31 de mayo de 2025

31 de mayo: Fiesta de la Visitación de María

La fiesta de la Visitación es una de «las celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo».  Hoy «la Liturgia recuerda a la "Santísima Virgen... que lleva en su seno al Hijo" (Misal Romano, Oración Colecta del 31 de mayo), que se acerca a Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la misericordia de Dios Salvador». Son palabras de la Exhortación Apostólica Marialis Cultus, de Pablo VI, que nos dan el marco para compartir esta hermosa imagen de la iglesia de San José, en San Isidro, provincia de Buenos Aires. Visitamos ese templo por primera vez en este blog.


Oración Colecta

Dios todopoderoso y eterno,

que inspiraste a la Virgen María,

cuando llevaba en su seno a tu Hijo, 

el deseo de visitar a Isabel,

concédenos que, dóciles al Espíritu Santo,

podamos proclamar siempre con ella tu grandeza.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo

y es Dios, por los siglos de los siglos.

30 de mayo de 2025

30 de mayo: San Fernando

Hoy, por primera vez, nos ocupamos en este blog de la gran figura de San Fernando, rey, de quien se ha dicho:  «es, sin hipérbole, el español más ilustre de uno de los siglos cenitales de la historia humana, el XIII, y una de las figuras máximas de España; quizá con Isabel la Católica la más completa de toda nuestra historia política» ¹.

Así lo menciona en su elogio el Martirologio Romano:

«San Fernando III, rey de Castilla y de León, que fue prudente en el gobierno del reino, protector de las artes y las ciencias, y diligente en propagar la fe. Descansó finalmente en la ciudad de Sevilla».


Fernando III, nacido en 1198, era hijo de Alfonso IX, rey de León, y de Berengaria (o Berenguela), la hija mayor de Alfonso III de Castilla y de una de las hijas de Enrique II de Inglaterra. La hermana de Berengaria, Blanca de Castilla, era su tía; el hijo de esta, San Luis de Francia, era su primo.

Accedió al trono cuando tenía dieciocho años. 

«Fernando III no conoció la derrota ni casi el fracaso. Triunfó en todas las empresas interiores y exteriores. (...) 

Fernando III unió definitivamente las coronas de Castilla y León. Reconquistó casi toda Andalucía y Murcia. Los asedios de Córdoba, Jaén y Sevilla y el asalto de otras muchas otras plazas menores tuvieron grandeza épica. El rey moro de Granada se hizo vasallo suyo. Una primera expedición castellana entró en África, y nuestro rey murió cuando planeaba el paso definitivo del Estrecho. Emprendió la construcción de nuestras mejores catedrales (Burgos y Toledo ciertamente; quizá León, que se empezó en su reinado). Apaciguó sus Estados y administró justicia ejemplar en ellos. Fue tolerante con los judíos y riguroso con los apóstatas y falsos conversos. Impulsó la ciencia y consolidó las nacientes universidades. Creó la marina de guerra de Castilla. Protegió a las nacientes Ordenes mendicantes de franciscanos y dominicos y se cuidó de la honestidad y piedad de sus soldados. Preparó la codificación de nuestro derecho e instauró el idioma castellano como lengua oficial de las leyes y documentos públicos, en sustitución del latín. Parece cada vez más claro históricamente que el florecimiento jurídico, literario y hasta musical de la corte de Alfonso X el Sabio es fruto de la de su padre. Pobló y colonizó concienzudamente los territorios conquistados. Instituyó en germen los futuros Consejos del reino al designar un colegio de doce varones doctos y prudentes que le asesoraran; mas prescindió de validos. Guardó rigurosamente los pactos y palabras convenidos con sus adversarios los caudillos moros, aun frente a razones posteriores de conveniencia política nacional; en tal sentido es la antítesis caballeresca del «príncipe» de Maquiavelo. Fue, como veremos, hábil diplomático a la vez que incansable impulsor de la Reconquista. Sólo amó la guerra bajo razón de cruzada cristiana y de legítima reconquista nacional, y cumplió su firme resolución de jamás cruzar las armas con otros príncipes cristianos, agotando en ello la paciencia, la negociación y el compromiso. En la cumbre de la autoridad y del prestigio atendió de manera constante, con ternura filial, reiteradamente expresada en los diplomas oficiales, los sabios consejos de su madre excepcional, doña Berenguela. Dominó a los señores levantiscos; perdonó benignamente a los nobles que vencidos se le sometieron y honró con largueza a los fieles caudillos de sus campañas. Engrandeció el culto y la vida monástica, pero exigió la debida cooperación económica de las manos muertas eclesiásticas y feudales. Robusteció la vida municipal y redujo al límite las contribuciones económicas que necesitaban sus empresas de guerra. En tiempos de costumbres licenciosas y de desafueros dio altísimo ejemplo de pureza de vida y sacrificio personal, ganando ante sus hijos, prelados, nobles y pueblo fama unánime de santo.

