«El 26 de agosto la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Virgen de Częstochowa. En Polonia es una de las celebraciones marianas más importantes. Este día al lugar de Jasna Góra llegan miles de peregrinos de toda Polonia.
Aunque el icono de Nuestra Señora de Częstochowa ha estado íntimamente ligada a Polonia en los últimos seiscientos años, su historia previa a su arribo está rodeada de numerosas leyendas que remontan el origen del icono hasta San Lucas, quien lo habría pintado sobre una madera de ciprés de la casa de la Sagrada Familia.
Uno de los documentos más antiguos de Jasna Góra (lugar donde actualmente se encuentra) establece que la pintura viajó desde Jerusalén, vía Constantinopla, hasta llegar finalmente a Częstochowa en agosto de 1382.
A la Virgen Negra se le atribuye la milagrosa salvación del Monasterio de Jasna Góra (Español: Monte Brillante) de la invasión sueca del siglo XVII mediante El Diluvio, que cambió el curso de la guerra. Este evento condujo al Rey de Polonia Juan II Casimiro Vasa a «coronar» a Nuestra Señora de Częstochowa («la Virgen Negra») como Reina y Protectora de Polonia en la Catedral de Leópolis el 1 de abril de 1656.
Otra leyenda concerniente a la Virgen Negra de Częstochowa es que la presencia de la sagrada pintura salvó a su templo de ser destruido por el fuego, aunque las llamas oscurecieron los pigmentos de la obra. La leyenda concerniente a los dos rasguños sobre la derecha del rostro de la Virgen Negra dice que un asaltante husita blandió su espada sobre la imagen y el infligió dos cortes profundos. Cuando el asaltante trató de infligir un tercer corte, cayó al piso y tembló en agonía hasta que murió. La leyenda cuenta que ha habido intentos de reparar los daños pero estos vuelven a reaparecer una y otra vez.
Otra leyenda señala que como el asaltante cortó la pintura dos veces, el rostro de la Virgen María empezó a sangrar, con pánico los asustados husitas retrocedieron y dejaron la pintura.
Debido a la Virgen Negra, Częstochowa es considerado como el más popular santuario de Polonia, por el peregrinaje que realizan cada año muchos católicos polacos. Con frecuencia, la gente se alinea a cada lado de la carretera dando provisiones a los peregrinos quienes caminan durante un día entero hacia Częstochowa y llevan pocas cosas para sí mismos».
(texto tomado de La Voz de Polonia)
Pocos meses después de su elección como Sucesor de Pedro, Juan Pablo II viajó a su patria y visitó el santuario de la Virgen de Częstochowa, donde hizo un acto de consagración a María en que pronunció, entre otras, estas palabras;
«"Gran Madre de Dios hecho hombre, Virgen Santísima, Señora nuestra de Jasna Góra...".
Con estas palabras los obispos polacos se dirigieron tantas veces a Ti en Jasna Góra, llevando en el corazón las experiencias y las penas, las alegrías y los dolores, y sobre todo la fe, la esperanza y la caridad de sus compatriotas.
Me sea lícito comenzar hoy con las mismas palabras el nuevo acto de consagración a Nuestra Señora de Jasna Góra, que nace de la misma fe, esperanza y caridad, de la tradición de nuestro pueblo, de la que he participado tantos años, y al mismo tiempo nace de los nuevos deberes que, gracias a Ti, oh María, me han sido confiados a mi. hombre indigno y al mismo tiempo tu hijo adoptivo.
Me decían tanto siempre las palabras que tu Hijo unigénito, Jesucristo, Redentor del hombre, dirigió desde lo alto de la cruz, indicando a Juan, Apóstol y Evangelista: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19. 26). En estas palabras encontraba siempre señalado el puesto para cada uno de los hombres y para mí mismo.
Hoy, por los inescrutables designios de la Providencia divina, presente aquí en Jasna Góra, en mi patria terrena, Polonia, deseo confirmar ante todo los actos de consagración y de confianza, que en diversos momentos —numerosas veces y de varias formas— han pronunciado el cardenal primado y el Episcopado polaco.
(...)
Deseo hoy, al llegar a Jasna Góra como primer Papa-peregrino, renovar este patrimonio de confianza, de consagración y de esperanza, que aquí con tanto entusiasmo han acumulado mis hermanos en el Episcopado y mis compatriotas.
Y, por tanto, te confío, oh Madre de la Iglesia, todos los problemas de esta Iglesia; toda su misión, todo su servicio. mientras está para concluir el segundo milenio de la historia del cristianismo en la tierra.
¡Esposa del Espíritu Santo y Trono de la Sabiduría!
(...)
Oh, Madre, cuántos problemas habría debido presentarte en este encuentro, detallándolos uno por uno. Te los confío todos, porque Tú los conoces mejor que nosotros y los tomas a tu cuidado.
Lo hago en el lugar de la gran consagración, desde el que se abraza no sólo a Polonia, sino a toda la Iglesia en las dimensiones de países y continentes: toda la Iglesia en tu Corazón materno.
Oh Madre, te ofrezco y te confío aquí, con inmensa confianza, la Iglesia entera, de la que soy el primer servidor. Amén».
La imagen de la foto (que tomamos en 2013) se venera en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe.
Próxima entrada: 28 de agosto (San Agustín)
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