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6 de agosto de 2025

6 de agosto: Santa Cristina de Tiro

Hoy (24 de julio en el calendario juliano) se recuerda a Santa Cristina. De un sitio ortodoxo tomamos la biografía de esta santa.

Cristina fue «hija de un gobernante de la ciudad de Tiro, en Líbano. Sus padres eran paganos, pero, por la providencia de Dios, la llamaron con un nombre que predecía su futuro: el de ser cristiana. No había en la ciudad, entre las doncellas, persona más bella que ella. Su padre, deseando de que conserve su virginidad, construyó una vivienda especial para ella, colocando allí unos ídolos y ordenándole que ella los venere. Viviendo en la soledad, Cristina admiraba el cielo estrellado, e igual que Santa Bárbara, llegó a la conclusión de que tiene que existir un solo Creador. Dios hizo que ella conociera a unos cristianos, los cuales le explicaron sobre la fe cristiana, y ella creyó en Jesucristo. Después de esto, Cristina, con gran indignación, destruyó a los ídolos en su casa y por esta razón, por orden de su padre, fue sometida a diferentes torturas. Ella fue golpeada sin compasión, su cuerpo era cortado con cuchillos filosos, la quemaban con fuego, la tiraron en un hoyo con serpientes venenosas, etc. Finalmente los verdugos la traspasaron con lanzas y espadas. Esta fue la forma como la santa mártir Cristina sufrió por Cristo en el año 300. Su conmemoración, especialmente se festeja en el Oriente».

La imagen de Santa Cristina forma parte de un gran mural en la iglesia ortodoxa San Jorge del Patriarcado de Antioquía en el barrio de Palermo.

9 de junio de 2025

9 de junio: San Efrén

 

Entre los numerosos santos que aparecen en el mural de los santos del Patriarcado de Antioquía, en la iglesia San Jorge, se encuentra San Efrén el Sirio, a quien así elogia hoy el Martirologio Romano:

«San Efrén, diácono y Doctor de la Iglesia, que primero ejerció en Nísibe, su patria, el ministerio de la predicación y la enseñanza de la doctrina, y más tarde, al invadir Nísibe los persas, se trasladó a Edesa, en Osroene, donde inició una escuela teológica con los discípulos que le habían seguido, en la que ejerció su ministerio con la palabra y los escritos. Fue célebre por su austeridad de vida y la riqueza de su doctrina, y por los exquisitos himnos que también compuso mereció ser llamado "cítara del Espíritu Santo"».

En nuestra entrada del 9 de junio de 2021, con palabras de Benedicto XVI, nos ocupamos de la vida y obra de San Efrén. Hoy, en cambio, aprovechando que en este día también se celebra la Memoria de María, Madre de la Iglesia, transcribiremos fragmentos de un cántico admirable que en honor de María compuso el sabio poeta.

1. Entona himnos, cítara mía, en alabanza de la Virgen María; eleva tu voz y modula el cántico admirable de esta virgen, hija de David, que dio a luz a la Vida.
3. Engañó el hijo a la serpiente y la pisoteó, e hizo olvidar a Eva el veneno que le había inoculado el mortífero dragón, quien, mediante la mentira aquella la había hundido en el infierno.
16. María es el vellocino sobre el cual descendió del Padre la lluvia de bendición, con cuyas gotas fue asperjado Adán. Y volvió a la vida, y se levantó del sepulcro el que había sido sepultado en el infierno por sus enemigos.
20. Esta Virgen se convirtió en Madre, y conservó intacta su virginidad: siendo virgen lleva en su seno al niño y es Madre de Dios, esclava suya y obra de su sabiduría. 
23. El Verbo de Dios descendió del alto cielo y habitó en la doncella; ésta lo concibió y lo dio a luz. Todo lo referente a esta casta virgen sobrepasa cuanto profieran los labios de cuantos hablan de ella.
27. María lleva el fuego entre sus dedos y con sus brazos abraza la llama. El incendio que la alimentaba asía sus pechos; ella daba su leche al que alimenta a todos los seres. ¿Quién podrá hablar dignamente de ella?
29. El hijo de la tierra trajo al mundo las enfermedades y los dolores y abrió la puerta a la muerte que, entrando, encadenó al mundo. Pero el Hijo de María asumió los dolores del mundo y le hizo el don de la vida.
30. María, conservando intacta su virginidad, como tierra bendita no arada, hizo germinar en su seno el árbol de la vida; gracias a su misericordia todos cuantos comen de él, viven.
37. María, fuente pura, concibió en su seno al torrente de vida, que descendió al mundo vivificando a todos los muertos que, por él, renacieron.
38. María es el templo puro en el que se hospeda Dios, el huésped eterno; en ella se realizó de un modo admirable el misterio por el cual el hombre se hace Dios y Adán es llamado hijo por el Padre.
40. María es la vid que brotó de la raíz bendita de David, cuyos ramos produjeron el racimo de sangre viviente. Adán bebió ese vino, se levantó y volvió al Edén.
44. ¡Oíd las alabanzas en el carro de triunfo de Dios, y los cánticos de la Virgen Madre! ¡En el carro de triunfo, su poder, y en María, su amor! El querubín alaba con temor, la virgen madre acaricia.
45. La voz de la vida es enviada por Ti, oh, Altísimo, al reino de los muertos y dice a Eva: "Una hija tuya, permaneciendo virgen, dio a luz a un hijo que pagó tu deuda".
51. Bendita eres, María, hija de David; y bendito es el fruto que nos diste. Alabado sea el Padre que envió a su Hijo para nuestra redención y bendito el Espíritu Paráclito que nos enseñó este misterio. Alabado sea su nombre.

San Efrén, Carmina Sogita 1 (selección)

14 de mayo de 2025

14 de mayo: San Víctor de Antioquía

El Martirologio dice hoy, escuetamente: «En Siria, santos Víctor y Corona, compañeros mártires».

El antiguo Martirologio decía: 

 

Antes que nada, una advertencia hagiográfica que trae El Testigo Fiel: 

Son bastante complejos los estudios hagiográficos que tienen como objeto estos dos santos mártires, Corona y Víctor; tantas son las celebraciones de los varios antiguos calendarios y martirologios, latinos, griegos y coptos. En esta breve nota se tendrá en cuenta sólo la celebración del 14 de mayo, reportada por el Martirologio Romano. La incerteza de las noticias alcanza también a la ciudad del martirio: la «Passio» griega dice que fue Damasco; la copta, que Antioquía, y las fuentes latinas dicen Alejandría de Egipto, e incluso Sicilia. También la fecha es controvertida, según las fuentes griegas habría sido en tiempos del emperador Antonino (138-161), según las coptas, en tiempos de Diocleciano (243-313). El Martirologio Romano lo ubica en el siglo III y en Siria, sin especificar el lugar exacto.

