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23 de abril de 2025

Miércoles de la Octava de Pascua

 


Sólo Cristo,  el Viviente, «puede dar sentido a la existencia y hacer que reemprenda su camino el que está cansado y triste, el desconfiado y el que no tiene esperanza. Es lo que experimentaron los dos discípulos que el día de Pascua iban de camino desde Jerusalén hacia Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Hablan de Jesús, pero su «rostro triste» (cf. v. 17) expresa sus esperanzas defraudadas, su incertidumbre y su melancolía. Habían dejado su aldea para seguir a Jesús con sus amigos, y habían descubierto una nueva realidad, en la que el perdón y el amor ya no eran sólo palabras, sino que tocaban concretamente la existencia. Jesús de Nazaret lo había hecho todo nuevo, había transformado su vida. Pero ahora estaba muerto y parecía que todo había acabado.

Sin embargo, de improviso, ya no son dos, sino tres las personas que caminan»

Jesús se une a los dos discípulos, y de inmediato les hace la pregunta que vemos en la imagen de la entrada de hoy: 

«¿De qué conversaban?»

Los discípulos «son incapaces de reconocerlo. Ciertamente, han escuchado las voces sobre la resurrección; de hecho le refieren: «Algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo» (vv. 22-23). Y todo eso no había bastado para convencerlos, pues «a él no lo vieron» (v. 24). Entonces Jesús, con paciencia, «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (v. 27). El Resucitado explica a los discípulos la Sagrada Escritura, ofreciendo su clave de lectura fundamental, es decir, él mismo y su Misterio pascual: de él dan testimonio las Escrituras (cf. Jn 5, 39-47). El sentido de todo, de la Ley, de los Profetas y de los Salmos, repentinamente se abre y resulta claro a sus ojos. Jesús había abierto su mente a la inteligencia de las Escrituras (cf. Lc 24, 45)».

Los párrafos entrecomillados pertenecen a la catequesis de Benedicto XVI en la audiencia general del 11 de abril de 2012, que era, como hoy, el Miércoles de la Octava de Pascua. El pontífice está comentando brevemente algunos fragmentos del Evangelio de la misa de hoy (Lucas 24, 13-35).

Las imágenes corresponden al Vía Lucis de la iglesia porteña dedicada a San Pablo.

21 de abril de 2024

Domingo IV de Pascua


«Yo soy el Buen Pastor»: la frase que se lee en una de las estaciones del Vía Lucis de la iglesia porteña de San Pablo corresponde al fragmento evangélico que se lee hoy en la misa (Juan     10, 11-18), del que copiamos más abajo el comienzo de la perícopa.


«Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas» (Jn 10, 11-15).

1 de abril de 2024

Lunes de la Octava de Pascua

El Lunes de la Octava de Pascua se lee en la misa un fragmento del Evangelio según San Mateo (28, 8-15) en que la primera palabra que pronuncia el Señor resucitado es "Alégrense".


El texto completo del Evangelio de hoy (con esa palabra remarcada) es el siguiente:

«Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: «Digan así: "Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos". Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo».

Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy».

Una de las imágenes del Vía Lucis de la iglesia de San Pablo, en Buenos Aires, representa el encuentro de Jesús Resucitado con las mujeres, y destaca esa misma expresión del Señor: "¡Alégrense".

29 de septiembre de 2022

29 de septiembre: Fiesta de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Una de las dos opciones que ofrece el Leccionario para usar como Primera Lectura de la misa de hoy es este fragmento del libro del Apocalipsis (12, 7-12a):

«Se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo.

Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles.

Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: “Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías, porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios. Ellos mismos lo han vencido, gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron de él, porque despreciaron su vida hasta la muerte. ¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes!».

