30 de mayo de 2019

30 de mayo: Santa Juana de Arco

En Ciudadela, a pocos metros de la estación del ferrocarril, se levanta una bonita iglesia dedicada a Santa Juana de Arco, inaugurada en 1938, apenas 18 años después de la canonización de la Doncella de Orleans.  Visitamos ese templo en junio del año pasado y allí tomamos las fotos que mostramos en nuestra entrada de hoy.

Transcribimos a continuación, intercalando esas imágenes, la catequesis del papa Benedicto XVI sobre la santa, en su audiencia general del 26 de enero de 2011; omitimos las citas bibliográficas y unas pocas palabras circunstanciales.

«Hoy quiero hablaros de Juana de Arco, una joven santa de finales del Medievo, fallecida a los 19 años, en 1431. Esta santa francesa, citada varias veces en el Catecismo de la Iglesia Católica, es particularmente cercana a Santa Catalina de Siena, patrona de Italia y de Europa (...). En efecto, son dos mujeres jóvenes del pueblo, laicas y consagradas en la virginidad; dos místicas comprometidas, no en el claustro, sino en medio de las realidades más dramáticas de la Iglesia y del mundo de su tiempo. Quizás son las figuras más características de las «mujeres fuertes» que, a finales de la Edad Media, llevaron sin miedo la gran luz del Evangelio a las complejas vicisitudes de la historia. Podríamos compararlas con las santas mujeres que permanecieron en el Calvario, cerca de Jesús crucificado y de su Madre María, mientras los Apóstoles habían huido y Pedro mismo había renegado de él tres veces. La Iglesia, en ese período, vivía la profunda crisis del gran cisma de Occidente, que duró casi 40 años. Cuando muere Catalina de Siena, en 1380, hay un Papa y un Antipapa; cuando nace Juana, en 1412, hay un Papa y dos Antipapas. Además de esta laceración en el seno de la Iglesia, había continuas guerras fratricidas entre los pueblos cristianos de Europa, la más dramática de las cuales fue la interminable «Guerra de los Cien Años» entre Francia e Inglaterra.

Juana de Arco no sabía leer ni escribir, pero podemos conocer profundamente su alma gracias a dos fuentes de valor histórico excepcional: los dos Procesos contra ella. El primero, el Proceso de condena, contiene la transcripción de los largos y numerosos interrogatorios a Juana durante los últimos meses de su vida (febrero-mayo de 1431), y refiere literalmente las palabras de la santa. El segundo, el Proceso de nulidad de la condena, o de «rehabilitación», contiene las declaraciones de cerca de 120 testigos oculares de todos los períodos de su vida 

Juana nace en Domremy, una pequeña aldea situada en la frontera entre Francia y Lorena. Sus padres son campesinos acomodados, conocidos por todos como excelentes cristianos. De ellos recibe una buena educación religiosa, con notable influjo de la espiritualidad del Nombre de Jesús, que enseñaba San Bernardino de Siena y los franciscanos difundieron en Europa. Al Nombre de Jesús se une siempre el Nombre de María y así, en el marco de la religiosidad popular, la espiritualidad de Juana es profundamente cristocéntrica y mariana. Desde su infancia demuestra una gran caridad y compasión hacia los más pobres, los enfermos y todos los que sufren, en el contexto dramático de la guerra.

Por sus propias palabras sabemos que la vida religiosa de Juana madura como experiencia mística a partir de la edad de 13 años. A través de la «voz» del arcángel San Miguel, Juana percibe que el Señor la llama a intensificar su vida cristiana y también a comprometerse en primera persona por la liberación de su pueblo. Su respuesta inmediata, su «sí», es el voto de virginidad, con un nuevo compromiso en la vida sacramental y en la oración: participación diaria en la misa, confesión y comunión frecuentes, largos momentos de oración silenciosa ante el Crucifijo o la imagen de la Virgen. La compasión y el compromiso de la joven campesina francesa frente al sufrimiento de su pueblo se hacen más intensos por su relación mística con Dios. Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política. Después de los años de vida oculta y de maduración interior sigue el bienio breve, pero intenso, de su vida pública: un año de acción y un año de pasión.

