13 de septiembre de 2022

Martes de la Semana XXIV Durante el Año

El martes XXIV del Tiempo Ordinario se lee en la misa este fragmento del Evangelio según San Lucas (7, 11-17):

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. 
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. 
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores». Después se acercó y tocó el féretro. 
Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate». 
El muerto se incorporó y empezó a hablar. 
Y Jesús se lo entregó a su madre. 
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo». 
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. 

En un vitral de la iglesia de San Juan Bautista de la Merced de la ciudad de Salta está representado el episodio; la frase que destacamos en negrita aparece, en latín, en la parte inferior:  “Adolescens, tibi dico, furge”.

Respecto de la palabra "adolescens", ("mancebo", "adolescente", traducido en la versión argentina simplemente como "joven"), dice San Gregorio Niceno:
"Esta palabra "mancebo" indica la flor de la edad, cuando empieza a apuntar la barba. Aquel que poco antes era la alegría y la dulzura de las miradas de su madre la cual suspiraba ya por la alegría de sus esponsales, y le contemplaba como el propagador de su raza, el vástago de su posteridad y el báculo de su vejez".

Y comenta Tito Bostrense respecto del milagro:
"Inmediatamente se levanta aquel a quien se dirige esa orden. Al poder de Dios nada resiste; no hay ninguna tardanza, ni tampoco oraciones. Por lo que sigue: "Y se sentó el que había estado muerto, y comenzó a hablar. Y le dio a su madre". Indicios son éstos de verdadera resurrección, pues un cuerpo muerto no puede hablar ni tampoco la mujer hubiese llevado a su casa un hijo muerto e inanimado".

Añade Beda:
"Dice el evangelista que el Señor se movió primero a misericordia cuando vio a la madre y que después resucitó al hijo para darnos, por un lado, un modelo de misericordia y, por el otro, un motivo de creer en su poder maravilloso. Por lo que sigue: "Y tuvieron todos grande miedo, y glorificaban a Dios", etc.".

Los tres textos fueron tomados de la Catena Áurea.

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