Como gobernante fue a la vez severo y benigno, enérgico y humilde, audaz y paciente, gentil en gracias cortesanas y puro de corazón. Encarnó, pues, con su primo San Luis IX de Francia, el dechado caballeresco de su época.

Su muerte, según testimonios coetáneos, hizo que hombres y mujeres rompieran a llorar en las calles, comenzando por los guerreros.

Más aún. Sabemos que arrebató el corazón de sus mismos enemigos, hasta el extremo inconcebible de logar que algunos príncipes y reyes moros abrazaran por su ejemplo la fe cristiana. «Nada parecido hemos leído de reyes anteriores», dice la crónica contemporánea del Tudense hablando de la honestidad de sus costumbres. «Era un hombre dulce, con sentido político», confiesa Al Himyari, historiador musulmán adversario suyo. A sus exequias asistió el rey moro de Granada con cien nobles que portaban antorchas encendidas. Su nieto don Juan Manuel le designaba ya en el En-xemplo XLI "el santo et bienauenturado rey Don Fernando"» ¹

Sintiéndose cercano a la muerte, recibió el viático y la unción de los enfermos en presencia de todos los dignatarios de la corte, a los cuales quiso dar este último ejemplo de devoción. A su hijo Alfonso, su heredero, antes de bendecirlo le dio algunos consejos para el gobierno del reino: «Teme a Dios y tenlo siempre como testigo de todas tus acciones públicas y privadas, familiares y políticas». 

Podríamos mencionar muchos otros detalles edificantes de su vida de fe. 

El 30 de mayo de 1252 entregó su alma a Dios. Tenía 53 años. Fue sepultado en la catedral de Sevilla, revestido con el hábito franciscano, pues era terciario de esa orden.

Entre los medallones con imágenes de santos que jalonan la nave central de  la iglesia de Balvanera se encuentra la efigie de San Fernando, Rey, que hemos mostrado en esta entrada.


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¹ José M.ª Sánchez de Muniáin, San Fernando III de Castilla y León, en Año Cristiano, Tomo II, Madrid, Ed. Católica (BAC 184), 1959.

24 de mayo de 2025

24 de mayo: María, Auxilio de los Cristianos

La parroquia de Santa Catalina de Alejandría, en el barrio de Constitución, está atendida por los padres salesianos. 


El templo parroquial exhibe una gran imagen de María Auxiliadora, muy bonita, a cuyos pies puede leerse el texto de una oración compuesta en su honor por San Juan Bosco.




Otra versión de la misma oración:

Oh María, Virgen poderosa:

Tú, grande e ilustre defensora de la Iglesia;

Tú, auxilio maravilloso de los cristianos;

Tú, terrible como ejército ordenado para la batalla;

Tú sola has destruido cada herejía en todo el mundo;

Tú, en las angustias, en las luchas, en las estrecheces

defiéndenos del enemigo

y en la hora de la muerte

¡acoge nuestra alma en el Paraíso!

Amén.


Según informa el sitio Iglesias de Buenos Aires, la imagen de María Auxiliadora está tallada en madera;  «procede de Barcelona, originada en el colegio técnico salesiano de Sarriá» y fue enviada para el primitivo templo neogótico, demolido en 1953, que se encontraba en el lugar donde se levanta el actual.

22 de mayo de 2025

22 de mayo: Santa Rita de Casia

En la Memoria de Santa Rita, compartimos fragmentos de las palabras pronunciadas por San Juan Pablo II en Roma el 20 de mayo de 2000 durante la audiencia a la Peregrinación Jubilar de los devotos de Santa Rita de Casia y a la de la Federación Italiana de los Caballeros del Trabajo. 


«(...) ¿Cuál es el mensaje que nos transmite esta santa? Es un mensaje que brota de su vida:  la humildad y la obediencia fueron el camino que Rita recorrió hacia una asimilación cada vez más perfecta con Cristo crucificado. El estigma que brilla en su frente es la autenticación de su madurez cristiana. En la cruz con Jesús culminó el amor que ya había conocido y expresado de modo heroico en su hogar y mediante la participación en las vicisitudes de su ciudad.

Siguiendo la espiritualidad de San Agustín, se hizo discípula del Crucificado y, "experta en sufrimiento", aprendió a comprender las penas del corazón humano. De este modo, Rita se convirtió en abogada de los pobres y los desesperados, obteniendo innumerables gracias de consuelo y fortaleza a quien la ha invocado en las más diversas situaciones.

