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12 de diciembre de 2019

12 de diciembre: Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe


El 9 de diciembre, Memoria de San Juan Diego, visitamos el templo dedicado a él en Buenos Aires. Hoy, en la Fiesta de la Virgen de Guadalupe, volvemos a esa moderna iglesia porteña donde, obviamente, se veneran imágenes de la Señora del Tepeyac. Pero no es una imagen de la Virgen lo que queremos compartir hoy, sino una de las frases que Ella pronunció dirigiéndose al indio, según relata el Nican Mopohua:

 Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, 
que es nada lo que te asusta y aflige;
no se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, 
ni otra alguna enfermedad y angustia. 
¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? 
¿No estás bajo mi sombra? 
¿No soy yo tu salud? 
¿No estás por ventura en mi regazo? 
¿Qué más has menester? 



La hermosa frase, en el nártex, hace que sea la Virgen de Guadalupe quien recibe al fiel que ingresa al templo de San Juan Diego.

9 de diciembre de 2019

9 de diciembre: San Juan Diego

El 1° de mayo de 2015 el Arzobispo de México consagró el templo dedicado a  San Juan Diego en la ciudad de Buenos Aires. La iglesia es la primera fuera de México dedicada al santo a quien en 1531 se le apareció la Virgen de Guadalupe.  En ese templo se venera la imagen que ilustra esta entrada. Tomé las fotos en febrero de este año.

El Martirologio elogia a nuestro santo de hoy con estas palabras: «San Juan Diego Cuauhtlatoatzain, de la estirpe indígena nativa, varón provisto de una fe purísima, de humildad y de fervor, que logró que se construyera un santuario en honor de la Bienaventurada María Virgen de Guadalupe en la colina de Tepeyac, en la ciudad de México, lugar donde se le había aparecido la Madre de Dios. Hoy es la memoria litúrgica, que evoca la fecha de la primera aparición de la Virgen; la fecha de su muerte es el 30 de mayo».  "Cuauhtlatoatzain" significa en su lengua materna "Águila que habla".

En su canonización, celebrada en el Santuario de Guadalupe de México el 31 de julio de 2002, dijo San Juan Pablo II:  

(...) «Con gran gozo he peregrinado hasta esta Basílica de Guadalupe, corazón mariano de México y de América, para proclamar la santidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del Tepeyac, tan querido por los pueblos de México.

(...)

Juan Diego, al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual que abraza a todos los mexicanos.

(...)

... Encomiendo a la valiosa intercesión de San Juan Diego los gozos y esperanzas, los temores y angustias del querido pueblo mexicano, que llevo tan adentro de mi corazón.

¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera. Alienta a los Obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a la extensión de su Reino.

¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.

¡Amado Juan Diego, “el águila que habla”! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén».