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4 de enero de 2025

4 de enero: Santa Isabel Ana Seton

Por primera vez en la vida de este blog celebramos hoy la Memoria de Santa Isabel Ana Seton,  nacida en Nueva York o cerca de esa ciudad el 28 de agosto de 1774 y fallecida el 4 de enero de 1821. Lo hacemos con una foto de uno de los vitrales de la monumental iglesia levantada en Buenos Aires en honor de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa.

Transcribimos algunos fragmentos de la homilía de Juan XXIII en la misa de beatificación, celebrada el Tercer Domingo de Cuaresma de 1963. A partir de la frase  “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28), el Papa dijo en esa ocasión:

Esta tarde le place al humilde Vicario de Cristo aplicar esas palabras a quien la Iglesia venera desde hoy en la gloria de los beatos: Isabel Ana Bayley Seton. Verdaderamente bienaventurada, porque oyó la voz de Dios y la puso en práctica.

El Señor nos ha concedido gozar un nuevo rayo de la Divina Providencia, y al elevar el himno de acción de gracias, con las notas del Te Deum, nuestro ánimo se llena de emocionada gratitud. Siempre admirable en sus santos (Ps 67, 36), Dios enciende, en la humanidad que peregrina hacia el cielo, rayos de un nuevo esplendor.

El pensamiento gusta detenerse en la mansa y fuerte figura de la beata, propuesta como universal ejemplo de heroica virtud, para aportar luces de enseñanza, de aliento y de buenas inspiraciones.

Isabel Seton es la primera flor     —oficialmente reconocida—  de santidad que los Estados Unidos de América ofrecen al mundo. Hija auténtica de aquella nación, vivió desde 1774 a 1821, justamente cuando la joven República acababa de afianzarse en el concierto de las naciones, para dar prueba de sus inagotables posibilidades en todos los campos. Además, en aquellos años se constituía la jerarquía católica, y sobre la sólida roca de la fe cristiana se ponían las bases seguras de un maravilloso desarrollo de las obras católicas, como hoy aparece con toda su eficiencia.

(...) 

En este Tercer Domingo de Cuaresma de 1963 es la primera vez que sobre el altar de la cátedra de San Pedro aparece gloriosa la imagen de una heroína de los Estados Unidos de América. En el vario concierto de la santidad de la Iglesia se suma una nueva nota, que aporta el elemento propio de aquel pueblo, pues, como dice San Ambrosio, es un único cuerpo real, que se compone de diversas procedencias: “reina, con reinado indiviso, formando un único cuerpo de diversos y distantes pueblos” (Exposit. Evang. sec. Luc. lib. 7, cap. II: PL 15,1700). De esta forma toda la Iglesia, aquí representada por hombres de diversas procedencias y estirpes, rinde un homenaje de veneración a Isabel Seton.

Miramos de cerca a esta que hoy se eleva a la gloria de los beatos: Isabel Seton, prodigio de la gracia celestial.

Dios llevó a esta mujer a muchas experiencias y a profundas decisiones de vida espiritual, siéndole la fe algo habitual, como la respiración de su vida; llenándola del amor al prójimo, especialmente, en una hora dolorosísima de su existencia, para que tocase con su mano la presencia de Dios, que consuela a los humildes (2 Cor 7,6).

Pensamos en el apostolado, lleno de delicadeza, que desarrolló la familia Filicchi, con la que Isabel estuvo en contacto en 1803, con ocasión de su viaje a Italia. En Livorno se le murió el marido en aquel año. Aquella familia livornesa, instrumento dócil para las inspiraciones celestiales y verdaderamente sabia para ponerlas en práctica, fue límpido ejemplo de fidelidad a la Iglesia, presentando a los ojos de la ferviente episcopaliana —cual entonces era Isabel— el cuadro ideal de un catolicismo vivido, y del que se sintió atraída.

La nueva beata, como puede decirse de otros insignes personajes del siglo pasado, llegó al catolicismo no a través de la negación del pasado, sino como a una meta providencial de estudio, de oración y de caridad, a la cual la disponía toda la orientación de su vida anterior. Un paso después de otro, encontrarse en el seno de la Iglesia católica fue para ella un enriquecer el patrimonio que ya poseía, un abrir el cofre cerrado que estaba en sus manos, un penetrar en el conocimiento de la verdad plena, cerca de cuya morada se había encontrado desde sus jóvenes años.

