30 de noviembre de 2022

30 de noviembre: Fiesta de San Andrés

 

El Martirologio de 1956 decía en la entrada del 30 de noviembre:

«En Patrás en Acaya, la fiesta de San Andrés, apóstol, que predicó el Evangelio de Jesucristo en la Tracia y la Escitia. Preso por el procónsul Egeas, fue desde luego puesto en la cárcel, y maltratado muy cruelmente. Al fin, clavado en una cruz, predicó desde ella al pueblo durante los dos dias que vivió. Habiendo pedido al Señor que no permitiese que fuese desclavado de la cruz, se vió rodeado de una claridad bajada del cielo; y habiendo algún tiempo después desaparecido la luz, rindió su espíritu al Señor».



Oración colecta

Dios de gloria y majestad,
te rogamos humildemente 
que el apóstol san Andrés,
a quien elegiste para ser predicador 
y pastor de tu Iglesia,
sea ante ti nuestro perpetuo intercesor.


El vitral corresponde a la iglesia del Tránsito de San José.

23 de noviembre de 2022

23 de noviembre: San Columbano

Por primera vez en este blog nos ocuparemos hoy de San Columbano, abad. Lo haremos con imágenes tomadas en mayo pasado en la Catedral de Mar del Plata y con la catequesis de Benedicto XVI el 11 de junio de 2008.

San Germán, San Patricio y San Columbano

«Hoy voy a hablar del santo abad Columbano, el irlandés más famoso de la alta Edad Media: con razón se le puede llamar un santo "europeo", pues como monje, misionero y escritor trabajó en varios países de Europa occidental. Como los irlandeses de su época, era consciente de la unidad cultural de Europa. En una de sus cartas, escrita en torno al año 600 y dirigida al Papa San Gregorio Magno, se encuentra por primera vez la expresión "totius Europae", "de toda Europa", refiriéndose a la presencia de la Iglesia en el continente (cf. Epistula I, 1).

San Columbano nació en torno al año 543 en la provincia de Leinster, en el sudeste de Irlanda. Educado en su casa por óptimos maestros que lo orientaron en el estudio de las artes liberales, se encomendó después a la guía del abad Sinell de la comunidad de Cluain-Inis, en el norte de Irlanda, donde pudo profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras.

Cuando tenía cerca de veinte años entró en el monasterio de Bangor, en el nordeste de la isla, donde era abad Comgall, un monje muy conocido por su virtud y su rigor ascético. En plena sintonía con su abad, San Columbano practicó con celo la severa disciplina del monasterio, llevando una vida de oración, ascesis y estudio. Allí también fue ordenado sacerdote. La vida en Bangor y el ejemplo del abad influyeron en la concepción del monaquismo que San Columbano maduró con el tiempo y difundió después en el transcurso de su vida.

Cuando tenía unos cincuenta años, siguiendo el ideal ascético típicamente irlandés de la "peregrinatio pro Christo", es decir, de hacerse peregrino por Cristo, San Columbano dejó la isla para emprender con doce compañeros una obra misionera en el continente europeo. Debemos tener en cuenta que la migración de pueblos del norte y del este había provocado un regreso al paganismo de regiones enteras que habían sido ya cristianizadas.

Alrededor del año 590 este pequeño grupo de misioneros desembarcó en la costa bretona. Acogidos con benevolencia por el rey de los francos de Austrasia (la actual Francia), sólo pidieron un trozo de tierra para cultivar. Les concedieron la antigua fortaleza romana de Annegray, en ruinas y abandonada, cubierta ya de vegetación. Acostumbrados a una vida de máxima renuncia, en pocos meses los monjes lograron construir, a partir de las ruinas, el primer eremitorio. De este modo, su reevangelización comenzó a desarrollarse ante todo a través del testimonio de su vida.