Hecha esta aclaración, pasemos a los datos sobre nuestro santo de hoy. Tomamos la información de un sitio ortodoxo. Los ortodoxos celebran a Víctor y a su compañera de martirio el día 11 de noviembre.

«San Víctor fue martirizado en Italia durante el reinado del emperador Antonino (138-161 d.C.) y el duque Sebastián en el año 160. 

[Nota: Esto es de acuerdo con el Synaxarion de Constantinopla. La mayoría de las fuentes afirman que fueron asesinados en la Siria romana durante el reinado de Marco Aurelio. Sin embargo, varios textos hagiográficos no están de acuerdo sobre el sitio de su martirio, y algunos afirman que fue en Damasco, mientras que las fuentes coptas afirman que fue Antioquía. Algunas fuentes occidentales afirman que Alejandría o Sicilia fueron su lugar de martirio. 

También están en desacuerdo sobre la fecha de su martirio. Pueden haber sido martirizados durante el reinado de Antonino o Diocleciano, mientras que el martirologio romano afirma que fue en el siglo III cuando encontraron su muerte. Más comúnmente se dice que Víctor era un soldado romano de ascendencia italiana, que servía en la ciudad de Damasco en la Siria romana durante el reinado del emperador Antonino Pío]. 

Por no negar su fe en Cristo, primero le cortaron los dedos. Luego fue colocado en un horno encendido durante tres días, del cual salió ileso. Luego le obligaron a beber un veneno mortal, pero esto no le hizo daño, haciendo que el hechicero que administraba el veneno mortal creyera en Cristo. Luego le arrancaron los nervios y le echaron aceite hirviendo. Luego se vio obligado a beber ceniza mezclada con vinagre, que fue seguido por el desgarramiento de sus ojos, y después fue colgado boca abajo durante tres días. Después de esto fue desollado vivo. Habiendo sufrido tales torturas, el valiente atleta entregó su alma en manos de Dios»

La imagen forma parte de un gran mural titulado "Sinaxis de sants del Patriarcado de Antioquía - hombres y mujeres santos de la Sede Ortodoxa de Antioquía" en el templo dedicado a San Jorge  de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía.

3 de febrero de 2024

Santa María "en sábado"

Honramos la Memoria sabatina de la Virgen con una imagen que se encuentra en el frente de la iglesia ortodoxa de San Jorge y con un bello himno de San Nectario.



¡Virgen Madre, alégrate!

Señora, oh purísima Doncella, nuestra Reina,

oh Madre del Altísimo, fragante azucena.

¡Más amplia que las nubes! ¡Más brillante que los astros!

¡Esplendorosa más que el sol! ¡Más alta que los cielos!

Los celestiales Ángeles admiran tu pureza.

Los hombres honran con fervor tu virginal belleza.


¡Virgen Madre, alégrate!

Del mundo Reina eres tú, María, Siempre Virgen,

Doncella y Purísima Virgen y santa Madre.

Adorna mi espíritu, oh Novia sin mancilla,

con tu divino júbilo, santísima doncella.

¡Más elevado tu honor, que el de los querubines!

¡Y tu esplendor es mucho más que el de los serafines!


¡Virgen Madre, alégrate!

¡Alégrate, oh cántico dulcísimo y fino,

veneración querúbica, loor de serafines!

¡Alégrate, profunda paz y puerto apacible!

¡Del Verbo, bello tálamo y flor inmarcesible!

¡Vergel feraz bellísimo de vida perdurable!

¡Árbol de vida, alégrate, oh fuente inagotable!


¡Virgen Madre, alégrate!

Te ruego, oh Santísima, suplico me acojas;

oh Reina, te invoco elevando oraciones.

Doncella, cual santísima, sin mancha Virgen Madre,

a ti suplico con fervor, oh templo venerable:

Ampara y líbrame del mal que cruza mi camino;

cual heredero, acéptame en el divino Reino.


23 de septiembre de 2023

23 de septiembre: Santa Tecla

El 23 de septiembre en Occidente, y el 24 en el Oriente, se celebra la memoria de Santa Tecla, a quien la liturgia oriental llama "Protomártir e Igual a los Apóstoles".

Pese a la extraordinaria devoción de que es objeto Santa Tecla, lamentablemente ignoramos casi todo acerca de ella. Lo que sabemos sobre su vida procede de un texto apócrifo del siglo II, los Hechos de Pablo y Tecla.

Según esa narración, Tecla era una virgen de Iconio que se convirtió al cristianismo y, seducida por la predicación del Apóstol, se consagró a la virginidad perpetua, rompiendo con su prometido pagano, que la denunció ante los tribunales.

Salvada milagrosamente de la muerte en la hoguera a la que había sido condenada, fue con San Pablo a Antioquía de Pisidia, donde, arrojada a las fieras, fue nuevamente salvada de la muerte de modo milagroso. Después se trasladó a Myra, donde estaba el Apóstol, y finalmente a Seleucia, donde murió. 

A pesar del carácter puramente legendario de toda la historia, no es imposible que esté relacionada con un personaje histórico. Quizás se trate de una virgen convertida por San Pablo que luego, como muchas otras mujeres de la época apostólica y posterior, colaboró en la obra evangelizadora.


En la imagen,  que se venera en la iglesia ortodoxa de San Jorge,  Santa Tecla  (que está junto a María Magdalena) sostiene un pergamino con un texto que dice:

"Te anhelo, mi Esposo, 

y por ti sufro 

para poder reinar contigo".


Santa Tecla está presente en la liturgia hispano-mozárabe; es muy venerada en Tarragona, cuya catedral le está dedicada, y todos los años se organizan en la ciudad grandes festejos en su día. De ese rito procede la oración con la que cerramos esta entrada 

13 de septiembre de 2023

13 de septiembre: San Juan Crisóstomo

 

Como dijimos en nuestra entrada del 13 de septiembre de 2021, el sabio pontífice Benedicto XVI dedicó dos audiencias a hablar de la figura de San Juan Crisóstomo. En esa fecha publicamos la primera de ellas, del 19 de septiembre de 2007, con una imagen del santo que se venera en la Catedral de Morón; hoy compartimos la segunda, pronunciada una semana después, con fotos que tomamos en la iglesia ortodoxa de San Jorge.

