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11 de febrero de 2023

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes

Nunca hasta ahora habíamos visitado en este blog la iglesia de  Nuestra Señora de Lourdes del barrio de Belgrano. Lo hacemos hoy, justamente en el día de su fiesta patronal.


Una imagen clásica  muestra a la Titular del templo en la gruta -de diseño moderno-, y junto a ella, hincada, a Santa Bernardita, portando una vela.  «Lourdes -dijo Benedicto XVI durante una visita al santuario francés- es uno de los lugares que Dios ha elegido para reflejar un destello especial de su belleza, por ello la importan­cia aquí del símbolo de la luz. Desde la cuarta aparición, Bernadette, al llegar a la gruta, encendía cada mañana una vela ben­decida y la tenía en la mano izquierda mientras se aparecía la Virgen. Muy pronto, la gente comenzó a dar a Bernadette una vela para que la pusiera en tierra al fondo de la gruta. Por eso muy pronto, algunos comenzaron a poner velas en este lugar de luz y de paz. La misma Madre de Dios hizo saber que le agradaba este homenaje de miles de antorchas que, desde enton­ces, mantienen iluminada sin cesar, para su gloria, la roca de la aparición. Desde entonces, ante la gruta, día y noche, verano e invierno, un enramado ardiente brilla rodeado de las oraciones de los peregrinos y enfermos, que expresan sus preocupa­ciones y necesidades, pero sobre todo su fe y su esperanza».





11 de febrero de 2022

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes

En septiembre de 2008, con motivo del sesquicentenario de las apariciones de la Virgen en Lourdes, el papa Benedicto XVI visitó el lugar y pronunció una hermosa homilía, algunos de cuyos fragmentos compartimos aquí. Acompañamos el texto con imágenes obtenidas en 2019 en la réplica de la gruta de Massabielle, junto al santuario dedicado a Nuestra Señora de Lourdes en Santos Lugares.

«El 11 de febrero de 1858, en el lugar llamado la gruta de Massabielle , apartada del pue­blo, una simple muchacha de Lourdes, Bernadette Soubirous, vio una luz y, en la luz, una mujer joven “hermosa, la más her­mosa” . La mujer le habló con dulzura y bondad, respeto y confianza: “Me hablaba de Usted (narra Bernadette)... ¿Querrá Us­ted venir aquí durante quince días? (le pregunta la Señora)... Me miró como una persona que habla a otra persona”. En la conversación, en el diálogo impregnado de delicadeza, la Señora le encarga transmitir algunos mensajes muy simples sobre la oración, la penitencia y la conversión. No es de extrañar que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

(...)

Muchos fueron testigos: el encuentro con el rostro luminoso de Bernadette conmovía los corazones y las miradas. Tanto durante las apariciones mismas como cuando las contaba, su rostro era radiante. Bernadette estaba transida ya por la luz de Massabielle. La vida cotidiana de la familia Soubirous estaba hecha de dolor y miseria, de enfermedad e incompren­sión, de rechazo y pobreza. Aunque no faltara amor y calor en el trato familiar, era difícil vivir en aquella especie de
mazmo­rra. Sin embargo, las sombras terrenas no impedían que la luz del cielo brillara. “La luz brilla en la tiniebla” (Jn 1, 5).

(...) Al venir en peregrinación aquí, a Lourdes, queremos entrar, siguiendo a Bernadette, en esta extraordinaria cercanía entre el cielo y la tierra que nunca ha faltado y que se consolida sin cesar. Hay que destacar que, durante las apariciones, Bernadette reza el Rosario bajo la mirada de María, que se une a ella en el momento de la doxología. Este hecho confirma en realidad el carácter profundamente teocéntrico de la oración del Rosario. Cuando rezamos el Rosario, María nos ofrece su corazón y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo. 

(...)  Lourdes, tierra de luz, sigue siendo una escuela para aprender a rezar el Rosario, que inicia al discípulo de Jesús, bajo la mirada de su Madre, en un diálogo cordial y verdadero con su Maestro.

(...) María nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren. ¿Cómo es posible que nuestra vida no se transforme de inmediato? ¿Cómo nuestro ser y nuestra vida entera pueden dejar de convertirse en lugar de hospitalidad para nuestro prójimo? Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión».


11 de febrero de 2020

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes

Una destacada reproducción de las gruta de Lourdes puede verse a la entrada del templo porteño dedicado a San Vicente de Paul, en Mataderos.

El Oficio de Lectura trae hoy una carta de Santa Bernardita, la vidente de Lourdes, al padre Gondrand, escrita en el año 1861, es decir, tres años después de las apariciones. Transcribimos a continuación el texto junto con el Responsorio que le sigue:

«Cierto día fui a la orilla del río Gave a recoger leña con otras dos niñas. En seguida oí como un ruido. Miré a la pradera, pero los árboles no se movían. Alcé entonces la cabeza hacia la gruta y vi a una mujer vestida de blanco, con un cinturón azul celeste y sobre cada uno de sus pies una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario.
Creyendo engañarme, me restregué los ojos. Metí la mano en el bolsillo para buscar mi rosario. Quise hacer la señal de la cruz, pero fui incapaz de llevar la mano a la frente. Cuando la Señora hizo la señal de la cruz, lo intenté yo también y, aunque me temblaba la mano, conseguí hacerla. Comencé a rezar el rosario, mientras la Señora iba desgranando sus cuentas, aunque sin despegar los labios. Al acabar el rosario, la visión se desvaneció.
Pregunté entonces a las dos niñas si habían visto algo. Ellas lo negaron y me preguntaron si es que tenía que hacerles algún descubrimiento. Les dije que había visto a una mujer vestida de blanco, pero que no sabía de quién se trataba. Les pedí que no lo contaran. Ellas me recomendaron que no volviese más por allí, a lo que me opuse. El domingo volví, pues sentía internamente que me impulsaban...
Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez, y me preguntó si querría ir durante quince días. Le dije que sí, y ella añadió que debía avisar a los sacerdotes para que edificaran allí una capilla. Luego me ordenó que bebiera de la fuente. Como no veía ninguna fuente, me fui hacia el río Gave, pero ella me indicó que no hablaba de ese río, y señaló con el dedo la fuente. Me acerqué, y no hallé más que un poco de agua entre el barro. Metí la mano, y apenas podía sacar nada, por lo que comencé a escarbar y al final pude sacar algo de agua; por tres veces la arrojé y a la cuarta pude beber. Después desapareció la visión y yo me marché.
Volví a ir allá durante quince días. La Señora se me apareció como de costumbre, menos un lunes y un viernes. Siempre me decía que advirtiera a los sacerdotes que debían edificarle una capilla, me mandaba lavarme en la fuente y rogar por la conversión de los pecadores. Le pregunté varias veces quién era, a lo que me respondía con una leve sonrisa. Por fin, levantando los brazos y ojos al cielo, me dijo:
«Yo soy la Inmaculada Concepción.»
En aquellos días me reveló también tres secretos, prohibiéndome absolutamente que los comunicase a nadie, lo que he cumplido fielmente hasta ahora».

R/. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.
V/. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.
R/. Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

11 de febrero de 2019

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes

Un hermoso vitral circular, que puede verse en un vestíbulo interior que da acceso al antiguo bautisterio de la Basílica del Espíritu Santo, muestra una imagen de Nuestra Señora de Lourdes, cuya fiesta celebramos hoy.

El 11 de febrero de 1858, Bernadette Soubirous, que tenía entonces  catorce años, en  una gruta natural abierta en los peñascos de Massabielle que bordeaban el cauce de un río, vio  la figura de «una joven vestida de blanco, no más alta que yo, saludándome con ligeras inclinaciones de la cabeza», como dijo más tarde Bernadette. La aparición era muy hermosa: la joven vestía túnica blanca, ceñida por una banda azul y llevaba un largo rosario colgado del brazo. El lugar de la aparición era cercano a Lourdes, un pueblito prácticamente desconocido, perdido en  la zona de los Pirineos.

Unos días más tarde Bernadette volvió al sitio y -en sus palabras- «la misma joven blanca se hizo presente en el mismo lugar de antes». Pero ni sus amigas, ni sus padres, ni las monjas que enseñaban catecismo, ni el sacerdote del lugar, le creyeron.

En la tercera aparición, el 18 de febrero, la Señora habló por primera vez, utilizando el patois (dialecto de Lourdes) y le pidió a la niña: «¿Quieres tener la amabilidad de venir aquí todos los días durante una quincena?». Y añadió: «No prometo hacerte feliz en esta vida, pero sí en la otra».

Desde entonces, en un total de 18 apariciones, un número creciente de personas acompañó en cada ocasión a Bernadette a la gruta. 

