesor de Pedro, Juan Pablo II viajó a su patria y visitó el santuario de la Virgen de Częstochowa, donde hizo un acto de consagración a María en que pronunció, entre otras, estas palabras;

«"Gran Madre de Dios hecho hombre, Virgen Santísima, Señora nuestra de Jasna Góra...".
Con estas palabras los obispos polacos se dirigieron tantas veces a Ti en Jasna Góra, llevando en el corazón las experiencias y las penas, las alegrías y los dolores, y sobre todo la fe, la esperanza y la caridad de sus compatriotas.
Me sea lícito comenzar hoy con las mismas palabras el nuevo acto de consagración a Nuestra Señora de Jasna Góra, que nace de la misma fe, esperanza y caridad, de la tradición de nuestro pueblo, de la que he participado tantos años, y al mismo tiempo nace de los nuevos deberes que, gracias a Ti, oh María, me han sido confiados a mi. hombre indigno y al mismo tiempo tu hijo adoptivo.
Me decían tanto siempre las palabras que tu Hijo unigénito, Jesucristo, Redentor del hombre, dirigió desde lo alto de la cruz, indicando a Juan, Apóstol y Evangelista: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19. 26). En estas palabras encontraba siempre señalado el puesto para cada uno de los hombres y para mí mismo.
Hoy, por los inescrutables designios de la Providencia divina, presente aquí en Jasna Góra, en mi patria terrena, Polonia, deseo confirmar ante todo los actos de consagración y de confianza, que en diversos momentos —numerosas veces y de varias formas— han pronunciado el cardenal primado y el Episcopado polaco. 
(...)
Deseo hoy, al llegar a Jasna Góra como primer Papa-peregrino, renovar este patrimonio de confianza, de consagración y de esperanza, que aquí con tanto entusiasmo han acumulado mis hermanos en el Episcopado y mis compatriotas.
Y, por tanto, te confío, oh Madre de la Iglesia, todos los problemas de esta Iglesia; toda su misión, todo su servicio. mientras está para concluir el segundo milenio de la historia del cristianismo en la tierra.
¡Esposa del Espíritu Santo y Trono de la Sabiduría!
(...)
Oh, Madre, cuántos problemas habría debido presentarte en este encuentro, detallándolos uno por uno. Te los confío todos, porque Tú los conoces mejor que nosotros y los tomas a tu cuidado.
Lo hago en el lugar de la gran consagración, desde el que se abraza no sólo a Polonia, sino a toda la Iglesia en las dimensiones de países y continentes: toda la Iglesia en tu Corazón materno.
Oh Madre, te ofrezco y te confío aquí, con inmensa confianza, la Iglesia entera, de la que soy el primer servidor. Amén».

La imagen de la foto (que tomamos en 2013) se venera en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.

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24 de agosto de 2020

24 de agosto: Fiesta de San Bartolomé


«En la serie de los Apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy nuestra atención se centra en el apóstol Bartolomé. En las antiguas listas de los Doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que varía el nombre de quien lo precede y que puede ser Felipe (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14) o bien Tomás (cf. Hch 1, 13). Su nombre es claramente un patronímico, porque está formulado con una referencia explícita al nombre de su padre. En efecto, se trata de un nombre probablemente de origen arameo, bar Talmay, que significa precisamente "hijo de Talmay".

De Bartolomé no tenemos noticias relevantes; en efecto, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce citadas anteriormente y, por tanto, no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración.

Pero tradicionalmente se lo identifica con Natanael:  un nombre que significa "Dios ha dado". Este Natanael provenía de Caná (cf. Jn 21, 2) y, por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran "signo" realizado por Jesús en aquel lugar (cf. Jn 2, 1-11). La identificación de los dos personajes probablemente se deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de San Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los Apóstoles referidas por los otros evangelios.

A este Natanael, Felipe le comunicó que había encontrado a "ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas:  Jesús el hijo de José, el de Nazaret" (Jn 1, 45). Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte:  "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1, 46). Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. En efecto, nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret (véase también Jn 7, 42). Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos. Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente "de Nazaret", sino que había nacido en Belén (cf. Mt 2, 1; Lc 2, 4) y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.

