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28 de agosto de 2018

28 de agosto: San Agustín



En la Memoria litúrgica de San Agustín, contemplamos esta bella imagen que se exhibe en la iglesia del Santísimo Redentor. El santo Obispo de Hipona está representado con las insignias episcopales y en su mano izquierda hay una hoja que dice "Roma locuta est causa finita est".


Esa frase (o más bien la idea que la frase expresa sintéticamente) fue usada por San Agustín en un sermón del año 417, aludiendo a que el Sumo Pontífice había dado su respuesta respecto del pelagianismo, y por lo tanto la cuestión estaba cerrada.  En efecto, el Papa Inocencio I había condenado esa herejía rotundamente. En su sermón CXXXI, el Doctor de la Gracia, aludiendo a los pelagianos, dijo:
...¿Por qué son enemigos de la gracia de Cristo? ¿Por qué presumís de vosotros? ¿Por qué sois desagradecidos? En efecto, ¿por qué razón vino Cristo? ¿Acaso no existía ya la naturaleza? ¿No existía, acaso, la naturaleza que, a fuerza de tanto alabarla, os engañáis? ¿No existía la ley aquí? Mas el Apóstol dice: Si la justificación se obtiene por la ley, Cristo murió en vano. Lo que dice el Apóstol de la ley, se lo decimos nosotros a estos de la naturaleza: «Si la justificación se obtiene por la naturaleza, Cristo murió en vano».
...Pues, ignorando la justicia de Dios y queriendo establecer la suya propia, no se han sometido a la justicia de Dios. Hermanos míos, compadeceos de ellos conmigo. Dondequiera que los halléis, no los ocultéis; no se dé en vosotros una misericordia mal entendida; recalco lo dicho: dondequiera que los halléis, no los ocultéis. Refutad a los que se oponen a la gracia, y a los obstinados traédmelos a mí. Porque a propósito de esta cuestión ya se han enviado a la Sede Apostólica las actas de dos concilios; de allí han llegado también los rescriptos. El asunto está concluido; ¡ojalá concluya de una vez el error! Así, pues, los amonestamos para que tomen conciencia, los enseñamos para que estén instruidos; oremos para que cambien.
"A propósito de esta cuestión ya se han enviado a la Sede Apostólica las actas de dos concilios; de allí han llegado también los rescriptos. El asunto está concluido":  la frase de Agustín se sintetizó en la expresión que se hizo popular: "Roma locuta, causa finita".


16 de abril de 2018

16 de abril: Santa María Bernarda Soubirous

El Martirologio recoge hoy la Memoria de Santa Bernadette Soubirous, a quien dedica estas palabras:  «En Nevers, también en Francia, Santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María, y después abrazó la vida religiosa y llevó una vida escondida y humilde».


Bernardita, como se la conoce popularmente, nació en 1844. En 1858 fue testigo de las apariciones de la Virgen en la gruta de Lourdes.  Sufrió la incomprensión y el escepticismo de quienes no creían en lo que contaba, se burlaban de ella y la ponían en ridículo.  Más tarde abrazó la vida religiosa. Sus últimos años estuvieron marcados por la enfermedad y el dolor. Todos  los que la conocieron dan testimonio de su sencillez,  humildad y sensibilidad. Murió el 16 de abril de 1879. Fue beatificada en 1925 y canonizada en 1933 (ambos Años Santos). Su cuerpo se conserva incorrupto.



En marzo de 1858 la Virgen reveló su identidad diciendo "Yo soy la Inmaculada Concepción". El misterio de la Inmaculada Concepción había sido proclamado como dogma de fe en 1854.  
"Parece como si la Virgen Santísima hubiera querido confirmar de una manera prodigiosa el dictamen que el Vicario de su divino Hijo en la tierra, con el aplauso de toda la Iglesia, había pronunciado. Pues no habían pasado aún cuatro años cuando cerca de un pueblo de Francia, en las estribaciones de los Pirineos, la Santísima Virgen, vestida de blanco, cubierta con cándido manto y ceñida su cintura de faja azul, se apareció con aspecto juvenil y afable en la cueva de Massabielle a una niña inocente y sencilla, a la que, como insistiera en saber el nombre de quien se le había dignado aparecer, ella, con una suave sonrisa y alzando los ojos al cielo, respondió: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Bien entendieron esto, como era natural, los fieles, que en muchedumbres casi innumerables, acudiendo de todas las partes en piadosas peregrinaciones a la gruta de Lourdes, reavivaron su fe, estimularon su piedad y se esforzaron por ajustar su vida a los preceptos de Cristo (...)"
  
(Pío XII, Carta encíclica Fulgens Corona (8/9/1953),   proclamando un Año Mariano en el centenario del dogma de la Inmaculada Concepción, párrafos 3 y 4)

Ilustramos esta entrada con un hermoso vitral de la iglesia del Santísimo Redentor (Larrea y Beruti). Muestra a la Virgen de Lourdes y a sus pies a Bernardita, en la gruta de las apariciones en Massabielle.

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