20 de febrero de 2017

20 de febrero: Beata Jacinta Marto

En este año del centenario de las apariciones de Fátima, queremos poner especial atención en los dos  hermanos, hoy beatos, que vieron a la Virgen en aquella ocasión y fueron sus portavoces. El Martirologio señala para hoy la memoria de Jacinta Marto:  

«En Ajustrel, lugar cercano a Fátima, en Portugal, beata Jacinta Marto, la cual, siendo aún niña de tierna edad, aceptó con toda paciencia la grave enfermedad que le aquejaba y demostró siempre una gran devoción a la Santísima Virgen María».


Ilustra esta entrada una sencilla y bonita representación de los tres pastocitos de Fátima, de rodillas junto a la Virgen. Se encuentra junto a la capilla de Nuestra Señora de Fátima atendida por los Siervos de María cerca de Plar, en la provincia de Buenos Aires.


Añadamos las palabras que Juan Pablo II dedicó a Jacinta en la homilía de su beatificación, el 13 de mayo de 2000:
«Con su solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a Fátima, a pedir a los hombres que "no ofendieran más a Dios, nuestro Señor, que ya ha sido muy ofendido". Su dolor de madre la impulsa a hablar; está en juego el destino de sus hijos. Por eso pedía a los pastorcitos: "Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quien se sacrifique y pida por ellas".
La pequeña Jacinta sintió y vivió como suya esta aflicción de la Virgen, ofreciéndose heroicamente como víctima por los pecadores. Un día -cuando tanto ella como Francisco ya habían contraído la enfermedad que los obligaba a estar en cama- la Virgen María fue a visitarlos a su casa, como cuenta la pequeña: "Nuestra Señora vino a vernos, y dijo que muy pronto volvería a buscar a Francisco para llevarlo al cielo. Y a mí me preguntó si aún quería convertir a más pecadores. Le dije que sí". Y, al acercarse el momento de la muerte de Francisco, Jacinta le recomienda: "Da muchos saludos de mi parte a nuestro Señor y a nuestra Señora, y diles que estoy dispuesta a sufrir todo lo que quieran con tal de convertir a los pecadores". Jacinta se había quedado tan impresionada con la visión del infierno, durante la aparición del 13 de julio, que todas las mortificaciones y penitencias le parecían pocas con tal de salvar a los pecadores.
Jacinta bien podía exclamar con San Pablo: "Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). (...) Aquí, en Fátima, (...) se anunciaron estos tiempos de tribulación y nuestra Señora pidió oración y penitencia para abreviarlos».

Próxima entrada: 22 de febrero, Cátedra de San Pedro Apóstol

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