Con el nuevo cultivo de la tierra comenzaron también un nuevo cultivo de las almas. La fama de estos religiosos extranjeros que, viviendo de oración y en gran austeridad, construían casas y roturaban la tierra, se difundió rápidamente, atrayendo a peregrinos y penitentes. Sobre todo muchos jóvenes pedían ser acogidos en la comunidad monástica para vivir como ellos esta vida ejemplar que renovaba el cultivo de la tierra y de las almas. Pronto resultó necesario fundar un segundo monasterio. Fue construido a pocos kilómetros de distancia, sobre las ruinas de una antigua ciudad termal, Luxeuil. Ese monasterio se convertiría en centro de la irradiación monástica y misionera de la tradición irlandesa en el continente europeo. Se erigió un tercer monasterio en Fontaine, a una hora de camino hacia el norte.

En Luxeuil, San Columbano vivió durante casi veinte años. Allí el santo escribió para sus seguidores la Regula monachorum —durante cierto tiempo más difundida en Europa que la de San Benito—, delineando la imagen ideal del monje. Es la única antigua Regla monástica irlandesa que poseemos. Como complemento, redactó la Regula coenobialis, una especie de código penal para las infracciones de los monjes, con castigos bastante sorprendentes para la sensibilidad moderna, que sólo se pueden explicar con la mentalidad de aquel tiempo y ambiente.

Con otra obra famosa, titulada De poenitentiarum misura taxanda, que también escribió en Luxeuil, San Columbano introdujo en el continente la confesión y la penitencia privadas y reiteradas; esa penitencia se llamaba "tarifada" por la proporción establecida entre la gravedad del pecado y la reparación impuesta por el confesor. Estas novedades suscitaron sospechas entre los obispos de la región, sospechas que se convirtieron en hostilidad cuando San Columbano tuvo la valentía de reprochar abiertamente las costumbres de algunos de ellos.

Este contraste se manifestó con la disputa sobre la fecha de la Pascua: Irlanda seguía la tradición oriental, que no coincidía con la tradición romana. El monje irlandés fue convocado en el año 603 en Châlon-sur-Saôn para rendir cuentas ante un Sínodo de sus costumbres sobre la penitencia y la Pascua. En vez de presentarse ante el Sínodo, mandó una carta en la que restaba importancia a la cuestión, invitando a los padres sinodales a discutir no sólo sobre el problema de la fecha de la Pascua, según él un problema secundario, "sino también sobre todas las normas canónicas necesarias, que muchos no observan, lo cual es más grave" (cf. Epistula II, 1). Al mismo tiempo, escribió al Papa Bonifacio IV —unos años antes ya se había dirigido al Papa San Gregorio Magno (cf. Epistula I)— para defender la tradición irlandesa (cf. Epistula III).

Al ser intransigente en todas las cuestiones morales, San Columbano también entró en conflicto con la casa real, pues había reprendido duramente al rey Teodorico por sus relaciones adúlteras. De ello surgió una red de intrigas y maniobras a nivel personal, religioso y político que, en el año 610, desembocó en un decreto por el que se expulsó de Luxeuil a San Columbano y a todos los monjes de origen irlandés, que fueron condenados a un destierro definitivo. Fueron escoltados hasta llegar al mar y embarcados, a costa de la corte, rumbo a Irlanda. Pero el barco encalló a poca distancia de la playa y el capitán, al ver en ello un signo del cielo, renunció a la empresa y, por miedo a ser maldecido por Dios, devolvió a los monjes a tierra firme. Estos, en vez de regresar a Luxeuil, decidieron comenzar una nueva obra de evangelización. Se embarcaron en el Rhin y remontaron el río. Después de una primera etapa en Tuggen, junto al lago de Zurich, se dirigieron a la región de Bregenz, junto al lago de Costanza, para evangelizar a los alemanes.

Ahora bien, poco después, San Columbano, a causa de vicisitudes políticas poco favorables a su obra, decidió atravesar los Alpes con la mayor parte de sus discípulos. Sólo se quedó un monje, llamado Gallus. De su eremitorio se desarrollaría la famosa abadía de Sankt Gallen, en Suiza. Al llegar a Italia, San Columbano fue recibido cordialmente en la corte real longobarda, pero muy pronto tuvo que afrontar notables dificultades: la vida de la Iglesia se encontraba desgarrada por la herejía arriana, todavía dominante entre los longobardos, y por un cisma que había separado a la mayor parte de las Iglesias del norte de Italia de la comunión con el Obispo de Roma.

