31 de mayo de 2021

31 de mayo: Fiesta de la Visitación de la Virgen María


«La liturgia de hoy nos presenta el pasaje de la Visitación de la Virgen María. Es muy conocido su camino después de la Anunciación: desde Nazaret se dirige a la aldea de montaña de Judea donde habitaba su prima Isabel. María va para ayudarla en los días de su preparación para la maternidad. Camina por las sendas de su tierra llevando en su interior el sumo misterio.

Leemos en el evangelio que la revelación de ese misterio aconteció de una manera desacostumbrada. «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno!» (Lc 1, 42). Con estas palabras Isabel saludó a María. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1, 43). Isabel ya conoce el plan de Dios y lo que, en ese instante, es un misterio suyo y de María. Sabe que su hijo, Juan Bautista, deberá preparar el camino del Señor, deberá convertirse en el heraldo del Mesías, de aquel que la Virgen de Nazaret ha concebido por obra del Espíritu Santo. El encuentro de las dos madres, Isabel y María, anticipa los acontecimientos que habrán de cumplirse y, en cierto sentido, prepara para ellos. ¡Feliz tú, por haber creído en la palabra de Dios que te anuncia el nacimiento del Redentor del mundo!, dice Isabel. Y María responde con las palabras del Magnificat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador» (Lc 1, 46-47). Realmente las maravillas de Dios, los grandes misterios de Dios, se cumplen de manera oculta, dentro de la casa de Zacarías. Toda la Iglesia se referirá continuamente a ellos; repetirá con Isabel: «¡Feliz la que ha creído!» y, con María, cantará el Magnificat.

En efecto, el acontecimiento que tuvo lugar en la tierra de Judea encierra un contenido inefable. Dios vino al mundo. Se hizo hombre. Por obra del Espíritu Santo fue concebido en el seno de la Virgen de Nazaret, para nacer en el pesebre de Belén. Pero antes de que todo eso suceda, María lleva a Jesús, como toda madre lleva en sí al hijo de su seno. No sólo lleva su existencia humana, sino también todo su misterio, el misterio del Hijo de Dios, Redentor del mundo. Por eso, también la visita de María a la casa de Isabel es, en cierto sentido, un acontecimiento común y, al mismo tiempo, un evento único, extraordinario e irrepetible.

Juntamente con María viene el Verbo eterno, el Hijo de Dios. Viene para estar en medio de nosotros. De la misma manera que entonces el tiempo anterior al nacimiento lo había vinculado a Nazaret y luego a Judea, donde vivía Isabel, y definitivamente a la pequeña aldea de Belén, donde debía venir al mundo, así ahora cada visita suya lo vincula siempre a otro lugar de la tierra, donde la celebramos en la liturgia».

Las palabras que acabamos de transcribir fueron pronunciadas en  Zamosc, Polonia, por San Juan Pablo II.  Se refieren al texto evangélico de hoy (Lc 1, 39-45), aunque el Papa las dijo en otro contexto litúrgico.

La imagen, por su parte -María e Isabel uniéndose en un abrazo- es uno de los medallones que, representando los misterios del Rosario, adornan el altar de Santo Domingo Penitente en la Basílica del Santísimo Rosario, en San Miguel de Tucumán. 

28 de mayo de 2021

28 de mayo: San Germán de París

 

El Martirologio Romano trae hoy la memoria de este santo pastor con las siguientes palabras:  «En París, en la Galia, San Germán, obispo, que habiendo sido antes abad de San Sinforiano de Autún, fue llamado a la sede de esta ciudad, donde, conservando el estilo de vida monástico, ejerció una fructuosa cura de almas».

San Germán nació en 496 cerca de Autun. Fue ordenado sacerdote por el obispo de esa ciudad y más tarde fue elegido abad de San Sinforiano, ubicada en los suburbios.

Se encontraba de casualidad en París cuando la sede quedó vacante, por lo que el rey Childeberto lo nombró obispo de dicha diócesis. 

San Germán siguió practicando en París el estilo de vida sencillo al que estaba acostumbrado, y su prédica invitaba a los pecadores a la conversión. Entre ellos se encontraba el mismísimo rey, que acabó por transformarse en bienhechor de los pobres y fundador de monasterios. Cuando Childeberto cayó enfermo, San Germán fue a visitarlo; los médicos habían desahuciado al rey, pero el santo pasó toda la noche en oración, y  a la mañana siguiente le devolvió la salud al imponerle las manos. 

Agradecido, Childeberto fundó en París una iglesia y un monasterio dedicados a la Santa Cruz y a San Vicente. San Germán consagró ambos edificios y construyó allí mismo una capilla dedicada a  San Sinforiano, en la que fue sepultado. Después de la muerte del santo, la iglesia tomó el nombre de Saint-Germain-des-Prés.

