Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber».Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».«Señor -le dijo ella-, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?».Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna».«Señor -le dijo la mujer-, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla (...) Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde se debe adorar».Jesús le respondió: «Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos anunciará todo».Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo».
12 de marzo de 2023
Domingo III de Cuaresma
18 de octubre de 2021
18 de octubre: Nuestra Señora de Schoenstatt

30 de agosto de 2021
30 de agosto: Fiesta de Santa Rosa de Lima
Compartimos además la homilía que el Cardenal Bertone,
Secretario de Estado de Su Santidad,
pronunció el 30 de agosto de 2007
en el Santuario de Santa Rosa de Lima
en la capital del Perú.

Su breve existencia —murió con sólo 32 años— estuvo marcada por innumerables pruebas y sufrimientos, pero al mismo tiempo estuvo totalmente impregnada por el amor a Cristo y por una gran serenidad. Se puede decir perfectamente que en Santa Rosa se manifestó la potencia de la gracia divina: cuanto más débil es el hombre y confía en Dios, tanto más encuentra en él su consuelo y experimenta la fuerza renovadora de su Espíritu. La primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, nos exhorta a vivir en el abandono humilde y confiado en el Señor. "En tus asuntos —escribe el autor sagrado— procede con humildad, y te querrán más que al hombre generoso", y añade: "Grande es la misericordia de Dios, y revela sus secretos a los humildes" (Si 3, 17-20). "En el día de la tribulación Dios se acordará de ti" (Si 3, 15). En el día de su fiesta, Santa Rosa nos recuerda que Dios es bueno y misericordioso, nunca abandona a sus hijos en la hora de la prueba y de la necesidad; nos invita a tener siempre confianza en él y a ser sencillos y humildes. La sencillez y la humildad son virtudes que hemos de aprender a practicar si queremos seguir a Jesús. Él repite a sus amigos: "Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados, y yo les aliviaré. Carguen con mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11, 28-29).
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Reliquia de Santa Rosa de Lima en la iglesia parroquial de Bragado |
(...)
En el momento en que me despido de su bello país con esta celebración eucarística, invoco sobre todos y cada uno la protección de Santa Rosa y la ayuda materna de María, tan venerada en cada rincón de esta nación. A ustedes les pido un recuerdo en la oración por mí, pero sobre todo por el Santo Padre Benedicto XVI, que sigue con paternal atención y afecto la vida y el camino de la Iglesia y de la nación peruana. Ojalá que el Perú pueda perseverar y crecer en una fe firme y llena de alegría, en la concordia y en la paz, bajo la mirada benevolente del Señor de los Milagros, de la Santísima Virgen y de Santa Rosa.
23 de enero de 2021
23 de enero: Desposorios de la Virgen María con San José
«Para perpetuar la dedicación de toda la Iglesia al poderoso patrocinio del Custodio de Jesús, el Papa Francisco ha establecido» que desde el 8 de diciembre de 2020 (sesquicentenario del decreto de proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Universal, «así como el día consagrado a la Virgen Inmaculada y esposa del casto José»), hasta el 8 de diciembre de 2021, se celebre un Año especial de San José, en el que cada fiel, siguiendo su ejemplo, pueda fortalecer diariamente su vida de fe en el pleno cumplimiento de la voluntad de Dios.
«Todos los fieles tendrán así la oportunidad de comprometerse, con oraciones y buenas obras, para obtener, con la ayuda de San José, cabeza de la celestial Familia de Nazaret, consuelo y alivio de las graves tribulaciones humanas y sociales que afligen al mundo contemporáneo».
Por ese motivo, este año la figura de San José tendrá un especial protagonismo en este blog. Le dedicaremos varias entradas, la primera de las cuales es la de hoy, fecha en que -según el Calendario Litúrgico propio de los Hijos de la Sagrada Familia- se recuerdan los "Desposorios de la Virgen María con San José"
Respecto de esa Memoria litúrgica particular, dice en una publicación de los Hijos de la Sagrada Familia:
«Esta conmemoración se apoya teológicamente en el relato evangélico de esa unión realizada, o por lo menos concertada antes del anuncio del ángel a María, y ratificada formalmente después en la visión que iluminó a San José sobre su ministerio con relación a la Virgen María y al Niño Jesús. María y José, por obra y gracia de Dios, fueron elegidos para que en el seno de su comunidad de vida y de amor hallase el "ambiente" propicio la encarnación del Hijo de Dios. Con Cristo, la Alianza de Dios con la humanidad llega a su culminación: "Tanto amó Dios al mundo, que envió a su Hijo...". Y en la alianza conyugal de María y José, se simbolizan, sintéticamente, las Alianzas que Dios ha ido entablando con los hombres.
Históricamente, la Memoria está vinculada al desarrollo del culto litúrgico a San José. El canciller Gerson (+1428) compuso los textos del oficio y su celebración se fijó el día 23 de enero en memoria del canónigo fundador que falleció este día. A primeros del s. XV se celebraba en varias provincias de Francia. Paulo III y Benedicto XIII autorizaron y extendieron la fiesta hasta que quedó reducida "pro aliquibus locis"»
Salve, María, Madre de Dios,desposada en nupcias sagradas a José,el cual te custodió como Virgen y Madre
Primera Lectura: Is 44, 1-5 ó Is 61, 9-11
Salmo Responsorial: 44, 1-2, 11-12, 14-15
Aleluya y Versículo antes del Evangelio (Mt 1, 20)
Aleluya, aleluya.
José, Hijo de David, no temas en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.Aleluya.
Evangelio: Mt 1, 18-21
Prefacio del Común de la Virgen María, II
Antífona de Comunión (Mt 1, 20):
José, Hijo de David, no temas en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.
Finalmente, de entre las tres oraciones presidenciales de la Misa, compartimos aquí la Oración Colecta:
Padre Santo,
que uniste en desposorio virginal a la Madre de tu Hijo
con el varón justo, San José,
para consagrarse al servicio del Verbo Encarnado,
concédenos, por su intercesión,
que los que estamos a ti consagrados
con un vínculo nupcial (religioso)
vivamos más íntimamente nuestra consagración con Cristo
y progresemos con alegría de espíritu
en el camino de la caridad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
El hermoso vitral que representan las bodas de José y María pertenece a la iglesia de Santa Rosa, en Bragado, y lo fotografiamos en octubre de 2019.
30 de junio de 2020
Martes de la Semana XIII Durante el Año
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: —«¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». Él les dijo:—«¡Cobardes! ¡Qué poca fe!». Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados:—«¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!».
Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos” (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos.
(...) La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad.
(...) Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere.
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor.