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31 de julio de 2025

31 de julio: San Germán de Auxerre

De Miramar, donde estuvimos ayer, nos trasladamos unos pocos kilómetros para "subir" a Mar del Plata. En la catedral de esa ciudad atlántica encontramos una imagen de San Germán de Auxerre (acompañado en sendos vitrales por San Patricio y San Columbano).

San Germán de Auxerre, San Patricio y San Columbano

Hoy está inscripto en el Martirologio: «En Rávena, en la vía Flaminia, tránsito de San Germán, obispo de Auxerre, defensor de la fe de los británicos frente la herejía pelagiana, el cual, habiendo acudido a Rávena para obtener la paz para la región de Armórica, fue recibido triunfalmente por los emperadores Valentiniano y Gala Placidia, subiendo después desde allí al reino celestial».



Germán nació en Auxerre hacia el 378 en una familia de terratenientes. Estudió derecho en Roma y luego fue enviado a la Galia como «dux» (gobernador) de las Provincias Armóricas. En el 418, el clero y el pueblo de Auxerre lo eligieron obispo para suceder a San Amador. Decidió entonces vivir en castidad con su esposa, distribuyó sus bienes a los pobres y adoptó un régimen austero y pobre de vida. Salió al encuentro de los alanos y salvó del saqueo la región de Armórica. Fue enviado por el papa San Celestino I a  Inglaterra para combatir la herejía pelagiana. En el 448 marchó a Ravena a defender la causa de la Armórica ante Valentiniano y Gala Placidia, que lo recibieron muy bien. Murió allí el 31 de julio de ese año; su cuerpo fue llevado a Auxerre.

4 de febrero de 2025

4 de febrero: Beato Eduardo Pironio

Esta es la primera vez en que se celebra la memoria del Beato Eduardo Pironio. Fue beatificado en diciembre de 2023, pero en 2024 la conmemoración litúrgica se vio impedida porque cayó en domingo. 


Eduardo Pironio nació nació en Nueve de Julio, provincia de Buenos Aires, en 1920. Su bautismo tuvo lugar en Luján. Fue ordenado sacerdote en 1943. En 1964 fue nombrado Obispo Titular de Caeciri y Auxiliar de La Plata. Fue promovido a Obispo de Mar del Plata en 1972. 

En 1975 fue trasladado a Roma como Pro-Prefecto de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Elevado al cardenalato el 24 de mayo de 1976 con el Título diaconal de San Cosme y San Damián, pasó a ser Prefecto de la misma Congregación. Lo fue hasta 1984, año en que fue  designado Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, cargo que ejerció hasta su retiro en 1996.

En 1987 su Título cardenalicio fue elevado a presbiteral; finalmente, en 1995,  fue designado Cardenal Obispo de Sabina-Poggio Mirteto.

Murió en Roma el 5 de febrero de 1998. Sus restos reposan en la Basílica Nacional de Nuestra Señora de Luján.

En la homilía de su beatificación, celebrada el 16 de diciembre de 2023 en esa misma Basílica, el Legado Papal, cardenal Fernando Vérgez Alzaga -quien fue secretario de Pironio durante 23 años- subrayó que el inmenso amor de Pironio por Cristo "se transformó en amor por sus hermanos y hermanas, para que también ellos pudieran experimentar las riquezas del Corazón divino". Por eso "se hizo todo para todos, para velar por ellos en la causa de Cristo". Como "su secretario personal en Roma durante muchos años", recordó el delegado pontificio, "experimenté verdaderamente su paz interior, su profunda amistad con Dios y su espíritu de santidad. Es algo que experimentaron todos los que le conocieron". Vivía con heroísmo las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, pero las interpretaba "a la luz de las bienaventuranzas, la mansedumbre, la misericordia y la pureza de corazón".

Añado, a modo de anécdota,  que conocí personalmente y tuve ocasión de dialogar brevemente con el cardenal Pironio durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Buenos Aires en 1987.

Tomé la foto que ilustra esta entrada en la Catedral de Mar del Plata en mayo de 2022.