San Columbano se integró con autoridad en este contexto, escribiendo un libelo contra el arrianismo y una carta a Bonifacio IV para convencerlo a comprometerse decididamente en el restablecimiento de la unidad (cf. Epistula V). Cuando el rey de los longobardos, en el año 612 ó 613, le asignó un terreno en Bobbio, en el valle de Trebbia, San Columbano fundó un nuevo monasterio que luego se convertiría en un centro de cultura comparable al famoso de Montecassino. Allí terminó su vida: falleció el 23 de noviembre del año 615 y en esa fecha se le conmemora en el rito romano hasta nuestros días.

El mensaje de San Columbano se concentra en un firme llamamiento a la conversión y al desapego de los bienes terrenos con vistas a la herencia eterna. Con su vida ascética y su comportamiento sin componendas frente a la corrupción de los poderosos, evoca la figura severa de San Juan Bautista. Su austeridad, sin embargo, nunca es fin en sí misma; es sólo un medio para abrirse libremente al amor de Dios y corresponder con todo el ser a los dones recibidos de él, reconstruyendo de este modo en sí mismo la imagen de Dios y, a la vez, cultivando la tierra y renovando la sociedad humana.

En sus Instructiones dice: "Si el hombre utiliza rectamente las facultades que Dios ha concedido a su alma, entonces será semejante a Dios. Recordemos que debemos devolverle todos los dones que ha depositado en nosotros cuando nos encontrábamos en la condición originaria. La manera de hacerlo nos la ha enseñado con sus mandamientos. El primero de ellos es amar al Señor con todo el corazón, pues él nos amó primero, desde el inicio de los tiempos, antes aún de que viéramos la luz de este mundo" (cf. Instr. XI).

El santo irlandés encarnó realmente estas palabras en su vida. Hombre de gran cultura —escribió también poesías en latín y un libro de gramática—, gozó de muchos dones de gracia. Constructor incansable de monasterios, y también predicador penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que estaba naciendo. Con su energía espiritual, con su fe y con su amor a Dios y al prójimo se convirtió realmente en uno de los padres de Europa: nos muestra también hoy dónde están las raíces de las cuales puede renacer nuestra Europa».

20 de noviembre de 2022

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

 


«En este último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, una fiesta de institución relativamente reciente, pero que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. El título de "rey", referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación. Se puede observar una progresión al respecto: se parte de la expresión "rey de Israel" y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto, mucho más allá de las expectativas del pueblo judío. En el centro de este itinerario de revelación de la realeza de Jesucristo está, una vez más, el misterio de su muerte y resurrección. Cuando crucificaron a Jesús, los sacerdotes, los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: "Es el rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él" (Mt 27, 42). En realidad, precisamente porque era el Hijo de Dios, Jesús se entregó libremente a su pasión, y la cruz es el signo paradójico de su realeza, que consiste en la voluntad de amor de Dios Padre por encima de la desobediencia del pecado. Precisamente ofreciéndose a sí mismo en el sacrificio de expiación Jesús se convierte en el Rey del universo, como declarará él mismo al aparecerse a los Apóstoles después de la resurrección: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra." (Mt 28, 18).

Pero, ¿en qué consiste el "poder" de Jesucristo Rey? No es el poder de los reyes y de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de librar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la gracia nunca se impone y siempre respeta nuestra libertad. Cristo vino "para dar testimonio de la verdad" (Jn 18, 37) —como declaró ante Pilato—: quien acoge su testimonio se pone bajo su "bandera", según la imagen que gustaba a San Ignacio de Loyola. Por lo tanto, es necesario —esto sí— que cada conciencia elija: ¿a quién quiero seguir? ¿A Dios o al maligno? ¿La verdad o la mentira? Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio».

Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus del 22 de noviembre de 2009, Solemnidad de Cristo Rey. 

La hermosa imagen de Cristo con orbe, cetro y una corona a sus pies se encuentra en el vestíbulo del Colegio de La Salle.

18 de noviembre de 2022

Viernes de la Semana XXXIII Durante el Año

Hoy se proclama en la Misa un fragmento del Evangelio según San Lucas (19, 45-48), que dice:
En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
—«Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"».
Todos los días enseñaba en el templo.
Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
La frase que pronuncia Jesús ("Mi casa es casa de oración")  aparece reproducida en el piso de la iglesia porteña dedicada a la Virgen de Monserrat.



16 de noviembre de 2022

16 de noviembre: Santa Gertrudis

Benedicto XVI dedicó su Audiencia General del 6 de octubre de 2010 a Santa Gertrudis. 

«Santa Gertrudis la Grande, de quien quiero hablaros hoy, nos lleva (...) al monasterio de Helfta, donde nacieron algunas obras maestras de la literatura religiosa femenina latino-alemana. A este mundo pertenece Gertrudis, una de las místicas más famosas, la única mujer de Alemania que recibió el apelativo de «Grande», por su talla cultural y evangélica: con su vida y su pensamiento influyó de modo singular en la espiritualidad cristiana. Es una mujer excepcional, dotada de particulares talentos naturales y de extraordinarios dones de gracia, de profundísima humildad y ardiente celo por la salvación del prójimo, de íntima comunión con Dios en la contemplación y de prontitud a la hora de socorrer a los necesitados».




El gran Pontífice culminó sus palabras diciendo: 

Estima en particular dos favores, más que cualquier otro, como Gertrudis misma escribe:

«Los estigmas de tus salutíferas llagas que me imprimiste, como joyas preciosas, en el corazón, y la profunda y saludable herida de amor con la que lo marcaste. Tú me inundaste con tus dones de tanta dicha que, aunque tuviera que vivir mil años sin ninguna consolación ni interna ni externa, su recuerdo bastaría para confortarme, iluminarme y colmarme de gratitud. Quisiste también introducirme en la inestimable intimidad de tu amistad, abriéndome de distintos modos el sagrario nobilísimo de tu divinidad que es tu Corazón divino (…). A este cúmulo de beneficios añadiste el de darme por Abogada a la santísima Virgen María, Madre tuya, y de haberme encomendado a menudo a su afecto como el más fiel de los esposos podría encomendar a su propia madre a su amada esposa» 

Orientada hacia la comunión sin fin, concluye su vida terrena el 17 de noviembre de 1301 ó 1302, a la edad de cerca de 46 años. En el séptimo Ejercicio, el de la preparación a la muerte, Santa Gertrudis escribe:

«Oh Jesús, a quien amo inmensamente, quédate siempre conmigo, para que mi corazón permanezca contigo y tu amor persevere conmigo sin posibilidad de división y tú bendigas mi tránsito, para que mi espíritu, liberado de los lazos de la carne, pueda inmediatamente encontrar descanso en ti. Amén».

Me parece obvio que estas no son sólo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de Santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de camino recto, y nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor a la Sagrada Escritura, en al amor a la liturgia, en la fe profunda, en el amor a María, para conocer cada vez más realmente a Dios mismo y así la verdadera felicidad, la meta de nuestra vida.

El cuadro "Desposorio místico de Santa Gertrudis" se exhibe en el Museo Histórico del Norte, que funciona en el Cabildo de Salta; tomamos la foto en 2019.

14 de noviembre de 2022

Lunes de la Semana XXXIII Durante el Año

Hoy se lee en misa un fragmento del libro del Apocalipsis (1, 1-5a.6b.10-11; 2, 1-5a) que comienza diciendo:

Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus servidores lo que tiene que suceder pronto. Él envió a su Ángel para transmitírsela a su servidor Juan. Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. Feliz el que lea, y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca. 

Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén (...) 

La referencia a Jesucristo,  «el Rey de los reyes»  y a los «siete Espíritus que están delante de su trono» la vemos plásticamente representada en el retablo del altar donde se encuentra el Tabernáculo de la Basílica del Espíritu Santo:



Siete ángeles ("los siete Espiritus") rodean el Sagrario, que es  "el trono"  donde se encuentra "Aquel que es, que era y que vendrá" (letras griegas Alfa y Omega a ambos lados del Tabernáculo) y sostienen una corona pues Él es el "Rey de los Reyes".

La referencia a los "siete Espíritus" aparece también en Apoc 4, 5 («siete lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios»), versículo de la Primera Lectura (Apoc 4, 1-11) que será proclamada este miércoles. 




10 de noviembre de 2022

10 de noviembre: San León Magno


Nacido hacia 390, León fue elegido Papa en 440. 

Durante su pontificado se celebró el Concilio de Calcedonia (en el año 451), que proclamó la divinidad y la humanidad de Cristo, «consustancial al Padre por su divinidad, consustancial a nosotros por su humanidad». Ante las afirmaciones de las herejías que sostenían la separación entre el Padre y el Hijo, considerado como inferior al Padre, León restableció la tradición ortodoxa en su célebre carta dogmática a Flaviano,  que fue aprobada por el concilio con las palabras: «Pedro ha hablado por boca de León». León, que adoptó el título (antes imperial) de "Pontífice Máximo", era muy conciente de la primacía de la sede romana, que hizo valer.

El episodio más conocido de su pontificado fue su encuentro en la ciudad de Mantua,  en 452, con Atila, el rey de los hunos, quien había invadido el norte de Italia y avanzaba sobre Roma. León convenció  a Atila de que no marchase sobre la Ciudad Eterna, logrando la retirada del  ejército de los hunos. Este encuentro del Papa con Atila, muchas veces representado en el arte, aparece en un vitral de la Basílica de Luján, que vimos completo más arriba y cuyo detalle relativo a San León I sigue a estas líneas:


San León I Magno murió el 10 de noviembre de 461. Es también Doctor de la Iglesia.

7 de noviembre de 2022

7 de noviembre: María, Madre y Medianera de la Gracia


«Salus nostra in manu tua est»: «Nuestra salvación está en tu mano». La frase, que aparece en un mosaico en el piso de la iglesia de Monserrat, en el barrio homónimo, alude a un versículo del libro del Génesis 47, cuando los egipcios le dicen a José (47, 25): «Tú nos salvaste la vida». 
Cuando ya no hubo más dinero ni en Egipto ni en Canaán, los egipcios acudieron en masa a José para decirle: «Danos de comer. ¿Por qué tendremos que morir ante tus propios ojos, por falta de dinero?».
José respondió: «Si ya no hay más dinero, entreguen su ganado y yo les daré pan a cambio de él».

Ellos trajeron sus animales a José, y él les dio pan a cambio de caballos, ovejas, vacas y asnos. Y durante aquel año los abasteció de víveres a cambio de todos sus animales.

Pero pasó ese año, y al año siguiente vinieron otra vez y dijeron a José: «Ya se ha terminado todo el dinero y los animales te pertenecen. No podemos ocultarte que no queda nada a tu disposición, fuera de nuestras personas y nuestras tierras. Pero ¿por qué tendremos que morir ante tus propios ojos, nosotros y nuestras tierras? Aduéñate de nosotros y de nuestras tierras a cambio de pan. Así el Faraón será dueño de nosotros y de nuestras tierras. Danos solamente semilla para que podamos sobrevivir. De lo contrario, nosotros moriremos, y el suelo se convertirá en un desierto».
De esa manera, José adquirió para el Faraón todas las tierras de Egipto, porque los egipcios, acosados por el hambre, vendieron cada uno su campo. La tierra pasó a ser propiedad del Faraón, y el pueblo quedó sometido a servidumbre de un extremo al otro del territorio egipcio.
Los únicos terrenos que José no compró fueron los que pertenecían a los sacerdotes, porque a ellos el Faraón le había asignado una ración fija de alimentos; como vivían de la ración que les daba el Faraón, no tuvieron que vender sus tierras.
Entonces José dijo al pueblo: «Ahora ustedes y sus tierras pertenecen al Faraón, porque yo los he comprado. Aquí tienen semilla para sembrar esas tierras.
Pero cuando llegue la cosecha, ustedes deberán entregar al Faraón una quinta parte de los productos, y conservarán las cuatro partes restantes para sembrar la tierra, para alimentarse ustedes y sus familias, y para dar de comer a los niños».
Ellos exclamaron: «Tú nos salvaste la vida. Te agradecemos que nos hayas puesto al servicio del Faraón».
Entonces José promulgó una ley agraria en Egipto –que todavía hoy está en vigencia– por la cual una quinta parte de las cosechas corresponde al Faraón. Sólo las tierras de los sacerdotes no pasaron a ser propiedad del Faraón.  (Gén 47, 16-27)
En versiones antiguas, como esta que vemos abajo (de un breviario editado en 1725), la frase aparece  transcripta en forma textual: «Salus nostra in manu tua est»



Así se expresa San Alfonso María de Ligorio en "Las glorias de María" (el resaltado es nuestro):  «Decía el glorioso San Cayetano que podemos buscar la gracia, pero que no la obtendremos sin la intercesión de María. Y lo confirma San Antonino diciendo con bella expresión: “El que pide sin ella, intenta volar sin alas”. El que pide y pretende conseguir las gracias sin la intercesión de María pretende volar sin alas; porque, como el faraón dijo a José: “En tu mano está la tierra de Egipto” (Gn 47, 6); y como a todos los que a él recurrían en demanda de auxilio les decía: “Id a José”, así Dios cuando le pedimos la gracia nos manda a María: “Id a María”. Y es que él ha decretado, dice San Bernardo, no conceder ninguna gracia sino por mano de María. Por lo que dice Ricardo de San Lorenzo: Nuestra salvación está en manos de María para que nosotros los cristianos le podamos decir mucho mejor que los egipcios decían a José: Nuestra salvación está en su mano”». (...)  Dice «lo mismo, aún con más vigor, Casiano: “Toda la salvación del mundo depende de los innumerables favores de María”. El protegido por María se salva; el que no es protegido se pierde. San Bernardino de Siena le dice: “Señora, ya que eres la dispensadora de todas las gracias y la gracia de la salvación sólo puede venirnos de tu mano, quiere esto decir que de ti depende nuestra salvación”». 

Por ello nos parece apropiado publicar esta imagen en el día en que se honra a la Bienaventurada Virgen María como Madre y Medianera de la Gracia.

5 de noviembre de 2022

5 de noviembre: Beato Gomidas Keumurgian

Mis abuelos eran armenios. Llegaron a la Argentina en enero de 1923 con su pequeña hija -mi tía-, nacida en Constantinopla en noviembre de 1922, esto es, hace ahora 100 años.

Por ese motivo en la casa de mis padres se conservan numerosos ejemplares de "La Revista Armenia", publicación "de la Asistencia de la Colectividad Armenio - Católica". Y por la misma razón siempre me resultó familiar el nombre del Beato Der Gómidas.

En un número del año 1929 la revista celebra la entonces reciente beatificación de Gómidas Keumurdjian:


Hoy es la fecha en que se honra su memoria; el Martirologio lo elogia con estas palabras: «En Constantinopla, Beato Gómidas Keumurgian, presbítero y mártir, que, siendo padre de familia, nacido y ordenado en la Iglesia de Armenia, por mantener firmemente y propagar la fe católica profesada en el Concilio de Calcedonia, padeció enormemente y finalmente murió degollado mientras recitaba el símbolo niceno».