La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión:  en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa:  "Ven y lo verás" (Jn 1, 46).

Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva:  el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer:  "Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo" (Jn 4, 42).

Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama:  "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo:  "Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado:  "¿De qué me conoces?" (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice:  "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1, 48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.

Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión:  este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo:  "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (Jn 1, 49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús:  es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé (cf. Hist. eccl. V, 10, 3). En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular. Pensemos en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a San Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias se veneran aquí, en Roma, en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina, adonde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983. Concluyendo, podemos decir que la figura de San Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte».

Catequesis de Benedicto XVI el 4 de octubre de 2006; imagen de la iglesia de San Gabriel de la Dolorosa de Vicente López.

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22 de agosto de 2020

22 de agosto: María Reina

Dice el Martirologio en la entrada de hoy: «Memoria de la bienaventurada Virgen María Reina, que engendró al Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y a la que el pueblo cristiano saluda como Reina del cielo y Madre de la misericordia».


En el exterior del templo porteño dedicado a María Reina se exhibe esta imagen:  una sencilla mayólica que, sin embargo, es muy expresiva. Representa a la Titular de esa iglesia parroquial.

Aunque el célebre texto del Apocalipsis (12, 1) que habla de la mujer vestida de sol, coronada de estrellas y con la luna a sus pies no se proclama en la Memoria de María Reina, evidentemente la imagen alude a él.

Un detalle distintivo es el orbe o globo crucífero, que la Reina sostiene entre sus manos en actitud más de protección que de dominio. 

Recordemos aquí un fragmento de la consagración a la Virgen que Luis María Grignon de Montfort expone en su Tratado de la Verdadera Devoción:

«Te saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!,
tabernáculo viviente de la Divinidad, 
en donde la Sabiduría eterna escondida 
quiere ser adorada por los ángeles y los hombres. 
Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, 
a cuyo imperio está todo sometido, 
todo lo que está debajo de Dios. 
Te saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores!, 
cuya misericordia no falta a nadie; 
escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, 
y recibe para ello los votos y las ofertas 
que mi bajeza te presenta...».

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19 de agosto de 2020

19 de agosto: San Juan Eudes

Hoy se celebra la memoria de San Juan Eudes, a quien el Martirologio dedica este elogio: «San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor».

Juan, nacido en 1601,  era el primogénito de varios hermanos. Desde niño dio muestras de gran inclinación a la virtud. A los 14 años ingresó en el colegio de los jesuitas de Caén.  Pese a los deseos de sus padres, Juan deseaba abrazar la vida religiosa. Ingresó luego en la Congregación del Oratorio, que había sido fundada en 1611. Fue ordenado sacerdote en 1625.

Se dedicó por largos años a predicar misiones populares. En cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones («el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza los pájaros», decía).

Al ver que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse se encontraban en una situación particularmente difícil, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en las casas de las familias piadosas. Pero el remedio no era del todo adecuado. Magdalena Lamy, mujer de origen humilde que había dado albergue a varias convertidas, le inspiró a dedicar una casa para las mujeres arrepentidas, en la que pudieran alojarse mientras encontraban un empleo decente. La casa estuvo primero a cargo de las hermanas visitandinas.

San Juan Eudes abandonó el Oratorio en 1643. Decidió formar una asociación de sacerdotes diocesanos, cuyo fin principal sería la creación de seminarios para la formación de un buen clero parroquial. La nueva asociación quedó fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén, con el nombre de "Congregación de Jesús y María". Sus miembros, como los del Oratorio, eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún voto. Pero la nueva congregación encontró gran oposición, y al principio no obtuvo la aprobación pontificia.

Pero la congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que atendían a las mujeres arrepentidas de Caen -obra a la que había dado origen San Juan Eudes- había obtenido aprobación diocesana y luego papal, de parte de Alejandro VII. 

Mientras tanto, San Juan siguió predicando misiones  y fundando seminarios.