(...)

Isabel Seton, que fue objeto de especial amor de Dios y al prójimo, dio, a su vez, impulso y avance a la caridad.

El nombre y el símbolo de la caridad se convirtió en el programa de su vida interior y de su actividad exterior; este latido se propagó desde su familia natural a la extensa familia de sus hermanos de ayer, y a todos los encuadrados en las bienaventuranzas de Cristo: los pobres, los perseguidos, los débiles, los enfermos, los oprimidos.

Con la fundación de la familia religiosa de las Hermanas de la Caridad de San José, cuatro años después de su encuentro con el catolicismo, quiso dedicarse a todas las formas de la caridad con el ejercicio voluntarioso de las obras de misericordia espiritual y corporal. Junto a las innumerables providencias en favor de los huérfanos y necesitados ocupó un primer puesto su obra en pro de la educación de la juventud, por lo cual es justamente tenida como una de las precursoras del sistema escolar parroquial, que tantos frutos ha dado y continúa dando en los Estado Unidos, ofreciendo a la Iglesia y a la nación escuadras de católicos fervientes y de ciudadanos ejemplares.

La figura de Isabel Seton continúa viviendo en la entrega de sus hijas espirituales, que todavía se dedican, cada una de ellas, a beneficiar a innumerables escuadras de adultos y de niños, de necesitados en el cuerpo y en espíritu. Y gustamos detener nuestra mirada en todas las hermanas de la caridad. Con hábitos distintos y reglas adaptadas a los climas y a las costumbres de los diversos países renuevan la gesta de San Vicente Paúl y de Santa Luisa de Marillac. De la incansable actividad de cada una, movida por el amor a Dios, se levanta en todo el mundo, con múltiples aplicaciones, el himno de San Pablo, con toda su frescura y atracción: “La caridad es paciente, es benigna, la caridad no es fastidiosa... no busca su propio interés, se alegra en la posesión de la verdad, a todo se acomoda, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13, 4-7).

Nos sentimos afecto paternal, admiración y gratitud por todas las religiosas (...).  La glorificación de una heroína de la caridad quiere infundir un nuevo afán de entrega, no solamente a estas beneméritas religiosas, sino también a todos los miembros de la Iglesia, sacerdotes y seglares, ancianos y jóvenes, para que con la caridad sepan dar el testimonio de amor y de obras que el mundo espera.

¡Oh beata Isabel Seton, que brillas hoy ante el mundo por tu fidelidad a las promesas bautismales, mira con ojos de predilección a tu pueblo, que de ti se gloría como primera flor de santidad! Concédeles de Dios la gracia de guardar el sagrado patrimonio de la vocación al Evangelio, la firmeza en la fe, el ardor en la caridad para que corresponda a su particular vocación. Y sobre la Iglesia entera extiende tu protección, ofreciéndole como ejemplo el fuego de generosidad y de amor, que te impulsó de caridad en caridad (2 Cor 3,18) a la glorificación de hoy.

En el Año Santo de 1975 Isabel Seton fue canonizada por el papa Pablo VI. 

27 de noviembre de 2024

27 de noviembre: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


Hace dos años el "ritmo del Año Litúrgico" nos trajo esta celebración a la que volvemos hoy; en esa ocasión relatamos la historia de esta hermosa advocación. Hoy compartiremos algunos fragmentos de la plegaria que pronunció Juan Pablo II en la capilla de la Medalla Milagrosa el 31 de mayo de 1980.

Las imágenes pertenecen al grandioso templo dedicado a la Medalla Milagrosa en Parque Chacabuco. Las tomamos en diversas ocasiones entre 2017 y 2023.

Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos.

Esta es la oración que tú inspiraste, oh María, a Santa Catalina Labouré en este mismo lugar hace ciento cincuenta años; y esta invocación, grabada en la medalla, la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero.

(...) Nuestra primera oración será para alabarte y bendecirte. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu Fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador! Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevamos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.

