11 de febrero de 2022

11 de febrero: Nuestra Señora de Lourdes

En septiembre de 2008, con motivo del sesquicentenario de las apariciones de la Virgen en Lourdes, el papa Benedicto XVI visitó el lugar y pronunció una hermosa homilía, algunos de cuyos fragmentos compartimos aquí. Acompañamos el texto con imágenes obtenidas en 2019 en la réplica de la gruta de Massabielle, junto al santuario dedicado a Nuestra Señora de Lourdes en Santos Lugares.

«El 11 de febrero de 1858, en el lugar llamado la gruta de Massabielle , apartada del pue­blo, una simple muchacha de Lourdes, Bernadette Soubirous, vio una luz y, en la luz, una mujer joven “hermosa, la más her­mosa” . La mujer le habló con dulzura y bondad, respeto y confianza: “Me hablaba de Usted (narra Bernadette)... ¿Querrá Us­ted venir aquí durante quince días? (le pregunta la Señora)... Me miró como una persona que habla a otra persona”. En la conversación, en el diálogo impregnado de delicadeza, la Señora le encarga transmitir algunos mensajes muy simples sobre la oración, la penitencia y la conversión. No es de extrañar que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

(...)

Muchos fueron testigos: el encuentro con el rostro luminoso de Bernadette conmovía los corazones y las miradas. Tanto durante las apariciones mismas como cuando las contaba, su rostro era radiante. Bernadette estaba transida ya por la luz de Massabielle. La vida cotidiana de la familia Soubirous estaba hecha de dolor y miseria, de enfermedad e incompren­sión, de rechazo y pobreza. Aunque no faltara amor y calor en el trato familiar, era difícil vivir en aquella especie de
mazmo­rra. Sin embargo, las sombras terrenas no impedían que la luz del cielo brillara. “La luz brilla en la tiniebla” (Jn 1, 5).

(...) Al venir en peregrinación aquí, a Lourdes, queremos entrar, siguiendo a Bernadette, en esta extraordinaria cercanía entre el cielo y la tierra que nunca ha faltado y que se consolida sin cesar. Hay que destacar que, durante las apariciones, Bernadette reza el Rosario bajo la mirada de María, que se une a ella en el momento de la doxología. Este hecho confirma en realidad el carácter profundamente teocéntrico de la oración del Rosario. Cuando rezamos el Rosario, María nos ofrece su corazón y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo. 

(...)  Lourdes, tierra de luz, sigue siendo una escuela para aprender a rezar el Rosario, que inicia al discípulo de Jesús, bajo la mirada de su Madre, en un diálogo cordial y verdadero con su Maestro.

(...) María nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren. ¿Cómo es posible que nuestra vida no se transforme de inmediato? ¿Cómo nuestro ser y nuestra vida entera pueden dejar de convertirse en lugar de hospitalidad para nuestro prójimo? Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión».


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