24 de agosto de 2024

24 de agosto: Fiesta de San Bartolomé

Para honrar a San Bartolomé, compartimos hoy una imagen que capturamos en el nártex de la Catedral de Mar del Plata, junto con las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en la audiencia del 4 de octubre de 2006.


«En la serie de los Apóstoles llamados por Jesús durante su vida terrena, hoy nuestra atención se centra en el apóstol Bartolomé. En las antiguas listas de los Doce siempre aparece antes de Mateo, mientras que varía el nombre de quien lo precede y que puede ser Felipe (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14) o bien Tomás (cf. Hch 1, 13). Su nombre es claramente un patronímico, porque está formulado con una referencia explícita al nombre de su padre. En efecto, se trata de un nombre probablemente de origen arameo, bar Talmay, que significa precisamente "hijo de Talmay".

De Bartolomé no tenemos noticias relevantes; en efecto, su nombre aparece siempre y solamente dentro de las listas de los Doce citadas anteriormente y, por tanto, no se encuentra jamás en el centro de ninguna narración.

Pero tradicionalmente se lo identifica con Natanael:  un nombre que significa "Dios ha dado". Este Natanael provenía de Caná (cf. Jn 21, 2) y, por consiguiente, es posible que haya sido testigo del gran "signo" realizado por Jesús en aquel lugar (cf. Jn 2, 1-11). La identificación de los dos personajes probablemente se deba al hecho de que este Natanael, en la escena de vocación narrada por el evangelio de San Juan, está situado al lado de Felipe, es decir, en el lugar que tiene Bartolomé en las listas de los Apóstoles referidas por los otros evangelios.

A este Natanael Felipe le comunicó que había encontrado a "ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas:  Jesús el hijo de José, el de Nazaret" (Jn 1, 45). Como sabemos, Natanael le manifestó un prejuicio más bien fuerte:  "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1, 46). Esta especie de contestación es, en cierto modo, importante para nosotros. En efecto, nos permite ver que, según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan oscura como era precisamente Nazaret (véase también Jn 7, 42). Pero, al mismo tiempo, pone de relieve la libertad de Dios, que sorprende nuestras expectativas manifestándose precisamente allí donde no nos lo esperaríamos. Por otra parte, sabemos que en realidad Jesús no era exclusivamente "de Nazaret", sino que había nacido en Belén (cf. Mt 2, 1; Lc 2, 4) y que, en último término, venía del cielo, del Padre que está en los cielos.

La historia de Natanael nos sugiere otra reflexión:  en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa:  "Ven y lo verás" (Jn 1, 46).

Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva:  el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer:  "Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo" (Jn 4, 42).

Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama:  "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (Jn 1, 47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo:  "Dichoso el hombre... en cuyo espíritu no hay fraude" (Sal 32, 2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado:  "¿De qué me conoces?" (Jn 1, 48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice:  "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi" (Jn 1, 48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.

Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión:  este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo:  "Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel" (Jn 1, 49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús:  es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue.

Sobre la sucesiva actividad apostólica de Bartolomé-Natanael no tenemos noticias precisas. Según una información referida por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno habría encontrado incluso en la India signos de la presencia de Bartolomé (cf. Hist. eccl. V, 10, 3). En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado, que llegó a ser muy popular. Pensemos en la conocidísima escena del Juicio final en la capilla Sixtina, en la que Miguel Ángel pintó a San Bartolomé sosteniendo en la mano izquierda su propia piel, en la cual el artista dejó su autorretrato.

Sus reliquias se veneran aquí, en Roma, en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina, adonde las habría llevado el emperador alemán Otón III en el año 983. Concluyendo, podemos decir que la figura de san Bartolomé, a pesar de la escasez de informaciones sobre él, de todos modos sigue estando ante nosotros para decirnos que la adhesión a Jesús puede vivirse y testimoniarse también sin la realización de obras sensacionales. Extraordinario es, y seguirá siéndolo, Jesús mismo, al que cada uno de nosotros está llamado a consagrarle su vida y su muerte».

