Aunque formalmente es beata, Juliana de Mont-Cornillon suele ser llamada santa, como ocurre en otros casos.
Nació cerca de Lieja a fines del siglo XII y murió en 1258. En 1869 se produjo la confirmación de su culto, que equivale a una beatificación.
A ella se debe la introducción en la Iglesia de la fiesta del Corpus Christi.
Desde los cinco años ella estaba al cuidado de las religiosas de Monte Cornillon, que se dedicaban a atender a los enfermos. Juliana era muy estudiosa, y profesaba gran devoción al Santísimo Sacramento. Cuando tenía quince años comenzó a tener una visión en la que veía una especie de luna dividida por una banda negra. Al principio, temía que se tratase de un artificio del demonio para distraerla del estudio; pero poco a poco se convenció de que la aparición tenía un significado sobrenatural. Finalmente, en otra visión, el Señor le explicó que la luna representaba el año litúrgico con todas las fiestas y que la banda negra representaba la falta de la fiesta del Santísimo Sacramento, que debía completar el ciclo.
Años más tarde, Juliana tomó el hábito en Monte Cornillon; en 1225 fue elegida superiora. Entonces empezó a hablar de su visión a algunos amigos, en particular a Eva de Lieja, quien a su vez lo comentó con Isabel de Huy, que era una santa religiosa de su comunidad. Alentada por estas dos piadosas mujeres, Juliana se atrevió a confiarse a un sabio canónigo, rogándole que consultara el asunto con teólogos. El canónigo trató la cuestión con Jacobo Pantaleón (quien fue más tarde elegido Papa y tomó el nombre de Urbano IV), y otros sabios, y todos aseguraron que no había ninguna objeción teológica ni canónica que oponer a la institución de la fiesta. Sin embargo, Juliana tuvo severa oposición, que tras años de conflictos se resolvió en 1242, año en que la diócesis de Lieja adoptó la fiesta del Corpus Christi. Sin embargo, Juliana debió enfrentar otros problemas más tarde, y vivió enferma y en la pobreza sus últimos años hasta su muerte el 5 de abril de 1258.
Cuando Jacobo Pantaleón, quien había sido uno de los primeros en apoyar a Juliana, fue elegido Sumo Pontífice, Eva acudió al Obispo de Lieja para que solicitase del Papa la institución de la fiesta del Santísimo Sacramento. Urbano IV accedió y, para demostrar a Eva su reconocimiento por la parte que había tenido en la institución de la fiesta, le envió la bula de aprobación y el oficio de la nueva fiesta, que Santo Tomás de Aquino había compuesto a petición suya. En 1312, bajo Clemente V, el Concilio de Viena confirmó la bula de Urbano IV. Desde entonces, la fiesta del Corpus Christi se convirtió en día de precepto en Occidente.
La imagen que ilustra la entrada de hoy corresponde a un vitral en la cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento de la ciudad de Buenos Aires.
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