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22 de agosto de 2024

22 de agosto: María Reina


El Martirologio señala para hoy la «Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina, que engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y que es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia».

La celebración fue instituida por Pío XII, como recuerdo del primer centenario de la definición de la Inmaculada Concepción, mediante la Encíclica Ad Coeli Reginam, del 11 de octubre de 1954. Originalmente fijada el 31 de mayo, actualmente se celebra en la Octava de la Asunción.

La imagen que ilustra esta entrada corresponde al cielorraso de la Basílica del Socorro.

Oración Colecta:

Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el Reino de los Cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

22 de agosto de 2020

22 de agosto: María Reina

Dice el Martirologio en la entrada de hoy: «Memoria de la bienaventurada Virgen María Reina, que engendró al Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y a la que el pueblo cristiano saluda como Reina del cielo y Madre de la misericordia».


En el exterior del templo porteño dedicado a María Reina se exhibe esta imagen:  una sencilla mayólica que, sin embargo, es muy expresiva. Representa a la Titular de esa iglesia parroquial.

Aunque el célebre texto del Apocalipsis (12, 1) que habla de la mujer vestida de sol, coronada de estrellas y con la luna a sus pies no se proclama en la Memoria de María Reina, evidentemente la imagen alude a él.

Un detalle distintivo es el orbe o globo crucífero, que la Reina sostiene entre sus manos en actitud más de protección que de dominio. 

Recordemos aquí un fragmento de la consagración a la Virgen que Luis María Grignon de Montfort expone en su Tratado de la Verdadera Devoción:

«Te saludo, pues, ¡oh María Inmaculada!,
tabernáculo viviente de la Divinidad, 
en donde la Sabiduría eterna escondida 
quiere ser adorada por los ángeles y los hombres. 
Te saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, 
a cuyo imperio está todo sometido, 
todo lo que está debajo de Dios. 
Te saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores!, 
cuya misericordia no falta a nadie; 
escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, 
y recibe para ello los votos y las ofertas 
que mi bajeza te presenta...».

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22 de agosto de 2018

22 de agosto: María Reina

Una hermosa imagen de María, sentada en un trono con su Hijo y coronada como Reina, rodeada de una corte de santos y santas, se venera detrás de un cristal en la capilla del Santo Cristo, junto a la iglesia de San Benito.


En uno de los laterales del mismo conjunto se ve a Cristo coronando a su Madre:




Creemos oportuno acompañar estas hermosas imágenes, en la fiesta de María Reina, con algunos fragmentos de la encíclica Ad Caeli Reginam del Venerable Pío XII, emitida el 11 de octubre de 1954. En ese documento, el Papa instituyó la fiesta de hoy, en honor de María Reina, fijándola para el 31 de mayo; los cambios posconciliares del calendario movieron la celebración a la fecha actual,  en la Octava de la Asunción.
A la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.


María Santísima supera en dignidad a todas las criaturas, y (...), después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas. «Tú finalmente —canta San Sofronio— has superado en mucho a toda criatura... ¿Qué puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?».  Alabanza, en la que aun va más allá San Germán: «Tu honrosa dignidad te coloca por encima de toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles». Y San Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: «Infinita es la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre».
Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.
Por ello —como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de f. m., en su Bula— «Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino sólo Dios,  jamás llegará a comprender».

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22 de agosto de 2017

22 de agosto: María Reina

En la Memoria de María, Reina, visitamos la iglesia porteña dedicada a la Asunción de la Santísima Virgen. Está ubicada en Gaona 2798.


"A la Reina del Cielo, ya desde los primeros siglos de la Iglesia católica, elevó el pueblo cristiano suplicantes oraciones e himnos de loa y piedad, así en sus tiempos de felicidad y alegría como en los de angustia y peligros; y nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció aquella fe que nos enseña cómo la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, al igual que está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.

Y ahora, después de las grandes ruinas que aun ante Nuestra vista han destruido florecientes ciudades, villas y aldeas; ante el doloroso espectáculo de tales y tantos males morales que amenazadores avanzan en cenagosas oleadas, a la par que vemos resquebrajarse las bases mismas de la justicia y triunfar la corrupción, en este incierto y pavoroso estado de cosas Nos vemos profundamente angustiados, pero recurrimos confiados a nuestra Reina María, poniendo a sus pies, junto con el Nuestro, los sentimientos de devoción de todos los fieles que se glorían del nombre de cristianos".



"Procuren, pues, (...)  todos cuantos recurren al trono de la gracia y de la misericordia de nuestra Reina y Madre, para pedir socorro en la adversidad, luz en las tinieblas, consuelo en el dolor y en el llanto, y, lo que más interesa, procuren liberarse de la esclavitud del pecado, a fin de poder presentar un homenaje insustituible, saturado de encendida devoción filial, al cetro real de tan grande Madre. Sean frecuentados sus templos por las multitudes de los fieles, para en ellos celebrar sus fiestas; en las manos de todos esté la corona del Rosario para reunir juntos, en iglesias, en casas, en hospitales, en cárceles, tanto los grupos pequeños como las grandes asociaciones de fieles, a fin de celebrar sus glorias. En sumo honor sea el nombre de María más dulce que el néctar, más precioso que toda joya; nadie ose pronunciar impías blasfemias, señal de corrompido ánimo, contra este nombre, adornado con tanta majestad y venerable por la gracia maternal; ni siquiera se ose faltar en modo alguno de respeto al mismo. Se empeñen todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y nuestra Madre amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz. Que nadie, por lo tanto, se juzgue hijo de María, digno de ser acogido bajo su poderosísima tutela si no se mostrare, siguiendo el ejemplo de ella, dulce, casto y justo, contribuyendo con amor a la verdadera fraternidad, no dañando ni perjudicando, sino ayudando y consolando".

(Pío XII, Encíclica "Ad Caeli Reginam", 11 de octubre de 1954)

La imagen que ilustra la entrada de hoy corresponde a un vitral del templo mencionado al principio; representa la coronación de la Virgen María por parte de la Trinidad Santísima.

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