El Beato Der Gomidas nació en Constantinopla hacia 1656. Era hijo de un sacerdote armenio no católico. Hacia los veinte años contrajo matrimonio. Más tarde recibió la ordenación sacerdotal y fue destinado a la parroquia armenia San Jorge, en su ciudad natal. Cuando tenía 40 años se apartó del cisma ortodoxo, junto con su esposa y sus hijos. Varios sacerdotes armenios disidentes se plegaron a su movimiento en favor de la unión con Roma, lo que alarmó a las autoridades. Se generó entonces un clima hostil, por lo que Gomidas se trasladó a Jerusalén. En 1702, cuando murió el patriarca armenio de Constantinopla,  que era quien había desatado allí la persecución, Gomidas regresó a la ciudad. Pero los problemas no cesaron.

Poco después, los disidentes de Constantinopla obligaron a las autoridades musulmanas a perseguir a los católicos. El padre Gomidas fue arrestado en la Cuaresma de 1707 y condenado a las galeras, pero sus amigos consiguieron ponerlo en libertad, pagando un rescate. El Viernes Santo, Gomidas volvió a su parroquia, donde siguió predicando la unión con Roma.  Pero en noviembre fue arrestado nuevamente; en la prisión se lo privó de alimentos y bebidas.  Tras recibir los sacramentos, se despidió de su esposa.  Fue sentenciado a morir,  condena que enfrentó con valor y heroísmo, rechazando las varias propuestas de apostatar de la fe cristiana ante los mahometanos o fingir que lo hacía.

Cuando se le dio la orden de arrodillarse para ser decapitado, Gomidas lo hizo, con el rostro hacia el oriente. Los guardias le ordenaron que se volviese al sur, pero él no obedeció. Comenzó a recitar el Credo de Nicea, y el verdugo le cortó la cabeza de un golpe.

El mártir más ilustre de Constantinopla desde la época de la persecución iconoclasta es también, seguramente, el primer sacerdote mártir a cuya ejecución asistieron su esposa y sus hijos. Como uno de ellos, también llamado Gomidas, adoptó el nombre de Cosme di Carbognano (o Cosme de Carbonian, como vemos en la imagen de "La Revista Armenia"), ese nombre se aplica también al beato mártir. 

3 de noviembre de 2022

3 de noviembre: San Martín de Porres

 

Se celebra hoy la Memoria de San Martín de Porres, religioso dominico, célebre por su humildad y por los milagros que realizó en vida. 

Pese a que es muy presente en la piedad popular, es la primera vez que nos referimos a él en este blog.


Dice el Martirologio Romano:

«San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. 

Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad».

Nació en Lima 1569 y murió en 1639.  

Fue beatificado en 1837. Juan XXIII lo canonizó en 1962. Era personalmente devoto del santo, y dijo en su homilía el día de la canonización:

Martín, con el ejemplo de su vida, nos demuestra que es posible conseguir la salvación y la santidad por el camino que Cristo enseña: si ante todo amamos a Dios de todo corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente; y, en segundo lugar, si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos

(...) 

Excusaba las faltas de los demás; perdonaba duras injurias, estando persuadido de que era digno  de mayores penas por sus pecados; procuraba traer al buen camino con todas sus fuerzas a los pecadores; asistía complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los mestizos que en aquel tiempo desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad. Hay que tener también en cuenta que en esto siguió caminos, que podemos juzgar ciertamente nuevos en aquellos tiempos, y que pueden considerarse como anticipados a nuestros días.

(...) 

La dulzura y delicadeza de su santidad de vida llegó a tanto que durante su vida y después de la muerte ganó el corazón de todos, aun de razas y procedencias distintas 

El perro a sus pies y la escoba que lleva el santo, junto con su tez oscura, son atributos que hacen inconfundible a Martín de Porres, que, como dijimos, es muy popular en la devoción de los fieles.

La imagen que ilustra esta entrada se exhibe en el exterior de la iglesia de San Martín de Porres de la ciudad de Bragado.


Oración colecta

Dios nuestro, que guiaste a San Martín de Porres

hasta la gloria del cielo por el camino de la humildad,

concédenos imitar sus ejemplos,

para ser llevados con él a la patria celestial.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,

y es Dios, por los siglos de los siglos.