Durante las guerras fratricidas que dividieron a los sobrinos de Childeberto, el santo trató de mediar entre ellos y de preservar la paz, aunque sin éxito.

San Germán de París murió el 28 de mayo del año 576, a los ochenta años de edad. 

La imagen que vemos se venera en la iglesia ortodoxa consagrada en Palermo a San Martín de Tours.

24 de mayo de 2021

María, Madre de la Iglesia



Hoy,  lunes después de Pentecostés, la Iglesia celebra la Memoria de María, Madre de la Iglesia.

El 21 de noviembre de 1964, al terminar la III Sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI, durante la celebración de la misa, declaró a María Santísima «Madre de la Iglesia, esto es, de todo el pueblo cristiano, tanto de fieles como de pastores, que la llaman Madre amorosísima», y determinó que «en adelante, todo el pueblo cristiano, con este nombre gratísimo, honre más todavía a la Madre de Dios». A partir de entonces, muchas Iglesias particulares y familias religiosas empezaron a venerar a la santísima Virgen con el título de «Madre de la Iglesia».

En 2018, un Decreto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos instituyó para la Iglesia Universal  la Memoria de María Madre de la Iglesia (si bien en algunos países, como la Argentina,  esa Memoria ya era celebrada). Lo hizo con estas palabras:

La gozosa veneración otorgada a la Madre de Dios por la Iglesia en los tiempos actuales, a la luz de la reflexión sobre el misterio de Cristo y su naturaleza propia, no podía olvidar la figura de aquella Mujer (cf. Gál 4,4), la Virgen María, que es Madre de Cristo y, a la vez, Madre de la Iglesia.
Esto estaba ya de alguna manera presente en el sentir eclesial a partir de las palabras premonitorias de San Agustín y de San León Magno. El primero dice que María es madre de los miembros de Cristo, porque ha cooperado con su caridad a la regeneración de los fieles en la Iglesia; el otro, al decir que el nacimiento de la Cabeza es también el nacimiento del Cuerpo, indica que María es, al mismo tiempo, madre de Cristo, Hijo de Dios, y madre de los miembros de su cuerpo místico, es decir, la Iglesia. Estas consideraciones derivan de la maternidad divina de María y de su íntima unión a la obra del Redentor, culminada en la hora de la cruz.
En efecto, la Madre, que estaba junto a la cruz (cf. Jn 19, 25), aceptó el testamento de amor de su Hijo y acogió a todos los hombres, personificados en el discípulo amado, como hijos para regenerar a la vida divina, convirtiéndose en amorosa nodriza de la Iglesia que Cristo ha engendrado en la cruz, entregando el Espíritu. A su vez, en el discípulo amado, Cristo elige a todos los discípulos como herederos de su amor hacia la Madre, confiándosela para que la recibieran con afecto filial.
María, solícita guía de la Iglesia naciente, inició la propia misión materna ya en el cenáculo, orando con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Con este sentimiento, la piedad cristiana ha honrado a María, en el curso de los siglos, con los títulos, de alguna manera equivalentes, de Madre de los discípulos, de los fieles, de los creyentes, de todos los que renacen en Cristo y también «Madre de la Iglesia», como aparece en textos de algunos autores espirituales e incluso en el magisterio de Benedicto XIV y León XIII.
De todo esto resulta claro en qué se fundamentó el beato Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, para declarar va la bienaventurada Virgen María «Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa», y estableció que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título».
Por lo tanto, la Sede Apostólica, especialmente después de haber propuesto una misa votiva en honor de la bienaventurada María, Madre de la Iglesia, con ocasión del Año Santo de la Redención (1975), incluida posteriormente en el Misal Romano, concedió también la facultad de añadir la invocación de este título en las Letanías Lauretanas (1980) y publicó otros formularios en el compendio de las misas de la bienaventurada Virgen María (1986); y concedió añadir esta celebración en el calendario particular de algunas naciones, diócesis y familias religiosas que lo pedían.
El Sumo Pontífice Francisco, considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año.
Esta celebración nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarís4atico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.
Por tanto, tal memoria deberá aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas: los respectivos textos litúrgicos se adjuntan a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de ser confirmadas por este Dicasterio.
Donde la celebración de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, ya se celebra en un día diverso con un grado litúrgico más elevado, según el derecho particular aprobado, puede seguir celebrándose en el futuro del mismo modo.
La imagen que ilustra esta entrada es simétrica de la que vimos el 24 de diciembre. En aquélla veíamos a los «antepasados de Jesucristo», es decir, al antiguo Pueblo de Dios, venerando a la Virgen y al Redentor; en esta vemos al nuevo Pueblo de Dios ante la Madre de la Iglesia. Vemos a un papa, a un obispo, a un rey, a un sacerdote y a una familia cristiana, representando a los distintos estados de vida dentro de la Iglesia

23 de mayo de 2021

Solemnidad de Pentecostés

La Primera Lectura de la misa de hoy, Solemnidad de Pentecostés, está tomada del capítulo 2 del libro de los Hechos de los Apóstoles:

«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.