En este lugar bendito yo también quiero expresarte hoy otra vez la confianza, la cercanía profundísima con que me has favorecido siempre. "Totus tuus". Vengo como peregrino después de cuantos han venido a esta capilla desde hace ciento cincuenta años, y como todo el pueblo cristiano que se apiña aquí cada día para comunicarte su alegría, confianza y súplicas. (...)  Cristo pide hoy a su Iglesia una gran obra de renovación espiritual. Y yo, humilde Sucesor de Pedro, es ésta la gran obra que vengo a confiarte, como lo he hecho en Jasna Góra, en Nuestra Señora de Guadalupe, en Knoch, en Pompeya y en Éfeso, y como lo haré el próximo año en Lourdes.

Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano, que la comunión supere todos los gérmenes de división, que la esperanza cobre nueva vida en los que están desalentados. (...) Te pedimos en especial por este pueblo de Francia, por la Iglesia que está en Francia, por sus Pastores, por las almas consagradas, por los padres y madres de familia, por los niños y los jóvenes, por los hombres y mujeres de la tercera edad. Te pedimos por los que padecen pruebas particulares, físicas o morales, por los que están tentados de infidelidad, por los que son zarandeados por la duda en un clima de incredulidad, y también por los que padecen persecución a causa de su fe. Te confiamos el apostolado de los laicos, el ministerio de los sacerdotes, el testimonio de las religiosas. Te pedimos que el llamamiento a la vocación sacerdotal y religiosa sea ampliamente escuchado y secundado para gloria de Dios y vitalidad de la Iglesia en este país y en los países que siguen esperando ayuda mutua misionera.

(...) 



Dios te salve, María, llena eres de gracia,

el Señor es contigo,

bendita tú eres entre todas las mujeres

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

10 de febrero de 2023

Viernes de la Semana V Durante el Año

En la lectura continua de los primeros capítulos del Génesis que se hace esta semana en la Primera Lectura de la misa de los días feriales  -tal como lo mencionamos el lunes-  llegamos hoy al principio del capítulo 3 (1-8) que nos relata la caída, es decir, el primer pecado del hombre y de la mujer.

 


    La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».

    La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: "No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte"».

    La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal.¿».

    Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

    Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín.

 


El vitral es uno de los muchos que embellecen el templo de la Medalla Milagrosa. Se ve a la mujer tomando el fruto del árbol y dándoselo a su marido, bajo la mirada de la serpiente. En el colorido paisaje se destaca un pavo real -símbolo de inmortalidad- y alrededor del vitral -sobre todo a la izquierda-, aunque apenas se distingue en la foto, puede leerse el texto del Ave María. Lo  cual es lógico, si pensamos que unos versículos después de los leídos hoy, se anuncia -en el llamado Protoevangelio- la enemistad entre la serpiente y la mujer, y entre ambos linajes, con unas palabras en las que la Iglesia ha querido ver prefigurada a la Virgen purísima:

Pondré enemistad entre ti y la mujer, 
entre tu linaje y el suyo. 
Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón.

2 de septiembre de 2020

2 de septiembre: Beato Pedro Renato Rogue

Hoy se honra conjuntamente a un numeroso grupo de mártires de la Revolución Francesa, muchos de los cuales,   por negarse «a prestar el juramento, impíamente impuesto a los clérigos en tiempo de la Revolución Francesa», fueron encarcelados y ajusticiados «por quienes odiaban la religión» ¹.

«A aquellas voces defensoras de la libertad de la Iglesia se ha unido en una sola celebración litúrgica el día 2 de septiembre, otra voz también defensora y valiente, la del joven de 38 años Beato Pedro Renato Rogue C.M., que se dedicó en su Bretaña natal a ayudar a los católicos perseguidos y tras ser detenido, mientras llevaba la santa Comunión a un enfermo en la víspera de la Navidad de 1795, fue guillotinado el 3 de marzo de 1796, a la vista de su anciana y santa madre. El Papa Pío XI lo beatificó el 10 de mayo de 1934» ².




Un vitral en la iglesia de la Medalla Milagrosa recuerda al beato Rogue. Se trata de la imagen que aparece en el medallón superior de los dos que se ven en la foto anterior. Se representa al beato con una píxide (por la ocasión en que fue detenido) y con una palma que representa su martirio.


Próxima entrada: 3 de septiembre (Btos. Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio)

¹ Martirologio Romano
² FamVin

31 de diciembre de 2019

31 de diciembre: Santa Catalina Labouré

El Martirologio Romano consigna en la fecha de hoy: «En París, en Francia, Santa Catalina Labouré, virgen, de las Hijas de la Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por la simplicidad, caridad y paciencia (1876)».