A comienzos del año 1429, Juana inicia su obra de liberación. Los numerosos testimonios nos muestran a esta joven de sólo 17 años como una persona muy fuerte y decidida, capaz de convencer a hombres inseguros y desmoralizados. Superando todos los obstáculos, se encuentra con el Delfín de Francia, el futuro rey Carlos VII, que en Poitiers la somete a un examen por parte de algunos teólogos de la universidad. Su juicio es positivo: no ven en ella nada malo, sólo a una buena cristiana.



El 22 de marzo de 1429, Juana dicta una importante carta al rey de Inglaterra y a sus hombres que asedian la ciudad de Orleans. Su propuesta es una paz verdadera en la justicia entre los dos pueblos cristianos, a la luz de los nombres de Jesús y de María, pero es rechazada, y Juana debe luchar por la liberación de la ciudad, que acontece el 8 de mayo. El otro momento culminante de su acción política es la coronación del rey Carlos VII en Reims, el 17 de julio de 1429. Durante un año entero, Juana vive con los soldados, llevando a cabo entre ellos una auténtica misión de evangelización. Son numerosos sus testimonios acerca de la bondad de Juana, de su valentía y de su extraordinaria pureza. Todos la llaman y ella misma se define «la doncella», es decir, la virgen.


La pasión de Juana comienza el 23 de mayo de 1430, cuando cae prisionera en manos de sus enemigos. El 23 de diciembre la llevan a la ciudad de Rouen. Allí tiene lugar el largo y dramático proceso de condena, que se inicia en febrero de 1431 y acaba el 30 de mayo con la hoguera. Es un proceso grande y solemne, presidido por dos jueces eclesiásticos, el obispo Pierre Cauchon y el inquisidor Jean le Maistre, pero en realidad enteramente dirigido por un nutrido grupo de teólogos de la célebre Universidad de París, que participan en el proceso como asesores. Son eclesiásticos franceses, que al haber hecho una opción política opuesta a la de Juana, a priori tienen un juicio negativo sobre su persona y sobre su misión. Este proceso es una página desconcertante de la historia de la santidad y también una página iluminadora sobre el misterio de la Iglesia que, según las palabras del concilio Vaticano II, es «a la vez santa y siempre necesitada de purificación» (Lumen gentium, 8). Es el encuentro dramático entre esta santa y sus jueces, que son eclesiásticos. Acusan y juzgan a Juana, a quien llegan a condenar como hereje y mandan a la muerte terrible de la hoguera. A diferencia de los santos teólogos que habían iluminado la Universidad de París, como San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino y el Beato Duns Scoto (...), estos jueces son teólogos carentes de la caridad y la humildad para ver en esta joven la acción de Dios. Vienen a la mente las palabras de Jesús según las cuales los misterios de Dios son revelados a quien tiene el corazón de los pequeños, mientras que permanecen ocultos a los sabios e inteligentes que no tienen humildad (cf. Lc 10, 21). Así, los jueces de Juana son radicalmente incapaces de comprenderla, de ver la belleza de su alma: no sabían que estaban condenando a una santa.

El tribunal rechaza, el 24 de mayo, la apelación de Juana al juicio del Papa. La mañana del 30 de mayo, recibe por última vez la santa Comunión en la cárcel e inmediatamente la llevan al suplicio en la plaza del antiguo mercado. Pide a uno de los sacerdotes que sostenga delante de la hoguera una cruz de procesión. Así muere mirando a Jesús crucificado y pronunciando varias veces y en voz alta el Nombre de Jesús. Cerca de 25 años más tarde, el Proceso de nulidad, iniciado bajo la autoridad del Papa Calixto III, se concluye con una solemne sentencia que declara nula la condena (7 de julio de 1456). Este largo proceso, que recogió las declaraciones de los testigos y los juicios de muchos teólogos, todos favorables a Juana, pone de relieve su inocencia y la perfecta fidelidad a la Iglesia. Más tarde, en 1920, Juana de Arco fue canonizada por Benedicto XV.