Rita de Casia fue la primera mujer canonizada durante el gran jubileo de comienzos del siglo XX, el 24 de mayo de 1900. Al decretar su santidad, mi predecesor León XIII observó que había agradado tanto a Cristo, que él quiso recompensarla con el signo de su caridad y de su pasión. Le fue otorgado este privilegio por su humildad singular, por su desapego interior de los deseos terrenos y por su admirable espíritu penitencial, que acompañaron cada momento de su vida (cf. bula Umbria gloriosa sanctorum parens, Acta Leonis XIII, XX, pp. 152-153).

Me complace hoy, cien años después de su canonización, volver a proponerla como signo de esperanza, especialmente a las familias. Queridas familias cristianas, imitando su ejemplo, encontrad también vosotras en la adhesión a Cristo la fuerza para cumplir vuestra misión al servicio de la civilización del amor.

Si preguntáramos a Santa Rita cuál fue el secreto de esta extraordinaria obra de renovación social y espiritual, nos respondería:  la fidelidad al Amor crucificado. Rita, con Cristo y como Cristo, llegó a la cruz siempre y sólo por amor. Por eso, como ella, dirijamos nuestra mirada y nuestro corazón a Jesús, muerto en la cruz y resucitado por nuestra salvación. Él, nuestro Redentor, es quien hace posible, como hizo con esta querida santa, la misión de unidad y fidelidad propia de la familia, incluso en los momentos de crisis y dificultad. También es él quien hace concreto el compromiso de los cristianos en favor de la construcción de la paz, ayudándoles a superar los conflictos y las tensiones, por desgracia tan frecuentes en la vida diaria.

La santa de Casia es una de las numerosas mujeres cristianas que "han incidido significativamente tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad" (Mulieris dignitatem, 27). Rita interpretó bien el "genio femenino":  lo vivió intensamente, tanto en la maternidad física como en la espiritual.

En el sexto centenario de su nacimiento, recordé que su lección "se concentra en estos elementos típicos de espiritualidad:  el ofrecimiento del perdón y la aceptación del sufrimiento, no en una forma de resignación pasiva (...) sino por la fuerza de aquel amor hacia Cristo que precisamente en el episodio de la coronación (...) soportó, junto a otras humillaciones, una parodia atroz de su realeza" (Carta al arzobispo de Espoleto, 10 de febrero de 1982:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de junio de 1982, p. 18).

Amadísimos hermanos y hermanas, la devoción a Santa Rita en el mundo está simbolizada por la rosa. Es de esperar que también la vida de todos sus devotos sea como la rosa recogida en el jardín de Roccaporena durante el invierno anterior a la muerte de la santa. En otras palabras, que sea una vida animada por el amor apasionado al Señor Jesús; una existencia capaz de responder al sufrimiento y a las espinas con el perdón y la entrega total de sí, para difundir por doquier el buen olor de Cristo (cf. 2 Co 2, 15), mediante el anuncio coherente y vivido del Evangelio. A cada uno de vosotros, queridos devotos y peregrinos, Santa Rita os entrega su rosa:  al recibirla espiritualmente, comprometeos a vivir como testigos de una esperanza que no defrauda, y como misioneros de la vida que vence a la muerte».

El vitral -que fotografiamos dos veces en sendas ocasiones distintas- pertenece a la iglesia de la Consolación.

21 de mayo de 2025

21 de mayo: San Eugenio de Mazenod

En octubre de este año se cumplirá medio siglo de la beatificación de San Carlos Eugenio de Mazenod, quien dos décadas más tarde fue canonizado por el papa Juan Pablo II. 

Por ello, hoy, cuando el "ritmo del Año Litúrgico" nos trae la fecha de su Memoria, lo honramos (por primera vez en la vida de este blog) recordando las palabras pronunciadas hace 50 años por Pablo VI en el rito de beatificación:

Eugenio de Mazenod «¡era un apasionado de Jesucristo y un fiel partidario de la Iglesia! Tras la Revolución Francesa, la Providencia lo convertirá en pionero de la renovación pastoral. A su regreso a Aix, después de su ordenación, el abad de Mazenod se sintió cautivado por las urgencias de la diócesis: los jóvenes, la gente común, los marginados, las poblaciones rurales. Quiere ser sacerdote de los pobres y ganar compañeros para su ideal. Este es el comienzo de una pequeña sociedad: los Misioneros de Provenza que se convertirán en los Oblatos de María Inmaculada. Nombrado Vicario General y luego Obispo de Marsella, Monseñor de Mazenod dio toda su medida.

