25 de enero de 2016

25 de enero: Fiesta de la Conversión de San Pablo

La conversión al  cristianismo de Saulo,  hasta entonces cruel perseguidor de los cristianos, es un hecho tan destacado y de tan importantes consecuencias en la vida de la Iglesia naciente, que los Hechos de los Apóstoles la relatan tres veces. La primera ocasión (9, 1-9) dice:
Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. 
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. 
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Él preguntó: «¿Quién eres tú Señor?». 
«Yo soy Jesús, a quien tú persigues -le respondió la voz-.  Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer».
Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.


En las otras dos ocasiones (22, 4-21 y 26, 9-18) es  Pablo mismo quien relata en primera persona su experiencia. Nos concentraremos en ambos casos en un detalle en particular del episodio:

-En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor.  Caí en tierra y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»  Le respondí: «¿Quién eres, Señor?», y la voz me dijo: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues». Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba (22, 6-9).

-Una vez, cuando me dirigía a Damasco con plenos poderes y con la orden de los sumos sacerdotes,  en el camino, hacia el mediodía, vi una luz más brillante que el sol, que venía del cielo y me envolvía a mí y a los que me acompañaban. Todos caímos en tierra, y yo oí una voz que me decía en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te lastimas al dar coces contra el aguijón» (26, 12-14).




En el camino de Damasco, Pablo, iluminado por la luz de Cristo, cae en tierra; tradicionalmente se entiende que fue derribado de su montura. Esa escena es representada en la fachada de la iglesia dedicada a San Pablo en Buenos Aires, sobre la avenida Álvarez Thomas al 700.


El domingo 10 de este mes fui especialmente hasta allí para tomar las fotografías que ilustran esta entrada.

La celebración de hoy tiene la categoría de Fiesta. Su Oración sobre las Ofrendas dice:

Señor, al celebrar estos divinos misterios, 
te pedimos que tu Espíritu infunda en nosotros 
aquella luz  de  la fe
que iluminó al apóstol San Pablo
para la propagación de tu gloria.


Próxima entrada: 29 de enero, San Pedro Nolasco

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