28 de abril de 2021

28 de abril: Beata María Felicia de Jesús Sacramentado


El 23 de junio de 2018, «en Asunción (Paraguay), fue proclamada beata María Felicia de Jesús Sacramentado, nacida María Felicia Guggiari Echeverría, monja de la Orden de las Carmelitas Descalzas, llamada por el padre y también hoy por el pueblo paraguayo la «Chiquitunga». Vivió en la primera mitad del siglo xx, se unió con entusiasmo a la Acción Católica y cuidó de los ancianos, los enfermos y los presos. Esta fecunda experiencia de apostolado, sostenida por la eucaristía cotidiana, desembocó en la consagración al Señor. Murió a los 34 años, aceptando la enfermedad con serenidad. El testimonio de esta joven beata es una invitación para todos los jóvenes, especialmente para los paraguayos, a vivir la vida con generosidad, mansedumbre y alegría». Son palabras del papa Francisco I al día siguiente de la beatificación de María Felicia de Jesús Sacramentado; expresan sintéticamente la grandeza de vida de la  «Chiquitunga».

Nacida en 1925 en Villarrica,  ingresó al Carmelo en 1954. Murió el 28 de abril de 1959. Fue beatificada en 2018 y sus restos reposan en una capilla de las carmelitas de Asunción, donde tomamos la foto que abre esta entrada. Puede verse el atáud y una imagen de la beata, que siempre estaba sonriente.
Oración: Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te complaces en poner tu morada en el corazón de los hombres; te damos gracias por haber encendido en la Venerable María Felicia el fuego de tu amor, impulsándola a gastar su juventud en el apostolado laical y a inmolarse por todos en la vida contemplativa. Te alabamos y bendecimos, porque, con su ejemplar figura, nos manifiestas tu bondad de Padre y Amigo, y las exigencias totales del verdadero amor. Te rogamos nos concedas por su intercesión, la gracia que ahora te suplicamos, si es para tu mayor gloria y bien de las almas. Amén.

24 de abril de 2021

24 de abril: Conversión de San Agustín

En el Calendario Propio de los agustinos se celebra hoy con categoría de Fiesta la "Conversión de nuestro Padre San Agustín". 


En un sitio oficial de la Orden de San Agustín se hace referencia a este hecho con estas palabras:

«Durante la Vigilia Pascual del año 387, en la noche del 24 al 25 de abril, Agustín fue bautizado por San Ambrosio, obispo de Milán. Hoy, los restos de San Agustín se veneran en la Basílica de San Pedro in Ciel d’Oro de Pavía, en Italia. El 22 de abril de 2007 visitó este lugar Benedicto XVI y, ante los fieles allí reunidos, se refirió a las tres grandes etapas o tres conversiones de Agustín»:
La primera conversión fundamental fue el camino interior hacia el “sí” de la fe y del bautismo. Agustín fue siempre una persona inquieta. Quería encontrar la vida verdadera y no vivir a ciegas, sin sentido y sin meta. La gran lucha interior de sus años juveniles fue conocer a Dios, familiarizarse realmente con Jesucristo y llegar a decirle “sí” con todas las consecuencias.
La segunda conversión de Agustín hay que situarla después de haber recibido el bautismo. El año 391 fue a la ciudad de Hipona para encontrarse con un amigo, a quien quería conquistar para su monasterio. En la liturgia dominical que se celebraba en la catedral, Valerio –obispo de la ciudad– manifestó públicamente su intención de elegir a un sacerdote para que le ayudara en la predicación. Los asistentes se fijaron en Agustín y fue aclamado como candidato al sacerdocio. A partir de entonces, aceptó ser sacerdote como servicio a la Iglesia.
Hay una tercera etapa decisiva en el camino de conversión de san Agustín. Unos veinte años después de su ordenación sacerdotal, Agustín escribió un libro titulado Retractaciones, donde revisa de modo crítico las obras que había publicado y añade algunas enmiendas. Escribe: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden es la oración diaria de la Iglesia” (cf. Retractaciones I, 19, 1-3). Agustín había aprendido la humildad y la misericordia.
El vitral  pertenece a la iglesia porteña de San Agustín. Tomé la foto en febrero de 2019.

23 de abril de 2021

23 de abril: San Jorge

 Tres imágenes de San Jorge; todas se exhiben en el Casal de Cataluña.


«Sobre su caballo, con una lanza en una mano y una bandera con la famosa Cruz de San Jorge en la otra, intentando acabar con el dragón (...) Sant Jordi es el patrón de Cataluña», leemos en una crónica del Arzobispado de Barcelona. 



Suele ser representado con un escudo en el que hay una cruz roja sobre fondo blanco. Esta cruz es la conocida "Cruz de San Jorge" y figura también en muchas representaciones gráficas de Jesucristo resucitado, en las que sale victorioso del sepulcro.  La cruz, símbolo de derrota y de muerte, se convierte en el caso de Cristo y de sus mártires, en signo de victoria y de vida. La fiesta de San Jorge cae siempre dentro del tiempo pascual,  lo que permite relacionar el testimonio martirial con la muerte pascual de Jesús.

La Cruz de San Jorge es muy popular también en Cataluña: "La Creu de Sant Jordi". Muchos escudos de entidades y ciudades lo llevan, como el escudo de la ciudad de Barcelona. Símbolo omnipresente en Cataluña y también en el Casal porteño.




Oración a San Jorge de la tradición ortodoxa, que, como sabemos, también lo venera de un modo extraordinario:

Puesto que eres libertador de los afligidos, defensor de los pobres, 
médico de los enfermos y soldado de los reyes, 
0h gran mártir, San Jorge el triunfador, 
ruega a Cristo Dios que salve nuestras almas.

19 de abril de 2021

19 de abril: San Expedito


Ya explicamos en nuestra entrada del 19 de abril de 2018 que todo indica que  San Expedito nunca existió; lamentablemente, sin embargo, su culto no sólo es tolerado sino incluso fomentado en  muchas iglesias. Nos tocó por casualidad pasar por la iglesia de la Encarnación, de Asunción del Paraguay, mientras se estaba celebrando una misa el día 19 de enero de 2019 (se trataba de una misa dominical celebrada el sábado por la tarde). Por tratarse de un día 19 -la "conmemoración mensual" de San Expedito- había una imagen del supuesto santo cerca del altar. Pero lo más sorprendente era que además había un hombre, vestido como Expedito y con la misma postura con que suele representarse al personaje. Estuvo de pie y alzando la cruz durante toda la misa, junto al altar.

17 de abril de 2021

17 de abril: Beata Mariana de Jesús


Mariana (o María Ana) Navarro de Guevara y Romero nació en 1565 en  Madrid y murió en esa misma ciudad en 1624.  

Dice un sitio mercedario que era "de familia acomodada, muy devota de la Eucaristía, del Crucificado y de María"; sus padres querían casarla, pero ella optó desde muy  joven por la la vida religiosa. "Manifestó su caridad con los pobres y enfermos". Se hizo Terciaria de la Merced, y  en 1614 hizo sus votos solemnes en la Orden. "Fue muy querida del pueblo madrileño". En su tumba se operaron varios milagros; "su cuerpo sigue estando incorrupto, y poseen esta preciosa reliquia las mercedarias de la Orden, llamadas de Don Juan de Alarcón".  Fue beatificada por Pío VI en  1783. 

La imagen de la foto se venera en la Basílica de Nuestra Señora de los Buenos Aires.

14 de abril de 2021

14 de abril: Beato Pedro González ("San Telmo")

El 14 de abril de 2016 nos ocupamos de este Beato, comúnmente llamado santo,  muy venerado por los marinos de España (que trajeron la devoción hasta nuestras tierras), y que da nombre a una antigua parroquia y a un tradicional barrio de Buenos Aires. 

Dice en la entrada de hoy el Martirologio: «En Tuy, en la región de Galicia, en España, Beato Pedro González «Telmo», presbítero de la Orden de Predicadores, que trató de ser tan humilde como en el pasado había deseado la gloria, y se entregó a ayudar a los más menesterosos, sobre todo a los marineros y a los pescadores».

