En octubre de este año se cumplirá medio siglo de la beatificación de San Carlos Eugenio de Mazenod, quien dos décadas más tarde fue canonizado por el papa Juan Pablo II.
Por ello, hoy, cuando el "ritmo del Año Litúrgico" nos trae la fecha de su Memoria, lo honramos (por primera vez en la vida de este blog) recordando las palabras pronunciadas hace 50 años por Pablo VI en el rito de beatificación:
Eugenio de Mazenod «¡era un apasionado de Jesucristo y un fiel partidario de la Iglesia! Tras la Revolución Francesa, la Providencia lo convertirá en pionero de la renovación pastoral. A su regreso a Aix, después de su ordenación, el abad de Mazenod se sintió cautivado por las urgencias de la diócesis: los jóvenes, la gente común, los marginados, las poblaciones rurales. Quiere ser sacerdote de los pobres y ganar compañeros para su ideal. Este es el comienzo de una pequeña sociedad: los Misioneros de Provenza que se convertirán en los Oblatos de María Inmaculada. Nombrado Vicario General y luego Obispo de Marsella, Monseñor de Mazenod dio toda su medida.
Construyó iglesias, creó nuevas parroquias, cuidó con vigor y ternura la vida de sus sacerdotes, multiplicó las visitas pastorales y la predicación poderosa -a menudo en lengua provenzal-, desarrolló la instrucción catequética y las obras juveniles, convocó congregaciones docentes y hospitalarias, defendió los derechos de la Iglesia y de la Sede de Pedro. A partir de 1841, los Oblatos de María zarparon hacia los cinco continentes y llegaron hasta los confines de las tierras habitadas. Nuestro predecesor Pío XI diría de ellos: “¡Los Oblatos son los especialistas en misiones difíciles!”. ¡Y el Padre de Mazenod quería que fueran religiosos perfectos! Este Pastor y Fundador, auténtico testigo del Espíritu Santo (...), dirige una llamada vital a todos los bautizados, a todos los apóstoles de hoy: ¡dejaos invadir por el fuego de Pentecostés y experimentaréis el entusiasmo misionero!».
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