Un funcionario estatal  interrogó detenidamente a la niña; el comisario también la sometió a un interrogatorio muy severo, y le advirtió que se mantuviera lejos de la gruta. No sólo consideraban ambos que la conducta de la chiquilla perturbaba el orden público, sino que también temían por la seguridad de las crecientes multitudes que iban a reunirse en un lugar tan poco apropiado.   Pese a la advertencia, Bernadette  continuó yendo a la gruta.  Sólo ella veía la aparición, y solía caer en trance. 



El 25 de febrero fue un día especial. La Señora le dijo a Bernadette que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían allí. Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia allá se dirigió, pero la Señora le señaló con el dedo indicando que escarbara en el suelo. Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució su rostro, por lo que fue motivo de burla y de escepticismo por parte de muchas de los presentes, ya que el manantial no se manifestó de inmediato. Sin embargo, al día siguiente surgió una fuente de agua​ que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones y sitio donde se verificaron numerosos milagros. El manantial que brotó el 25 de febrero de 1858 produce cien mil litros de agua por día de forma continua desde aquella fecha hasta nuestros días.

El 2 de marzo la Señora le rogó a Bernadette que hiciera saber a los sacerdotes su deseo de que se construyera una capilla en el lugar y se realizara una procesión.  Pero el cura del lugar la recibió fríamente y la despidió con brusquedad.

El 25 de marzo, cuando la Señora apareció, Bernadette le pidió «¿Quieres tener la bondad de decirme quién eres?». Primero la aparición sonrió sin responder nada, pero ante la insitencia de la niña, la Señora juntó las manos, levantó la vista al cielo y respondió en patois: «Que soy era Inmaculada Conceptiou», «Yo soy la Inmaculada Concepción». 



Después siguió hablando: «Deseo que se me construya aquí una capilla». Bernadette replicó: «Ya les he dicho lo que tú quieres, pero ellos piden un milagro como prueba de tu deseo». 

La última aparición tuvo lugar el 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Desde entonces, Bernadette Soubirous nunca volvió a tener visiones de la Santísima Virgen durante los veintiún años que aún vivió. Sólo ella tuvo el privilegio de esas visiones.  

El obispo de Tarbes intervino en nombre de la Iglesia y declaró en 1862 que «la Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido verdaderamente a Bernadette». El Papa autorizó ese mismo año el culto a la Virgen en Lourdes. Desde entonces, Lourdes es una meta de  peregrinaciones de todas partes del mundo: a una ciudad de apenas 15.ooo habitantes llegan más de 8.000.000 de personas al año. Las aguas del manantial han producido innumerables curaciones, certificadas por un riguroso comité médico internacional;  tan estricto es el examen que sólo unas 70 de las casi 7000 curaciones registradas son oficialmente consideradas milagrosas.



«Cerca de un pueblo de Francia, en las estribaciones de los Pirineos, la Santísima Virgen, vestida de blanco, cubierta con cándido manto y ceñida su cintura de faja azul, se apareció con aspecto juvenil y afable en la cueva de Massabielle a una niña inocente y sencilla, a la que, como insistiera en saber el nombre de quien se le había dignado aparecer, ella, con una suave sonrisa y alzando los ojos al cielo, respondió: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Bien entendieron esto, como era natural, los fieles, que en muchedumbres casi innumerables, acudiendo de todas las partes en piadosas peregrinaciones a la gruta de Lourdes, reavivaron su fe, estimularon su piedad y se esforzaron por ajustar su vida a los preceptos de Cristo (...)»  Pío XII, Carta encíclica Fulgens Corona, 1954.

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11 de febrero de 2016

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes


A partir del 11 de febrero de 1858, la Virgen María se apareció en 18 ocasiones a Bernadette Soubirous, una niña de 14 años. Las apariciones tuvieron lugar en la gruta de Massabielle, en las afueras de la población de Lourdes, en Francia. Por ello hoy se celebra a Nuestra Señora de  Lourdes.

La Virgen apareció vestida de blanco, con una cinta  celeste en la cintura y rosas en los pies. Hizo brotar del suelo una fuente, de la que todavía hoy mana agua: es meta de peregrinaciones y lugar de innumerables curaciones, muchas de ellas reconocidas como milagrosas. Cuando Bernadette le pidió a la "Señora" que le revelara su nombre, la Virgen le dijo: "Yo soy la Inmaculada Concepción". 

Ilustramos la entrada de hoy  con una hermosa imagen, que reúne todos los elementos iconográficos y simbólicos que hemos reseñado: la gruta, la referencia a la fuente, la forma en que se presenta la Virgen, la frase que pronuncia,  la presencia de la niña vidente. Esta hermosa reproducción de la gruta de Lourdes puede visitarse en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Buenos Aires.

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