De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.

Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.

Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.

Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.

Con gran admiración y estupor decían: 

"¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?  Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios"».


La imagen se venera en la iglesia de San Cayetano (del barrio de Belgrano)

18 de mayo de 2021

18 de mayo: Santa María Josefa del Corazón de Jesús

La iglesia que en el bario de Lugano está consagrada al Niño Jesús exhibe una imagen de Santa María Josefa del Corazón de Jesús (en el siglo María Josefa Sancho de Guerra),  fundadora de las Siervas de María, que se dedican al cuidado de los enfermos.


Siguiendo la biografía publicada en el sitio oficial de las Siervas de Jesús, damos ahora una síntesis de su vida.

«Nace en Vitoria (Álava), España, el 7 de septiembre de 1842. Es la mayor de tres hermanas. Cuando tenía seis años muere su padre repentinamente y María Josefa ve las dificultades que a diario pasa su madre para sacar adelante la familia. En ella aprendió la lección de la fortaleza cristiana que supera con paciencia heroica las adversidades.

A los 18 años hizo el propósito de ser religiosa. Se inclina por la vida contemplativa pero una grave enfermedad se lo impide.

En un segundo intento entra en una congregación de vida activa, las Siervas de María, era el 3 de diciembre de 1865 y tenía 22 años.

Cuando iba a terminar su etapa de formación, antes de hacer los votos temporales, consciente de lo que implicaba continuar el camino emprendido, su alma entra en una fuerte crisis». Lo comenta con Santa Soledad Torres Acosta, «a la sazón Maestra de Novicias de dicha congregación, quien, después de escuchar sus inquietudes la lleva a consultar con San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, quien escuchó a María Josefa y le pidió tres días de reflexión, ofreciendo tres Eucaristías al Espíritu Santo, al cabo de los cuales le dijo que Dios la tenía reservada para grandes cosas en el servicio de las almas. Estas palabras serenaron por entonces su espíritu y calmaron sus angustias»

Fiel a los consejos del santo y dócil a la moción del Espíritu, con la dispensa del Cardenal Arzobispo de Toledo, «sale de las Siervas de María el año 1871 para enriquecer a la Iglesia con un nuevo Instituto» dedicado a ejercer la caridad con los enfermos y los necesitados.

«María Josefa comienza este nuevo camino fundacional con otras cuatro compañeras. En un principio piensan ir a Barcelona pero las mediaciones humanas, de las que Dios se sirve para realizar sus designios de amor, las hacen cambiar de rumbo y dirigirse a Bilbao. Era el 23 de julio de 1871».

A los dos días de llegar a Bilbao «se encuentran por primera vez con D. Mariano José de Ibargoingotia», un sacerdote que, aunque al principio las recibe con cierto recelo, más tarde las ayudaría mucho.

«Primero viven en una boardilla en la calle de la Esperanza. Después pasan a la calle de la Ronda. María Josefa recordará siempre los inicios y dirá que aunque fueron escasos en bienes materiales, fueron abundantes en frutos del Espíritu.

Con el tiempo consiguen la finca de la calle de la Naja, ya que las vocaciones aumentaban y el piso de la Ronda quedaba pequeño. Las llamaban de muchos sitios; cada vez eran más los que pedían sus servicios»

En 1874 las Siervas de Jesús -cuya espiritualidad consiste en «ser reflejos de la misericordia del Corazón de Jesús con los enfermos»reciben la primera aprobación diocesana; el 8 de enero de 1886, la Aprobación Pontificia.

«En mayo de 1887, después de terminar los Ejercicios Espirituales dirigidos por el P. Tomás Gómez, jesuita, fundador de la Universidad de Comillas, hicieron la Profesión Perpetua, María Josefa y las cuatro coofundadoras». María Josefa toma el nombre religioso de Sor Corazón de Jesús.

El Instituto se consolida y extiende su obra por España y América. En vida de la santa, fueron 42 fundaciones llevadas a cabo no sin dificultades, con el lema AMOR Y SACRIFICIO.


«En marzo de 1898 a María Josefa se le manifiesta una aguda afección cardiaca. Le prohíben viajar y ella acepta sus limitaciones. Desde su habitación de la calle de la Naja, la Madre dirige todo el despliegue de las nuevas fundaciones».

«En enero de 1911 surgió una nueva complicación»: a la dolencia cardiaca se une una infección pulmonar. María Corazón, como le decía el pueblo, pasará desde entonces su tiempo sentada en un sillón, limitada «como los miles de enfermos a los que consagró su vida y su tiempo. Las hermanas la quieren rodear de atenciones y comodidades pero ella repite: "Dejadme morir como una pobre religiosa…Tratadme como a los pobres, quiero morir como he vivido"».

«El 20 de marzo, al día siguiente de la fiesta de San José, al que había tenido gran devoción, entró en agonía de una manera sencilla como su vida, serena como su corazón. Sus últimas palabras después de haber recibido la Unción de los Enfermos fueron: "Ya está todo". Su débil corazón que tanto había amado a los enfermos y a las Siervas de Jesús de la Caridad, dejó de latir y expiró». 

«En el año 1992 fue beatificada por Juan Pablo II y canonizada por el mismo Papa el día 1 de octubre de 2000».


Oración
Te bendecimos, Señor, 
porque has elegido a Santa María Josefa del Corazón de Jesús 
para hacer presente tu amor misericordioso en el mundo del dolor.

Concédenos la gracia que por su intercesión te pedimos (...) 
y que su ejemplo nos ayude 
a revestirnos de los sentimientos de bondad y de amor de tu Divino Corazón
en favor de los enfermos, ancianos y niños.

Corazón de Jesús, salud de los enfermos.
Ten misericordia de nosotros

Corazón de Jesús, fortaleza de los ancianos.
Ten misericordia de nosotros

Corazón de Jesús, amigo de los niños.
Ten misericordia de nosotros

16 de mayo de 2021

Solemnidad de la Ascensión del Señor

La Primera Lectura de la misa de hoy, Solemnidad de la Ascensión, es de los los Hechos de los Apóstoles  (1, 1-11):

«En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.

Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios.

En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días”.

Los que estaban reunidos le preguntaron: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”.

El les respondió: No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad. Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.

Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”».


En la Solemnidad de la Ascensión de 2009, en la Plaza Miranda de Cassino, dijo el papa Benedicto XVI:

«"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8). Con estas palabras, Jesús se despide de los Apóstoles, como acabamos de escuchar en la primera lectura. Inmediatamente después, el autor sagrado añade que "fue elevado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos" (Hch 1, 9). Es el misterio de la Ascensión, que hoy celebramos solemnemente. Pero ¿qué nos quieren comunicar la Biblia y la liturgia diciendo que Jesús "fue elevado"? El sentido de esta expresión no se comprende a partir de un solo texto, ni siquiera de un solo libro del Nuevo Testamento, sino en la escucha atenta de toda la Sagrada Escritura. En efecto, el uso del verbo "elevar" tiene su origen en el Antiguo Testamento, y se refiere a la toma de posesión de la realeza. Por tanto, la Ascensión de Cristo significa, en primer lugar, la toma de posesión del Hijo del hombre crucificado y resucitado de la realeza de Dios sobre el mundo.

Pero hay un sentido más profundo, que no se percibe en un primer momento. En la página de los Hechos de los Apóstoles se dice ante todo que Jesús "fue elevado" (Hch 1, 9), y luego se añade que "ha sido llevado" (Hch 1, 11). El acontecimiento no se describe como un viaje hacia lo alto, sino como una acción del poder de Dios, que introduce a Jesús en el espacio de la proximidad divina. La presencia de la nube que "lo ocultó a sus ojos" (Hch 1, 9) hace referencia a una antiquísima imagen de la teología del Antiguo Testamento, e inserta el relato de la Ascensión en la historia de Dios con Israel, desde la nube del Sinaí y sobre la tienda de la Alianza en el desierto, hasta la nube luminosa sobre el monte de la Transfiguración. Presentar al Señor envuelto en la nube evoca, en definitiva, el mismo misterio expresado por el simbolismo de "sentarse a la derecha de Dios".

En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios. El "cielo", la palabra cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad, Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre. El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con él. Por tanto, la solemnidad de la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado, invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros.

Desde esta perspectiva comprendemos por qué el evangelista San Lucas afirma que, después de la Ascensión, los discípulos volvieron a Jerusalén "con gran gozo" (Lc 24, 52). La causa de su gozo radica en que lo que había acontecido no había sido en realidad una separación, una ausencia permanente del Señor; más aún, en ese momento tenían la certeza de que el Crucificado-Resucitado estaba vivo, y en él se habían abierto para siempre a la humanidad las puertas de Dios, las puertas de la vida eterna. En otras palabras, su Ascensión no implicaba la ausencia temporal del mundo, sino que más bien inauguraba la forma nueva, definitiva y perenne de su presencia, en virtud de su participación en el poder regio de Dios.

Precisamente a sus discípulos, llenos de intrepidez por la fuerza del Espíritu Santo, corresponderá hacer perceptible su presencia con el testimonio, el anuncio y el compromiso misionero. También a nosotros la solemnidad de la Ascensión del Señor debería colmarnos de serenidad y entusiasmo, como sucedió a los Apóstoles, que del Monte de los Olivos se marcharon "con gran gozo". Al igual que ellos, también nosotros, aceptando la invitación de los "dos hombres vestidos de blanco", no debemos quedarnos mirando al cielo, sino que, bajo la guía del Espíritu Santo, debemos ir por doquier y proclamar el anuncio salvífico de la muerte y resurrección de Cristo. Nos acompañan y consuelan sus mismas palabras, con las que concluye el Evangelio según san Mateo: "Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20).



Queridos hermanos y hermanas, el carácter histórico del misterio de la resurrección y de la ascensión de Cristo nos ayuda a reconocer y comprender la condición trascendente de la Iglesia, la cual no ha nacido ni vive para suplir la ausencia de su Señor "desaparecido", sino que, por el contrario, encuentra la razón de su ser y de su misión en la presencia permanente, aunque invisible, de Jesús, una presencia que actúa con la fuerza de su Espíritu. En otras palabras, podríamos decir que la Iglesia no desempeña la función de preparar la vuelta de un Jesús "ausente", sino que, por el contrario, vive y actúa para proclamar su "presencia gloriosa" de manera histórica y existencial. Desde el día de la Ascensión, toda comunidad cristiana avanza en su camino terreno hacia el cumplimiento de las promesas mesiánicas, alimentándose con la Palabra de Dios y con el Cuerpo y la Sangre de su Señor. Esta es la condición de la Iglesia —nos lo recuerda el Concilio Vaticano II—, mientras "prosigue su peregrinación en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva" (Lumen gentium,8)».

El hermoso vitral pertenece a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya.

14 de mayo de 2021

14 de mayo: San Miguel Garicoïts

En diciembre de 2013, es decir mucho antes de que tuviéramos la idea de crear este blog, visitamos la iglesia de San José, en Asunción del Paraguay, con ocasión de un acontecimiento familiar, y allí tomamos las fotos que, tantos años después, sirven ahora para  ilustrar esta entrada.

En un vitral redondo, que da hacia el frente del templo, se ve la figura de San Miguel Garicoïts, fundador de la congregación de padres bayoneses o betharramitas, a cuyo cargo está la mencionada iglesia asuncena. A este santo le dedicamos también la entrada del 14 de mayo de 2019, con fotos que tomamos en la iglesia porteña de San Juan Bautista.

Miguel nació en 1797 en la aldea de Ibarre, ubicada en la diócesis de Bayona (Francia). Sus padres eran humildes campesinos,de gran fe y piedad. Aunque desde niño sintió el llamado al sacerdocio, su familia carecía de los recursos necesarios para costearle los estudios; por ello debió trabajar como criado hasta los 15 años.  

Al terminar sus estudios secundarios entró en el seminario, donde sobresalió en ciencia y piedad al punto de ser llamado "otro San Luis Gonzaga".
En 
1823 fue ordenado sacerdote y enviado a un pequeño pueblo como auxiliar del párroco, muy mayor de edad y enfermo. Miguel, con gran celo apostólico, renovó la vida espiritual de la feligresía. Promovió la comunión frecuente y el culto al Sagrado Corazón.
Tres años después, el Obispo de Bayona lo nombró profesor de filosofía y administrador del Seminario Mayor de la diócesis, establecido en Bétharram, junto a un renombrado santuario de la Virgen. Más tarde fue nombrado Director del Seminario.

Cuando el seminario fue trasladado a Bayona, el padre Garicoïts permaneció en el santuario mariano como capellán.  Entonces la Virgen le inspiró la fundación de un instituto religioso de sacerdotes. Obtuvo la aprobación del Obispo de Bayona y en octubre de 1835 echó las bases de su obra con otros cinco sacerdotes, que lo eligieron como superior.
En 1841 la obra recibió su nombre definitivo de "Instituto de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Bétharram". El P. Garicoïts abrió colegios en diversas localidades de la región. Luego la congregación pudo extenderse fuera de los límites de su diócesis de origen, Bayona.