Queridos hermanos y hermanas, el Nombre de Jesús, invocado por nuestra santa hasta los últimos instantes de su vida terrena, era como el continuo respiro de su alma, como el latido de su corazón, el centro de toda su vida. El «Misterio de la caridad de Juana de Arco», que tanto fascinó al poeta Charles Péguy, es este amor total a Jesús, y al prójimo en Jesús y por Jesús. Esta santa había comprendido que el amor abraza toda la realidad de Dios y del hombre, del cielo y de la tierra, de la Iglesia y del mundo. Jesús siempre ocupa el primer lugar en su vida, según su hermosa expresión: «Nuestro Señor debe ser el primer servido». Amarlo significa obedecer siempre a su voluntad. Ella afirma con total confianza y abandono: «Me encomiendo a Dios mi Creador, lo amo con todo mi corazón». Con el voto de virginidad, Juana consagra de modo exclusivo toda su persona al único Amor de Jesús: es «su promesa hecha a nuestro Señor de custodiar bien su virginidad de cuerpo y de alma». La virginidad del alma es el estado de gracia, valor supremo, para ella más precioso que la vida: es un don de Dios que se ha de recibir y custodiar con humildad y confianza. Uno de los textos más conocidos del primer Proceso se refiere precisamente a esto: «Interrogada si sabía que estaba en gracia de Dios, responde: si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si lo estoy, que Dios me quiera conservar en ella».

Nuestra santa vive la oración en la forma de un diálogo continuo con el Señor, que ilumina también su diálogo con los jueces y le da paz y seguridad. Ella pide con confianza: «Dulcísimo Dios, en honor de vuestra santa Pasión, os pido, si me amáis, que me reveléis cómo debo responder a estos hombres de Iglesia». Juana contempla a Jesús como el «rey del cielo y de la tierra». Así, en su estandarte, Juana hizo pintar la imagen de «Nuestro Señor que sostiene el mundo»: icono de su misión política. La liberación de su pueblo es una obra de justicia humana, que Juana lleva a cabo en la caridad, por amor a Jesús. El suyo es un hermoso ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política, sobre todo en las situaciones más difíciles. La fe es la luz que guía toda elección, como testimoniará, un siglo más tarde, otro gran santo, el inglés Tomás Moro. En Jesús, Juana contempla también toda la realidad de la Iglesia, tanto la «Iglesia triunfante» del cielo, como la «Iglesia militante» de la tierra. Según sus palabras: «De Nuestro Señor y de la Iglesia, me parece que es todo uno». Esta afirmación, citada en el Catecismo de la Iglesia católica (n. 795), tiene un carácter realmente heroico en el contexto del Proceso de condena, frente a sus jueces, hombres de Iglesia, que la persiguieron y la condenaron. En el amor a Jesús, Juana encuentra la fuerza para amar a la Iglesia hasta el final, incluso en el momento de la condena.

Me complace recordar que Santa Juana de Arco tuvo una profunda influencia sobre una joven santa de la época moderna: Teresa del Niño Jesús. En una vida completamente distinta, transcurrida en clausura, la carmelita de Lisieux se sentía muy cercana a Juana, viviendo en el corazón de la Iglesia y participando en los sufrimientos de Cristo por la salvación del mundo. La Iglesia las ha reunido como patronas de Francia, después de la Virgen María. Santa Teresa había expresado su deseo de morir como Juana, pronunciando el Nombre de Jesús, y la animaba el mismo gran amor a Jesús y al prójimo, vivido en la virginidad consagrada.

