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29 de julio de 2024

29 de julio: San Luis Martin y Santa María Celia Guérin

Aunque, conforme a la práctica habitual del Martirologio,  se ha inscripto a San Luis Martin y a Santa María Celia en sus respectivas fechas de fallecimiento, ambos han sido beatificados y canonizados como matrimonio, por lo que hoy, en la fecha que corresponde al primero de ellos, hablaremos de los dos.



Luis Martin nació en Burdeos en 1823. Era el segundo de los cinco hijos del matrimonio de Pierre-François Martin, capitán del ejército francés, y Marie Anne Fanny Boureau, ambos cristianos de fe viva. La primera formación de Luis estuvo vinculada a la vida militar y se benefició de las facilidades que tenían los hijos de los militares.

Al jubilarse su padre, la familia se trasladó a Alençon (1831) y Luis estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas de la ciudad. Tanto en la familia como en el colegio recibió una sólida formación religiosa.

Terminados los estudios, no se inclinó hacia la vida militar, sino que quiso aprender el oficio de relojero, primero en Bretaña, luego en Rennes, Estrasburgo, en el Gran San Bernardo (Alpes suizos) y por último en París.

A los veintidós años sintió el deseo de consagrarse a Dios en la vida religiosa. Para ello, se dirigió al monasterio del Gran San Bernardo, con intención de ingresar en esta Orden, pero no fue admitido porque no sabía latín. Con gran valor se dedicó a estudiarlo durante más de un año, con clases particulares; pero, finalmente, renunció a ese proyecto. No se sabe mucho de este período: sólo que su madre en una carta le exhortaba a ser  humilde, y que mostró su valentía y sangre fría salvando de morir ahogado al hijo de un  amigo de su padre.

En Alençon puso una relojería. Sus padres, tras la muerte de los otros hijos, vivieron siempre con él, incluso después de su matrimonio con Celia Guérin.

Hábil en su oficio, tenía amigos y conocidos con los que le gustaba pescar y jugar al billar, y era apreciado por sus cualidades poco comunes y por su distinción natural, que explica por qué le presentaron un proyecto de matrimonio con una joven de la alta sociedad, al que se negó.

En 1871, el amor al silencio y al retiro lo llevó a comprar una pequeña propiedad con una torre y un jardín. Allí instaló una estatua de la Virgen, que le había regalado la señora Beaudouin; trasladada más tarde a Buissonnets, esta imagen fue conocida en todo el mundo como la Virgen de la Sonrisa.


Celia Guérin nació en Gandelain, departamento de Orne (Normandía), en 1831. Era hija de Isidoro Guérin, un militar que a los 39 años decidió casarse con una joven dieciséis años más joven que él. De esta unión nacieron también Marie Louise, la primogénita, e Isidore, el más pequeño. Para los padres de Celia la vida había sido dura, lo que repercutía en su manera de ser: eran rudos, autoritarios y exigentes, si bien tenían una fe firme. Celia, inteligente y comunicativa por naturaleza, dice en una de sus cartas que su infancia y juventud fueron tristes "como un sudario". A pesar de ello, cuando su padre, viudo y enfermo, manifestó el deseo de ir a habitar con ella, lo acogió y cuidó hasta que murió en 1868, con ayuda de su hermana Marie Louise. 

Cuando se jubiló su padre, la familia se estableció en Alençon en 1844. La señora Guérin abrió un café y una sala de billar, pero su carácter intransigente no favoreció el desarrollo del negocio. La familia salía adelante con dificultad, gracias a la pensión y a los trabajos de carpintería del padre. En pocos años, la situación financiera se hizo muy precaria y no mejoró hasta que las hijas contribuyeron con su trabajo a cuadrar el balance familiar. Esta situación económica influyó en los estudios de las hijas: Celia entró en el internado de las religiosas de la Adoración Perpetua; aprendió los primeros rudimentos del punto de Alençon, un encaje de los más famosos de la época; luego, para perfeccionarse, se inscribió en la "Ecole dentellière". Mientras tanto, la hermana mayor se dedicó al bordado, con su madre. No tenemos documentación de este período, pero Celia conservaba un excelente recuerdo de este tiempo.

Celia deseaba formar parte de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Como no la admitieron, pidió luz al Señor para conocer su voluntad y el 8 de diciembre de 1851, después de una novena a la Inmaculada Concepción, escuchó interiormente las palabras: "Hacer punto de Alençon". Con la ayuda de su hermana comenzó esta empresa y ya a partir de 1853 era conocida como fabricante del punto de Alençon. En 1858 la casa para la que trabajaba recibió una medalla de plata por la fabricación de este encaje y Celia una mención de alabanza. Poco después, su hermana entró en el monasterio de la Visitación y tomó el nombre de María Dositea.