Dijo el Papa: 

«Continuamos hoy nuestra reflexión sobre San Juan Crisóstomo. Después del período pasado en Antioquía, en el año 397, fue nombrado Obispo de Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente. Desde el inicio, San Juan proyectó la reforma de su Iglesia; la austeridad del palacio episcopal debía servir de ejemplo para todos: clero, viudas, monjes, personas de la corte y ricos. Por desgracia no pocos de ellos, afectados por sus juicios, se alejaron de él.

Por su solicitud en favor de los pobres, San Juan fue llamado también "el limosnero". Como administrador atento logró crear instituciones caritativas muy apreciadas. Su espíritu emprendedor en los diferentes campos hizo que algunos lo vieran como un peligroso rival. Sin embargo, como verdadero pastor, trataba a todos de manera cordial y paterna. En particular, siempre tenía gestos de ternura con respecto a la mujer y dedicaba una atención especial al matrimonio y a la familia. Invitaba a los fieles a participar en la vida litúrgica, que hizo espléndida y atractiva con creatividad genial.

A pesar de su corazón bondadoso, no tuvo una vida tranquila. Pastor de la capital del Imperio, a menudo se vio envuelto en cuestiones e intrigas políticas por sus continuas relaciones con las autoridades y las instituciones civiles. En el ámbito eclesiástico, dado que en el año 401 había depuesto en Asia a seis obispos indignamente elegidos, fue acusado de rebasar los límites de su jurisdicción, por lo que se convirtió en diana de acusaciones fáciles.

Otro pretexto de ataques contra él fue la presencia de algunos monjes egipcios, excomulgados por el patriarca Teófilo de Alejandría, que se refugiaron en Constantinopla. Después se creó una fuerte polémica causada por las críticas de San Juan Crisóstomo a la emperatriz Eudoxia y a sus cortesanas, que reaccionaron desacreditándolo e insultándolo.

De este modo, fue depuesto en el sínodo organizado por el mismo patriarca Teófilo, en el año 403, y condenado a un primer destierro breve. Tras regresar, la hostilidad que se suscitó contra él a causa de su protesta contra las fiestas en honor de la emperatriz, que San Juan consideraba fiestas paganas y lujosas, así como la expulsión de los presbíteros encargados de los bautismos en la Vigilia Pascual del año 404, marcaron el inicio de la persecución contra San Juan Crisóstomo y sus seguidores, llamados "juanistas".

Entonces, San Juan denunció los hechos en una carta al Obispo de Roma, Inocencio I. Pero ya era demasiado tarde. En el año 406 fue desterrado nuevamente, esta vez a Cucusa, en Armenia. El Papa estaba convencido de su inocencia, pero no tenía el poder para ayudarle. No se pudo celebrar un concilio, promovido por Roma, para lograr la pacificación entre las dos partes del Imperio y entre sus Iglesias. El duro viaje de Cucusa a Pitionte, destino al que nunca llegó, debía impedir las visitas de los fieles y quebrantar la resistencia del obispo exhausto: la condena al destierro fue una auténtica condena a muerte.

Son conmovedoras las numerosas cartas que escribió San Juan desde el destierro, en las que manifiesta sus preocupaciones pastorales con sentimientos de participación y de dolor por las persecuciones contra los suyos. La marcha hacia la muerte se detuvo en Comana, provincia del Ponto. Allí San Juan, moribundo, fue llevado a la capilla del mártir San Basilisco, donde entregó su alma a Dios y fue sepultado, como mártir junto al mártir ¹. Era el 14 de septiembre del año 407, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Su rehabilitación tuvo lugar en el año 438 con Teodosio II. Los restos del santo obispo, sepultados en la iglesia de los Apóstoles, en Constantinopla, fueron trasladados en el año 1204 a Roma, a la primitiva basílica constantiniana, y descansan ahora en la capilla del Coro de los canónigos de la Basílica de San Pedro.

El 24 de agosto de 2004, el Papa Juan Pablo II entregó una parte importante de sus reliquias al patriarca Bartolomé I de Constantinopla. La memoria litúrgica del santo se celebra el 13 de septiembre. El Beato Juan XXIII lo proclamó patrono del Concilio Vaticano II.

De San Juan Crisóstomo se dijo que, cuando se sentó en el trono de la nueva Roma, es decir, de Constantinopla, Dios manifestó en él a un segundo Pablo, un doctor del universo. En realidad, en San Juan Crisóstomo hay una unidad esencial de pensamiento y de acción tanto en Antioquía como en Constantinopla. Sólo cambian el papel y las situaciones.




Al meditar en las ocho obras realizadas por Dios en la secuencia de los seis días, en el comentario del Génesis, San Juan Crisóstomo quiere hacer que los fieles se remonten de la creación al Creador: "Es de gran ayuda —dice— saber qué es la criatura y qué es el Creador". Nos muestra la belleza de la creación y el reflejo de Dios en su creación, que se convierte de este modo en una especie de "escalera" para ascender a Dios, para conocerlo.

Pero a este primer paso le sigue un segundo: este Dios creador es también el Dios de la condescendencia (synkatabasis). Nosotros somos débiles para "ascender", nuestros ojos son débiles. Así, Dios se convierte en el Dios de la condescendencia, que envía al hombre, caído y extranjero, una carta, la Sagrada Escritura. De este modo, la creación y la Escritura se completan. A la luz de la Escritura, de la carta que Dios nos ha dado, podemos descifrar la creación. A Dios le llama "Padre tierno" (philostorgios) ², médico de las almas ³, madre ³ y amigo afectuoso ⁴. 

Pero a este segundo paso —el primero era la creación como "escalera" hacia Dios; y el segundo, la condescendencia de Dios a través de la carta que nos ha dado, la sagrada Escritura— se añade un tercer paso: Dios no sólo nos transmite una carta; en definitiva, él mismo baja, se encarna, se hace realmente "Dios con nosotros", nuestro hermano hasta la muerte en la cruz.

Y tras estos tres pasos —Dios que se hace visible en la creación, Dios nos envía una carta, y Dios desciende y se convierte en uno de nosotros— se agrega al final un cuarto paso: en la vida y la acción del cristiano, el principio vital y dinámico es el Espíritu Santo (Pneuma), que transforma la realidad del mundo. Dios entra en nuestra existencia misma a través del Espíritu Santo y nos transforma desde dentro de nuestro corazón.