Desde fines del siglo XIX tuvo lugar una numerosa inmigración europea a América. Entre los que vinieron  a la Argentina hubo miles de vascos y vascos franceses, que naturalmente requerían atención espiritual con misioneros de su  misma lengua y nación. Por ello el padre Garicoïts recibió la propuesta de enviar a la Argentina un grupo de sus religiosos. Aceptó de inmediato e incluso estuvo a punto de embarcarse él mismo, pero finalmente el P. Diego Barbé fue designado superior de la modesta misión que, embarcada en Bayona el 30 de agosto de 1856, llegó a Buenos Aires en noviembre.
El padre Barbé fundó el colegio San José de Buenos Aires; desde esta ciudad, en las décadas siguientes, otros sacerdotes fundaron varias casas en Sudamérica, incluyendo en 1904 una sede en Asunción del Paraguay,  cuya iglesia es la que hoy visitamos por medio de este blog.

Miguel Garicoïts falleció el 14 de mayo de 1863, fiesta de la Ascensión.

Fue beatificado en 1923. Los dos milagros requeridos para su ulterior canonización tuvieron lugar en la Argentina. Gracias a ellos Miguel Garicoïts fue declarado santo por Pío XII el 6 de julio de 1947.

Oración
Infunde en nosotros, Padre Santo, 
ese mismo espíritu de hijos adoptivos, 
con el que el presbítero, nuestro padre San Miguel Garicoïts,
cumplió siempre tu voluntad,  
con magnanimidad y disponibilidad  en seguimiento de Jesús, 
anonadado y obediente. 
Que vive y reina...

10 de mayo de 2021

10 de mayo: Beatos mártires Jaime Puig y compañeros

La Memoria de hoy aparece en el Calendario Litúrgico particular de los Hijos de la Sagrada Familia, congregación religiosa fundada por San José Manyanet

Dice al respecto una página web institucional:

«El 10 de mayo celebramos la Memoria de los Beatos Jaime Puig, presbítero, 18 compañeros Hijos de la Sagrada Familia, y Sebastián Llorens, apóstol laico. (...) Todos ellos, en diferentes tiempos, lugares y formas de martirio, durante la persecución religiosa española de 1936-1937, sellaron con su sangre la fidelidad a Cristo y a su vocación cristiana, religiosa y sacerdotal». Este grupo de mártires está formado por quince presbíteros y cuatro religiosos miembros de la Congregación de Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y un joven laico  asociado a ella


«Todos ellos -dice el Breve Apostólico firmado por Francisco I- encontraron la muerte en el ejercicio de su ministerio religioso y sacerdotal y, cuando fueron detenidos, se mantuvieron fieles y, a causa de su fe y por odio a la misma fe, fueron asesinados. Dieron un testimonio luminoso de su entereza cristiana, religiosa y sacerdotal, perdonando a sus verdugos y pidiendo su conversión. Invitaban a sus familiares, hermanos en religión y amigos a no llorar su muerte, sino más bien a pedir para que, libres ya de las ataduras terrenas, pudiesen gozar de la verdadera libertad de los hijos de Dios. Querían que su martirio fuese una semilla de paz, perdón y reconciliación que, regada con su sangre, germinase en los corazones de todos».

La ceremonia de beatificación tuvo lugar en Tarragona el 13 de octubre de 2013. Con los 20 mártires que celebramos hoy fueron beatificados también otros numerosos mártires españoles de la terrible persecución de los años 30.


La imagen que ilustra esta entrada se venera en la iglesia de Jesús de Nazaret, de Buenos Aires, confiada ad nutum S. Sedis a los Hijos de la Sagrada Familia. Respecto de la imagen, leemos en la misma página de la familia religiosa:




«Esta alegoría de los Mártires por la familia, obra del profesor Joan Torres Viver (2013), se inspira en este conocido texto del Apocalipsis (7,9-15): 
Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras  blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!” (...) Y uno de los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?” Yo les respondí: “Señor mío, tú lo sabrás”. Él me respondió: “Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo”.
Todos ellos, como religiosos y sacerdotes Hijos de la Sagrada Familia, han sido acogidos en el cielo por la Virgen María y San José. Los quince sacerdotes llevan la estola, los religiosos una palma o están con un signo de recogimiento, y el joven Sebastián Llorens con la imagen de la Virgen del Vilar, patrona de Blanes, por quien arriesgó su vida al poner a salvo la milenaria escultura»

Oración Colecta

Dios, Padre nuestro, que al beato Jaime Puig, sacerdote, y 19 compañeros, 
con la ayuda de la Madre de Dios, 
los llevasteis a la imitación de Cristo hasta el derramamiento de su sangre; 
concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza, 
de palabra y de obra. 
Por nuestro Señor Jesucristo...

