9 de junio de 2021

9 de junio: San Efrén



(...) «Quisiera hablar hoy de San Efrén el sirio, nacido en Nisibi en torno al año 306 en el seno de una familia cristiana.

Fue el representante más importante del cristianismo de lengua siríaca y logró conciliar de modo único la vocación de teólogo con la de poeta. Se formó y creció junto a Santiago, Obispo de Nisibi (303-338), y juntamente con él fundó la escuela teológica de su ciudad. Ordenado diácono, vivió intensamente la vida de la comunidad local cristiana hasta el año 363, cuando Nisibi cayó en manos de los persas. Entonces San Efrén emigró a Edesa, donde prosiguió su actividad de predicador. Murió en esta ciudad en el año 373, al quedar contagiado mientras atendía a los enfermos de peste.

No se sabe a ciencia cierta si era monje, pero en todo caso es seguro que fue diácono durante toda su vida, abrazando la virginidad y la pobreza. Así, en la especificidad de su expresión cultural se puede apreciar la identidad cristiana común y fundamental:  la fe, la esperanza —una esperanza que permite vivir pobre y casto en este mundo, poniendo toda expectativa en el Señor— y por último la caridad, hasta la entrega de sí mismo para atender a los enfermos de peste.

San Efrén nos ha dejando una gran herencia teológica:  su notable producción puede reagruparse en cuatro categorías:  obras escritas en prosa ordinaria (sus obras polémicas o bien los comentarios bíblicos); obras en prosa poética; homilías en verso; y, por último, los himnos, sin duda la obra más amplia de San Efrén. Es un autor rico e interesante en muchos aspectos, pero sobre todo desde el punto de vista teológico.

Lo específico de su trabajo consiste en que unió teología y poesía. Al acercarnos a su doctrina, desde el inicio debemos poner de relieve que hace teología de forma poética. La poesía le permite profundizar en la reflexión teológica a través de paradojas e imágenes. Al mismo tiempo, su teología se convierte en liturgia, en música:  de hecho, era un gran compositor, un músico. Teología, reflexión sobre la fe, poesía, canto y alabanza a Dios están unidos; y precisamente por este carácter litúrgico aparece con nitidez en la teología de San Efrén la verdad divina. En su búsqueda de Dios, al hacer teología, sigue el camino de la paradoja y del símbolo. Privilegia sobre todo las imágenes contrapuestas, pues le sirven para subrayar el misterio de Dios.

(...)
Para hablar de la Eucaristía, San Efrén utiliza dos imágenes:  las brasas o el carbón ardiente, y la perla. El tema de las brasas está tomado del profeta Isaías (cf. Is 6, 6). Es la imagen del serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente los labios del profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca y consume las Brasas, es decir, a Cristo mismo: 

«En tu pan se esconde el Espíritu,
que no puede ser consumido;
en tu vino está el fuego,
que no se puede beber.
El Espíritu en tu pan,
el fuego en tu vino: 
he aquí la maravilla
que acogen nuestros labios.
El serafín no podía
acercar sus dedos a las brasas,
que sólo pudieron rozar
los labios de Isaías;
ni los dedos las tocaron,
ni los labios las ingirieron;
pero a nosotros
el Señor nos ha concedido
ambas cosas.
El fuego descendió
con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego de la gracia desciende
sobre el pan y en él permanece.
En vez del fuego
que destruyó al hombre,
hemos comido el fuego en el pan
y hemos sido salvados»
(Himno De Fide 10, 8-10).


(...) 
La figura de San Efrén sigue siendo plenamente actual para la vida de las diversas Iglesias cristianas. Lo descubrimos en primer lugar como teólogo, que, a partir de la Sagrada Escritura, reflexiona poéticamente en el misterio de la redención del hombre realizada por Cristo, Verbo de Dios encarnado. Hace una reflexión teológica expresada con imágenes y símbolos tomados de la naturaleza, de la vida cotidiana y de la Biblia. San Efrén confiere a la poesía y a los himnos para la Liturgia un carácter didáctico y catequético; se trata de himnos teológicos y, al mismo tiempo, aptos para ser recitados o para el canto litúrgico. San Efrén se sirve de estos himnos para difundir la doctrina de la Iglesia con ocasión de las fiestas litúrgicas. Con el paso del tiempo se han convertido en un instrumento catequético sumamente eficaz para la comunidad cristiana.

Es importante la reflexión de San Efrén sobre el tema de Dios creador:  en la creación no hay nada aislado, y el mundo, al igual que la Sagrada Escritura, es una Biblia de Dios. Al utilizar de modo erróneo su libertad, el hombre trastoca el orden del cosmos. Para San Efrén es importante el papel de la mujer. Siempre habla de ella con sensibilidad y respeto:  la habitación de Jesús en el seno de María elevó al máximo la dignidad de la mujer. Para San Efrén, como no hay Redención sin Jesús, tampoco hay Encarnación sin María. Las dimensiones divina y humana del misterio de nuestra redención se encuentran en los escritos de San Efrén; de manera poética y con imágenes tomadas fundamentalmente de las Escrituras, anticipa el fondo teológico y en cierto sentido el mismo lenguaje de las grandes definiciones cristológicas de los Concilios del siglo V.

San Efrén, honrado por la tradición cristiana con el título de "Cítara del Espíritu Santo", fue diácono de su Iglesia durante toda la vida. Fue una opción decisiva y emblemática:  fue diácono, es decir, servidor, tanto en el ministerio litúrgico, como, de modo más radical, en el amor a Cristo, cantado por él de manera inigualable, y, por último, en la caridad con los hermanos, a quienes introdujo con maestría excepcional en el conocimiento de la Revelación divina».

Estas palabras del Papa Benedicto XVI en la Audiencia General del 28 de noviembre de 2007 nos acercan a la figura de San Efrén, a quien vemos en las imágenes representado en el frente del templo porteño que le está consagrado.  Tomé las fotos en febrero de 2020.




No hay comentarios:

Publicar un comentario