Con este telón de fondo, precisamente en Constantinopla, San Juan, al comentar los Hechos de los Apóstoles, propone el modelo de la Iglesia primitiva (cf. Hch 4, 32-37) como modelo para la sociedad, desarrollando una "utopía" social (una especie de "ciudad ideal"). En efecto, se trataba de dar un alma y un rostro cristiano a la ciudad. En otras palabras, San Juan Crisóstomo comprendió que no basta con dar limosna o ayudar a los pobres de vez en cuando, sino que es necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de sociedad; un modelo basado en la perspectiva del Nuevo Testamento. Es la nueva sociedad que se revela en la Iglesia naciente.

Por tanto, San Juan Crisóstomo se convierte de este modo en uno de los grandes padres de la doctrina social de la Iglesia: la vieja idea de la polis griega se debe sustituir por una nueva idea de ciudad inspirada en la fe cristiana. San Juan Crisóstomo defendía, como San Pablo (cf. 1 Co 8, 11), el primado de cada cristiano, de la persona en cuanto tal, incluso del esclavo y del pobre. Su proyecto corrige así la tradicional visión griega de la polis, de la ciudad, en la que amplios sectores de la población quedaban excluidos de los derechos de ciudadanía, mientras que en la ciudad cristiana todos son hermanos y hermanas con los mismos derechos.

El primado de la persona también es consecuencia del hecho de que, partiendo realmente de ella, se construye la ciudad, mientras que en la polis griega la patria se ponía por encima del individuo, el cual quedaba totalmente subordinado a la ciudad en su conjunto. De este modo, con San Juan Crisóstomo comienza la visión de una sociedad construida a partir de la conciencia cristiana. Y nos dice que nuestra polis es otra, "nuestra patria está en los cielos" (Flp 3, 20) y en esta patria nuestra, incluso en esta tierra, todos somos iguales, hermanos y hermanas, y nos obliga a la solidaridad.

Al final de su vida, desde el destierro en las fronteras de Armenia, "el lugar más desierto del mundo", San Juan, enlazando con su primera predicación del año 386, retomó un tema muy importante para él: Dios tiene un plan para la humanidad, un plan "inefable e incomprensible", pero seguramente guiado por él con amor ⁵. Esta es nuestra certeza. Aunque no podamos descifrar los detalles de la historia personal y colectiva, sabemos que el plan de Dios se inspira siempre en su amor.

Así, a pesar de sus sufrimientos, San Juan Crisóstomo reafirmó el descubrimiento de que Dios nos ama a cada uno con un amor infinito y por eso quiere la salvación de todos. Por su parte, el santo obispo cooperó a esta salvación con generosidad, sin escatimar esfuerzos, durante toda su vida. De hecho, consideraba como fin último de su existencia la gloria de Dios que, ya moribundo, dejó como último testamento: "¡Gloria a Dios por todo!" ⁶».







¹Paladio, Vida 119
² ib.
³ Homilía 40, 3 sobre el Génesis
⁴ Sobre la Providencia 8, 11-12
⁵ cf. Sobre la Providencia 2, 6
⁶ Paladio, Vida 11

4 de febrero de 2023

Santa María "en sábado"

 

Celebramos la Memoria sabatina dedicada a la Bienaventurada Virgen María con esta imagen de la iglesia ortodoxa San Jorge y un fragmento de un himno de Romano el Melode que imagina un diálogo entre la Madre y su Divino Hijo


«Te he traído al mundo,

pon ante mis ojos 

tu intención,

para, de este modo,

poder dimensionar 

la intensidad de la gracia

que he recibido yo,

la Llena de Gracia».


«Estoy abrumado por el amor

que siento hacia los hombres

-responde el Creador (...).

El niño que llevas ahora en tus brazos,

lo verás dentro de poco con las manos clavadas,

porque ama a tu raza. (...)

Soportaré todo gustosamente

debido al amor

que desde siempre he sentido

y siento por los hombres,

amor de Dios

que no pide nada más que poder salvarlos».

8 de enero de 2023

Fiesta del Bautismo de Jesús

 

Nos unimos a la fiesta de hoy con una foto de un vitral en la iglesia ortodoxa San Jorge y un fragmento de la homilía de Benedicto XVI el 9 de enero de 2011 durante la misa (con las mismas lecturas de hoy)  en que administró el Bautismo a varios niños.

Según el relato del evangelista San Mateo (3, 13-17), Jesús fue de Galilea al río Jordán para que lo bautizara Juan; de hecho, acudían de toda Palestina para escuchar la predicación de este gran profeta, el anuncio de la venida del reino de Dios, y para recibir el bautismo, es decir, para someterse a ese signo de penitencia que invitaba a convertirse del pecado. Aunque se llamara bautismo, no tenía el valor sacramental del rito que celebramos hoy; como bien sabéis, con su muerte y resurrección Jesús instituye los sacramentos y hace nacer la Iglesia. El que administraba Juan era un acto penitencial, un gesto que invitaba a la humildad frente a Dios, invitaba a un nuevo inicio: al sumergirse en el agua, el penitente reconocía que había pecado, imploraba de Dios la purificación de sus culpas y se le enviaba a cambiar los comportamientos equivocados, casi como si muriera en el agua y resucitara a una nueva vida. 
Por esto, cuando Juan Bautista ve a Jesús que, en fila con los pecadores, va para que lo bautice, se sorprende; al reconocer en él al Mesías, al Santo de Dios, a aquel que no tenía pecado, Juan manifiesta su desconcierto: él mismo, el que bautizaba, habría querido hacerse bautizar por Jesús. Pero Jesús lo exhorta a no oponer resistencia, a aceptar realizar este acto, para hacer lo que es conveniente para «cumplir toda justicia». Con esta expresión Jesús manifiesta que vino al mundo para hacer la voluntad de Aquel que lo mandó, para realizar todo lo que el Padre le pide; aceptó hacerse hombre para obedecer al Padre. Este gesto revela ante todo quién es Jesús: es el Hijo de Dios, verdadero Dios como el Padre; es aquel que «se rebajó» para hacerse uno de nosotros, aquel que se hizo hombre y aceptó humillarse hasta la muerte de cruz (cf. Flp 2, 7). El bautismo de Jesús, que hoy recordamos, se sitúa en esta lógica de la humildad y de la solidaridad: es el gesto de quien quiere hacerse en todo uno de nosotros y se pone realmente en la fila con los pecadores; él, que no tiene pecado, deja que lo traten como pecador (cf. 2 Co 5, 21), para cargar sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, también de nuestra culpa. Es el «siervo de Dios» del que nos habló el profeta Isaías en la primera lectura (cf. 42, 1). Lo que dicta su humildad es el deseo de establecer una comunión plena con la humanidad, el deseo de realizar una verdadera solidaridad con el hombre y con  su condición. El gesto de Jesús anticipa la cruz, la aceptación de la muerte por los pecados del hombre. Este acto de anonadamiento, con el que Jesús quiere uniformarse totalmente al designio de amor del Padre y asemejarse a nosotros, manifiesta la plena sintonía de voluntad y de fines que existe entre las personas de la santísima Trinidad. Para ese acto de amor, el Espíritu de Dios se manifiesta como paloma y baja sobre él, y en aquel momento el amor que une a Jesús al Padre se testimonia a cuantos asisten al bautismo, mediante una voz desde lo alto que todos oyen. El Padre manifiesta abiertamente a los hombres —a nosotros— la comunión profunda que lo une al Hijo: la voz que resuena desde lo alto atestigua que Jesús es obediente en todo al Padre y que esta obediencia es expresión del amor que los une entre sí. Por eso, el Padre se complace en Jesús, porque reconoce en las acciones del Hijo el deseo de seguir en todo su voluntad: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17). Y esta palabra del Padre alude también, anticipadamente, a la victoria de la resurrección y nos dice cómo debemos vivir para complacer al Padre, comportándonos como Jesús.

