Visitamos por primera vez en este blog el templo porteño dedicado a Santa Rita; lo hacemos precisamente en la Memoria de esta popular santa, a quien el Martirologio elogia con estas palabras:
«Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción».
Pero este breve encomio omite lo que hizo tan célebre a Santa Rita en la piedad popular: su identificación con la Pasión de Cristo y su fama de "abogada de lo imposible".
En efecto, Rita, que desde niña había sido especialmente devota de la Pasión, fue arrebatada varias veces en éxtasis, ya como religiosa, mientras contemplaba los misterios dolorosos de la vida de Jesús. En 1441 asistió a un sermón sobre la coronación de espinas. Poco después, hallándose arrodillada en oración, Rita sintió un agudo dolor en la frente, como si una de las espinas de la corona de Cristo se le hubiese clavado. La herida la acompañó por el resto de su vida, y por ello a Santa Rita se la representa coronada de espinas -como vemos en las imágenes de hoy-, o bien con una espina en su mano o con un herida sangrante en la frente. Pese a sus sufrimientos, jamás disminuyó sus penitencias. Murió el 22 de mayo de 1457. Su cuerpo ha permanecido incorrupto hasta nuestros días.
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