(...) Con su luminoso testimonio, Santa Juana de Arco nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza al cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea; vivir la caridad sin favoritismos, sin límites y sacando, como ella, del amor a Jesús un profundo amor a la Iglesia».

Tomamos varias fotos más en nuestra visita del año pasado a la iglesia parroquial de Santa Juana de Arco de Ciudadela: le dedicaremos otra entrada a esta santa, Dios mediante, el año próximo.

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25 de mayo de 2019

25 de mayo: San Gregorio VII

El bello púlpito de la iglesia de Nuestra Señora de Balvanera incluye imágenes de cuatro papas. Uno de ellos es San Gregorio VII, cuya Memoria celebramos hoy.

Dice de él el Martirologio: «San Gregorio VII, papa, anteriormente llamado Hildebrando, que primero llevó vida monástica y colaboró en la reforma de la Iglesia en numerosas legaciones pontificias de su tiempo. Una vez elevado a la cátedra de Pedro, reivindicó con gran autoridad y fuerte ánimo la libertad de la Iglesia respecto al poder de los príncipes, defendiendo valientemente la santidad del sacerdocio. Al ser obligado a abandonar Roma por este motivo, murió en el exilio en Salerno, en la Campania».

Nació hacia 102o. Siendo joven, Hildebrando fue colaborador de Gregorio VI durante su breve pontificado. Luego se retiró a la abadía de Cluny, pero poco después fue convocado de nuevo por León IX. Siguió asesorando a los cuatro sucesores de ese pontífice, hasta que en 1073 fue elegido él mismo para la Sede de Roma. 

Gregorio VII se dedicó a luchar por libertar y purificar a la Iglesia,  suprimir la simonía y la mala conducta del clero, y abolir el sistema de las investiduras entonces vigenteSu pontificado fue fecundo, pero Gregorio VII se granjeó grandes enemistades; por eso debió exiliarse en el último tramo de su vida. Son célebres sus postreras palabras: «He amado la justicia y odiado la iniquidad; por ello muero en el destierro». Murió el 25 de mayo de 1085. Su culto fue confirmado en 1606 (lo que equivale a una beatificación) y Benedicto XIII lo canonizó en 1728.

Oración Colecta:

Señor, 
concede a tu Iglesia el espíritu de fortaleza y la sed de justicia 
con que has esclarecido al papa San Gregorio VII, 
y haz que, por su intercesión, 
sepa tu Iglesia rechazar siempre el mal 
y ejercer con entera libertad 
su misión salvadora en el mundo. 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, 
que vive y reina contigo 
en la unidad del Espíritu Santo 
y es Dios por los siglos de los siglos.

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20 de mayo de 2019

20 de mayo: Beata María Crescencia Pérez



María Crescencia Pérez nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 17 de agosto de 1897. Su familia se instaló en Pergamino cuando era ella una niña. En 1915 ingresó a la Congregación de las Hermanas del Huerto; hizo sus votos perpetuos en 1918. Trabajó con humildad y piedad en las obras de caridad que las religiosas tenían en Buenos Aires, luego en Mar del Plata y finalmente en Chile. Allí murió santamente el 20 de mayo de 1932.  

Fue beatificada en Pergamino, provincia de Buenos Aires, por el cardenal Angelo Amato,  el 17 de noviembre de 2012. Su memoria se celebra hoy en el Calendario Propio de la Argentina. La imagen de la beata que vemos en la foto  está en la vía pública, en Buenos Aires, a metros de la iglesia de Nuestra Señora del Huerto.

Oración Colecta:

Dios y Padre nuestro,
que por tu amor a los pequeños y a los pobres,
has guiado a la beata María Crescencia, virgen,
por el camino de la humildad y la sencillez,
por su intercesión, concede también a nosotros,
servir a nuestros hermanos más necesitados
con la dulzura de la caridad, y la fuerza de la bondad.

