La Iglesia honra hoy a los tres primeros mártires de América que alcanzaron el honor de los altares: Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, que murieron por Cristo en 1628.
Los dos primeros están consignados en el Martirologio el 15 de noviembre y el tercero en el día de hoy; pero en la Liturgia propia de las naciones rioplatenses se los celebra conjuntamente a los tres en el día de la fecha.
Fueron beatificados en 1934 y canonizados el 16 de mayo de 1988 en el Paraguay por el papa Juan Pablo II. De su homilía en el rito de canonización entresacamos los párrafos que siguen:
«Como Sucesor del Apóstol Pedro, tengo la dicha de celebrar esta Eucaristía, en la que son elevados a los altares un hijo de esta querida ciudad de Asunción, el padre Roque González de Santa Cruz –primer santo de este queridísimo Paraguay–, y sus dos compañeros, los padres Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo, nacidos en tierras de España, en Zamora el primero y en Belmonte (Cuenca) el segundo, los cuales, por amor a Dios y a los hombres, vertieron su sangre en tierras americanas.
Todos ellos gastaron su vida en cumplir el mandato de Cristo de anunciar su mensaje “hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8). La fuerza salvadora y liberadora del Evangelio se hizo vida en estos tres abnegados sacerdotes jesuitas que la Iglesia en este día presenta como modelos de evangelizadores. Su inquebrantable fe en Dios, alimentada en todo momento por una profunda vida interior, fue la gran fuerza que sostuvo a estos pioneros del Evangelio en tierras americanas. Su celo por las almas les llevó a hacer cuanto estuvo en sus manos por servir a los más pobres y abandonados. Todos sus encomiables trabajos en favor de aquellas poblaciones –tan necesitadas de ayuda espiritual y humana–, todas sus fatigas y sufrimientos tuvieron como único objetivo el transmitir el gran tesoro de que eran portadores: la fe en Jesucristo, salvador y liberador del hombre, vencedor del pecado y de la muerte». (...)
«Sabiéndose responsables en cuanto a la necesidad de custodiar la dignidad humana en aquel momento de la historia, el padre Roque González, el padre Alfonso Rodríguez, el padre Juan del Castillo y tantos otros cristianos, afrontaron el tremendo desafío que había supuesto el descubrimiento del llamado Nuevo Mundo. Convencidos de que el Evangelio es mensaje de amor y de libertad, procuraron dar a conocer “la verdad en Cristo Jesús” (Ef 4, 21) a lo largo y a lo ancho de estas tierras. Respondiendo al llamado del Señor que los invitaba a hacer discípulos en todas las naciones, quisieron repetir a los pueblos recién conocidos las palabras de San Pablo a los Efesios: “Dejad que el espíritu renueve vuestra mentalidad, y vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (Ibíd. 4, 24).
En su afán de ganar almas para Cristo, el padre Roque y sus compañeros recorrieron todas estas tierras desde el estuario del Plata hasta las nacientes de los ríos Paraná y Uruguay, y hasta las sierras de Mbaracayú en el Alto Paraguay, afrontando todo tipo de incomodidades y peligros. Infatigables en la predicación, austeros en su vida personal, el amor a Cristo y a los indígenas les llevó a abrir caminos nuevos y levantar reducciones que facilitaran la difusión de la fe y aseguraran condiciones de vida dignas a sus hermanos».
La imagen de los Mártires Rioplatenses se venera en la iglesia Regina Martyrum, donde tomamos las fotos en 2017.


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