El protagonismo de Miguel en este fragmento (Gabriel y Rafael no aparecen en las lecturas del día) nos recuerda que la fecha de hoy era tradicionalmente fiesta exclusiva de ese ángel, como sucede aún en la Forma Extraordinaria del Rito Romano y, por otra parte, justifica que ilustremos la entrada con una imagen en que sólo aparece Miguel. La representación iconográfica es muy habitual y se inspira sobre todo en este texto bíblico. El vitral se encuentra en la iglesia de San Pablo Apóstol y lo fotografiamos en enero de 2016.

En una homilía pronunciada en día tal como hoy en 2007, dijo Benedicto XVI: 

A Miguel «en la Sagrada Escritura lo encontramos sobre todo en el libro de Daniel, en la carta del apóstol San Judas Tadeo y en el Apocalipsis. En esos textos se ponen de manifiesto dos funciones de este arcángel. Defiende la causa de la unicidad de Dios contra la presunción del dragón, de la "serpiente antigua", como dice San Juan. La serpiente intenta continuamente hacer creer a los hombres que Dios debe desaparecer, para que ellos puedan llegar a ser grandes; que Dios obstaculiza nuestra libertad y que por eso debemos desembarazarnos de él.

Pero el dragón no sólo acusa a Dios. El Apocalipsis lo llama también "el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa día y noche delante de nuestro Dios" (Ap 12, 10). Quien aparta a Dios, no hace grande al hombre, sino que le quita su dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la evolución. Quien acusa a Dios, acusa también al hombre. La fe en Dios defiende al hombre en todas sus debilidades e insuficiencias: el esplendor de Dios brilla en cada persona (...) 

La otra función del arcángel Miguel, según la Escritura, es la de protector del pueblo de Dios (cf. Dn 10, 21; 12, 1)».

3 de febrero de 2022

3 de febrero: San Blas

El Martirologio Romano consigna en el día de hoy esta Memoria: «San Blas, obispo y mártir, que, por ser cristiano, en tiempo del emperador Licinio padeció el martirio en la ciudad de Sebaste, en la antigua Armenia».

De "El Testigo Fiel" tomamos esta biografía:

«Parece que no hay pruebas de que existiera algún culto a San Blas antes del siglo VIII; pero los relatos de fechas posteriores están de acuerdo en afirmar que fue obispo de Sebaste, en lo que era en aquel momento Armenia (actual Turquía) y recibió la corona del martirio durante la persecución de Licinio, por mandato de Agrícola, gobernador de Capadocia y Asia Menor. 

En las actas legendarias de san Eustracio, de quien se dice que pereció en la persecución de Diocleciano, se menciona que San Blas recibió muy solemnemente sus reliquias, las depositó con las de san Oreste y llevó al cabo, punto por punto, la última voluntad del mártir.

Esto es todo lo que puede afirmarse con cierta seguridad respecto a San Blas; pero en vista de la devoción con que se le venera en Alemania, Francia e Italia, conviene relatar brevemente la historia que contienen sus actas legendarias. De acuerdo con ellas, Blas nació rico, de padres nobles; fue educado cristianamente y se le consagró obispo cuando todavía era bastante joven. Al comenzar la persecución, por inspiración divina, se retiró a una cueva en las montañas, frecuentada únicamente por las fieras. San Blas recibía con afecto a sus salvajes visitantes y cuando estaban enfermos o heridos, los atendía y los curaba. Se dice que los animales acudían en manadas para que los bendijera. Cierta vez unos cazadores que buscaban atrapar fieras para el anfiteatro, encontraron al santo rodeado por ellas. Repuestos de su asombro, los cazadores intentaron capturar a las bestias, pero San Blas las espantó y entonces le capturaron a él. Al saber que era cristiano, lo llevaron preso ante el gobernador Agrícola. Se dice que cuando le conducían a la ciudad, encontraron a una mujer que gemía desesperada, porque un lobo acababa de llevarse a uno de sus lechones; entonces san Blas llamó con voz recia a la fiera y el lobo apareció a poco, con el lechón en el hocico, y lo dejó intacto a los pies de la maravillada mujer. Pero aquel prodigio no conmovió a los cazadores, que continuaron su camino arrastrando al preso consigo. En cuanto el gobernador se enteró de que el reo era un obispo cristiano, mandó que lo azotaran y después lo encerraran en un calabozo, privado de alimentos. San Blas soportó con paciencia el castigo y tuvo el consuelo de que la mujer, dueña del lechón que había salvado, se presentara en la oscura celda para ayudarle, llevándole provisiones y velas para alumbrarse. Pocos días más tarde, fue torturado para que renegara de su fe; sus carnes fueron desgarradas con garfios y, como el santo se mantuviera firme, se dio orden de que fuera decapitado.