Su nombre de pila era Zoe. Nació en 1806 en una familia numerosa. Su madre murió cuando ella apenas tenía 8 años.  Un tiempo después, su hermana mayor, Luisa, ingresó en las Hermanas de la Caridad, de modo que Zoe Labouré quedó encargada de la casa. Pero pronto sintió ella también el llamado  a la vida religiosa. Tuvo que superar la oposición inicial de su padre y finalmente consiguió ingresar también en la casa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Tomó entonces el nombre de Catalina. Al terminar el postulantado, fue enviada al convento de París, adonde llegó poco antes de que las reliquias de San Vicente fuesen trasladadas a la iglesia de los lazaristas en la calle Sevres. A partir de entonces tuvieron  lugar las visiones que dieron origen a la devoción por la Medalla Milagrosa.




En la noche del 18 de julio de 1830, Catalina despertó sobresaltada y se encontró ante "un niño resplandeciente" que la invitaba a seguirlo con un gesto de su mano. El niño la condujo a la capilla, donde la aguardaba la Santísima Virgen, que estaba sentada en el sillón reservado al sacerdote.


Catalina habló con la Virgen durante dos horas;  en el curso de la conversación, la Madre de Dios le advirtió que iba a encomendarle una tarea muy difícil.


Una segunda visión tuvo lugar el 27 de noviembre, cuando Nuestra Señora se apareció a Catalina en la misma capilla. La Virgen se mostró inmóvil y resplandeciente, de pie sobre una esfera, dentro de un gran círculo luminoso, con las manos extendidas hacia abajo; de sus palmas irradiaban rayos de luz. Alrededor de la figura de la Virgen aparecía el texto: "¡Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos!".

La imagen pareció darse la vuelta y, en el reverso apareció una «M» coronada por una cruz, con dos corazones en la parte inferior: , uno ceñido por una corona de espinas y el otro traspasado por una espada. Catalina oyó una voz que le mandaba acuñar una medalla con aquella imagen y aquellos símbolos. La voz prometía que cuantos llevasen la medalla con devoción recibirían grandes gracias. 

Catalina refirió todo a su confesor, el P. Aladel, quien tras investigar cuidadosamente el asunto, convencido de su autenticidad, obtuvo del Arzobispo de París el permiso para acuñar la medalla, conocida desde entonces como "Medalla Milagrosa". 



Desde ese momento hasta su muerte, es decir, por más de 45 años, Catalina vivió sin hacerse notar; no se presentó en la investigación canónica iniciada por las autoridades eclesiásticas y no reveló a nadie más sus visiones. El padre Aladel se había comprometido con ella a no revelar su nombre y a mantener el secreto, cosa que efectivamente hizo. La actitud de la religiosa y el buen juicio del sacerdote influyeron positivamente en el tribunal eclesiástico que estudiaba las apariciones. Entretanto, la devoción por la Medalla Milagrosa se había extendido notablemente. Recién en 1876 (ocho meses antes de su muerte) Catalina reveló a su nueva superiora las gracias extraordinarias que había recibido. Por ello, cuando Catalina murió, el 31 de diciembre de ese año, todo el pueblo se volcó en sus funerales.  Poco después, un niño de once años, inválido de nacimiento, fue curado instantáneamente en el sepulcro de Catalina.

 Catalina Labouré fue canonizada en 1947.

Hemos visto fotografías que tomé en octubre de 2017 y enero de 2018 en el imponente santuario consagrado a la Medalla Milagrosa en Parque Chacabuco. Los tres vitrales corresponden a la puerta de acceso al templo desde el nártex y muestran los momentos principales de las apariciones, relatados en el texto. La última foto es del tímpano del mismo templo, sobre la puerta principal.

Qué mejor manera de terminar el año que repetir la invocación enseñada a Santa Catalina Labouré:  "¡Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos!".