11 de diciembre de 2020

11 de diciembre: San Daniel Estilita

El Martirologio Romano recuerda hoy a San Daniel "Estilita":  «En Constantinopla, San Daniel, llamado «Estilita», presbítero, que, después de vivir en el cenobio y soportar muchos trabajos, según la costumbre y ejemplo de San Simeón permaneció en lo alto de una columna hasta su muerte, durante treinta y tres años y tres meses, sin que le hicieran mella el frío, el calor, ni los vientos».


Los "estilitas" son los eremitas orientales que vivían sobre una columna ("stylos"). El  más famoso estilita es San Simeón, seguido por nuestro santo de hoy.

Nacido en Maratha (Siria) en el 409, fue ofrecido por su madre a un monasterio, donde recibió el hábito monacal y el nombre de Daniel. Años más tarde fue nombrado superior o "hegúmeno" del monasterio, pero renunció al cargo y emprendió un largo viaje, visitando a los más famosos solitarios. Al cabo de algún tiempo se estableció en Constantinopla y, a la muerte de San Simeón Estilita, decidió continuar él mismo ese tipo de vida y vivir en adelante sobre dos columnas, alentando a todos, desde allí, a la vida cristiana con sus ejemplos y palabras. Murió el 11 de diciembre de 493.



En la iglesia ortodoxa de San Jorge, en una gran lámina con numerosos santos venerados en el Patriarcado de Antioquía, aparece San Daniel Estilita: de allí procede la imagen de nuestra entrada de hoy  (Daniel es el de más arriba a la derecha).

Próxima entrada: 15 de diciembre (Virgen de la Puerta)

23 de febrero de 2019

Sábado de la Semana VI Durante el Año

En el Sábado de la  
Semana VI del 
Tiempo Ordinario 
se lee un fragmento
del Evangelio de San Marcos   
(9, 2-13), 
cuyos primeros
versículos transcribimos: 

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. 

Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. 

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. 

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». 

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. 

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se  preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».

La escena está representada en un vitral de la iglesia ortodoxa de San Jorge del Patriarcado de Antioquía.  

12 de enero de 2018

Viernes de la Semana I Durante el Año

Así comienza el Evangelio (Mc 2, 1-12) de hoy, viernes de la Primera Semana Durante el Año:

"Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra" (Mc 2, 1-2)


Por esta última frase, "él les anunciaba la Palabra", hemos elegido para hoy la imagen que vemos junto a estas líneas. La elección, por cierto, es un poco caprichosa, pero se justifica porque en el vitral se ve a Jesús sosteniendo un libro, que representa la Palabra de Dios.

El vitral es uno de los que tiene la iglesia de ortodoxa San Jorge, del Patriarcado de Antioquía. 

Próxima entrada: 13 de enero (Santa María en sábado)

2 de enero de 2018

2 de enero: San Basilio Magno

Entre los bellos iconos que exornan las paredes de la iglesia de San Jorge (de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía) puede verse uno que representa a San Basilio Magno. Hoy la Liturgia lo honra junto a San Gregorio Nacianceno.


Transcribimos a continuación gran parte de la catequesis del Papa Benedicto XVI del 4 de julio de 2007, dedicada a San Basilio:

«Hoy queremos recordar a uno de los grandes Padres de la Iglesia, San Basilio, a quien los textos litúrgicos bizantinos definen como una «lumbrera de la Iglesia». Fue un gran obispo del siglo IV, al que mira con admiración tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente por su santidad de vida, por la excelencia de su doctrina y  por la síntesis armoniosa de sus dotes especulativas y prácticas. 

Nació alrededor del año 330 en una familia de santos, «verdadera Iglesia doméstica», que vivía en un clima de profunda fe. Estudió con los mejores maestros de Atenas y Constantinopla. Insatisfecho de sus éxitos mundanos, al darse cuenta de que había perdido mucho tiempo en vanidades, él mismo confiesa:  «Un día, como si despertase de un sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad del Evangelio..., y lloré por mi miserable vida» (cf. Ep. 223:  PG 32, 824 a).

Atraído por Cristo, comenzó a mirarlo y a escucharlo sólo a él (cf. Moralia 80, 1: PG 31, 860 b c). Con determinación se dedicó a la vida monástica en la oración, en la meditación de las sagradas Escrituras y de los escritos de los Padres de la Iglesia, y en el ejercicio de la caridad (cf. Ep. 2 y 22), siguiendo también el ejemplo de su hermana, Santa Macrina, la cual ya vivía el  ascetismo monacal. Después fue ordenado sacerdote y, por último, en el año 370, consagrado obispo de Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía.