Así murió San Blas en Capadocia y, años más tarde, sus supuestas reliquias se trasladaron al Occidente, donde se extendió su culto enormemente en razón de las curaciones milagrosas que, al parecer, se realizaban por su intercesión. Se le venera como el santo patrono de los cardadores de lana y los animales salvajes y, en virtud de varias célebres curas que hizo en vida a enfermos de la garganta, es el abogado para esta clase de males; una de las variantes de la leyenda recuerda especialmente que el santo, camino del suplicio, curo el mal de un niño que se había atragantado con una espina. En Alemania se le honra, además como uno de los catorce «heilige Nothelfer» (santos auxiliadores en las necesidades). En algunas partes, el día de la fiesta de San Blas, se administra una bendición especial a los enfermos, colocando dos velas (al parecer en memoria de las que llevaron al santo en su calabozo) en posición de una cruz de San Andrés, en el cuello o sobre la cabeza del suplicante, pronunciándose estas palabras: «Per intercessionem Sancti Blasi Liberet te Deus a malo gutturis et a quovis alio malo» (por intercesión de san Blas te libere Dios de todo mal de la garganta y de todo otro mal)».

La imagen corresponde a uno de los vitrales de la iglesia de San Pablo Apóstol.
 

25 de enero de 2016

25 de enero: Fiesta de la Conversión de San Pablo

La conversión al  cristianismo de Saulo,  hasta entonces cruel perseguidor de los cristianos, es un hecho tan destacado y de tan importantes consecuencias en la vida de la Iglesia naciente, que los Hechos de los Apóstoles la relatan tres veces. La primera ocasión (9, 1-9) dice:
Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. 
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. 
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Él preguntó: «¿Quién eres tú Señor?». 
«Yo soy Jesús, a quien tú persigues -le respondió la voz-.  Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer».
Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.


En las otras dos ocasiones (22, 4-21 y 26, 9-18) es  Pablo mismo quien relata en primera persona su experiencia. Nos concentraremos en ambos casos en un detalle en particular del episodio:

-En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor.  Caí en tierra y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»  Le respondí: «¿Quién eres, Señor?», y la voz me dijo: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues». Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba (22, 6-9).

-Una vez, cuando me dirigía a Damasco con plenos poderes y con la orden de los sumos sacerdotes,  en el camino, hacia el mediodía, vi una luz más brillante que el sol, que venía del cielo y me envolvía a mí y a los que me acompañaban. Todos caímos en tierra, y yo oí una voz que me decía en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te lastimas al dar coces contra el aguijón» (26, 12-14).




En el camino de Damasco, Pablo, iluminado por la luz de Cristo, cae en tierra; tradicionalmente se entiende que fue derribado de su montura. Esa escena es representada en la fachada de la iglesia dedicada a San Pablo en Buenos Aires, sobre la avenida Álvarez Thomas al 700.


El domingo 10 de este mes fui especialmente hasta allí para tomar las fotografías que ilustran esta entrada.

La celebración de hoy tiene la categoría de Fiesta. Su Oración sobre las Ofrendas dice:

Señor, al celebrar estos divinos misterios, 
te pedimos que tu Espíritu infunda en nosotros 
aquella luz  de  la fe
que iluminó al apóstol San Pablo
para la propagación de tu gloria.


Próxima entrada: 29 de enero, San Pedro Nolasco