Un gran aporte de Juan Eudes a la piedad y a la liturgia fue la publicación de un libro titulado «La devoción al adorable Corazón de Jesús», en que incluyó el "propio" de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús, que él mismo usó en los seminarios. Por ello, aunque San Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la devoción al Sagrado Corazón en su forma actual, fue sin embargo «quien introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo Corazón de María», como dijo León XIII en 1903,  añadiendo que Eudes «fue el primero que, por divina inspiración, les tributó un culto litúrgico».  Durante sus últimos años, el santo escribió su tratado sobre «El admirable Corazón de la Santísima Madre de Dios», obra que terminó un mes antes de su muerte. 

A este gran impulsor de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón Inmaculado de María lo llamó San Pío X: «Apóstol y Doctor del culto de los Sagrados Corazones».

Murió el 19 de agosto de 1680. Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia en 1928. 

Una publicación que hallamos en la Red señala: «San Juan Eudes continúa en la Iglesia su obra evangelizadora por medio de los hijos de las comunidades por él fundadas: la Congregación de Jesús y María (Padres Eudistas), la Orden de Nuestra Señora de la Caridad en su forma primitiva o en su filial del Buen Pastor, que bajo la guía de Santa María Eufrasia Pelletier extendió a todo el mundo la iniciativa del Santo, y por la asociación de damas de la tercera orden, las llamadas Eudistinas». Además, «fuera de estas tres ramas ha habido otras fundaciones que hoy se glorían de formar parte de la “gran familia Eudista”».  En una de las  imágenes de esta entrada vemos al santo, justamente, acompañado en el mismo altar (de la iglesia del Buen Pastor) por Santa María Eufrasia. La imagen de San Juan Eudes tiene en su mano izquierda el Corazón de Jesús y en su mano derecha las constituciones de las familias religiosas fundadas por él. 

La frase más famosa de San Juan Eudes es: «Harían falta tres eternidades para celebrar dignamente la misa: una eternidad para prepararse, una eternidad para celebrarla y una eternidad para dar gracias». 


Las fotos de esta entrada las tomé en junio de 2018 en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús Buen Pastor, en Caballito.

Transcribimos, para terminar, un fragmento del testamento del santo:

Con toda mi voluntad me entrego al amor incomprensible 
por el que Jesús y mi bondadosa Madre 
me han hecho don especial de su amabilísimo Corazón. 
...
Suplico y conjuro a todos mis hermanos 
se esmeren por rendir a ese Corazón amantísimo
y hacerle rendir todo el honor que les sea posible. 
...
Les pido que se esmeren por imprimir en sus corazones una imagen perfecta
de las virtudes de este santísimo Corazón, 
considerándolo y siguiéndolo como la regla primera de sus vidas.
Que se entreguen a Jesús y María en todas sus acciones y ejercicios, 
para realizarlos 
con amor, humildad y demás disposiciones de su Sagrado Corazón, 
para que así amen y glorifiquen a Dios con un corazón digno de Dios, 

corde magno et animo volenti 

y lleguen a ser conformes al Corazón de Dios 
e hijos verdaderos del Corazón de Jesús y María.
Igualmente hago entrega de este Corazón preciosísimo 
a todas mis amadas hijas las Religiosas 
de Nuestra Señora de la Caridad, 
a las Carmelitas de Caen y a todas mis demás hijas espirituales...