6 de mayo de 2024

6 de mayo: Traslación de San Mateo

En esta entrada presentamos dos curiosidades.

La primera se refiere a la fecha litúrgica de hoy, que figuraba en el Martirologio Romano de 1956:


Que la muerte de San Mateo haya ocurrido en Etiopía es una antigua tradición, atestiguada también en aquella edición del Martirologio en la fecha del 21 de septiembre :



La segunda curiosidad tiene que ver con la imagen que compartiremos hoy: una imagen de San Mateo que se exhibe en el nártex de la Catedral de Mar del Plata, y que contiene un visible error.


El santo representado es Mateo, a quien se refiere la vieja conmemoración a que alude esta entrada. Lo notamos por el ángel que lo acompaña, típico atributo iconográfico del primer evangelista. Pero al pie de la estatua dice "Matías". Al respecto, una publicación que podemos llamar "oficial" (porque está prologada por el Obispo de Mar del Plata y se vende en dependencias catedralicias) dice que las estatuas del nártex  «fueron hechas en Francia y debido a un error de traducción leemos a sus pies "Matías" en lugar de "Mateo"».

28 de octubre de 2023

28 de octubre: Fiesta de San Simón y San Judas

En entradas de años anteriores para esta misma fecha (ver 2016, 2017, 2018, 2019 y 2021), hemos expuesto prácticamente todos los escasos datos que tenemos acerca de estos dos apóstoles. Por ello hoy nos limitaremos a mostrar las imágenes de ambos en el nártex de la Catedral de Mar del Plata, junto con  la catequesis de Benedicto XVI sobre ellos el 11 de octubre de 2006.


Hoy contemplamos a dos de los doce Apóstoles:  Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque las noticias que se refieren a ellos no son muchas, si exceptuamos el hecho de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo.


 


Simón recibe un epíteto diferente en las cuatro listas:  mientras Mateo y Marcos lo llaman "Cananeo", Lucas en cambio lo define "Zelota". En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo:  en hebreo, el verbo qanà' significa "ser celoso, apasionado" y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo que eligió (cf. Ex 20, 5), como a los hombres que tienen celo ardiente por servir al Dios único con plena entrega, como Elías (cf. 1 R 19, 10).

Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si es así, Simón está en los antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. A él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas.

Y es hermoso que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades:  de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Esto constituye claramente una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a poner de relieve las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que en Jesucristo se nos da la fuerza para superar nuestros conflictos.

Conviene también  recordar  que  el grupo de los Doce es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los  carismas,  pueblos  y razas, así como  todas  las  cualidades  humanas, que  encuentran  su armonía y su unidad en la comunión con Jesús.


 


Por lo que se refiere a Judas Tadeo, así es llamado por la tradición, uniendo dos nombres diversos:  mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente "Tadeo" (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama "Judas de Santiago" (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del arameo taddà', que quiere decir "pecho" y por tanto significaría "magnánimo", o como una abreviación de un nombre griego como "Teodoro, Teódoto".

Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor:  "Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?". Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor:  ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice:  "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él" (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.

A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar "católicas" por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige "a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo" (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia "alucinados en sus delirios" (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que "se han ido por el camino de Caín" (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de "nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre" (vv. 12-13).

Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana.

Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así:  "Pero vosotros, queridos ―nos habla a todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos..." (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras:  "Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén" (vv. 24-25).

Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud su fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y, por último, la alabanza, todo ello motivado sólo por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ojalá que tanto Simón el Cananeo como Judas Tadeo nos ayuden a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.

(...)

Que los apóstoles Simón el Cananeo y Judas Tadeo nos ayuden a vivir en profunda comunión con Jesús y entre nosotros, y a redescubrir la belleza de la fe cristiana, sabiendo dar testimonio fuerte y sereno de ella.