6 de marzo de 2019

Miércoles de Ceniza


El Miércoles de Ceniza se proclama como Segunda Lectura de la misa un fragmento de la Segunda Carta a los Corintios (5, 20--6, 2):
Nosotros somos embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él. Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él nos dice en la Escritura: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación.
Esta última frase parece ser evocada en este mosaico que puede verse en la iglesia de la Medalla Milagrosa:



Próxima entrada: Viernes de Ceniza (8 de marzo)

18 de febrero de 2019

18 de febrero: San Francisco Régis Clet

«En la ciudad de Uchangfou, en la provincia de Hupei, en China, San Francisco Régis Clet, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que durante treinta años, y en medio de grandes dificultades, anunció el Evangelio, pero, denunciado por un apóstata, después de una larga cautividad fue estrangulado por su condición de cristiano (1820)».  Así recuerda el Martirologio a nuestro santo de hoy, a quien vemos representado en un vitral de la iglesia de la Medalla Milagrosa en el barrio de Parque Chacabuco.



Nacido en Francia en 1748, entró en la Congregación de la Misión a los 21 años. Cuando tuvo ocasión, partió como misionero a la China, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida en 1820. Debió allí sortear innumerables dificultades, persecuciones y torturas por anunciar el Evangelio. 

Fue beatificado en el Año Santo de 1900 por León XIII y canonizado por San Juan Pablo II también en un Año Santo: el 1° de octubre de 2000, junto con  Agustín Zhao Rong y otros 118 mártires en China. En esa ocasión dijo el Pontífice: 
"Los mandatos del Señor alegran el corazón". Estas palabras del Salmo Responsorial reflejan muy bien la experiencia de Agustín Zhao Rong y sus 119 compañeros, mártires en China. Los testimonios que nos han llegado permiten vislumbrar en ellos un estado de ánimo caracterizado por una serenidad y una alegría profundas.
La Iglesia hoy da gracias a su Señor, que la bendice y la inunda de luz con el resplandor de la santidad de estos hijos e hijas de China. El Año Santo es el momento más oportuno para hacer que resplandezca su heroico testimonio.
(...)
Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, (...), con la entrega de su vida, sellaron su fidelidad indefectible a Cristo y a la Iglesia. Esto sucedió en el arco de varios siglos y en épocas complejas y difíciles de la historia de China. (...) Hoy, con esta solemne proclamación de santidad, la Iglesia quiere solamente reconocer que aquellos mártires son un ejemplo de valentía y coherencia para todos nosotros y honran al noble pueblo chino.
En esta multitud de mártires brillan también 33 misioneros y misioneras, que dejaron su tierra y trataron de introducirse en la realidad china, asumiendo con amor sus características, con el deseo de anunciar a Cristo y servir a ese pueblo. Sus tumbas están allá, como un signo de su pertenencia definitiva a China, que ellos, aun con sus límites humanos, amaron sinceramente, gastando por ella sus energías. 

Próxima entrada: 23 de febrero (Sabado VI "Durante el Año") 