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18 de agosto de 2020

18 de agosto: San Alberto Hurtado

Alberto Hurtado Cruchaga nació en Viña del Mar, Chile, el 22 de enero de 1901. «Quedó huérfano de padre a la edad de 4 años. Su madre se vio obligada a vender en condiciones desfavorables su propiedad para pagar las deudas de la familia. Como consecuencia de ello, Alberto y su hermano debieron ir a vivir con parientes, y a menudo a transferirse de uno a otro de ellos. Así experimentó desde pequeño la condición de los pobres, sin casa y dependiendo de otros. Una beca le permitió estudiar en el Colegio San Ignacio de Santiago. Aquí se hizo miembro de la Congregación Mariana (lo que hoy son las Comunidades de Vida Cristiana, CVX) y como tal se interesó vivamente por los pobres, yendo a trabajar con ellos a los barrios más miserables todos los domingos por la tarde».
Al terminar los estudios secundarios quiso hacerse jesuita, pero debió postergar su deseo para ocuparse de su madre y de su hermano. Trabajaba por las tardes para mantener a los suyos y al mismo tiempo, no sólo poder estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, sino también seguir visitando cada semana a los pobres. Después de graduarse ingresó finalmente en el Noviciado de la Compañía de Jesús. En 1925 se trasladó a nuestro país, a Córdoba. En 1927 fue enviado a España para realizar sus estudios de filosofía y teología, pero tras la expulsión de los jesuitas de ese país, en 1931, debió trasladarse a Lovaina, Bélgica, donde fue ordenado sacerdote en 1933. En 1935 se doctoró en Pedagogía y Psicología. Regresó a Chile en 1936; allí se dedicó primero a la docencia.  
«Escribió varios artículos sobre educación y acerca del orden social cristiano. Construyó una casa de Ejercicios Espirituales en un pueblo que hoy lleva su nombre. Fue director de la Congregación Mariana de los jóvenes del colegio, a quienes invitó a ser catequistas en medios populares. Dio Ejercicios Espirituales en incontables ocasiones. Fue director espiritual de muchos jóvenes, acompañando a varios en su respuesta a la vocación sacerdotal, y contribuyendo notablemente a la formación de muchos laicos cristianos». En 1941 publicó su libro más famoso: «¿Es Chile un país católico?». Fue también Asesor de la rama juvenil de la Acción Católica, primero de la Arquidiócesis de Santiago, y luego de todo Chile. 
«En octubre de 1944, mientras daba un retiro, sintió una imperiosa necesidad de llamar a la conciencia de sus auditores acerca de la necesidad que pasaban muchos pobres en la ciudad, y en especial muchos niños que vivían en las calles. Esto despertó una pronta reacción generosa. Fue el inicio de la iniciativa que ha hecho más conocido al P. Hurtado: se trata de aquella forma de actividad caritativa que ayuda a gente sin techo, dándole no sólo un lugar para vivir sino un verdadero hogar: el Hogar de Cristo. A través de la contribución de benefactores y con la activa colaboración de laicos comprometidos, el Padre Hurtado abrió una primera casa de acogida para niños, luego una para mujeres y otra para hombres. Los pobres comenzaron a tener en el Hogar de Cristo un ambiente de familia en el cual vivir. Estas casas se fueron multiplicando y adquiriendo nuevas formas y características».
En 1947 fundó la Asociación Sindical Chilena. Escribió varios libros y creó la revista Mensaje, para dar a conocer la doctrina de la Iglesia.
«Un cáncer al páncreas terminó con su vida en pocos meses. En medio de los grandes dolores solía repetir: «Contento, Señor, contento». Después de haber pasado su existencia manifestando el amor de Cristo a los pobres, fue llamado por Él el 18 de agosto de 1952».
Fue beatificado por San Juan Pablo II el 16 de octubre de 1994, y canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005. 
La imagen que se ve en las fotos de esta entrada se venera en la iglesia porteña dedicada a San Sabino y Bonifacio; las tomé en junio de 2018.  Los párrafos entrecomillados y en cursiva los tomamos del sitio El Testigo Fiel.

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15 de agosto de 2020

15 de agosto: Dormición de la Madre de Dios

Con el nombre que da título a esta entrada y también con un nombre más extenso («Memoria de la Dormición de nuestra Santísima y Gloriosa Señora, la Madre de Dios, María») aparece la solemnidad de hoy en el calendario del Año Litúrgico bizantino ¹. Corresponde al ciclo de las Fiestas Fijas y es una fiesta de primera clase.

Elegimos esta denominación de la solemnidad que en Occidente se conoce como la Asunción porque, como anunciamos el 2 de julio, vamos a compartir imágenes del "cuadrito" de la Dormición que forma parte del "evento" de Montallegro, que se venera de manera particular en la iglesia porteña dedicada al Tránsito de María.

