2 de octubre de 2025

2 de octubre: San Cipriano de Antioquía


Las Iglesias orientales celebran hoy la «Memoria del santo hieromártir Cipriano y de la santa virgen mártir Justina († 304)». Por primera vez en la vida de este blog nos referiremos a este santo.

En el frente de la iglesia iglesia de San Jorge del Patriarcado de Antioquía, junto a la puerta, hay una imagen de San Cipriano junto con su biografía, como puede apreciarse en la foto adjunta. 

Transcribimos a continuación el texto que aparece en el cartel.

«San Cipriano de Libia, Cartago  creció en Antioquía, Siria, durante el reinado del Emperador Zakios a partir del 250 d.C. Fue un hombre noble y rico, un filósofo y brujo famoso. Destacado en la brujería hasta el punto de que los paganos lo visitaban desde todos los lugares para pedirle que actuara con la ayuda de los demonios, y que les proporcione servicios específicos como por ejemplo causar daño a algunas personas. Cipriano desarrolló su trabajo en varios libros de diferentes tipos de magia, visitando lugares famosos por su magia y de allí tomo más conocimiento sobre ello. Y por todo esto se convirtió en un hombre rico y temeroso. No hay duda de que causó, consciente o inconscientemente, mucho dolor a otros sin importarle.

Se sintió atraído por la fe cristiana de la siguiente manera: Sucedió que había una virgen entre las vírgenes de Antioquia cuyo nombre era Justina quien era de origen pagano y vivía sola con sus padres. Ella se volvió hacia el Señor Jesús y se bautizó junto a sus padres y juró castidad en búsqueda de Cristo. En una época de gran locura y engaño, un joven griego llamado Aglaidas se enamoró de ella, pero ella lo rechazó. ¿Por qué falló su intención? ¿Qué hizo? Recurrió a Cipriano, el brujo, para alcanzar su malvada intención. Cipriano procedió, después de leer los libros de magia que tenía, enviando diferentes tipos de demonios con el propósito de engañar a la joven virgen hasta que ella se enamore de Aglaidas y luego enviando al principal de entre los demonios sin tener éxito y todos los demonios fracasaron. Y cuando Cipriano fue consciente del poder de Cristo no luchó más contra Él, después de que los demonios eran vencidos por Justina y volvían a él abatidos y derrotados, abandonó su error y creyó en Cristo Habiéndose encontrado dispuesto a reconocer al Dios de los cristianos, el Dios Todopoderoso que supera todos sus demonios y su hábil magia, se dedicó a aprender sobre el cristianismo.

Así de esta manera, él fue llevado también a Jesucristo. Entonces para dar mayor prueba al Obispo, decidido a ser bautizado en Cristo, trajo todos sus libros de magia y los quemó frente al Obispo. También juntó su dinero y lo distribuyó a los pobres, y tuvo como preocupación principal el perdón de sus pecados, con cálidas lágrimas y actos de amor para saldar el mal y el daño que había hecho contra muchas personas. Así, a través de la gracia del Espíritu Santo, se convirtió en un cordero racional de las ovejas de Cristo. Luego fue gradualmente ordenado como lector, hipodiacono, diácono, sacerdote y por último como Obispo. Él es quien llamo a la Santa con su nombre Justina, porque antes ella se llamaba Justa. Ella fue contada entre las diaconisas y luego se convirtió en Madre Abadesa del monasterio de las ermitas que se encontraban esparcidas allí.

Cuando su rebaño creció por sus palabras y su vida virtuosa y divina, llenó el este y el oeste con su conocimiento. Una persona denunció a Cipriano enfrente del emperador Zakios y cuando el Santo estuvo enfrente de él, no les dio importancia a todas las condenaciones y amenazas por parte del emperador, entonces fue exiliado. Pero, desde el exilio no se detuvo y siguió mostrando su interés en su rebaño fortaleciéndolo con escritos pues deseaba dejar de lado la orientación pagana. Por lo tanto, el gobernador de Oriente en Damasco lo llevó a la prisión junto con la virgen Justina y luego se presentaron frente al tribunal donde confesaron a Cristo abiertamente.

Como castigo a Cipriano lo colgaron, golpearon y desgarraron, mientras que a Justina la golpearon en la cara sin piedad. Después de torturarlos los tiraron juntos en un horno de leña, pero con el Poder de Cristo se mantuvieron a salvo del peligro del tormento.

Cuando vieron el milagro, un hombre llamado Atanasio estaba sentado junto al gobernador, se agitó violentamente y con necedad quería mostrar cómo sus dioses eran más poderosos que Cristo e invocando a los dioses "Dia y Asclepton" corrió y saltó sobre el fuego, pero se quemó inmediatamente. Entonces después de esto el gobernador no supo qué hacer, entonces envío a los santos a Nicomedia, donde se encontraba el rey Claudio en el año 268 d.C. Cuando este comprobó la valentía y la firmeza de los dos santos, les cortó las cabezas. De esta manera, recibieron la gloria trinitaria con la corona del martirio que no decae. Sus santos restos fueron devueltos a Roma junto con los cristianos que venían de esas zonas y trajeron con ellos los documentos y los testimonios del martirio de ambos santos. Y guardaron sus reliquias en la montaña más elevada en la ciudad de Roma y donde sucedieron muchos milagros a quienes acudieron a ellos con fe.

Por las intercesiones de San Cipriano y Santa Justina, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.

La Iglesia recuerda a los dos Santos el 2 de octubre».

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