En la Memoria de San Juan Diego, testigo de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, publicamos esta imagen, que se exhibe en la Basílica de la Natividad de María, en Esperanza, Santa Fe. Muestra a Juan Diego ante el Obispo de México, en el momento en que abre su tilma para mostrar las rosas que había hecho surgir milagrosamente la Virgen María; en ese instante «en la tilma del pobrecito Juan Diego —como refiere la tradición— pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría» (Radiomensaje del Papa Pío XII a los fieles mexicanos en el 50° aniversario de la coronación canónica de la Virgen de Guadalupe, 12/10/1945).
Tomé la foto en agosto de 2010.
Terminamos con unas palabras de San Juan Pablo II en la canonización de San Juan Diego, el 31 de julio de 2002:
¿Cómo era Juan Diego? ¿Por qué Dios se fijó en él? El libro del Eclesiástico (...) nos enseña que sólo Dios “es poderoso y sólo los humildes le dan gloria” (3, 20). También las palabras de San Pablo proclamadas en esta celebración iluminan este modo divino de actuar la salvación: “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1 Co 1, 28.29).
Es conmovedor leer los relatos guadalupanos, escritos con delicadeza y empapados de ternura. En ellos la Virgen María, la esclava “que glorifica al Señor” (Lc 1, 46), se manifiesta a Juan Diego como la Madre del verdadero Dios. Ella le regala, como señal, unas rosas preciosas y él, al mostrarlas al Obispo, descubre grabada en su tilma la bendita imagen de Nuestra Señora.
“El acontecimiento guadalupano (...) significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación”. Así pues, Guadalupe y Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de evangelización perfectamente inculturada.
(...) Juan Diego, al acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a ser hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad espiritual que abraza a todos los mexicanos.Próxima entrada: 13 de diciembre (Santa Lucía)
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