Un día, al cruzarse con un joven de noble fisonomía, semblante reservado y dignos modales, se sintió fuertemente impresionada y oyó interiormente que ese era el hombre elegido para ella. En poco tiempo los dos jóvenes llegaron a apreciarse y amarse, y el entendimiento fue tan rápido que contrajeron matrimonio el 13 de julio de 1858, tres meses después de su primer encuentro. Llevaron una vida matrimonial ejemplar: misa diaria, oración personal y comunitaria, confesión frecuente, participación en la vida parroquial. De su unión nacieron nueve hijos, cuatro de los cuales murieron prematuramente. Entre las cinco hijas que sobrevivieron, Teresa, la futura santa patrona de las misiones, es una fuente preciosa para comprender la santidad de sus padres, que educaban a sus hijas para ser buenas cristianas y ciudadanas honradas. A los 45 años, Celia recibió la noticia de que tenía un tumor en el pecho y pidió a su cuñada que, cuando ella muriera, ayudara a su marido en la educación de los más pequeños: vivió la enfermedad con firme esperanza cristiana hasta la muerte, en agosto de 1877.

Luis se encontró solo para sacar adelante a su familia: La hija mayor tenía 17 años y la más pequeña, Teresa, cuatro y medio. Se trasladó a Lisieux, donde residía el hermano de Celia; de este modo la tía Celina pudo cuidar de las hijas. Entre 1882 y 1887 tres de las hijas de Luis entraron al Carmelo. El sacrificio mayor fue separarse de Teresita, que entró en el Carmelo a los 15 años. Luis tenía una enfermedad que lo fue invalidando hasta llegar a la pérdida de sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio de Caen, y murió en julio de 1894.

En la página del Vaticano, de donde tomamos la información para escribir esta entrada, se añade:

No estamos habituados a pensar en la santidad de un matrimonio, porque nuestra experiencia nos lleva a unir la santidad a un individuo. Juan Pablo II se atrevió a ir más allá de los esquemas, beatificando a Luis y María Beltrame Quattrocchi. Ahora, el Papa Benedicto XVI ha decidido añadir a ellos a los cónyuges Martin, a fin de mostrar a los padres y madres de familia de todo el mundo la grandeza de la vocación a la vida conyugal. Así se concreta la invitación de Juan Pablo II: "Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este "alto grado" de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección" (Novo millennio ineunte, 31) y del concilio Vaticano II: "Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (Lumen gentium, 40).

¿Qué es lo que fascina de los esposos Martin? ¿Qué mensaje deja esta familia a la Iglesia y a la sociedad? Sin duda fascina la valentía de esta familia que, después de diecinueve años de matrimonio, ante la crisis económica que afligía a Francia, queriendo garantizar bienestar y futuro a sus hijos, halló la fuerza de dejar Alençon y trasladarse a Lisieux, como tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo, "emigrantes" en busca de lo que pudiera hacer más bella la vida y concreta la esperanza. Hay una belleza que emana de su trabajo artesanal emprendedor: Luis Martín, como relojero y joyero; y Celia Guérin, como pequeña empresaria de una taller de bordado. Junto con sus cinco hijas, emplearon tiempo y dinero en ayudar a quienes tenían necesidad. Su casa no fue una isla feliz en medio de la miseria, sino un espacio de acogida, comenzando por sus obreros. El matrimonio Martin nos recuerda que existe una ética que debe imbuir la vida de los empresarios, poniendo en el centro el valor de la persona humana (cf. Populorum progressio, 42-44). Anima su testimonio cristiano de laicos, vivido dentro y fuera de las paredes del hogar, a través de la belleza de su vida, la fascinación de los sentimientos, la transparencia del amor, sabiendo dedicarse tiempo, porque "el amor no es un trabajo para hacer de prisa" (M. Noëlle). El compromiso eclesial de los esposos Martin recuerda que "la futura evangelización depende, en gran parte, de la iglesia doméstica" (Familiaris consortio, 52), y tiene el sabor de la ternura.

La iglesia asuncena dedicada a San Rafael conserva y exhibe reliquias de los padres de Santa Teresita del Niño Jesús. 

12 de noviembre de 2023

Domingo XXXII Durante el Año

La Segunda Lectura de hoy está tomada de la Primera Carta  a los Tesalonicenses (4, 13-18): 

Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza.  Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.

Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:

Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos.

Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar.

Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire.

Y así estaremos siempre con el Señor.

Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.

Una frase de esta lectura es expresamente alegada como fundamento bíblico del ventanal dedicado a "La Parusía" de la iglesia asuncena dedicada a San Rafael. Como la foto que trae la explicación no es legible, transcribimos el texto a continuación de las dos imágenes.





Dice el cuadrito explicativo de la imagen:

"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un Arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros,  los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y ASÍ ESTAREMOS SIEMPRE CON ÉL" (1 Ts. 4,16). 

Finalmente se cumple el grito de San Pablo: "Cristo todo en todo". “La Iglesia llama Purgatorio a la purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados” (Cat. N° 1031).

Los que mueren en la gracia del Señor sufren después de la muerte “una purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo (Cat. N° 1030).

La Iglesia llama Paraíso a la Pascua Eterna, es decir, la plenitud del reino de Dios. “Después del Juicio Final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado (Cat. N° 1042).

14 de febrero de 2023

14 de febrero: San Cirilo y San Metodio

Señala en la fecha de hoy el Martirologio Romano:

Fiesta de San Cirilo, monje, y San Metodio, obispo, hermanos nacidos en Tesalónica, que enviados a Moravia por el obispo Focio de Constantinopla para predicar la fe cristiana, allí crearon signos propios para traducir del griego a la lengua eslava los libros sagrados. En un posterior viaje a Roma, Cirilo, que antes se llamaba Constantino, enfermó, y habiendo profesado como monje, descansó en el Señor en este día. Metodio, constituido obispo de Sirmium por el papa Adriano II, evangelizó la región de Panonia, y en todas las dificultades que soportó fue siempre ayudado por los Pontífices Romanos; recibió finalmente el premio celestial por sus trabajos en Velherad, en Moravia, el día seis de abril.

En 1880, León XIII, mediante la Carta Encíclica Grande Munus«recordaba a toda la Iglesia las figuras y la actividad apostólica de estos dos Santos, y al mismo tiempo introducía en el calendario de la Iglesia Católica su festividad litúrgica» (que ya era celebrada en el oriente cristiano). Ese documento pontificio, a su vez, celebraba el milenio de  la Carta Industriae tuae, remitida por el Papa Juan VIII al Príncipe Svatopluk en junio del año 880. «En ella se alaba y se recomienda el uso de la lengua eslava en la sagrada liturgia, para que fuesen proclamadas "en aquella lengua las alabanzas y las obras de Cristo Nuestro Señor"».

En 1980, celebrando los aniversarios de ambos documentos,  el Papa Juan Pablo II, mediante la Carta Apostólica Egregiae virtutis, los proclamó Patronos de Europa, junto con San Benito de Nursia, que también aparece en la imagen de la entrada de hoy.


Teniendo en cuenta que este año la Iglesia recuerda solemnemente el 1500 aniversario del nacimiento de San Benito, proclamado Patrón de Europa en 1964 por mi venerado predecesor Pablo VI, ha parecido oportuno considerar que esta protección sobre toda Europa destacará más si, a la gran obra del Santo Patriarca de Occidente, añadimos los méritos particulares de los Santos hermanos Cirilo y Metodio. Avalan esta decisión numerosas razones, que brotan de la historia, tanto antigua como contemporánea, y que tienen su fundamento teológico y eclesial, así como cultural, en la historia de nuestro continente europeo. Por esto, antes de que acabe este año dedicado al especial recuerdo de San Benito, y que coincide con el centenario de la Encíclica de León XIII, deseo que se pongan de relieve las citadas razones mediante esta Carta Apostólica con la cual quiero proclamar Copatronos de Europa a los Santos Cirilo y Metodio.

De hecho, Europa, considerada geográficamente y en su conjunto, es de algún modo el fruto de la acción de dos corrientes de tradición cristiana, a las que hay que añadir dos formas de cultura diversas, pero al mismo tiempo profundamente complementarias. San Benito, con su influencia, abarcó en un primer momento la Europa Occidental y Central. Pero, a través de los centros benedictinos, llegó también a otras partes de la tierra. Se sitúa, pues, en el centro mismo de la corriente que parte de Roma, de la Sede de los Sucesores de San Pedro. Por su parte, los Santos hermanos de Tesalónica ponen de relieve no sólo la aportación de la antigua cultura griega, sino la irradiación de la Iglesia de Constantinopla y de la tradición oriental, tan profundamente enraizada en la espiritualidad y en la cultura de tantos pueblos y naciones de la parte oriental del continente europeo.  

El mismo Pontífice les dedicó en 1985 la encíclica Slavorum apostoli, que terminaba con esta plegaria:

¡El futuro! Por más que pueda aparecer humanamente grávido de amenazas e incertidumbres, lo ponemos con confianza en tus manos, Padre celestial, invocando la intercesión de la Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia; y también la de tus Apóstoles Pedro y Pablo y la de los santos Benito, Cirilo y Metodio, la de Agustín y Bonifacio, y la de todos los evangelizadores de Europa, los cuales, fuertes en la fe, en la esperanza y en la caridad, anunciaron a nuestros padres tu salvación y tu paz; y con los trabajos de su siembra espiritual comenzaron la construcción de la civilización del amor, el nuevo orden basado en tu santa ley y en el auxilio de tu gracia, que al final de los tiempos vivificará todo y a todos en la Jerusalén celestial. Amén.

La imagen de hoy representa a los tres Patronos de Europa. San Benito está a la izquierda, fácilmente identificable porque sostiene un pergamino en que se lee "Ora et labora".  De nuestros santos de hoy, el obispo Metodio está en el centro,  con mitra y báculo, mientras que su hermano Cirilo está a la derecha.



Las peculiares imágenes pertenecen a la iglesia de San Rafael, en Asunción del Paraguay. Son obra del escultor Hugo Pistillo.

Es la primera vez que en este blog visitamos ese templo, y es la primera vez que el "ritmo del Año Litúrgico" nos concede celebrar a San Cirilo y San Metodio.