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12 de abril de 2025

Sábado de la Semana V de Cuaresma


El Salmo Responsorial de la misa de hoy está tomado en realidad del libro del profeta Jeremías (31, 10. 11-12ab. 13).


Lo transcribimos a continuación:


R. El Señor nos cuidará 
como un pastor a su rebaño.


¡Escuchen, naciones, la palabra del Señor,
anúncienla en las costas más lejanas!
Digan: «El que dispersó a Israel  lo reunirá,
y lo cuidará como un pastor 
a su rebaño.» R.


Porque el Señor ha rescatado a Jacob,
lo redimió de una mano más fuerte que él.
Llegarán gritando de alegría a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R.


Entonces la joven danzará alegremente,
los jóvenes y los viejos se regocijarán;
yo cambiaré su duelo en alegría,
los alegraré y los consolaré de su aflicción. R.


Del texto de este hermoso himno surge claramente el motivo por el que elegimos la imagen de esta entrada.

22 de agosto de 2020

22 de agosto: María Reina

Dice el Martirologio en la entrada de hoy: «Memoria de la bienaventurada Virgen María Reina, que engendró al Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y a la que el pueblo cristiano saluda como Reina del cielo y Madre de la misericordia».


En el exterior del templo porteño dedicado a María Reina se exhibe esta imagen:  una sencilla mayólica que, sin embargo, es muy expresiva. Representa a la Titular de esa iglesia parroquial.

Aunque el célebre texto del Apocalipsis (12, 1) que habla de la mujer vestida de sol, coronada de estrellas y con la luna a sus pies no se proclama en la Memoria de María Reina, evidentemente la imagen alude a él.

Un detalle distintivo es el orbe o globo crucífero, que la Reina sostiene entre sus manos en actitud más de protección que de dominio. 

Recordemos aquí un fragmento de la consagración a la Virgen que Luis María Grignon de Montfort expone en su Tratado de la Verdadera Devoción:

«Te saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!,
tabernáculo viviente de la Divinidad, 
en donde la Sabiduría eterna escondida 
quiere ser adorada por los ángeles y los hombres. 
Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, 
a cuyo imperio está todo sometido, 
todo lo que está debajo de Dios. 
Te saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores!, 
cuya misericordia no falta a nadie; 
escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, 
y recibe para ello los votos y las ofertas 
que mi bajeza te presenta...».

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