8 de mayo de 2021

8 de mayo: Solemnidad de Nuestra Señora de Luján




Oración a la Virgen de Luján

Virgen María,
Madre de Dios y Madre nuestra.
Nuestra Señora de Luján,
Patrona de nuestra Patria;
hoy alzamos nuestros ojos
y nuestros brazos hacia ti,
Madre de la Esperanza,
de los pobres y de los peregrinos,
escúchanos.
Hoy te pedimos por Argentina,
por nuestro pueblo.
Ilumina nuestra patria
con el sol de justicia,
con la luz de una mañana nueva,
que es la luz de Jesús.
Enciende el fuego nuevo
del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo el celeste
y blanco de nuestra bandera,
y los colores de tu manto,
para contarte que:
hoy falta el pan material
en muchas, muchas casas,
pero también falta el pan de la verdad
y la justicia en muchas mentes.
Falta el pan del amor entre hermanos
y falta el pan de Jesús
en los corazones.
Te pedimos madre,
que extingas el odio,
que ahogues las ambiciones desmedidas,
que arranques el ansia febril
de solamente los bienes materiales
y derrama sobre nuestro suelo,
la semilla de la humildad, de la comprensión.
Ahoga la mala hierba de la soberbia,
que ningún Caín pueda plantar
su tienda sobre nuestro suelo,
pero tampoco que ningún Abel inocente
bañe con su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos
que somos hermanos,
nacidos bajo un mismo cielo,
y bajo una misma bandera.
Que sufrimos todos juntos
las mismas penas y las mismas alegrías.
Ilumina nuestra esperanza,
alivia nuestra pobreza material y espiritual
y que tomados de tu mano
digamos más fuerte que nunca:
¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!


Oración tomada del sitio Buscad mi rostro.

Tomé la foto en la Catedral de San Justo en octubre de 2019.

3 de mayo de 2021

3 de mayo: Fiesta de San Felipe y Santiago

Los santos Felipe y Santiago, apóstoles, 
son honrados conjuntamente hoy. 

En el libro "El Año Litúrgico", de J. Pascher ¹,  leemos lo siguiente:


«...Felipe y Santiago deben su fiesta romana a una basílica, a saber, a la iglesia que ahora se llama "basílica de los doce apóstoles". Fue edificada por papa Julio (337-352) y se llamó primero, por el fundador, "basilica Iulii". No hay motivo alguno para creer que ya entonces fuera destinada al culto de los apóstoles.  
(...) 
La basilica Iulii fue transformada bajo los papas Pelagio I (556-561) y Juan III (561-574). Hasta su total modificación en el siglo XV (...) en el ábside estaba la dedicación a Santiago y Felipe: "Quisquis lector adest, Iacobi pariterque Philippi cernat apostolicum lumen inesse locis" ².
(...)
Cuando en 1873 se descubrió bajo el altar mayor el altar del siglo VI, se halló un relicario con restos del esqueleto de dos hombres. Un trozo de diente se ajustaba exactamente a un resto de diente en la reliquia de la cabeza de Santiago, guardada en la catedral de Ancona. Ambas reliquias proceden, por tanto, de un cuerpo, cuyos restos se quisieron enterrar en la nueva iglesia como cuerpos de apóstoles.
La consagración de la iglesia tuvo probablemente lugar el 1 mayo. Sólo por esta consagración vinieron a parar los apóstoles de mayo, Santiago y Felipe, a la misma fecha. Las fuentes más antiguas sólo conocen para el 1 de mayo a Felipe. 
(...)
Se discute sobre cuál de los dos apóstoles que llevan nombre de Santiago fuera objeto de la fiesta del 1 de mayo. Actualmente es el hermano del Señor, el "nazareo", como lo llama el Breviario en su octavo responsorio
(...)

Felipe no desempeña gran papel en la piedad popular. El arte lo representa con una cruz en forma de T, en situaciones múltiples: Con la cruz derriba altares, pone en fuga a los démones, cura enfermos, conjura serpientes. En todos los casos hay una leyenda en el fondo.
El que Felipe sea también patrono de bataneros y sombrereros depende de Santiago el Menor, con quien, por razón de la fiesta, va unido su culto.

Santiago, por su parte, fue, según la leyenda, golpeado por un batanero, y a esta circunstancia debe evidentemente su patronazgo sobre bataneros y sombrereros.
En la imaginería lleva la maza del batanero; a la cara se le dan los rasgos del Señor, cuyo hermano era, y a quien, según leyenda, se le pareció mucho». 

Pascher menciona la fecha del 1° de mayo porque, hasta la institución de la Memoria de San José Obrero, esa era el día propio de nuestra fiesta de hoy.

Respecto de Felipe, nuestra fuente de información se concentra por completo en el Evangelio de Juan, donde tiene una presencia notable (cfr. 1, 45; 6, 5ss; 12,21; 14,8). Fuera de eso, hay abundantes tradiciones y leyendas que, sin embargo, tienen una profunda influencia en la iconografía del santo.