10 de junio de 2023

Santa María "en sábado"

Con dos fotos tomadas hace más de 11 años en la Catedral de Mar del Plata nos unimos a la Memoria sabatina de la Virgen María, a quien invocamos con las tres frases que se ven en sendos panales de un  retablo lateral que corresponde al altar donde se encuentra el Sagrario.

Ave María, gratia plena, Dominus tecum

Tota pulchra es, María


Vita, dulcebo et spes nostra, salve.

23 de noviembre de 2022

23 de noviembre: San Columbano

Por primera vez en este blog nos ocuparemos hoy de San Columbano, abad. Lo haremos con imágenes tomadas en mayo pasado en la Catedral de Mar del Plata y con la catequesis de Benedicto XVI el 11 de junio de 2008.

San Germán, San Patricio y San Columbano

«Hoy voy a hablar del santo abad Columbano, el irlandés más famoso de la alta Edad Media: con razón se le puede llamar un santo "europeo", pues como monje, misionero y escritor trabajó en varios países de Europa occidental. Como los irlandeses de su época, era consciente de la unidad cultural de Europa. En una de sus cartas, escrita en torno al año 600 y dirigida al Papa San Gregorio Magno, se encuentra por primera vez la expresión "totius Europae", "de toda Europa", refiriéndose a la presencia de la Iglesia en el continente (cf. Epistula I, 1).

San Columbano nació en torno al año 543 en la provincia de Leinster, en el sudeste de Irlanda. Educado en su casa por óptimos maestros que lo orientaron en el estudio de las artes liberales, se encomendó después a la guía del abad Sinell de la comunidad de Cluain-Inis, en el norte de Irlanda, donde pudo profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras.

Cuando tenía cerca de veinte años entró en el monasterio de Bangor, en el nordeste de la isla, donde era abad Comgall, un monje muy conocido por su virtud y su rigor ascético. En plena sintonía con su abad, San Columbano practicó con celo la severa disciplina del monasterio, llevando una vida de oración, ascesis y estudio. Allí también fue ordenado sacerdote. La vida en Bangor y el ejemplo del abad influyeron en la concepción del monaquismo que San Columbano maduró con el tiempo y difundió después en el transcurso de su vida.

Cuando tenía unos cincuenta años, siguiendo el ideal ascético típicamente irlandés de la "peregrinatio pro Christo", es decir, de hacerse peregrino por Cristo, San Columbano dejó la isla para emprender con doce compañeros una obra misionera en el continente europeo. Debemos tener en cuenta que la migración de pueblos del norte y del este había provocado un regreso al paganismo de regiones enteras que habían sido ya cristianizadas.

Alrededor del año 590 este pequeño grupo de misioneros desembarcó en la costa bretona. Acogidos con benevolencia por el rey de los francos de Austrasia (la actual Francia), sólo pidieron un trozo de tierra para cultivar. Les concedieron la antigua fortaleza romana de Annegray, en ruinas y abandonada, cubierta ya de vegetación. Acostumbrados a una vida de máxima renuncia, en pocos meses los monjes lograron construir, a partir de las ruinas, el primer eremitorio. De este modo, su reevangelización comenzó a desarrollarse ante todo a través del testimonio de su vida.

Con el nuevo cultivo de la tierra comenzaron también un nuevo cultivo de las almas. La fama de estos religiosos extranjeros que, viviendo de oración y en gran austeridad, construían casas y roturaban la tierra, se difundió rápidamente, atrayendo a peregrinos y penitentes. Sobre todo muchos jóvenes pedían ser acogidos en la comunidad monástica para vivir como ellos esta vida ejemplar que renovaba el cultivo de la tierra y de las almas. Pronto resultó necesario fundar un segundo monasterio. Fue construido a pocos kilómetros de distancia, sobre las ruinas de una antigua ciudad termal, Luxeuil. Ese monasterio se convertiría en centro de la irradiación monástica y misionera de la tradición irlandesa en el continente europeo. Se erigió un tercer monasterio en Fontaine, a una hora de camino hacia el norte.