27 de septiembre de 2018

27 de septiembre: San Vicente de Paúl

«La memoria obligatoria de San Vicente de Paúl, muerto en París el 27 de septiembre de 1660 y canonizado en 1737, ha sido trasladada a su dies natalis de la fecha anterior del 19 de julio (...).
Vicente de Paúl, nacido en Pouy (Gascuña, cerca de los Pirineos) el 24 de abril de 1581, de una familia de humildes labriegos (...)  se ordenó sacerdote a los diecinueve años (1600), esperando que el oficio eclesiástico le sirviese para medrar socialmente. Se estableció en París (1608) en busca de un beneficio, después de haber sido prisionero de los mahometanos por dos años, en Túnez, capturado por los piratas, y de haber convertido a un renegado, su patrón de esclavitud. 
En la situación social de aquel siglo, azotado por la peste y el hambre, Vicente fue aconsejado por el padre De Bérulle (gran teólogo y luego cardenal), que lo guió en el camino del espíritu, a que asumiera primeramente la cura pastoral de una parroquia junto a París (1612), en Clichy, donde reunió en torno suyo no a sus parientes, sino a un grupo de jóvenes entre los que se encontraba su primer seguidor, Antonio Porail; y luego que se hiciera capellán (preceptor) de una familia de la alta aristocracia (Felipe Emanuel de Gondi), que tenía como en cura la diócesis de París (trasmitida de tíos a sobrinos) y era almirante de la flota del Mediterráneo.
Permanecerá con los Gondi doce años, durante los cuales sufrió interiormente por cuatro años (1612-1616) una grave tentación contra la fe, que tuvo cierto influjo sobre su vida de perfección. En su servicio en las galeras, desde 1618 y con el título de capellán real, desempeñó un intenso apostolado entre los hombres que trabajaban en los navíos, descendiendo a las bodegas de aquellas cárceles flotantes y junto con la célebre "Compagnie du Saint-Sacrament" trató de confortarlos.
En 1617 se produjo un viraje que marcará su vida de misionero de los campesinos pobres, porque a la cabecera de un labrador moribundo, monsieur Vincent (como se le llamaba entonces) percibió la sacramentalización en la Iglesia de su tiempo. Su huida de París (1617) para hacer de párroco en Chatillon-les-Dombes sigue sin explicar; pero él hizo allí su nueva experiencia pastoral, convirtiendo a un conde duelista empedernido; y sobre todo tuvo la posibilidad de intuir, frente a una familia enferma a punto de morir de hambre, que era menester organizar una ayuda de modo sistemático. Para ello reunió a grupos de asistencia, que fueron las Confraternidades de la Caridad (Confréries de la Charité), de las que luego saldrá la Compañía de las Hijas de la Caridad. 
En 1619 conoció a San Francisco de Sales y a Santa Juana de Chantal, y se convirtió en superior de los monasterios de la Visitación de París (desde 1622), manteniendo este cargo hasta su muerte. En 1625 reunió a los primeros compañeros para que le ayudaran en las misiones en favor de los campesinos de las campiñas, sentando las bases de la Congregación de la Misión, formada por sacerdotes y hermanos, que tuvo el reconocimiento romano en 1633, estableciéndose más tarde en el priorato de Saint-Lazare. Los sacerdotes de la Misión, a quienes el pueblo llamará lazaristas por su barrio de residencia, hubieron de dedicarse también a la preparación del clero, carente de formación intelectual y sobre todo moral. En 1633 reunió a las primeras doce muchachas en torno a una penitente suya, Santa Luisa de Marillac (+ 1660), a fin de dar una forma más estable y mejor organizada a la Confraternidad de las Dames de la Charité, para la atención de las masas proletarias de la ciudad especialmente durante la terrible guerra de los treinta años. En lugar de estar en el claustro, debían acudir a las casas de los enfermos. Su fama era conocida en París, hasta el punto de que la regente Ana de Austria lo nombró miembro del Consejo de Conciencia (que se ocupaba de los nombramientos eclesiásticos) con el cargo de ministro de la caridad; pero luego abandonó este cargo por la oposición primero de Richelieu y luego del mismo Mazarino. Además de las dos principales instituciones ya nombradas, añadió a las Damas de la Caridad también la rama masculina de los Siervos de los Pobres. De estas obras surgieron posteriormente las Hermanas de la Caridad de San Antidas y las Conferencias de San Vicente, fundadas por el Beato Federico Ozanam (1813-1853) para la visita de los pobres a domicilio, especialmente por parte de los jóvenes. En 1640 fundó también en París un instituto para niños huérfanos. 
Durante sesenta años Francia se benefició de la caridad incansable de este hombre, proclamado por León XIII (1883) "patrono de todas las obras de caridad extendidas por el mundo". Quebrantado de salud desde 1665, sufrió un ataque de parálisis, permaneciendo, empero, lúcido hasta su muerte. Su funeral fue un triunfo. Su cuerpo, expuesto en una caja de plata en la capilla de la casa madre de París, es un recuerdo perenne de su rol en la historia de la cristiandad. Con razón se ha dicho que "así como Dios suscitó a Ignacio de Loyola contra Lutero, así suscitó a Vicente de Paúl contra el jansenismo". Además, sus cerca de dos mil cartas (...) son una mina de informaciones sobre la vida religiosa de la primera mitad del gran siglo de Francia (el siglo XVII)»
(Enzo Lodi: "Los santos del Calendario Romano").
La imagen de San Vicente de Paúl que ilustra esta entrada se venera en el santuario de la Medalla Milagrosa, en Parque Chacabuco.