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16 de mayo de 2019

16 de mayo: Santa Gema Galgani

Aunque en el Martirologio su Memoria figura el 11 de abril, Santa Gema (o Gemma) Galgani es celebrada hoy, 16 de mayo, en el Calendario Propio de los pasionistas, que la consideran como integrante de su congregación aunque nunca ingresó formalmente en ella. Del sitio web de la Congregación de la Pasión de Jesucristo (tal su nombre oficial) tomamos la biografía de la santa que aparece más abajo.





«Nació en 1878, cerca de Lucca, en Toscana. Desde niña se consagró a la meditación de la Pasión de Jesucristo, viviendo una vida de pureza, en ansia continua del paraíso. Al quedar huérfana de padre y madre, una familia de auténticas virtudes cristianas la recibió caritativamente en su casa. Consagrada al Señor por el voto de virginidad, se entregó con ardor a la consecución de la perfección. Se distinguió por una ardiente devoción a la Eucaristía y a Jesús Crucificado. El Señor la enriqueció con singulares carismas sobrenaturales, ofreciéndose como víctima por la conversión de los pecadores. Suspiró intensamente por ingresar entre las religiosas pasionistas. No pudiendo conseguir la realización de su ideal, dio un maravilloso ejemplo de santidad en medio del mundo. Murió el Sábado Santo, 11 de abril de 1903, en Lucca».



Fue beatificada por Pío XI en el Año Santo extraordinario de 1933; el Venerable Pío XII la canonizó en 1940.



La imagen de Santa Gemma junto a la Cruz, en un espléndido vitral, se venera en la capilla dedicada a la santa en el célebre Calvario de Tandil.



«Santa Gemma, flor del Calvario, rogad por nosotros».


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14 de mayo de 2019

14 de mayo: San Miguel de Garicoïts


A fines del siglo XVIII, en un pueblecito de los Bajos Pirineos, vivía el humilde y devoto matrimonio Garicoïts, que siempre recibía a los sacerdotes perseguidos durante la Revolución Francesa y los años subsiguientes.  El primogénito de la familia, Miguel, nació el 15 de abril de 1797.
Aunque tuvo que trabajar desde niño, Miguel les manifestó varias veces a sus padres su deseo de ser sacerdote. Pero sus padre eran demasiado pobres para enviarlo al seminario y lo necesitaban trabajando en el campo.
Sin embargo, la abuela de Miguel decidió consultar a un sacerdote que se había escondido con frecuencia en la cabaña de los Garicoïts. Gracias a su ayuda, Miguel pudo ingresar en el colegio de Saint-Palais, de donde pasó más tarde a Bayona. Trabajó en la cocina del obispo y prestó pequeños servicios al clero, con lo que ganaba lo suficiente para no ser un peso económico sobre su familia. Después de sus estudios en el seminario (donde sus compañeros lo llamaban «nuestro San Luis Gonzaga») fue ordenado sacerdote en diciembre de 1823 en la Catedral de Bayona.

«Ejercitó sus primeras armas apostólicas en la parroquia de Cambo, a donde fue enviado como vicario, por razón de la mala salud del párroco. En los dos años que vivió ahí, consiguió grandes éxitos en su lucha contra el jansenismo con la práctica de la comunión frecuente y la introducción de la devoción al Sagrado Corazón. Su fervor desconcertaba a los librepensadores. Uno de ellos exclamó en cierta ocasión: «¡Este pobre diablo será capaz de dar la vida por salvar el alma de un enemigo!». Más tarde, el P. Garicoïts fue nombrado profesor del seminario mayor de Bétharram, del que llegó a ser superior. En este puesto se distinguió por su extraordinaria habilidad y prudencia. Pero súbitamente, el obispo decidió fundir el seminario de Bétharram con el de Bayona y dejó al P. Garicoïts y a otros dos sacerdotes la cura de almas de la ciudad.


