«En la ciudad de Uchangfou, en la provincia de Hupei, en China, San Francisco Régis Clet, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que durante treinta años, y en medio de grandes dificultades, anunció el Evangelio, pero, denunciado por un apóstata, después de una larga cautividad fue estrangulado por su condición de cristiano (1820)». Así recuerda el Martirologio a nuestro santo de hoy, a quien vemos representado en un vitral de la iglesia de la Medalla Milagrosa en el barrio de Parque Chacabuco.
Nacido en Francia en 1748, entró en la Congregación de la Misión a los 21 años. Cuando tuvo ocasión, partió como misionero a la China, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida en 1820. Debió allí sortear innumerables dificultades, persecuciones y torturas por anunciar el Evangelio.
Fue beatificado en el Año Santo de 1900 por León XIII y canonizado por San Juan Pablo II también en un Año Santo: el 1° de octubre de 2000, junto con Agustín Zhao Rong y otros 118 mártires en China. En esa ocasión dijo el Pontífice:
Próxima entrada: 23 de febrero (Sabado VI "Durante el Año")
Fue beatificado en el Año Santo de 1900 por León XIII y canonizado por San Juan Pablo II también en un Año Santo: el 1° de octubre de 2000, junto con Agustín Zhao Rong y otros 118 mártires en China. En esa ocasión dijo el Pontífice:
"Los mandatos del Señor alegran el corazón". Estas palabras del Salmo Responsorial reflejan muy bien la experiencia de Agustín Zhao Rong y sus 119 compañeros, mártires en China. Los testimonios que nos han llegado permiten vislumbrar en ellos un estado de ánimo caracterizado por una serenidad y una alegría profundas.
La Iglesia hoy da gracias a su Señor, que la bendice y la inunda de luz con el resplandor de la santidad de estos hijos e hijas de China. El Año Santo es el momento más oportuno para hacer que resplandezca su heroico testimonio.
(...)
Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, (...), con la entrega de su vida, sellaron su fidelidad indefectible a Cristo y a la Iglesia. Esto sucedió en el arco de varios siglos y en épocas complejas y difíciles de la historia de China. (...) Hoy, con esta solemne proclamación de santidad, la Iglesia quiere solamente reconocer que aquellos mártires son un ejemplo de valentía y coherencia para todos nosotros y honran al noble pueblo chino.
En esta multitud de mártires brillan también 33 misioneros y misioneras, que dejaron su tierra y trataron de introducirse en la realidad china, asumiendo con amor sus características, con el deseo de anunciar a Cristo y servir a ese pueblo. Sus tumbas están allá, como un signo de su pertenencia definitiva a China, que ellos, aun con sus límites humanos, amaron sinceramente, gastando por ella sus energías.
Próxima entrada: 23 de febrero (Sabado VI "Durante el Año")
No hay comentarios:
Publicar un comentario