Próxima entrada: 2 de octubre (Santos Ángeles Custodios)

11 de septiembre de 2018

11 de septiembre: San Juan Gabriel Perboyre


Juan Gabriel Perboyre nació en 1802. A los quince años  escuchó un sermón que encendió en él deseos de ir a evangelizar a los paganos. Ingresó en la Congregación de la Misión (fundada por San Vicente de Paul), en la que fue ordenado sacerdote en 1826. Intelectualmente brillante, fue nombrado profesor del seminario de Saint-Flour y más tarde ocupó otros cargos académicos de responsabilidad. Varias veces pidió ser enviado como misionero a la China, pero sólo en 1835 se le concedió la autorización para partir.

En China, el padre Juan Gabriel participó activamente en la tarea de rescate e instrucción de niños abandonados, labor a la que estaban consagrados los vicentinos.

Pero poco después, en 1839, se produjo un estallido violento y repentino de una nueva persecución contra los cristianos. El padre Perboyre fue aprehendido, encadenado y sometido a diversos interrogatorios. Finalmente las autoridades chinas le exigieron «que revelara el sitio donde se escondían sus compañeros y que pisoteara la cruz, si quería salvar la vida. Por supuesto que se negó a hacer ambas cosas y empezó su pasión. Los sufrimientos que debió soportar el padre Juan Gabriel fueron increíbles en el sentido literal de la palabra. En veinte ocasiones fue arrastrado ante sus jueces y otras tantas se trató de obligarle con feroces tormentos, a la denuncia y al sacrilegio; las torturas se multiplicaban al negarse el mártir. Es famoso el ingenio de los chinos para inventar nuevos modos de infligir el dolor físico (...) Se le marcaron en el rostro cuatro caracteres chinos que decían: «maestro de una falsa religión»; un sacerdote chino que sobornó a los carceleros para entrar a la prisión, dijo que el cuerpo del padre Juan Gabriel era una masa informe de llagas y heridas, abiertas hasta mostrar los huesos en algunos sitios. El 11 de septiembre de 1840, casi un año después de su captura, San Juan Gabriel Perboyre, descalzo y con unos calzones desgarrados bajo la roja camisola de los condenados, fue estrangulado junto con otros cinco criminales comunes» ¹.  La imagen que ilustra esta entrada (que se venera en el santuario de la Medalla Milagrosa) da testimonio de la crueldad de su martirio.

Beatificado en 1889, Juan Gabriel Perboyre fue canonizado el 2 de junio de 1996 por San Juan Pablo II. Dijo el pontífice ese día en su homilía (traducción propia del original francés):
Juan Gabriel Perboyre, sacerdote de la Congregación de la Misión, quiso seguir al Cristo evangelizador de los pobres, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl. Después de practicar el ministerio de formador del clero en Francia, partió a la China. Allí daría testimonio del amor de Cristo por el pueblo chino. "No sé lo que me está reservado en la carrera que se abre ante mí: sin duda muchas cruces, este es el pan de cada día del misionero. ¿Y qué más se puede desear al ir a predicar a un Dios crucificado?" (Carta 70), escribió mientras estaba a las puertas de China. Es la Cruz de Cristo la que encontrará en los caminos donde es enviado. Mediante la imitación diaria de su Señor, con humildad y dulzura, se identificará plenamente con él. Siguiéndolo paso a paso en su Pasión, se unirá a él para siempre en su gloria. "Una cosa es necesaria: Jesucristo", le gustaba decir. Su martirio es el  punto culminante de su compromiso de seguir a Cristo. Después de haber sido torturado y condenado, reproduciendo con una similitud extraordinaria la Pasión de Jesús, irá como él a la muerte, y muerte en cruz. Juan Gabriel tenía una única pasión: Cristo y la proclamación de su Evangelio. Es por fidelidad a esta pasión que él también fue colocado en las filas de los humillados y los condenados, y que hoy la Iglesia puede proclamar solemnemente su gloria en el coro de los santos del cielo. 

¹  Fuente: El Testigo Fiel

2 de marzo de 2018

VIERNES DE CUARESMA: Vía Crucis - Sexta y Séptima Estación

SEXTA ESTACIÓN - La Verónica limpia el rostro de Jesús



Vía Crucis de la Catedral de La Plata

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SÉPTIMA ESTACIÓN - Jesús cae por segunda vez




Vía Crucis de la iglesia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
(Parque Chacabuco)

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