Con su predicación y sus escritos realizó una intensa actividad pastoral, teológica y literaria. Con sabio equilibrio supo unir el servicio a las almas y la entrega a la oración y a la meditación en la soledad. Aprovechando su experiencia personal, favoreció la fundación de muchas «fraternidades» o comunidades de cristianos consagrados a Dios, a las que visitaba con frecuencia (cf. San Gregorio Nacianceno, Oratio 43, 29 in laudem Basilii:  PG 36, 536 b). Con su palabra y sus escritos, muchos de los cuales se conservan todavía hoy (cf. Regulae brevius tractatae, Proemio:  PG 31, 1080 a b), los exhortaba a vivir y a avanzar en la perfección. De esos escritos se valieron después no pocos legisladores de la vida monástica antigua, entre ellos San Benito, que consideraba a San Basilio como su maestro (cf. Regula 73, 5).

En realidad, San Basilio creó una vida monástica muy particular:  no cerrada a la comunidad de la Iglesia local, sino abierta a ella. Sus monjes formaban parte de la Iglesia particular, eran su núcleo animador que, precediendo a los demás fieles en el seguimiento de Cristo y no sólo de la fe, mostraba su firme adhesión a Cristo —el amor a él—, sobre todo con obras de caridad. Estos monjes, que tenían escuelas y hospitales, estaban al servicio de los pobres; así mostraron la integridad de la vida cristiana.

El siervo de Dios Juan Pablo II, hablando de la vida monástica, escribió:  «Muchos opinan que esa institución tan importante en toda la Iglesia como es la vida monástica quedó establecida, para todos los siglos, principalmente por San Basilio o que, al menos, la naturaleza de la misma no habría quedado tan propiamente definida sin su decisiva aportación» (Carta Apostólica Patres Ecclesiae, 2:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de enero de 1980, p. 13).

Como obispo y pastor de su vasta diócesis, San Basilio se preocupó constantemente por las difíciles condiciones materiales en las que vivían los fieles; denunció con firmeza los males; se comprometió en favor de los más pobres y marginados; intervino también ante los gobernantes para aliviar los sufrimientos de la población, sobre todo en momentos de calamidad; veló por la libertad de la Iglesia, enfrentándose a los poderosos para defender el derecho de profesar la verdadera fe (cf. San Gregorio Nacianceno, Oratio 43, 48-51 in laudem Basilii:  PG 36, 557 c-561 c). Dio testimonio de Dios, que es amor y caridad, con la construcción de varios hospicios para necesitados (cf. San Basilio, Ep. 94:  PG 32, 488 b c), una especie de ciudad de la misericordia, que por él tomó el nombre de «Basiliades» (cf. Sozomeno, Historia Eccl. 6, 34:  PG 67, 1397 a). En ella hunden sus raíces los modernos hospitales para la atención y curación de los enfermos.

Consciente de que «la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (Sacrosanctum Concilium, 10), San Basilio, aunque siempre se preocupaba por vivir la caridad, que es la señal de reconocimiento de la fe, también fue un sabio «reformador litúrgico» (cf. San Gregorio Nacianceno, Oratio 43, 34 in laudem Basilii:  PG 36, 541 c). Nos dejó una gran plegaria eucarística, o anáfora, que lleva su nombre y que dio una organización fundamental a la oración y a la salmodia:  gracias a él el pueblo amó y conoció los Salmos y acudía a rezarlos incluso de noche (cf. San Basilio, In Psalmum 1, 1-2:  PG 29, 212 a-213 c). Así vemos cómo la liturgia, la adoración, la oración con la Iglesia y la caridad van unidas y se condicionan mutuamente.

Con celo y valentía, San Basilio supo oponerse a los herejes, que negaban que Jesucristo era Dios como el Padre (cf. San Basilio, Ep. 9, 3:  PG 32, 272 a; Ep. 52, 1-3:  PG 32, 392 b-396 a; Adv. Eunomium 1, 20:  PG 29, 556 c). Del mismo modo, contra quienes no aceptaban la divinidad del Espíritu Santo, defendió que también el Espíritu Santo es Dios y «debe ser considerado y glorificado juntamente con el Padre y el Hijo» (cf. De Spiritu Sancto:  SC 17 bis, 348). Por eso, San Basilio es uno de los grandes Padres que formularon la doctrina sobre la Trinidad:  el único Dios, precisamente por ser Amor, es un Dios en tres Personas, que forman la unidad más profunda que existe, la unidad divina.

En su amor a Cristo y a su Evangelio, el gran Padre capadocio trabajó también por sanar las divisiones dentro de la Iglesia (cf. Ep. 70 y 243), procurando siempre que todos se convirtieran a Cristo y a su Palabra (cf. De iudicio 4:  PG 31, 660 b-661 a), fuerza unificadora, a la que todos los creyentes deben obedecer (cf. ib. 1-3:  PG 31, 653 a-656 c).

En conclusión, San Basilio se entregó totalmente al fiel servicio a la Iglesia y al multiforme ejercicio del ministerio episcopal. Según el programa que él mismo trazó, se convirtió en "apóstol y ministro de Cristo, dispensador de los misterios de Dios, heraldo del reino, modelo y norma de piedad, ojo del cuerpo de la Iglesia, pastor de las ovejas de Cristo, médico compasivo, padre nutricio, cooperador de Dios, agricultor de Dios, constructor del templo de Dios" (cf. Moralia 80, 11-20:  PG 31, 864 b-868 b).

Este es el programa que el santo obispo entrega a los heraldos de la Palabra —tanto ayer como hoy—, un programa que él mismo se esforzó generosamente por poner en práctica. En el año 379, San Basilio, sin cumplir aún cincuenta años, agotado por el cansancio y la ascesis, regresó a Dios, «con la esperanza de la vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor» (De Baptismo 1, 2, 9). Fue un hombre que vivió verdaderamente con la mirada puesta en Cristo, un hombre del amor al prójimo. Lleno de la esperanza y de la alegría de la fe, San Basilio nos muestra cómo ser realmente cristianos».

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29 de junio de 2017

29 de junio: Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Para celebrar la Solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo,  volvemos hoy al hermoso templo de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, dedicado San Jorge. 



En el frente del templo hay tres coloridas imágenes hechas con mosaicos: una del Titular del templo, una de la Virgen con el Niño, y la restante mostrando a San Pedro y San Pablo con sus atributos tradicionales (llaves y espada, respectivamente).



De la tradición litúrgica de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa de Antioquía, transcribimos esta plegaria (Katísmata Tercera - Tono Octavo de los Maitines de la Solemne Conmemoración de los gloriosos y alabadísimos Corifeos de los Santos Apóstoles y Patronos de la Sede Antioquena). Tomamos la oración del sitio web oficial de la Arquidiócesis de Buenos Aires y de toda la Argentina de dicha Iglesia.