Para la descripción del icono seguimos en general la que aparece en el sitio oficial del santuario de Montallegro, de la que extraemos párrafos que traducimos con libertad. 

Hay que decir además que la versión del icono que se ve en la iglesia porteña no es exactamente igual que la que se muestra en el sitio italiano.
Se trata de un icono greco-bizantino de la Asunción o Dormición de la Virgen, que se remonta al siglo XI. Es una tablita de madera de álamo de dimensiones modestas (18 x 15 cm), arqueada en la parte superior y en la cual, hace ya cuatro siglos, los signos del tiempo y algunos agujeros de gusano eran visibles;  prodigiosamente, no ha habido desde entonces más deterioro y hoy aparecen en toda su vivacidad los colores originales.María  aparece en un ataúd cubierto hasta el suelo por un paño rojo, mientras el cuerpo está envuelto en una manta oscura. Los brazos de la Virgen se extienden sobre el pecho y tiene las manos cruzadas, los pies descalzos y la cabeza rodeada por una aureola. Sobre la aureola leemos las siglas griegas MP OY: «Madre de Dios». Las tres estrellas doradas en el oscuro velo de la Virgen, en el hombro derecho, en el izquierdo y en la frente, significan su virginidad antes, durante y después del parto.
En el centro, una solemne representación de la Trinidad se destaca sobre un resplandor de rayos dorados.  La  Trinidad aparece representada en un solo cuerpo humano envuelto en paños rojos; de su cuello emergen tres cabezas idénticas. El eje horizontal de la Virgen acostada y el vertical de la Trinidad simbolizan la unión entre el cielo y la tierra.  Junto a Dios Uno y Trino,  la Virgen aparece nuevamente envuelta en un manto claro, como una niña que se eleva hacia la Asunción. Las mismas inscripciones griegas vistas antes aparecen también cerca de la cabecita aureolada de la Asunción.
Alrededor de estas figuras centrales gira la vida de la Iglesia. Por un lado, abajo, los apóstoles contemplan el misterio de la muerte en el cuerpo rígido y sereno de la Madre; algunos nos miran,  como para hacernos participes en el acontecimiento. Por otro lado, un anciano de aspecto noble (un obispo o Padre de la Iglesia) mantiene abierto el Libro de las Escrituras Los tonos cálidos y vivos en los que predominan el rojo y el dorado,  el cuerpo de la Virgen, rígido pero como ingrávido, las caras  tristes pero no desesperadas, la actitud serena pero no estática de los personajes, e incluso el apóstol que parece estar incensando lentamente, solo insinúan la idea de la muerte. La Virgen, que duerme tranquilamente, duerme en la gloria que desciende sobre ella;  quienes la rodean no la lloran, sino que la honran; prevalece la santidad sobre la muerte y la luz sobre la oscuridad.
Por encima de la Trinidad, a la derecha y a la izquierda, dos ángeles vuelan en vuelo bajo, tocando con delicadeza los dos lados de la almendra que rodea a la Trinidad; ellos también se inclinan ante Dios.
Esta imagen ocupa un lugar excepcional en la vasta iconografía sobre la representación de la Dormición; tanto que, por su peculiaridad, ha puesto en dificultad a los expertos para una interpretación válida. 


«Verdaderamente, oh María, aunque hayas emigrado de esta  tierra, no te has alejado, sin embargo, del pueblo cristiano. No te has alejado de este mundo que está envejeciendo, tú que eres, al igual que Cristo, vida incorrupta; incluso a aquellos que te invocan te acercas más aún y te haces encontrar por aquellos que te buscan con fe. (...) 
No podía suceder que tú, vaso sagrado capaz de contener a Dios, te disolvieras en el polvo de la muerte que corrompe. El que se había anonadado en ti era Dios desde el principio: "Él estaba en el principio con Dios y  era la vida" (Jn 1, 2.4); era, pues, conveniente que la  madre de la Vida fuera asimismo compañera de la Vida y, recibida la muerte como un sueño, como madre de la Vida, su salida de esta tierra fuera parecida a un despertar» (San Germán de Constantinopla: Homilía I sobre la Virgen).