Construyó iglesias, creó nuevas parroquias, cuidó con vigor y ternura la vida de sus sacerdotes, multiplicó las visitas pastorales y la predicación poderosa -a menudo en lengua provenzal-, desarrolló la instrucción catequética y las obras juveniles, convocó congregaciones docentes y hospitalarias, defendió los derechos de la Iglesia y de la Sede de Pedro. A partir de 1841, los Oblatos de María zarparon hacia los cinco continentes y llegaron hasta los confines de las tierras habitadas. Nuestro predecesor Pío XI diría de ellos: “¡Los Oblatos son los especialistas en misiones difíciles!”. ¡Y el Padre de Mazenod quería que fueran religiosos perfectos! Este Pastor y Fundador, auténtico testigo del Espíritu Santo (...), dirige una llamada vital a todos los bautizados, a todos los apóstoles de hoy: ¡dejaos invadir por el fuego de Pentecostés y experimentaréis el entusiasmo misionero!».



Carlos Eugenio de Mazenod nació en 1782 en Aix-en-Provence. Pese a que parecía tener asegurada una buena posición y  su familia pertenecía a la nobleza menor, los disturbios de la Revolución Francesa cambiaron radicalmente su situación. Debió huir de su país siendo apenas un niño; recién retornaría a Francia en 1802.  Sintió poco después el llamado al sacerdocio, y en 1811 fue ordenado. Se dedicó a los más necesitados y  buscó pronto otros sacerdotes con las mismas inquietudes, que predicaban en provenzal, la lengua de la gente sencilla. Se llamaban a sí mismos «Misioneros de Provenza». Al principio, Eugenio no vislumbraba más que la formación de una comunidad de sacerdotes seculares dedicados a la evangelización de Provenza por medio de misiones populares. Pero luego, para asegurar la continuidad en el trabajo de este grupo de sacerdotes,  tomó la decisión de acudir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su comunidad como congregación religiosa de derecho pontificio. Gracias a su perseverancia, en febrero de 1826 el papa León XII aprobaba la nueva Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Eugenio fue elegido Superior General.

Más tarde fue nombrado Vicario General de Marsella, diócesis que había sido suprimida durante la Revolución Francesa, y que se encontraba en un estado lamentable. Sobre Eugenio recayó la mayor parte del trabajo de reconstruir la diócesis. En 1832 Eugenio fue nombrado Obispo auxiliar y recibió la ordenación episcopal en Roma. Cinco años más tarde fue promovido al  cargo de Obispo de Marsella, que ejerció de un modo ejemplar hasta su muerte, ocurrida el 21 de mayo de 1861. 


El vitral con la imagen de San Eugenio Mazenod pertenece a la iglesia de la parroquia Madre de Dios,  que fue atendida por varios años por los Oblatos de María Inmaculada. Por cierto, ese templo aparece por primera vez en este blog.

19 de mayo de 2025

Lunes de la V Semana de Pascua

El Lunes de la Semana V de Pascua se lee este fragmento del Evangelio de San Juan (14, 21-26) en el que hemos destacado algunas palabras con negrita:

Jesús dijo a sus discípulos:

«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».

Judas -no el Iscariote- le dijo: 

«Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?».

Jesús le respondió: 

«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho».


La frase destacada corresponde al versículo 23 y está escrita, en latín, en uno de los muros de la iglesia del Salvador: "Si quis diligit me sermomem meum servabit": "El que me ama hace caso a mi palabra".


16 de mayo de 2025

16 de mayo: San Posidio


«San Posidio, africano de nacimiento, Obispo de Calama o Güelma en la Numidia, norte de África Proconsular, es el primer biógrafo de San Agustín, Obispo de Hipona. La importancia de su figura le viene de la convivencia fraterna con San Agustín en Hipona durante más de cuarenta años. Por eso, es el mejor testigo de su vida, que, como «santo hermano y amigo» suyo, puede realizar su más vivo y fiel retrato. Atraído por su personalidad y su fama, Posidio fue uno de los primeros siervos de Dios que abraza la vida común en la fundación de Agustín en Hipona desde el año 391. Desde entonces recogió los recuerdos y secretos de su maestro, hermano y gran amigo. Él perteneció al círculo de los más íntimos formados en su escuela, y, junto con Alipio, es uno de los más destacados por su cultura y santidad. Muy diestro en el manejo de las letras combatió incansablemente por Cristo. En el 397 fue ordenado Obispo de Calama, siendo un gran pastor. Heredero del espíritu de su maestro, supo vigilar y pelear por sus fieles y por la verdad. Siempre al lado de Agustín, lo acompañó en las grandes campañas para defender a la Iglesia contra el donatismo, el paganismo, el pelagianismo y el arrianismo. Fundó en su diócesis un monasterio de religiosos para vivir con ellos en vida común y formación continua, lo mismo que Agustín y Alipio en Hipona y Tagaste. Agustín, Alipio y Posidio, los tres siempre unidos, destacaron en las conferencias públicas contra donatistas y pelagianos; intervinieron brillantemente en los concilios de Cartago, e informaron de todo a Roma y a los Padres africanos. Fue perseguido frenéticamente, y varias veces a muerte, por los paganos de Güelma y, sobre todo, por los circunceliones, esbirros terroristas de los donatistas, que cometían toda clase de crímenes y crueldades contra los clérigos de la Iglesia, antes de la llegada de los bárbaros.