En Luxeuil, San Columbano vivió durante casi veinte años. Allí el santo escribió para sus seguidores la Regula monachorum —durante cierto tiempo más difundida en Europa que la de San Benito—, delineando la imagen ideal del monje. Es la única antigua Regla monástica irlandesa que poseemos. Como complemento, redactó la Regula coenobialis, una especie de código penal para las infracciones de los monjes, con castigos bastante sorprendentes para la sensibilidad moderna, que sólo se pueden explicar con la mentalidad de aquel tiempo y ambiente.

Con otra obra famosa, titulada De poenitentiarum misura taxanda, que también escribió en Luxeuil, San Columbano introdujo en el continente la confesión y la penitencia privadas y reiteradas; esa penitencia se llamaba "tarifada" por la proporción establecida entre la gravedad del pecado y la reparación impuesta por el confesor. Estas novedades suscitaron sospechas entre los obispos de la región, sospechas que se convirtieron en hostilidad cuando San Columbano tuvo la valentía de reprochar abiertamente las costumbres de algunos de ellos.

Este contraste se manifestó con la disputa sobre la fecha de la Pascua: Irlanda seguía la tradición oriental, que no coincidía con la tradición romana. El monje irlandés fue convocado en el año 603 en Châlon-sur-Saôn para rendir cuentas ante un Sínodo de sus costumbres sobre la penitencia y la Pascua. En vez de presentarse ante el Sínodo, mandó una carta en la que restaba importancia a la cuestión, invitando a los padres sinodales a discutir no sólo sobre el problema de la fecha de la Pascua, según él un problema secundario, "sino también sobre todas las normas canónicas necesarias, que muchos no observan, lo cual es más grave" (cf. Epistula II, 1). Al mismo tiempo, escribió al Papa Bonifacio IV —unos años antes ya se había dirigido al Papa San Gregorio Magno (cf. Epistula I)— para defender la tradición irlandesa (cf. Epistula III).

Al ser intransigente en todas las cuestiones morales, San Columbano también entró en conflicto con la casa real, pues había reprendido duramente al rey Teodorico por sus relaciones adúlteras. De ello surgió una red de intrigas y maniobras a nivel personal, religioso y político que, en el año 610, desembocó en un decreto por el que se expulsó de Luxeuil a San Columbano y a todos los monjes de origen irlandés, que fueron condenados a un destierro definitivo. Fueron escoltados hasta llegar al mar y embarcados, a costa de la corte, rumbo a Irlanda. Pero el barco encalló a poca distancia de la playa y el capitán, al ver en ello un signo del cielo, renunció a la empresa y, por miedo a ser maldecido por Dios, devolvió a los monjes a tierra firme. Estos, en vez de regresar a Luxeuil, decidieron comenzar una nueva obra de evangelización. Se embarcaron en el Rhin y remontaron el río. Después de una primera etapa en Tuggen, junto al lago de Zurich, se dirigieron a la región de Bregenz, junto al lago de Costanza, para evangelizar a los alemanes.

Ahora bien, poco después, San Columbano, a causa de vicisitudes políticas poco favorables a su obra, decidió atravesar los Alpes con la mayor parte de sus discípulos. Sólo se quedó un monje, llamado Gallus. De su eremitorio se desarrollaría la famosa abadía de Sankt Gallen, en Suiza. Al llegar a Italia, San Columbano fue recibido cordialmente en la corte real longobarda, pero muy pronto tuvo que afrontar notables dificultades: la vida de la Iglesia se encontraba desgarrada por la herejía arriana, todavía dominante entre los longobardos, y por un cisma que había separado a la mayor parte de las Iglesias del norte de Italia de la comunión con el Obispo de Roma.

San Columbano se integró con autoridad en este contexto, escribiendo un libelo contra el arrianismo y una carta a Bonifacio IV para convencerlo a comprometerse decididamente en el restablecimiento de la unidad (cf. Epistula V). Cuando el rey de los longobardos, en el año 612 ó 613, le asignó un terreno en Bobbio, en el valle de Trebbia, San Columbano fundó un nuevo monasterio que luego se convertiría en un centro de cultura comparable al famoso de Montecassino. Allí terminó su vida: falleció el 23 de noviembre del año 615 y en esa fecha se le conmemora en el rito romano hasta nuestros días.