Por aquella época, en que los recursos económicos no eran abundantes, el P. Miguel concibió el proyecto de formar misioneros para los diferentes pueblos. Junto con otros dos o tres compañeros empezó a vivir en comunidad y, para mejor conocer la voluntad de Dios, fue a hacer un retiro a Bayona bajo la dirección del padre jesuita Le Blanc. Dicho religioso, a quien abrió su corazón, le alentó a perseverar en la obra emprendida: «Seréis el fundador de una congregación que será hermana de la Compañía de Jesús», le dijo. En efecto, en 1838 el P. Garicoïts redactó unas constituciones que seguían de cerca a las de San Ignacio. Los nuevos misioneros, como los jesuitas, hacían votos perpetuos y estaban destinados a esparcirse por toda la tierra. Pronto se unieron al santo otros compañeros. Todo parecía ir viento en popa, cuando el obispo que había ordenado al P. Garicoïts y era su protector, fue sustituido por otro que veía con malos ojos la fundación de una nueva congregación. Dicho obispo no se contentó con modificar profundamente las constituciones, sino que ordenó al santo que se limitase a trabajar en la diócesis, bajo su propia dirección. La comunidad no pudo elegir a su superior sino hasta 1852 y ni siquiera entonces gozó de plena libertad de acción. El P. Garicoïts se sometió, pero no sin experimentar gran pena. En cierta ocasión dijo a uno de sus hijos: «¡Qué doloroso es dar a luz a una congregación!». A pesar de todo, soportó con paciencia y silenciosamente todas las pruebas»  (Fuente: El Testigo Fiel).

Miguel de Garicoïts murió el 14 de mayo de 1863, fiesta de la Ascensión. Catorce años después, la Santa Sede aprobó la Compañía de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Bétharram y las constituciones redactadas por el fundador.  Miguel, que fue canonizado en 1947, está ligado de manera especial con la Argentina, pues los dos milagros requeridos por la Iglesia para la canonización ocurrieron en la ciudad de La Plata, y a la ceremonia de su canonización asistió la señora María Eva Duarte de Perón.

En noviembre de 1856 habían pisado tierra argentina los primeros miembros de la congregación de Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram enviados a América. Lo hicieron al desembarcar en el puerto de Buenos Aires de un buque procedente del puerto francés de Bayona, de ahí que en la Argentina se los llama popularmente como Padres Bayoneses.  
     
La venida de los padres betharramitas obedeció a la necesidad de asistencia religiosa de que carecían las muchas familias vascas y vasco-francesas establecidas en el país. Gracias a las tramitaciones del cónsul argentino Celestino Roby con el entonces Obispo de Bayona, monseñor Lacroix, el propio fundador del Instituto del Sagrado Corazón aceptó la misión en octubre de 1854.  Ocho misioneros, encabezados por el padre Diego Barbé, partieron entonces de Bayona en agosto de 1856 para llegar a Buenos Aires en noviembre, como se dijo. Tras ejercer el apostolado sacerdotal en diversas iglesias porteñas, en setiembre de 1862 se establecieron en la iglesia de San Juan Bautista, que desde entonces pasó a ser la sede de los vascos y vascos-franceses de Buenos Aires.

La principal obra de los padres bayoneses fue la fundación del colegio San José el 19 de marzo de 1858. El padre Barbé eligió un lugar en las proximidades de la Plaza Miserere, que por entonces era parada terminal de los lecheros vascos procedentes del pueblo de San José de Flores.  

La congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram fue el primer instituto religioso masculino admitido en el país después de la organización constitucional.  Su colegio, que fue el primer instituto docente organizado en Buenos Aires para la educación de la juventud, excede en antigüedad a todos los Colegios Nacionales, que sólo comenzaron a abrirse en 1863. 

En la Capital Federal, además de la iglesia de San Juan Bautista, donde tomamos las tres fotos de esta entrada, y del mencionado colegio San José, los padres betharramitas tienen el colegio del Sagrado Corazón, en el barrio de Barracas, y atienden la parroquia del Sagrado Corazón, cuya sede es la monumental basílica homónima, uno de los más grandiosos y bellos templos de Buenos Aires. 