Con Santiago las cosas son mucho más complejas, porque el Nuevo Testamento menciona a muchos Santiagos, que la tradición redujo a dos:  el "Menor", que celebramos hoy, y el "Mayor", Apóstol de España, cuya fiesta es el 25 de julio.  Dada la complejidad de la cuestión, dice El Testigo Fiel: «contentémonos con saber que hoy celebramos no sólo al Santiago Apóstol, segundo mencionado en las listas de apóstoles, llamado «Menor», sino también a un personaje prominente de Jerusalén, indispensable para entender cómo la Iglesia de Cristo fue dejando de ser una secta judía para pasar, a ser, no sabemos exactamente cuándo, pero rondando las décadas del 70 u 80, una comunidad creyente con una identidad completamente propia. En ese largo proceso, el Santiago que gobernó la Iglesia de Jerusalén, fuera el pariente del Señor, fuera el Apóstol, fue determinante, como fue determinante su actuación en el llamado «Concilio de Jerusalén» (Hechos 15), como lo recuerda el elogio de la celebración: «Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo». Este Santiago obispo de Jerusalén murió mártir, y, a creer al relato de Josefo (pero el hecho está atestiguado en distintas tradiciones), apedreado hacia el año 62, aunque otros dicen que arrojado desde lo alto del templo» ³.

Oración colecta
Dios nuestro, que cada año nos alegras
en la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago;
concédenos, por su intercesión,
participar en la pasión y resurrección de tu Hijo unigénito
para que merezcamos contemplarte eternamente.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

Felipe y Santiago son los Patronos de la Arquidiócesis de Salta, donde se los celebra con el grado de Solemnidad.  En la Catedral de esa ciudad tomamos -en julio de 2019- las fotos de nuestra entrada de hoy. Sus imágenes se encuentran en un lugar destacado, junto a las columnas de ambos lados del altar mayor, pero cuando visitamos el templo se encontraban semiocultas por las imágenes del  Señor y de la Virgen del Milagro, en cuyos cultos anuales, que dan comienzo en ese mes, se mueven de su lugar habitual a un lugar más central, tapando parcialmente las de los dos apóstoles. Por ello las fotos los toman de costado. Puede apreciarse esa situación en la foto que sigue.


Elogio del Martirologio: «Fiesta de San Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue llamado por el Señor para que le siguiera. Por su parte, Santiago, de sobrenombre «Justo», hijo de Alfeo y considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se apartó del criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio».

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¹ (BAC, Madrid, 1965)

² («Quien, oh lector, se acerque al mismo tiempo a Santiago y a Felipe, reciba la luz apostólica que habita este lugar»).

1 de mayo de 2021

1° de mayo: San José, obrero

«El 1° de mayo de 1955, el Siervo de Dios Pío XII instituyó la fiesta de San José obrero, "con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes"», recuerda el Decreto de la Penitenciaría Apostólica que establece las indulgencias otorgadas con ocasión del Año de San José:  «Podrá, por lo tanto, conseguir la indulgencia plenaria todo aquel que confíe diariamente su trabajo a la protección de San José y a todo creyente que invoque con sus oraciones la intercesión del obrero de Nazaret, para que los que buscan trabajo lo encuentren y el trabajo de todos sea más digno».


En el mismo sentido se expresa el papa Francisco I en su Carta Apostólica Patris Corde: «Un aspecto que caracteriza a San José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum Novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo».

Por ello hemos elegido ilustrar esta entrada con una imagen en que se destaca el trabajo de José. Aunque se trata de un tríptico (a la izquierda aparece representado el misterio de la Anunciación y a la derecha la Resurrección del Señor), en el centro se muestra con toda claridad a José trabajando, a un joven Jesús con una sierra -indicando que colaboraba con su padre adoptivo en el trabajo de la carpintería- y a la Virgen María, que lleva un cántaro, también en actitud de trabajo y cooperación.

En este año dedicado a San José, esta es la tercera entrada que dedicamos al glorioso Patriarca. Es oportuno concluirla con la oración que propone el Papa al final de su Carta Apostólica Patris Corde:

Salve, custodio del Redentor

y esposo de la Virgen María.

A ti Dios confió a su Hijo,

en ti María depositó su confianza,

contigo Cristo se forjó como hombre.

Oh, bienaventurado José,

muéstrate padre también a nosotros

y guíanos en el camino de la vida.

Concédenos gracia, misericordia y valentía,

y defiéndenos de todo mal. 

Amén.

La imagen (que fotografiamos en dos ocasiones, en abril y en diciembre de 2018) se venera en la iglesia de Jesús de Nazaret.