«Trató de ser tan humilde como en el pasado había deseado la gloria»:  En efecto,  Pedro era hijo de una noble familia castellana y sobrino del Obispo de Palencia, quien, encargado de su educación, se preocupó más por su bienestar material que por sus progresos espirituales. Pedro fue nombrado canónigo de la catedral antes de la edad requerida, y entró en Palencia, para asumir su nueva dignidad, montado en un soberbio caballo; pero el animal resbaló y derribó al jinete, en medio de las risas de la multitud. Según la tradición, Pedro pronunció entonces estas palabras, que resultaron proféticas: «Puesto que el mundo se burla de mí, yo voy a burlarme del mundo». El incidente le hizo comprender su propia vanidad; por ello renunció al beneficio de su nombramiento e ingresó en la Orden de Santo Domingo. Después de su profesión, sus superiores lo enviaron a predicar, lo que hizo con mucho fruto. El rey Fernando III lo nombró su capellán suyo. Pedro emprendió la tarea de reformar la corte, predicó la Cruzada contra los moros, y con sus consejos, sus oraciones y el buen espíritu que supo sembrar, contribuyó al éxito de las campañas del rey Fernando. Estuvo con el ejército en el sitio de Córdoba, y cuando se rindió la ciudad, hizo cuanto pudo por evitar que los soldados cometiesen excesos. Luego dejó la corte y consagró el resto de su vida a evangelizar, sobre todo, la zona de Galicia. Muchas veces visitaba a los marineros y a los pescadores en sus naves. 

Pedro González pasó sus últimos días en Tuy, donde murió en la Pascua de 1246. Su culto fue confirmado en 1741. Al parecer se lo empezó a llamar «San Telmo» -y en parte a confundirlo con San Erasmo- en  el siglo XVI.

En Buenos Aires, es venerado de manera particular en la iglesia de Nuestra Señora de Belén, sede de la parroquia de San Pedro Telmo, donde tomamos en 2017 las fotos que ilustran esta entrada. 

Para los datos de la biografía, seguimos en general los datos publicados en El Testigo Fiel.

12 de abril de 2021

12 de abril: San Sabas Godo

Señala hoy el Martirologio:  «En Capadocia, San Sabas Godo, mártir, que durante la persecución contra los cristianos bajo Atanarico, rey de los godos, por haber rechazado tres días después de la celebración de la Pascua los alimentos inmolados a los ídolos, fue arrojado a un río tras crueles tormentos».

El Testigo Fiel trae una biografía de Sabas, que en sus partes principales transcribimos:

«En el siglo III, los godos cruzaron el Danubio y se establecieron en las provincias romanas de Dacia y Moesia. De ahí partían a sus expediciones al Asia Menor, especialmente a Galacia y Capadocia, de las que traían muchos esclavos cristianos, tanto sacerdotes como laicos. Los prisioneros empezaron pronto a convertir a sus amos y construyeron varias iglesias. El año 370, uno de los jefes godos emprendió una persecución contra los cristianos para vengarse, según se cree, de la declaración de guerra del emperador romano. Los martirologios griegos conmemoran a cincuenta y un mártires de esa persecución; los dos más famosos son San Sabas y San Nicetas. 

Sabas, que se había convertido al cristianismo cuando era muy joven, trabajaba como cantor o lector en la iglesia. Al principio de la persecución, los magistrados dieron la orden de que los cristianos comiesen la carne ofrecida a los ídolos; pero algunos paganos, que querían salvar a sus parientes cristianos, persuadieron a los guardias de que los hiciesen comer carne que no había sido ofrecida a los ídolos. Sabas denunció valientemente este método ambiguo; no sólo se negó a comer la carne, sino que declaró que quien la comía era reo de traición. Algunos cristianos aplaudieron su manera de proceder, pero otros se rebelaron y le obligaron a salir de la ciudad. Sin embargo, el santo pudo volver pronto.

Al año siguiente, la persecución volvió a desencadenarse y algunos de los principales personajes de la ciudad se ofrecieron a jurar que no quedaba ya ningún cristiano. Cuando estaban a punto de prestar el juramento, se presentó Sabas y dijo: «No juréis por mí, pues yo soy cristiano». El juez preguntó a los presentes si Sabas era rico; al saber que lo único que poseía eran los vestidos que llevaba puestos, le dejó en libertad, diciendo despectivamente: «Este pobre diablo no puede hacernos bien ni mal».