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12 de mayo de 2019

Domingo IV de Pascua



Hoy es el domingo habitualmente llamado "del Buen Pastor".

Versículo del Aleluia de hoy (Jn 10, 14):
Aleluia.
Dice el Señor: Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.
Aleluia.

La foto corresponde a una bella imagen que se venera en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús Buen Pastor.

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9 de mayo de 2019

9 de mayo: Nuestra Señora de los Milagros

En la ciudad de Santa Fe se celebra hoy como Memoria Obligatoria (y en el resto de la Arquidiócesis como Memoria Libre) la conmemoración de Nuestra Señora de los Milagros.



La ciudad de Santa Fe, fundada en 1573, contó desde 1609 con la presencia de sacerdotes jesuitas. «En 1634 de paso por la ciudad rumbo a la Reducción de San Ignacio Miní, un artista de fina sensibilidad, el Hermano Luis Berger», accediendo al pedido de los Congregantes Marianos, pintó en un cuadro a la Mujer del capítulo 12 del Apocalipsis. «El cuadro se llamó como la Congregación Mariana: “de la Pura y Limpia Concepción”. Fue plasmada en un lienzo que mide 1,33 x 0,96 mts». 



El 9 de mayo de 1636, en el templo de la Compañía de Jesús, «el Padre Rector del Colegio y de la Iglesia, Pedro de Helgueta, oraba arrodillado frente al cuadro de Nuestra Señora, como todas las mañanas. Habiendo finalizado la Misa, alrededor de las ocho horas, el Padre levantó la vista hacia el cuadro y se sorprendió por lo que creyó era humedad del ambiente condensada en la pintura. Pero pronto comprendió que el brillo tenía un origen distinto. Incorporándose descubrió que de la mitad de la imagen para arriba la pintura estaba totalmente seca, mientras que hacia abajo corrían hilos de agua resultantes de innumerables gotas emanadas en forma de sudor. Siguió recorriendo con la vista hacia abajo y comprobó que el caudal ya estaba mojando los manteles del altar y el piso. Al ver el asombro del sacerdote, varias personas que aún permanecían en la iglesia se acercaron y pudieron conocer lo que estaba ocurriendo. Comenzaron a embeber aquel agua en algodones y lienzos, mientras el número de fieles y curiosos crecía junto al júbilo y las exclamaciones. Las campanas de la iglesia no pararon de repicar, para anunciar a todo el pueblo lo que estaba sucediendo».  Poco después llegaron importantes funcionarios civiles y eclesiásticos que constataron el hecho milagroso. Se levantó un acta que aun se conserva.


Desde entonces hubo numerosas curaciones asombrosas, también recopiladas por el Escribano del Rey. Por ello los santafesinos empezaron a invocar a su Madre con el título de “Nuestra Señora de los Milagros”.


Monseñor Cristóbal de Aresti, Obispo de Asunción del Paraguay, de la que dependía entonces Santa Fe, reconoció poco después al sudor como auténtico milagro, debido a la cantidad de testimonios probatorios, las actas labradas, la calidad y cantidad de los testigos y las reliquias guardadas por el pueblo fiel (algunos algodones aún se conservan en el santuario). El obispo fue personalmente al lugar en diciembre del mismo año.


Entre 1651 y 1660, aproximadamente, la ciudad fue trasladada al sitio que hoy ocupa, a unos 80 kilómetros más al sur de la ubicación original. En la nueva ciudad, que pasó a llamarse Santa Fe de la Vera Cruz, los padres jesuitas ocuparon también un lugar frente a la Plaza Mayor, como en Santa Fe la Vieja. «El templo actual, declarado Monumento Histórico Nacional, se terminó de construir en 1670»


Al cumplirse los 300 años del milagro, el templo fue erigido como Santuario, el mismo día -9 de mayo de 1936- en que tuvo lugar la Coronación Pontificia del cuadro. En el intervalo, la imagen -después de la expulsión de los jesuitas- había estado un tiempo en la Iglesia Matriz de Santa Fe.