Vengan, alabemos a los dos grandes astros de esplendorosa luz: 

Pedro y el sapientísimo Pablo, 
quienes se habían manifestado como corifeos de los Apóstoles. 
Porque brillaron por el fuego divino y quemaron toda la oscuridad del error. 
Entonces, se han devenido en merecedores de la ciudadanía del Reino Celestial; 
e iguales en el trono por la Gracia. 
Por lo tanto, exclamémosles diciendo: 
"Pidan, oh Apóstoles de Cristo Dios, 
el perdón de las transgresiones 
de aquellos que con anhelo celebran vuestra santa conmemoración".

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18 de octubre de 2016

18 de octubre: Fiesta de San Lucas

El Evangelista San Lucas, con su símbolo tradicional (el toro), en uno de los cuatro pilares de la cúpula de la iglesia de San Jorge del Patriarcado Ortodoxo de Antioquía. El 21 de septiembre, en la Fiesta de San Mateo, mostramos la imagen que corresponde a ese Evangelista.

En la Oración Colecta de la misa de hoy se hace referencia a "los escritos" de Lucas (es decir, su Evangelio y los Hechos de los Apóstoles) y al lugar especial que en ellos tiene la misericordia de Dios para con los pobres:

Dios nuestro, que elegiste a san Lucas
para revelar con su predicación y sus escritos
el misterio de tu amor a los pobres,
concede, 
a nosotros que nos gloriamos del nombre de cristianos,
tener un solo corazón y una sola alma,
y  a todos los pueblos del mundo, 
llegar a descubrir tu salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

Aludiendo sutilmente a la condición de médico que la tradición le otorga a San Lucas, dice  la Oración sobre las ofrendas:


Por estos dones celestiales concédenos, Padre,

servirte con libertad de espíritu,
para que la ofrenda que te presentamos en la fiesta de san Lucas
nos sirva de medicina espiritual
 nos alcance la gloria eterna.

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21 de septiembre de 2016

21 de septiembre: Fiesta de San Mateo


Volvemos a la iglesia de San Jorge, esta vez en la Fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista. En ese templo, como en muchos otros, los cuatro pilares del crucero están ocupados por las representaciones de los cuatro evangelistas. Vemos hoy el que corresponde a San Mateo, con su símbolo habitual:  un ángel.


El templo porteño dedicado a San Jorge, ubicado en Scalabrini Ortiz al 1200, pertenece a la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía.

Terminamos con la Oración Colecta de la Fiesta:

Dios nuestro, con infinita misericordia elegiste a San Mateo,
convirtiéndolo de publicano en apóstol;
sostenidos por su intercesión y su ejemplo
concédenos que, siguiéndote con fidelidad,
vivamos siempre unidos a ti.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.


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6 de agosto de 2016

6 de agosto: Fiesta de la Transfiguración del Señor

«Es difícil para los occidentales imaginar la importancia que tiene la fiesta del 6 de agosto en Oriente. La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo es una de las “doce grandes fiestas” del año, muy antigua», dice María Donadeo en su libro "Iconos de Cristo y de santos", de Ediciones Paulinas. Hoy nos moveremos, justamente,  en el ámbito espiritual de las iglesias del Oriente cristiano, tanto en las imágenes como en los textos.

El relato de la Transfiguración lo traen los tres Evangelios sinópticos y la Segunda Carta de Pedro. 

Cuando la escena es representada, en el centro domina Cristo, vestido de blanco, de quien brotan rayos de luz en todas las direcciones; junto a él, más bien a sus pies, están Pedro, Santiago y Juan, en actitud de estupor o tapándose el rostro.

Las imágenes que ilustran la entrada de hoy son vitrales en la iglesia de San Jorge, de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía (ubicada en Scalabrini Ortiz a metros de Cabrera). Los textos litúrgicos son transcriptos de la misma obra de María Donadeo.
«Tú te transfiguraste en el monte, oh Cristo Dios, mostrando a tus discípulos tu gloria, en la medida en que les era posible. Haz que resplandezca también sobre nosotros pecadores tu luz eterna por las  oraciones de la Madre de Dios. Dador de luz, ¡gloria a ti!».
(Tropario con que terminan todas las horas del Oficio del día en la Liturgia Bizantina)



«En el monte te transfiguraste, y tus discípulos, en la medida en que podían, vieron tu gloria, oh Cristo Dios, a fin de que, cuando te vieran crucificado, comprendieran que tu pasión era voluntaria y predicasen al mundo que tú eres verdaderamente el esplendor del Padre».
(Kontakion de la fiesta en la Litrugia Bizantina)


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22 de julio de 2016

22 de julio: Fiesta de Santa María Magdalena

¿Quién fue María Magdalena? 
¿Era pecadora?

¿A qué se dedicaba María Magdalena antes de su encuentro con Jesús, es decir, antes de su conversión  y de decidirse a seguir los mandamientos del Maestro?   Para muchos cristianos, la pregunta es muy sencilla y tiene una respuesta casi obvia: María Magdalena era pecadora pública, prostituta. La tradición cristiana, y una abundante iconografía, corroboran esa respuesta.

Sin embargo, si queremos apoyar esa afirmación en las Escrituras, nos llevaremos una sorpresa. En ningún lugar del Evangelio dice que Magdalena fuera prostituta;  ni siquiera que fuera pecadora...

Entonces, ¿de dónde procede esa tradición, que todos conocemos?

Para comenzar a responder a este interrogante,  debemos referirnos a tres personajes bíblicos (que algunos identifican en una sola persona y otros en dos):  
a) María Magdalena, 
b) María la hermana de Lázaro y Marta, 

c) la pecadora anónima que unge los pies de Jesús.

Tres personajes para una historia

* María Magdalena, así, con su nombre completo, aparece en varias escenas evangélicas. Ocupa el primer  lugar  entre las mujeres que acompañan a Jesús (Mt 27, 56;  Mc 15, 47; Lc 8, 2); está presente durante la Pasión (Mc 15, 40) y al pie de la cruz con la Madre de Jesús (Jn 19, 25);  observa cómo sepultan al Señor (Mc 15, 47);  llega antes que Pedro y que Juan al sepulcro, en la mañana de la Pascua (Jn 20, 1-2); es la primera a quien se aparece Jesús resucitado (Mt 28, 1-10; Mc 16, 9;  Jn 20, 14), aunque no lo reconoce y lo  confunde con el hortelano (Jn 20, 15);  es enviada a ser apóstol de los apóstoles (Jn 20, 18). Tanto Marcos como Lucas nos informan que Jesús había expulsado de ella «siete demonios» (Lc 8, 2; Mc 16, 9).