Tuvo que hacer varios viajes a la corte imperial, que estaba en Rávena, para defender a los católicos y reprimir a donatistas y paganos.

Sufrió mucho cuando la destrucción de Roma en el 410, acogiendo a los huidos al norte de África, y siendo testigo de las atrocidades y barbarie que desintegraban el Imperio. Cuando la persecución vandálica, que no respetaba nada, llegó a África, Posidio, como otros obispos y sacerdotes, se refugió en Hipona con San Agustín, que acogía a todos. Allí tenía con él frecuentes conversaciones sobre los acontecimientos de cada día con dolor y sufrimiento, pero también con esperanza, adorando en silencio y con oración el tremendo misterio de la divina Providencia, y viendo en todo el cumplimiento de una justa misericordia.

Finalmente, cuando el 28 de agosto del año 430 todos vieron cercana la muerte de su maestro y Obispo de Hipona, Posidio estuvo a su cabecera orando con todos por él, y recogiendo emocionado el último suspiro de su padre y maestro, con quien había vivido cuarenta años, aprendiendo de su ciencia y santidad.

Está, por tanto, informadísimo de todo lo que ha vivido, de todo lo que ha visto y de todo lo que ha oído de él. «Y —dice— no puedo ni debo callarlo». Es, pues, el mejor testigo y un biógrafo fidedigno de la vida íntima, de las luchas, de los secretos, actividades y apostolado de San Agustín hasta el final. Heredero además de sus escritos, recoge y trasmite la biblioteca agustiniana con un Catálogo de sus obras para la posteridad. Expulsado de su sede el año 437 por Genserico, rey de los vándalos, Posidio muere hacia el 440.


Pero antes dejó escrita la Vida de San Agustín con cariño y respeto, en un estilo sincero, sencillo, ameno y edificante, siguiendo la costumbre de los biógrafos de entonces, como la Vida de San Antonio por San Atanasio, y de otros, que él conocía. Es, por tanto, uno de los documentos más valiosos que poseemos sobre la vida de Agustín».


El texto procede del sitio Augustinis.itEl vitral que representa a San Posidio pertence a la iglesia de la Consolación, en Villa Crespo.

14 de mayo de 2025

14 de mayo: San Víctor de Antioquía

El Martirologio dice hoy, escuetamente: «En Siria, santos Víctor y Corona, compañeros mártires».

El antiguo Martirologio decía: 

 

Antes que nada, una advertencia hagiográfica que trae El Testigo Fiel: 

Son bastante complejos los estudios hagiográficos que tienen como objeto estos dos santos mártires, Corona y Víctor; tantas son las celebraciones de los varios antiguos calendarios y martirologios, latinos, griegos y coptos. En esta breve nota se tendrá en cuenta sólo la celebración del 14 de mayo, reportada por el Martirologio Romano. La incerteza de las noticias alcanza también a la ciudad del martirio: la «Passio» griega dice que fue Damasco; la copta, que Antioquía, y las fuentes latinas dicen Alejandría de Egipto, e incluso Sicilia. También la fecha es controvertida, según las fuentes griegas habría sido en tiempos del emperador Antonino (138-161), según las coptas, en tiempos de Diocleciano (243-313). El Martirologio Romano lo ubica en el siglo III y en Siria, sin especificar el lugar exacto.

Hecha esta aclaración, pasemos a los datos sobre nuestro santo de hoy. Tomamos la información de un sitio ortodoxo. Los ortodoxos celebran a Víctor y a su compañera de martirio el día 11 de noviembre.

«San Víctor fue martirizado en Italia durante el reinado del emperador Antonino (138-161 d.C.) y el duque Sebastián en el año 160. 

[Nota: Esto es de acuerdo con el Synaxarion de Constantinopla. La mayoría de las fuentes afirman que fueron asesinados en la Siria romana durante el reinado de Marco Aurelio. Sin embargo, varios textos hagiográficos no están de acuerdo sobre el sitio de su martirio, y algunos afirman que fue en Damasco, mientras que las fuentes coptas afirman que fue Antioquía. Algunas fuentes occidentales afirman que Alejandría o Sicilia fueron su lugar de martirio. 

También están en desacuerdo sobre la fecha de su martirio. Pueden haber sido martirizados durante el reinado de Antonino o Diocleciano, mientras que el martirologio romano afirma que fue en el siglo III cuando encontraron su muerte. Más comúnmente se dice que Víctor era un soldado romano de ascendencia italiana, que servía en la ciudad de Damasco en la Siria romana durante el reinado del emperador Antonino Pío]. 