Dos o tres años más tarde, se recrudeció nuevamente la persecución. Tres días después de la Pascua, llegó a la ciudad un pelotón de soldados, al mando de un tal Ataridio. Inmediatamente se precipitaron a la casa del sacerdote Sansala, donde Sabas se hallaba descansando, después de las fiestas. Los soldados maniataron a Sansala en el lecho y le arrojaron en un carro; a Sabas le sacaron también de la cama, le arrastraron desnudo sobre unos arbustos espinosos y le molieron a palos. A la mañana siguiente, Sabas dijo a los perseguidores: «¿No es cierto que me arrastrasteis anoche sobre las espinas? Pues, como veis, no hay en mi cuerpo ninguna herida ni cicatriz». Los perseguidores, en efecto, no pudieron descubrir el más leve rasguño en su piel. Decididos a hacerle sufrir, le ataron de brazos y pies a las rejas de un carro y le torturaron gran parte de la noche. Cuando se cansaron de ello, la mujer en cuya casa se alojaban, movida a compasión, desató a San Sabas, pero éste se negó a huir. A la mañana siguiente, los verdugos le ataron de las manos a una de las vigas de la casa. Después pusieron delante de Sabas y Sansala la carne ofrecida a los ídolos. Ambos se rehusaron a comerla y Sabas exclamó: «Esta carne es tan sucia e impura como Ataridio, quien nos la ha enviado». Entonces uno de los soldados le golpeó con su jabalina, con tal violencia, que todos creyeron que le había matado. Pero el siervo de Dios no sintió el golpe (...).

En cuanto Ataridio se enteró de lo ocurrido, mandó que ahogasen a San Sabas en el río. Al llegar a la orilla, uno de los soldados dijo a sus compañeros: «Dejemos escapar a este inocente, pues su muerte no hará ningún bien a Ataridio». Pero Sabas increpó al soldado que no quería cumplir las órdenes que había recibido, diciéndole: «Yo veo lo que tú no ves. Del otro lado del río hay una multitud que está esperando a mi alma para conducirla a la gloria; lo único que hace falta es que mi alma se separe del cuerpo». Entonces los verdugos le sumergieron en el río y le mantuvieron debajo del agua con una losa atada al cuello. Según parece, el martirio de San Sabas tuvo lugar en Targovisto, al noroeste de la actual ciudad de Bucarest».

El vitral es uno de los que decoran la iglesia castrense de Nuestra Señora de Luján.

7 de abril de 2021

Miércoles de la Octava de Pascua


En estos días de la Octava de Pascua, visitamos la iglesia parroquial de Resurrección del Señor.

En este caso compartimos la imagen de un vitral que hay sobre la entrada del templo, y que representa el encuentro de Jesús con los dos discípulos que, en la misma tarde de la Pascua, se dirigían a Emaús. El Evangelio de hoy recoge el célebre fragmento bíblico que narra el episodio, del cual transcribimos la primera parte, es decir, la conversación en el camino.


Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojo lo reconocieran.
Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?». 
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!».
«¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron».
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!  ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?». 
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.

(Lc 24, 13-27)

4 de abril de 2021

Domingo de Pascua de Resurrección

«Esta es la noche en que,
rotas las cadenas 
de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.

¿De qué nos serviría 
haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio 
de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, 
entregaste al Hijo!

Necesario fue el pecado 
de Adán,
que ha sido borrado 
por la muerte de Cristo.

¡Feliz la culpa 
que mereció tal Redentor!

¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.

Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»

Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos».

Solemne Anuncio Pascual, «Exultet» (fragmento)

Foto: iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya (Buenos Aires).

2 de abril de 2021

Viernes Santo

Tal como lo anunciamos ayer, recorreremos estos días sacros con vitrales de tres templos porteños. Hoy es el turno de la iglesia de la  Asunción de María, en cuyas vidrieras encontramos escenas de la Pasión de Cristo.

 «Padre, si quieresaleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya»
(Lc 22, 42)

«Pilato mandó entonces azotar a Jesús. 
Los soldados tejieron una corona de espinas 
y se la pusieron sobre la cabeza. 
Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: 
«¡Salud, rey de los judíos!», 
y lo abofeteaban»
(Jn 19, 1-3).

«Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, 
le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. 
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, 
y lo obligaron a llevar la cruz»
(Mt 27, 31-32)

1 de abril de 2021

Jueves Santo

Con vitrales de tres iglesias recorreremos estos días del Triduo Sacro. 

Hoy, Jueves Santo, veremos un vitral de la Basílica del Espíritu Santo.
El Viernes Santo acompañaremos a Cristo en el camino de su Pasión y Muerte visitando la iglesia de la Asunción de María.
Después del descanso del Sábado Santo, el Domingo de Pascua celebraremos la Resurrección del Señor a través de un vitral de la iglesia de la Virgen de Pompeya.


El vitral de hoy representa la Última Cena, que recordamos en este Jueves de Semana Santa.

En el proyecto iconográfico de la Basílica del Espíritu Santo, el vitral es uno de los siete del ábside, cada uno de los cuales representa uno de los sacramentos. Este, por supuesto, corresponde a la Eucaristía, y es el vitral central.

La escena capta el momento en que Jesús toma el pan «en sus santas y venerable manos».  Sobre la mesa se ve el cáliz. Los apóstoles rodean al Señor, algunos en actitud de arrobamiento ante el misterio del que son protagonistas. Hacia la parte superior derecha se ve a Judas retirándose del Cenáculo para cumplir «su cometido».

En la Basílica del Espíritu Santo, cada uno de los siete vitrales tiene, sobre la escena que representa al sacramento correspondiente, la figura de un gran ángel que sostiene un texto bíblico alusivo al mismo sacramento,  que en los siete casos está vinculado con el Espíritu Santo, Titular del templo.

En el vitral de la Eucaristía el texto corresponde a la Carta a los Romanos (5,5) y dice: «Charitas Dei diffusa est  per Spiritum Sanctum»,  síntesis de la frase completa, que reza: «Caritas Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum, qui datus est nobis». Es decir: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado».

Como la Eucaristía es el Sacramento del Amor, es natural que le sea aplicada la frase que alude al amor de Dios «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» del amor.

Pero no en vano al describir el vitral, mencionamos las «santas y venerables manos» del Señor. Esa expresión es usada por el Canon Romano, una joya de la Liturgia de la Iglesia.  Por eso hoy, además de compartir y comentar el sentido del vitral, queremos transcribir el maravilloso Canon Romano, completo, y con las partes propias del Jueves Santo (que destacamos en negrita);


Padre misericordioso,
te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
que aceptes y bendigas + estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,  y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.
    
Acuérdate, Señor,
de tus hijos N. y N.
 y de todos los aquí reunidos,
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza,
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

Reunidos en comunión con toda la Iglesia
para celebrar el día santo 
en que nuestro Señor Jesucristo 
fue entregado por nosotros, 
veneramos la memoria, ante todo, 
de la gloriosa siempre Virgen María, 
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José;
la de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián,
y la de todos los santos;
por sus méritos y oraciones
concédenos en todo tu protección.


Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, 
que te presentamos 
en el día mismo en que nuestro Señor Jesucristo encomendó a sus discípulos 
la celebración del sacramento 
de su Cuerpo y de su Sangre
ordena en tu paz nuestros días,
líbranos de la condenación eterna 
y cuéntanos entre tus elegidos.

Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti,
de manera que se convierta para nosotros 
en el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.

Él mismo, 
hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación 
y la de todos los hombres,
tomó pan en sus santas y venerables manos,
y, elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.


 Del mismo modo, acabada la cena,
 tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Éste es el Misterio de la fe.

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

Por eso, Padre,
nosotros, tus servidores,
y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial
de la muerte gloriosa de Jesucristo,
tu Hijo, nuestro Señor;
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo:
pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.

  
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.

Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu ángel,
para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar, 
 +
seamos colmados de gracia y bendición.

Acuérdate también, Señor,
de tus hijos N. y N.,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen ya el sueño de la paz. 
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
concédeles el lugar del consuelo,
de la luz y de la paz.

Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea
de los santos apóstoles y mártires,
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua,  Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,
y de todos los santos;
y acéptanos en su compañía,
no por nuestros méritos,
sino conforme a tu bondad.

Por Cristo, Señor nuestro,
por quien sigues creando todos los bienes,
los santificas, los llenas de vida, los bendices
y los repartes entre nosotros.

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

Amén.