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¹ Cfr. Revista Litúrgica Argentina, número 206/207, de 1962

11 de agosto de 2020

11 de agosto: Santa Filomena

Nos atrevemos hoy a ocuparnos de una santa que ya no figura en el Martirologio; fue quitada tras las reformas litúrgicas posteriores al Concilio Vaticano II. Pero la devoción permanece, como lo afirma el siguiente artículo, tomado nada menos que de Vatican News:


«El culto a Santa Filomena, y también las preguntas sobre su identidad, surgen en Roma el 25 de mayo de 1802, durante las excavaciones en la Catacumba de Priscila en la vía Salaria. Se descubrieron entonces los huesos de una joven de trece o catorce años y un pequeño vaso que contenía un líquido considerado sangre de la santa. El nicho estaba cerrado con tres tejas de barro sobre las que estaba escrito: “LUMENA PAX TE CUM FI”. Se creyó que, inadvertidamente, se había invertido el orden de los tres fragmentos,  escritos entre el siglo III y IV d.C., y que en realidad tenía que leerse: "PAX TE / CUM FI / LUMENA” o sea: "La paz sea contigo, Filomena". Los signos decorativos alrededor del nombre, sobre todo la palma y las lanzas, hicieron pensar que los huesos pertenecían a una mártir cristiana de los primeros siglos. En esa época, en efecto, se consideraba que la mayor parte de los cuerpos presentes en las catacumbas pertenecían a las persecuciones de la época apostólica.

Estas reliquias fueron llevadas a Mugnano del Cardinale, provincia de Avelino, a la iglesia dedicada a la Virgen de las Gracias, donde se encuentran aún hoy en día.

En esta ciudad comienzan a suceder los primeros milagros, narrados por Mons. De Lucia. Al saber de los milagros, el Papa León XII concedió al Santuario la lápida original, que había sido trasladada anteriormente al lapidario Vaticano.

En 1833, la "revelación" de la religiosa Sor María Luisa de Jesús contribuyó a la difusión del culto a Santa Filomena en Europa y en América. De esta manera, personajes conocidos, como Paulina Jaricot -fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe y del Rosario viviente- y el santo Cura de Ars recibieron la curación completa de sus males por intercesión de la santa, y desde entonces fueron devotos fervientes.

Es gracias a la biografía elaborada por Sor María Luisa que se obtiene la historia de la Santa. La religiosa afirmó que Santa Filomena en persona le había narrado su vida  en varias “revelaciones”. Filomena era hija de un rey de Grecia que se convirtió al cristianismo y por ello logró ser padre de familia. Filomena se consagró a Dios a los trece años, con un voto de castidad virginal.

El emperador Diocleciano declaró la guerra a su padre, y la familia se vio obligada a trasladarse a Roma para tratar la paz. El emperador se enamoró de la joven, pero al ser rechazado la sometió a una serie de tormentos de los cuales siempre fue salvada, hasta que la hizo decapitar. Dos anclas, tres flechas, una palma y una flor son los símbolos representados sobre las tejas en el cementerio de Priscila, que se interpretaron como símbolos del martirio.  

Sin embargo, un estudio más profundo de los restos arqueológicos confirmó la ausencia de la palabra “martyr”, por lo que se abandonó la idea de su muerte a causa del martirio; además, se comprobó que en el pequeño vaso que estaba al lado de los huesos no había sangre, sino más bien perfumes típicos de las sepulturas de los primeros cristianos.

En definitiva, el cuerpo era de una joven muerta en el siglo IV después de Cristo, en cuyo sepulcro se utilizaron tejas con inscripciones de un sepulcro precedente. La Sagrada Congregación para los Ritos quitó entonces del calendario el nombre de Filomena, en la Reforma Litúrgica de los años 60 del siglo pasado. Pero el culto se mantuvo.