Por no negar su fe en Cristo, primero le cortaron los dedos. Luego fue colocado en un horno encendido durante tres días, del cual salió ileso. Luego le obligaron a beber un veneno mortal, pero esto no le hizo daño, haciendo que el hechicero que administraba el veneno mortal creyera en Cristo. Luego le arrancaron los nervios y le echaron aceite hirviendo. Luego se vio obligado a beber ceniza mezclada con vinagre, que fue seguido por el desgarramiento de sus ojos, y después fue colgado boca abajo durante tres días. Después de esto fue desollado vivo. Habiendo sufrido tales torturas, el valiente atleta entregó su alma en manos de Dios»

La imagen forma parte de un gran mural titulado "Sinaxis de sants del Patriarcado de Antioquía - hombres y mujeres santos de la Sede Ortodoxa de Antioquía" en el templo dedicado a San Jorge  de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía.

12 de mayo de 2025

12 de mayo: Beata Imelda Lambertini

 

Uno de los numerosos vitrales de la porteña Basílica del Santísimo Sacramento está dedicado a la Beata Imelda. 

Es lógico que así sea, pues ella se destacó por su piedad eucarística, es Patrona de los que toman la Primera Comunión, y fue protagonista de un milagro en el que una hostia voló hasta ella (que se hallaba absorta en oración cerca del tabernáculo, pero por su corta edad aun no podía comulgar), lo que motivó que el sacerdote que había celebrado la misa le diera inmediatamente la primera comunión, que fue también la última, ya que la niña, de sólo once años, murió tras consumir el Cuerpo del Señor.

Este episodio portentoso de la vida de Imelda Lambertini está representado en la parte inferior del vitral. 

María Magdalena de Lambertini había nacido de padres nobles en Bolonia (Italia). Siendo aun muy niña fue acogida en el monasterio dominicano de Val di Pietra en la mencionada ciudad italiana, como «hermana monja». Su primera y última comunión y su muerte acontecieron  el 12 de mayo de 1333. Su cuerpo se venera desde 1799 en la iglesia de San Segismundo de Bolonia. Su culto fue confirmado en 1826.

De un sitio de los dominicos tomamos la información precedente y la siguiente Oración Colecta de esta Memoria:

Señor Jesucristo,
que llevaste al cielo a la Beata Imelda,
herida por el amor ardiente a tu sagrado banquete;
haz que nosotros, por su intercesión,
acudamos con el mismo amor
a tu sagrada mesa,
para que deseemos morir
y merezcamos estar siempre contigo.
Tú que vives y reinas con el Padre
en la unidad del Espíritu Santo
y eres Dios por los siglos de los siglos.

8 de mayo de 2025

8 de mayo: Solemnidad de Nuestra Señora de Luján

En la  Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, recordamos  las palabras del radiomensaje enviado por Pío XII el 12 de octubre de 1947 al Congreso Mariano Nacional que se celebraba en aquella ciudad bonaerense. 

Las imágenes corresponden a un bello retablo lateral de la iglesia de Nuestra Señora del Socorro en San Pedro; las tomamos en 2022.


Era el día 15 de octubre del año 1934. Vibraban todavía en el aire los gritos de júbilo y los cantos entusiastas de las imponentes solemnidades de la víspera, latían fuerte aún los corazones acelerados por el fervor y agolpábanse en Nuestra retina las recientísimas imágenes de aquel trigésimo segundo Congreso Eucarístico Internacional, que el día antes habíamos clausurado, cuando, dejando atrás la encantadora metrópoli, escenario de tantas maravillas, Nos adentrábamos muy de mañanita hacia el interior del país, espaciando la mirada por las puertas de esa pampa vuestra que por lo majestuosa, lo solemne y dilatada puede evocar la grandeza imponente del mar.

¿A dónde íbamos? A cumplir con un amable deber. La magna Asamblea había sido un triunfo sin precedentes y este éxito —que como todos los casos de tan compleja organización podía depender de un detalle cualquiera de los que escapan al hombre— se le debía, después de Dios, a la Patrona oficial del Congreso, a la Pura y Limpia Concepción del Río Luján; ante su imagen se había orado sin interrupción para que la Patria —como alguien dijo— «cuya bandera tiene los colores de su manto, fuera digna de su tradición»; y Ella misma, dos fechas antes había tenido la condescendencia de presidir el «Día de la Patria», que Nos presenciamos, admirando de qué modo los dos grandes amores de toda alma noble —Dios y Patria— pueden fundirse armoniosamente en el único culto verdadero. ¡Íbamos a pagar a María Santísima su visita y a darle las gracias!

