El pasado 6 de mayo pudimos ser partícipes, a través de la televisión, de un acontecimiento que no ocurría desde hacía 70 años: la ceremonia de coronación de un monarca británico. No entraremos en detalles que no vienen al caso en este blog, pero sí queremos subrayar que la corona que se usó en esa ocasión -y en todas las anteriores, desde hace un milenio- es la corona de San Eduardo, rey de Inglaterra, cuya Memoria se celebra hoy.
San Eduardo el Confesor nació en Islip en el 1004. Era hijo del rey Etelredo II y de su esposa, Emma de Normandía. A los 10 años fue desterrado a Normandía y no pudo volver hasta el 1041. Al año siguiente fue coronado rey.
Era «bondadoso con todos, solidario con los pobres y oprimidos, humilde, casto y lleno de justicia y piedad, mostró un gran celo por la religión».
Levantó la abadía de Westminster, donde se conserva su tumba y donde tienen lugar las coronaciones de reyes y reinas del Reino Unido desde el siglo XI.
San Eduardo murió el 5 de enero de 1066 y fue canonizado el 7 de febrero de 1161.
El vitral pertenece a la iglesia de Santa María, y fue confeccionado "en memoria de Eduardo Copello", familiar de Santiago Luis Copello, quien siendo Arzobispo de Buenos Aires erigió la parroquia e inauguró el templo, llamado así en memoria de su madre, María Bianchi de Copello. Para la construcción del templo, como de muchos otros de Buenos Aires, el arzobispo donó de su propio peculio personal.
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