La “santita” del Cura De Ars, como muchos llaman a Santa Filomena, fue venerada en particular por San Pío de Pietrelcina desde que era niño. La llamaba la “princesita del Paraíso” y a quien osaba poner en discusión su existencia, respondía que las dudas eran fruto del demonio y repetía: “¡Puede ser que no se llame Filomena! ¡Pero esta Santa ha hecho milagros y no ha sido su nombre quien los ha hecho!”.

Aún hoy en día, Filomena intercede por muchas almas y numerosos fieles peregrinan para rezar ante sus restos.  Es considerada la protectora de los afligidos y de las jóvenes parejas, y muchas veces ha donado la alegría de la maternidad a madres estériles».

En el sitio del Santuario de Ars se afirma que  «la hipótesis favorable a la existencia histórica de Filomena no está excluida», y si bien «de momento, la Iglesia estima preferible no promover el culto público de Santa Filomena», se sigue permitiendo el culto privado; además, «a petición del Santuario de Ars, la Congregación para el Culto Divino se ha hecho cargo del dossier de Santa Filomena, en relación con la Congregación para la Causa de los Santos».

Ahora bien, la imagen que publicamos hoy, y que obtuvimos en la Basilica de Santa Rosa de Lima, no tiene letreros que indiquen que corresponde efectivamente a Santa Filomena. Sin embargo, indicios que parecen indicar que sí es Filomena son los atributos iconográficos, ancla y látigo, que al igual que un manojo de flechas son los habituales en las representaciones de la santa.

Próxima entrada: 15 de agosto (Dormición de la Madre de Dios)

6 de agosto de 2020

6 de agosto: San Justo y San Pastor

El Martirologio Romano recuerda hoy: «En Compluto (hoy Alcalá de Henares), en la Hispania Cartaginense, santos mártires Justo y Pastor, los cuales, todavía niños, abandonando en la escuela sus tablillas de escritura, corrieron voluntariamente al encuentro del martirio, y detenidos y azotados de inmediato, por orden del juez fueron degollados por su amor a Cristo, mientras se confortaban mutuamente con recíprocas exhortaciones».


Justo y Pastor eran hermanos; Justo tenía entonces trece años y Pastor nueve. Su martirio tuvo lugar siendo Daciano gobernador de España, en tiempos de Diocleciano y Maximiano. 

Daciano, que recorría España persiguiendo a los cristianos, llegó a Alcalá de Henares, donde empezó a torturar a los acusados de seguir a Cristo.  Al oír hablar de los tormentos que el gobernador infligía a los cristianos, Justo y Pastor decidieron acudir de inmediato al sitio en el que tenían lugar los juicios («abandonando en la escuela sus tablillas de escritura», dice el Martirologio, y en la imagen de San Pastor lo vemos justamente con un pergamino en el que están escritas algunas letras), y allí  dieron testimonio de la fe que profesaban. Conducidos ante el juez, éste -furioso porque unos niños se atrevían a hacerle frente- los mandó azotar cruelmente. Pero Justo y Pastor no se amedrentaron y desafiaron a sus verdugos, exhortándose mutuamente a permanecer fieles a la fe. Enfurecido, Daciano mandó que los niños fuesen decapitados inmediatamente. Sus reliquias se conservan en Alcalá de Henares, ciudad de la que son patronos.

En la localidad de San Justo, partido de La Matanza, frente a la plaza San Martín, se alza la Catedral de la diócesis de San Justo, consagrada a los hermanos mártires.


San Justo es Patrono de la ciudad que lleva su nombre y  Patrono secundario de la diócesis homónima (cuya Patrona principal es la Madre de Dios). En el calendario diocesano, San Justo es celebrado el 9 de agosto con categoría de Solemnidad para la Catedral y en las iglesias de la ciudad.


Próxima entrada: 11 de agosto (Santa Filomena)

5 de agosto de 2020

5 de agosto: Nuestra Señora de las Nieves

En la iglesia del Sagrado Corazón de la ciudad de Santa Fe, en un retablo y altar lateral de madera, se venera una bella imagen de la Bienaventurada Virgen «de la Nieve».