Y mientras ante Nuestros ojos se desarrollaba silenciosa la calma del paisaje, recordábamos primero todo lo que sobre vuestra Patrona nos refiere la piadosa tradición, y luego la historia de aquel Santuario cuyas dos torres, como dos gritos de triunfo que suben al cielo, Nos saludaban ya desde el horizonte. Fue Ella la que quiso quedarse allí, pero el alma nacional argentina había sabido comprender que allí tenía su centro natural.

Y al entrar en aquellas espaciosas naves, al ver las banderas que Belgrano ganó en Salta o la espada que San Martín blandió en el Perú, al leer los mármoles que recuerdan la solemne coronación de 1887 —la primera en América— o el reconocimiento de su Patrocinio sobre las tierras del Plata de 1930, al subir a aquel camarín, tan rico como devoto, entonces, sólo entonces, Nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma grande del pueblo argentino. Porque el pueblo argentino, como todos los pueblos cristianos, sabe — y vuestro Congreso actual os lo ha repetido—, que el culto a la Madre de Dios, por Ella misma profetizado cuando anunció : «Beatam me dicent omnes generationes» (Lc 1, 48), es un elemento fundamental en la vida cristiana.

Efectivamente, ¿quién de los que por este mundo pasamos cargados con el peso de tantas debilidades y expuestos a tantos peligros, no tendrá necesidad de ayuda? Pues oíd al Doctor Eximio, que os dice : «Tenernos a la Virgen abogada universal para todo, porque es más poderosa en cualquier necesidad que los demás Santos en las particulares» [1].

Honrémosla, pues, reconociendo el brillo sin par de su hermosura, los primores de su bondad y lo irresistible de su poder; por la excelsitud de sus virtudes y por la dignidad incomparable de su misión, reverenciémosla proclamando su grandeza, manifestándole nuestro respeto y pidiéndole su intercesión; finalmente, imitémosla sin cejar en tan noble empeño, porque para citar las palabras de un grande Pontífice mariano, del inmortal León XIII, «Dios bueno y providente nos presentó en María el modelo más acabado de toda virtud... ; y nosotros, atraídos por la misma afinidad de la común naturaleza, nos esforzamos más confiadamente en imitarla» [2].

El pobre mundo, como si quisiera retroceder veinte siglos hasta las aberraciones de la decadente sociedad pagana, pone sobre sus altares los ídolos vanos de la lujuria, de la soberbia, de la codicia y, como consecuencia natural, del odio contra todo el que pueda disputarle su ración mezquina de placer, su miserable parcela de dominio, o una gota que pueda apagar aquella que no es sed de agua, sino de metal. Vosotros, en cambio, queréis en este momento renovar vuestro vasallaje a la que es símbolo de toda pureza —«Mater castissima»— encarnación de la, más completa humildad —«Ecce ancilla Domini»—, y personificación del más total desprendimiento; a Aquélla que, como nadie, es «Mater pulchrae dilectionis», ejemplar perfecto de caridad y amor.

Prometed a María que os dedicaréis con todas vuestras fuerzas a conservar y favorecer la dignidad y santidad del matrimonio cristiano; la instrucción religiosa de la juventud en las escuelas; y la aplicación de las enseñanzas de la Iglesia en la ordenación de las condiciones económicas y en la solución de la cuestión social: el ser fieles a la Iglesia en estos puntos fundamentales de la civilización cristiana será hoy una prueba palmaria del verdadero y genuino amor a María y a su Divino Hijo. Prometedle también, de acuerdo con el espíritu del Congreso, profundizar cada día más en su devoción, que si es la que debe ser, no podrá menos de conduciros a la aplicación integral de los principios y de las normas de vida cristiana, sin incurrir en el error de los que quieren visiblemente pavonearse dándoselas de cristianos y al mismo tiempo sostener aquellas doctrinas que con el Cristianismo son incompatibles.


¡Amadísimos congresistas del primer Congreso Mariano Nacional argentino! Que el Dios de bondad y de misericordia acepte vuestros propósitos y que esta nueva serie de Asambleas Marianas, que ahora inauguráis, sea tan fecunda en frutos espirituales como la serie gemela de vuestras reuniones eucarísticas; que María Santísima según continuamente la rezáis, proteja «vuestra villa de Luján y vuestro pueblo argentino en sus diversas provincias, conceda igual protección a los hermanos del Uruguay y del Paraguay, mantenga a todos en la fe católica, a pesar de las maquinaciones de los incrédulos, os dé sacerdotes celosos de vuestra salvación, autoridades honradas y cristianas, e inspire a todos fe, abnegación y caridad» [3]; que la que habéis invocado: «¡Oh, Santa María! / ¡Oh nuncio de paz ! / de Dios eres Madre, / al mundo salvad», obtenga finalmente para el mundo una paz próxima, estable y justa y que en este momento solemne, que tanto consuelo ha procurado a Nuestro atormentado corazón de Padre, las bendiciones mejores de lo alto desciendan sobre todos vosotros, sobre Nuestro dignísimo Cardenal Legado, sobre todos Nuestros celosos Hermanos en el Episcopado, con su clero y fieles y con todos los países que ellos representan, sobre las autoridades, que con su cooperación y presencia han querido contribuir al mayor esplendor de estas solemnidades y sobre todo el amadísimo pueblo argentino, tan presente siempre en Nuestro recuerdo y en Nuestro paternal afecto.