El mensaje de San Columbano se concentra en un firme llamamiento a la conversión y al desapego de los bienes terrenos con vistas a la herencia eterna. Con su vida ascética y su comportamiento sin componendas frente a la corrupción de los poderosos, evoca la figura severa de San Juan Bautista. Su austeridad, sin embargo, nunca es fin en sí misma; es sólo un medio para abrirse libremente al amor de Dios y corresponder con todo el ser a los dones recibidos de él, reconstruyendo de este modo en sí mismo la imagen de Dios y, a la vez, cultivando la tierra y renovando la sociedad humana.

En sus Instructiones dice: "Si el hombre utiliza rectamente las facultades que Dios ha concedido a su alma, entonces será semejante a Dios. Recordemos que debemos devolverle todos los dones que ha depositado en nosotros cuando nos encontrábamos en la condición originaria. La manera de hacerlo nos la ha enseñado con sus mandamientos. El primero de ellos es amar al Señor con todo el corazón, pues él nos amó primero, desde el inicio de los tiempos, antes aún de que viéramos la luz de este mundo" (cf. Instr. XI).

El santo irlandés encarnó realmente estas palabras en su vida. Hombre de gran cultura —escribió también poesías en latín y un libro de gramática—, gozó de muchos dones de gracia. Constructor incansable de monasterios, y también predicador penitencial intransigente, dedicó todas sus energías a alimentar las raíces cristianas de la Europa que estaba naciendo. Con su energía espiritual, con su fe y con su amor a Dios y al prójimo se convirtió realmente en uno de los padres de Europa: nos muestra también hoy dónde están las raíces de las cuales puede renacer nuestra Europa».

23 de julio de 2018

23 de julio: San Severo



La Catedral de Mar del Plata conserva numerosas reliquias de santos, entre ellas las del santo cuya memoria se celebra  hoy. Tomé la foto en febrero de 2012.

En el sitio web de la Catedral marplatense se informa: "La Cripta de nuestra iglesia alberga los restos de los Santos Mártires Severo, Máximo, Justino, Donato, Gracia y Elpidia, así como las reliquias de alrededor de 400 mártires. Acaso ninguna iglesia en nuestro país goce del privilegio de poseer un tesoro de reliquias de santos, cual el que forma el número extraordinario de las que posee nuestro templo".

El primero de los mártires mencionados es San Severo;  sobre sus sagradas reliquias,  una imagen del santo. Por la ropa con que se lo representa, presumimos que se trata del mártir del tiempo "de los emperadores Diocleciano y Maximiano, que, según cuenta la tradición, convirtió al centurión san Memnón y fue martirizado después de él",  en palabras del Martirologio Romano para el día de hoy. Vivió por tanto en el siglo IV. Murió en Bizia (Bizya o Wiza), en Tracia.

Oración Colecta del Común de Mártires,  para un mártir,  fuera del Tiempo Pascual:

Dios todopoderoso y lleno de misericordia,
que concediste a San Severo
superar los tormentos del martirio,
concédenos, a quienes celebramos su triunfo,
no sucumbir nunca a los ataques del enemigo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.


Próxima entrada: 25 de julio (Santiago Apóstol)

9 de febrero de 2018

9 de febrero: Aniversario de la Dedicación de la Catedral de Mar del Plata

En todo templo, además de las solemnidades del Calendario Litúrgico general, deben celebrarse, con la misma categoría de Solemnidad, en primer lugar, el Patrono del lugar, y el aniversario de la Dedicación del mismo templo.


