31 de diciembre de 2019

31 de diciembre: Santa Catalina Labouré

El Martirologio Romano consigna en la fecha de hoy: «En París, en Francia, Santa Catalina Labouré, virgen, de las Hijas de la Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por la simplicidad, caridad y paciencia (1876)».

Su nombre de pila era Zoe. Nació en 1806 en una familia numerosa. Su madre murió cuando ella apenas tenía 8 años.  Un tiempo después, su hermana mayor, Luisa, ingresó en las Hermanas de la Caridad, de modo que Zoe Labouré quedó encargada de la casa. Pero pronto sintió ella también el llamado  a la vida religiosa. Tuvo que superar la oposición inicial de su padre y finalmente consiguió ingresar también en la casa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Tomó entonces el nombre de Catalina. Al terminar el postulantado, fue enviada al convento de París, adonde llegó poco antes de que las reliquias de San Vicente fuesen trasladadas a la iglesia de los lazaristas en la calle Sevres. A partir de entonces tuvieron  lugar las visiones que dieron origen a la devoción por la Medalla Milagrosa.




En la noche del 18 de julio de 1830, Catalina despertó sobresaltada y se encontró ante "un niño resplandeciente" que la invitaba a seguirlo con un gesto de su mano. El niño la condujo a la capilla, donde la aguardaba la Santísima Virgen, que estaba sentada en el sillón reservado al sacerdote.


Catalina habló con la Virgen durante dos horas;  en el curso de la conversación, la Madre de Dios le advirtió que iba a encomendarle una tarea muy difícil.


Una segunda visión tuvo lugar el 27 de noviembre, cuando Nuestra Señora se apareció a Catalina en la misma capilla. La Virgen se mostró inmóvil y resplandeciente, de pie sobre una esfera, dentro de un gran círculo luminoso, con las manos extendidas hacia abajo; de sus palmas irradiaban rayos de luz. Alrededor de la figura de la Virgen aparecía el texto: "¡Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos!".

La imagen pareció darse la vuelta y, en el reverso apareció una «M» coronada por una cruz, con dos corazones en la parte inferior: , uno ceñido por una corona de espinas y el otro traspasado por una espada. Catalina oyó una voz que le mandaba acuñar una medalla con aquella imagen y aquellos símbolos. La voz prometía que cuantos llevasen la medalla con devoción recibirían grandes gracias. 

Catalina refirió todo a su confesor, el P. Aladel, quien tras investigar cuidadosamente el asunto, convencido de su autenticidad, obtuvo del Arzobispo de París el permiso para acuñar la medalla, conocida desde entonces como "Medalla Milagrosa". 



Desde ese momento hasta su muerte, es decir, por más de 45 años, Catalina vivió sin hacerse notar; no se presentó en la investigación canónica iniciada por las autoridades eclesiásticas y no reveló a nadie más sus visiones. El padre Aladel se había comprometido con ella a no revelar su nombre y a mantener el secreto, cosa que efectivamente hizo. La actitud de la religiosa y el buen juicio del sacerdote influyeron positivamente en el tribunal eclesiástico que estudiaba las apariciones. Entretanto, la devoción por la Medalla Milagrosa se había extendido notablemente. Recién en 1876 (ocho meses antes de su muerte) Catalina reveló a su nueva superiora las gracias extraordinarias que había recibido. Por ello, cuando Catalina murió, el 31 de diciembre de ese año, todo el pueblo se volcó en sus funerales.  Poco después, un niño de once años, inválido de nacimiento, fue curado instantáneamente en el sepulcro de Catalina.

 Catalina Labouré fue canonizada en 1947.

Hemos visto fotografías que tomé en octubre de 2017 y enero de 2018 en el imponente santuario consagrado a la Medalla Milagrosa en Parque Chacabuco. Los tres vitrales corresponden a la puerta de acceso al templo desde el nártex y muestran los momentos principales de las apariciones, relatados en el texto. La última foto es del tímpano del mismo templo, sobre la puerta principal.

Qué mejor manera de terminar el año que repetir la invocación enseñada a Santa Catalina Labouré:  "¡Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos!".

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