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[1] Suárez, In III, dise. XXIII, sect. III, n. 5, ed. Paris, tom. 19, 1569, p. 336 b.

[2] Enc. Magnae Dei Matris, 8 Sept. 1992, Leon. XIII Acta, ed. Rom. vol. XII, p. 232.

[3] Cfr. Oración a Ntra Sra. de Luján. 

5 de mayo de 2025

5 de mayo: San Ángelo

San Ángelo (también llamado San Ángel) es un sacerdote y mártir carmelita.

Fue  uno de los primeros que emigraron del Monte Carmelo a Sicilia, en la primera mitad del siglo XIII. Ángel fue inmolado en Licata por impíos infieles. Venerado como mártir, pronto se edificó una iglesia en el lugar de su muerte y en ella se depositó su cuerpo. En el año 1662 fueron trasladadas sus reliquias a la iglesia de los carmelitas. El culto de San Ángel se difundió ampliamente en la Orden y en el pueblo. Fue nombrado patrón de muchos lugares de Sicilia. 

La imagen del santo que ilustra esta entrada se venera en la capilla Corpus Christi, de la calle Amenábar.


La Oración Colecta de la Memoria de San Ángelo en el Propio de la Orden del Carmelo es la siguiente:

Oh Dios,
que fortaleces a los fieles y coronas a los mártires;
con tu gracia San Ángel, llamado al Carmelo,
fue vencedor en los tormentos del martirio;
concédenos, por su intercesión,
que, siguiendo fielmente sus ejemplos,
podamos dar hasta la muerte
testimonio de tu presencia y de tu bondad.

3 de mayo de 2025

3 de mayo: Invención de la Santa Cruz


La conmemoración de la Invención de la Santa Cruz no figura en el actual Martirologio Romano, pero sí en la versión anterior (del año 1956):

De todos modos, es una celebración muy popular en muchos lugares: una fiesta en honor de la Cruz salvadora. Por ejemplo, en Corrientes, hoy se celebra la Fiesta de  la Santísima Cruz de los Milagros. 

"Invención" significa "hallazgo"; el hecho histórico que se celebra es el descubrimiento de la "vera cruz", atribuido a Santa Elena, la madre de Constantino. 

Justamente Santa Elena es representada, junto a la cruz radiante, en el vitral cuyas fotos hoy compartimos. 

Tomamos las fotografías en la iglesia de la Santísima Cruz.


1 de mayo de 2025

1° de mayo: San José Obrero

 

«Queremos anunciaros nuestra determinación de establecer, como de hecho instituimos, la fiesta litúrgica de San José artesano, asignándole precisamente el día 1 de mayo. ¿Apreciáis, amados trabajadores, este don Nuestro? Estamos seguros de que sí, porque el humilde artesano de Nazaret no sólo encarna la dignidad del trabajador manual ante Dios y la Santa Iglesia, sino que también es siempre el guardián providente de vosotros y de vuestras familias».

Con estas palabras, dirigidas en la Plaza de San Pedro a los integrantes de la  Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos, Pío XII anunció la institución de la Memoria que hoy celebramos. 

Esa alocución del Venerable Pío XII tuvo lugar hace exactamemte 70 años, el 1° de mayo de 1955.

En el mismo discurso, un poco antes, el Pontífice había dicho:

«Desde el principio pusimos vuestras Asociaciones bajo el poderoso patrocinio de San José. De hecho, no podría haber mejor protector para ayudaros a traer el espíritu del Evangelio a vuestra vida. Como bien dijimos entonces, desde el Corazón del Hombre-Dios, Salvador del mundo, este espíritu fluye hacia vosotros y hacia todos los hombres; pero también es cierto que ningún trabajador estuvo jamás tan perfecta y profundamente penetrado por él como el Padre adoptivo de Jesús, que vivió con Él en la más íntima intimidad y comunidad de familia y trabajo. Por eso, si queréis estar cerca de Cristo, también os repetimos hoy "Ite ad Joseph": "Id a José" (Gén 41, 55)».

La imagen, que muestra a San José junto a su Hijo adoptivo con materiales y herramientas propias de su oficio se venera en la iglesia de Nuestra Señora de la Rábida.