* María de Betania es la hermana de Marta y de Lázaro;  aparece en el episodio de la resurrección de su hermano (Jn 11); derrama perfume sobre el Señor y le seca los pies con sus cabellos (Jn 11, 1; 12, 3);  escucha al Señor sentada a sus pies y se lleva «la mejor parte» (Lc 10, 38-42) mientras su hermana trabaja.

* Finalmente,  hay un tercer personaje,  la pecadora  anónima que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36 50) en casa de Simón el Fariseo.

Dos en una o tres en una

No era difícil,  leyendo todos estos fragmentos,  establecer una relación entre la unción de la pecadora y la de María de Betania, es decir,  suponer que se trata de una misma unción (aunque las circunstancias difieren), y por lo tanto de una misma persona. 

Por otra parte, los «siete demonios» de Magdalena podían significar un grave pecado de que Jesús la habría liberado; no hay que olvidar que Lucas presenta a María Magdalena (Lc 8, 1-2) a renglón seguido del relato de la pecadora arrepentida y perdonada (Lc 7, 36-50).

San Juan, al presentar a los tres hermanos de Betania (Marta, María y Lázaro),  dice que «María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos». El lector atento supone inmediatamente que esa María es la pecadora de Lucas 7.  

Además, en el mismo evangelio de Lucas, a continuación del episodio de la unción,  se nos presenta a María Magdalena, de la que habían salido «siete demonios». El lector ratifica su impresión de que esta María Magdalena es  la pecadora que, unos versículos antes, ungió a Jesús. 

Y por último,  en el mismo Evangelio de San Lucas, pocos capítulos después (Lc 10), María, hermana de Marta, aparece escuchando al Señor sentada a sus pies.  El lector concluye que María Magdalena y esta María son una misma persona, es decir, la pecadora penitente y perdonada, que Juan también menciona por su nombre aclarándonos que vivía en Betania.

Pero esta conclusión no es necesaria porque:

a) no hay por qué  relacionar a Juan con Lucas;  los relatos difieren en varios detalles. Así, por ejemplo, la unción, según Lucas, tiene lugar en casa de Simón el Fariseo;  su relato hace explícita referencia a los pecados de la mujer que unge a Jesús.   Pero mientras Mateo y Marcos, por su parte, hablan de la  unción en Betania en casa de un tal Simón, Juan no aclara el nombre del dueño de casa;  sólo señala que Marta servía y que  Lázaro estaba presente. Tanto Juan como Mateo y Marcos mencionan el gesto hipócrita de Judas en relación con el precio del perfume, sin sugerir que la mujer fuese una pecadora. Sólo Juan nos ofrece el nombre de la mujer, que los demás no mencionan.

b) los «siete demonios» no significan necesariamente un gran número de pecados, sino —como lo aclara allí mismo Lucas— «espíritus malignos y enfermedades»;  este significado es más conforme con el uso habitual en los Evangelios.

Dos teorías

Los argumentos a favor de la identificación de los tres personajes,  como vemos,  son débiles. Sin embargo,  tal identificación cuenta a su favor con una larga tradición, como se ha mencionado. Hay que decir también que los argumentos a favor de la distinción entre las tres mujeres tampoco son totalmente concluyentes. Es decir que ambas teorías cuentan con razones a favor y en contra, y de hecho, a lo largo de la historia,  ambas interpretaciones han sido sostenidas por los exégetas: así, por ejemplo, los Latinos estuvieron siempre más de acuerdo en identificar a las tres mujeres, y los Griegos en distinguirlas.

Una respuesta “oficial”

A pesar de que ambas posturas cuentan con argumentos,  hoy en día la Iglesia Católica se ha inclinado claramente por la distinción entre las tres mujeres. Concretamente, en los textos litúrgicos, ya no se hace ninguna referencia —como sí ocurría antes del Concilio— a los pecados de María Magdalena o a su condición de “penitente”,  ni a las demás características que le provendrían de ser también María de Betania, hermana de Lázaro y de Marta. En efecto, la Iglesia ha considerado oportuno atenerse sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.

Por ello,  actualmente se considera que la identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión “sin ningún fundamento”,  como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de “El Libro del Pueblo de Dios”.  No hay dudas de que la Iglesia, a través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de Betania y la pecadora,   de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena,  por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia,   no fue “pecadora pública”, “adúltera”  ni “prostituta”,  sino sólo seguidora de Cristo,  de cuyo amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.

La liturgia de su fiesta

Los textos bíblicos que se proclaman en su Fiesta, que se celebra hoy, hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor  que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17);  el Evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, no hay  ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. 

Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.

Los textos eucológicos de la  Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen,  por su parte,  que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie...  la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta);  Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión). 

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto,  ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida  para Laudes  y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que —nuevamente—  no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

Recientemente el Papa Francisco I ha elevado la Memoria de Santa María Magdalena a la categoría de Fiesta, con prefacio propio.


Tradiciones y leyendas


Como claro contraste,  cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena,  penitente»,  y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro; el evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: “in civitate peccatrix”.

Es digno de mencionar que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente,  pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas.  A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena,  “pecadora perdonada”, adquiere aun más fuerza.

La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan;  allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.

Otra tradición —que prevalece en Occidente— cuenta que los tres “hermanos” (Marta, María “Magdalena” y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del “Santo Bálsamo”) a hacer penitencia. Según esta leyenda, Magdalena murió en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le dio San Máximo.  Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos. 

Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico, y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena,  meta de innumerables peregrinajes.

Finalmente, cabe consignar que el apelativo “Magdalena” significa “de Magdala”, ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.



Las fotos que ilustran esta entrada las tomé en la iglesia de San Jorge, de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, templo ubicado en la avenida Scalabrini Ortiz cerca de la calle Cabrera. En dos de ellas, Magdalena aparece acompañada por Santa Tecla. Tanto en el texto que sostiene Magdalena como en la placa que identifica la imagen, resalta la interpretación que hemos recogido en nuestra nota: Santa María Magdalena es "mirófora", "igual a los Apóstoles" y puede afirmar "He visto al Señor resucitado de entre los muertos"; no hay ninguna referencia a sus supuestos pecados.

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