TABLA DE LOS DÍAS LITÚRGICOS
Dispuesta según el orden de precedencia

I
1. Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor.
2. Natividad del Señor, Epifanía, Ascensión y Pentecostés.
Domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
Miércoles de Ceniza.
Ferias de Semana Santa, desde el Lunes Santo al Jueves Santo, inclusive.
Días dentro de la Octava pascual.
3. Solemnidades del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos inscritas en el Calendario general.
Conmemoración de todos los fieles difuntos.
4. Solemnidades propias, a saber:
a) Solemnidad del Patrono principal del lugar, 
sea del pueblo o de la ciudad.
b) Solemnidad de la Dedicación 
y aniversario de la Dedicación de la iglesia propia.
c) Solemnidad del Título de la iglesia propia.
d) Solemnidad del Título o del Fundador o del Patrono principal 
de una Orden o Congregación. 
...

En el caso de las catedrales esta norma se destaca especialmente, ya que el aniversario de la Dedicación de un templo catedralicio se celebra como Solemnidad en la misma Catedral y como Fiesta en el resto de los templos de la diócesis:


ANIVERSARIO DE LA DEDICACIÓN DE LA IGLESIA CATEDRAL
En la iglesia catedral, el aniversario de la Dedicación de la misma se celebra como solemnidad 
(n. 4b de la Tabla de los días litúrgicos).
En las demás iglesias de la Diócesis se celebra como fiesta 
(n. 8b de la Tabla de los días litúrgicos).
...

Por ello, en este blog que se mueve "al ritmo del Año Litúrgico" también tienen su lugar los aniversarios de la Dedicación de catedrales argentinas. 


Lavabo de la Sacristía de la Catedral de Mar del Plata,
con las imágenes de San Pedro y Santa Cecilia

Hoy se celebra el aniversario de la Dedicación de la actual Catedral de Mar del Plata. El templo, consagrado a San Pedro y Santa Cecilia, es de fines del siglo XIX. Fue elevado a la dignidad de Basílica Menor en 1924 por medio de la Carta Apostólica Ad oras Oceani Atlantici. 


"Tintinnabulum" de la Catedral de Mar del Plata

En 1957, al crearse la Diócesis de Mar del Plata, el templo fue erigido en Catedral.


Tomé estas fotos en un día tal como hoy, 9 de febrero de 2012.

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13 de agosto de 2017

Domingo XIX Durante el Año

Hoy, Domingo XIX  "Durante el Año" del Ciclo A, se lee en la misa este fragmento del Evangelio de San Mateo (14, 22-33), que transcribimos en versión de la "Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy" (que elegimos porque mantiene la palabra "ánimo", cuya importancia veremos):
Jesús hizo que los discípulos subieran a la barca y fueran delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la multitud. Después de despedir a la multitud, subió al monte a solas para orar; y al anochecer, estaba allí solo. Pero la barca ya estaba muy lejos de tierra, y era azotada por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.
Y los discípulos, al ver a Jesús andar sobre el mar, se turbaron, y decían: “¡Es un fantasma!”. Y de miedo, se pusieron a gritar. Pero enseguida Jesús les dijo: “Tengan ánimo, soy Yo; no teman”.
Y Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame que vaya a Ti sobre las aguas”. “Ven”, le dijo Jesús. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús. Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó: “¡Señor, sálvame!”. Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
Cuando ellos subieron a la barca, el viento se calmó. Entonces los que estaban en la barca lo adoraron, diciendo: “En verdad eres Hijo de Dios”.
Bellamente  es ilustrado este pasaje por un vitral de la Catedral de Mar del Plata, en foto que tomé en   febrero de 2012.  Al pie de la imagen, evocando las palabras de Jesús, se lee precisamente "BUEN ÁNIMO".



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22 de noviembre de 2016

22 de noviembre: Santa Cecilia

Hoy honramos a Santa Cecilia, Virgen y Mártir, Patrona de la Música y de los músicos.

Compartimos la foto de la hermosa estatua yacente de la santa que se venera en la Catedral de Mar del Plata, dedicada, como es sabido, a San Pedro y Santa Cecilia.


Aludiendo a su patronazgo, a los pies de Cecilia hay un instrumento musical.