El cartel que acompaña a la imagen explica  su historia:


Por la fecha de la celebración «milenaria», se trata de la advocación también conocida como Nuestra Señora de las Nieves (en plural), que  evoca el milagro ocurrido en Roma en el siglo IV, en tiempos del papa Liberio. La Virgen María se le apareció en sueños a un matrimonio, diciéndoles que deseaba que construyeran una basílica en el Monte Esquilino, en el lugar que ella les señalaría con una nevada; esa misma noche se le apareció también al Pontífice con el mismo mensaje. Al día siguiente, que era 5 de agosto, en pleno verano y con un sol brillante, apareció un terreno nevado en el Monte Esquilino; la nieve cubría exactamente el espacio que debía ser utilizado para la construcción del templo. Allí se levantó la actual Basílica de Santa María la Mayor.

Aunque al pie de la imagen dice "B(ienaventurada) V(irgen) de la Nieve", en el título de esta entrada hemos optado por la denominación que le da a la fecha de hoy el Calendario Litúrgico oficial de la Argentina.


Nuestra Señora de las Nieves es Patrona secundaria de la ciudad y puerto de Buenos Aires, y Patrona principal de la Diócesis de San Carlos de Bariloche.

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1 de agosto de 2020

1° de agosto: Aniversario de la Dedicación de la Catedral de Lomas de Zamora




Como sabemos, en todo templo, además de las solemnidades del Calendario Litúrgico general, deben celebrarse, con la misma categoría de Solemnidad, en primer lugar, el Patrono del lugar, y también el aniversario de la Dedicación del propio templo; el aniversario de la Dedicación de la  Catedral es Solemnidad en el mismo templo catedralicio y Fiesta en las demás iglesias de la diócesis.

Hoy es el aniversario de la Dedicación de la Catedral de Lomas de Zamora, cuya historia está resumida en la placa cuya foto (que tomamos en febrero) abre esta entrada.

Dice el Ceremonial de los Obispos:  
42. La iglesia catedral es aquella en la cual el Obispo tiene situada la cátedra, signo del magisterio y de la potestad del pastor de la Iglesia particular, como también signo de unidad de los creyentes en aquella fe, que el Obispo anuncia como pastor de la grey. En la iglesia catedral el Obispo preside la Liturgia los días más solemnes y, a no ser que circunstancias pastorales aconsejen otra cosa, consagra el santo crisma, y hace las ordenaciones.

43. La iglesia catedral «por la majestad de su construcción, es signo de aquel templo espiritual, que se edifica en las almas y que resplandece por la magnificencia de la gracia divina, según dice el Apóstol Pablo: “Vosotros sois templo de Dios vivo” (2 Co 6. 16). Además, debe ser manifestación de la imagen expresa y visible de la Iglesia de Cristo que predica, canta y adora en toda la extensión de la tierra. Debe ser considerada ciertamente como imagen del Cuerpo místico de Cristo, cuyos miembros se unen mediante un único vínculo de caridad, alimentados por los dones que descienden como el rocío del cielo»*.

44. Por tanto, la iglesia catedral se ha considerado con razón el centro de la vida litúrgica de la diócesis.

45. Incúlquese en el ánimo de los fieles, por los medios más oportunos, el amor y la veneración hacia la iglesia catedral. Para esto es muy conveniente la celebración anual de su dedicación, como también las peregrinaciones que los fieles, distribuidos por parroquias o por regiones de la diócesis, hacen a ella para visitarla con devoción.

46. Todo aquello que se prescribe en los documentos y en los libros litúrgicos acerca de la disposición y del ornato de las iglesias, la iglesia catedral debe manifestarlo de una manera ejemplar a las demás iglesias de la diócesis.
47. La cátedra de la cual se habló en el n. 42, debe ser única y fija y colocada de tal manera que se vea que el Obispo preside verdaderamente toda la comunidad de los fieles. 


Próxima entrada: 5 de agosto (Ntra. Sra. de las Nieves)

* Pablo Vl, Const. Apost. Mirificus eventus, 7 de diciembre 1965: A.A.S. (1965), pp. 948-949.