«En Nitra, en los montes Cárpatos, muerte de San Ladislao, Rey de Hungría, que restableció en su reino las leyes cristianas dictadas por San Esteban, reformando las costumbres y dando él mismo ejemplo de virtud. Propagó fervientemente la fe cristiana en Croacia, que había sido incorporada al reino húngaro, estableciendo la sede episcopal de Zagreb. Murió cuando se disponía a una guerra con Bohemia y fue enterrado en Varadino, en Transilvania».
Ladislao, dice El Testigo Fiel, «pasó la niñez y la juventud en un ambiente cargado de intrigas políticas y dinásticas»; en ese estado de cosas, «ocupó el trono de Hungría en el año 1077. Inmediatamente fueron negados sus derechos reales por su hermanastro Salomón, quien tomó las armas contra él». Salomón fue derrotado por el rey.
Ladislao «desde temprana edad dio muestras de poseer todas las virtudes que deben adornar a un hidalgo y noble caballero. A una estatura descomunal, que le permitía sacar la cabeza y hasta los hombros por encima de cualquier muchedumbre, unía la fuerza de un toro y el valor de un león, pero todos estos atributos estaban en él atenuados por una cortés afabilidad, y una gentileza que conquistaba a todos inmediatamente. Su piedad, tan fervorosa como bien equilibrada, se expresaba en su celo por la fe, en el escrupuloso cumplimiento de sus deberes religiosos, en su estricta moral y en la austeridad de su vida. Se había despojado de toda ambición personal y, sólo por su sentido de la obligación aceptada la dignidad que le habían echado sobre las espaldas. En persecución de una política dictada por sus sentimientos religiosos y patrióticos, Ladislao se vinculó estrechamente al Papa Gregorio VII y a los otros oponentes del emperador Enrique IV de Alemania. Abrazó la causa del rival de Enrique, Ruperto de Suabia, y se casó ron Adelaida, la hija del duque Welfo de Baviera, el más poderoso de los aliados de Ruperto. Dentro del propio territorio de Hungría el rey tuvo que soportar numerosas invasiones por parte de los «kuman» y otras tribus, pero a todas las rechazó triunfalmente e hizo lo más que pudo para atraer a los bárbaros a la civilización y al cristianismo; al mismo tiempo, en su reino otorgó la libertad religiosa a los judíos y los ismaelitas (mahometanos). A solicitud suya, la Santa Sede reconoció como dignos de veneración al rey Esteban I, a su hijo Emeric, así como a Gerardo, el obispo mártir.
Ladislao gobernó con mano firme, tanto en los asuntos civiles como en los eclesiásticos; así se puso de manifiesto en el curso de la dieta de Szabolcs, y en el año 1091, cuando su hermana Elena, la reina de los croatas, le pidió ayuda en contra de los asesinos de su esposo, Ladislao en persona acudió a socorrerla, restableció el orden en Croacia y estableció la sede de Zagreb. Cuando Elena murió sin haber tenido hijos, Ladislao anexó Croacia a Hungría y Dalmacia a la República de Venecia, no obstante las promesas y las amenazas del emperador de Constantinopla. Sin embargo, el Papa Urbano II recurrió al Emperador en busca de apoyo para organizar la primera Cruzada y, los reyes de Francia, España e Inglaterra, eligieron a Ladislao como el comandante en jefe de la expedición. Pero no tuvo ocasión de partir con los cruzados, porque la muerte le sorprendió repentinamente en la ciudad de Nitra, en Bohemia, a principios del año 1095. Sólo tenía cincuenta y cinco años de edad.
El cuerpo de San Ladislao se llevó a Nagy Varad (Oradea Mare, en Transilvania) para sepultarlo en la ciudad que había fundado y en la catedral que construyó. Desde el momento de su muerte, se le honró como a un santo y a un héroe nacional. Sus proezas dieron el tema para innumerables baladas, trovas y leyendas populares entre los magiares. Sus reliquias fueron solemnemente guardadas en un santuario, en el año 1192. En ese mismo año se afirma que fue canonizado por el papa Celestino III (aunque no parece que se haya conservado la bula correspondiente)».
El vitral que fotografiamos forma parte de la iglesia Inmaculada Concepción del barrio de Almagro.
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