Los párrafos entrecomillados y en cursiva fueron tomados del sitio oficial del Santuario. Las fotos -como absolutamente todas las de este blog- son propias. Fueron tomadas durante un viaje a Santa Fe en julio de 2018.

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6 de mayo de 2019

6 de mayo: Aniversario de la ordenación episcopal de monseñor José María Arancedo

Tal como lo anunciamos al comienzo de este Año Litúrgico, desde ahora incorporaremos a este blog algunos escudos episcopales, en las fechas de su ordenación episcopal, según lo que señala el Ceremonial de los Obispos (1167): «Celébrese cada año en la iglesia catedral, como también en las otras iglesias y comunidades de la diócesis, el día aniversario de la ordenación del Obispo con la Misa por el Obispo, mientras no ocurra un día de los que se incluyen bajo los números 1-6 en la tabla de los días litúrgicos».

Recordamos hoy el aniversario de la ordenación episcopal de de monseñor José María Arancedo, Arzobispo Emérito de Santa Fe de la Vera Cruz. Fue designado Obispo Titular de Selemselae y Auxiliar de Lomas de Zamora en 1988 y recibió la consagración episcopal el 6 de mayo de ese año. En 1991 fue trasladado como Obispo de Mar del Plata y en 2003 fue promovido a Arzobispo de Santa Fe, cargo que ejerció hasta abril del año pasado.



En la bitácora principal de esta familia de blogs puede leerse la descripción heráldica y la explicación completa de este escudo: ver aquí.  

La Oración Colecta de la Misa «por el Obispo» del Misal Romano, «especialmente en el aniversario de su ordenación», dice: 


Dios y Pastor de tus fieles,
que gobiernas a la Iglesia con providencia y amor;
haz que tu hijo N.,
a quien pusiste al frente de tu pueblo
para presidirlo en nombre de Cristo,
sea maestro fiel de la verdad,
sacerdote digno de la sagrada liturgia
y guía seguro de tu pueblo santo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.

Próxima entrada: 9 de mayo, Nuestra Señora de los Milagros de Santa Fe

5 de mayo de 2019

Domingo III de Pascua

En la misa de hoy, Tercer Domingo de Pascua del Ciclo C, la Segunda Lectura es del Apocalipsis ( 5, 11-14) y dice así:
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por miles y millones, y exclamaban con voz potente:«El Cordero que ha sido inmolado es digno de recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza». También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían:«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder, por los siglos de los siglos». Los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!», y los Ancianos se postraron en actitud de adoración.


La escena queda bellamente ilustrada con esta imagen, que corresponde a una pintura en el cielorraso de la iglesia porteña consagrada a Nuestra Señora de Balvanera.

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4 de mayo de 2019

Sábado de la II Semana de Pascua: Nuestra Señora del Valle

El sábado siguiente al II Domingo de Pascua se celebra la Memoria de Nuestra Señora del Valle, Patrona de Catamarca, que se festeja cada año con gran concurso de fieles y peregrinos de todas partes del país.



En nuestra entrada de igual fecha litúrgica de 2016 pueden verse más datos acerca de esta querida advocación argentina. La foto que compartimos en esta ocasión corresponde a una bonita imagen que se venera en la iglesia porteña dedicada a Santa Magdalena Sofía Barat.


Oración colecta:

Dios todopoderoso y eterno, que amparas y proteges
a cuantos invocan a la inmaculada Virgen María
con la advocación del Valle,
concédenos, por su ejemplo e intercesión,
vivir plenamente nuestra fe
y alcanzar la verdadera libertad de tus hijos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

Próxima entrada: Domingo III de Pascua (5 de mayo)