El historiador Eusebio de Cesarea (264-340), en su Historia Eclesiástica, transcribe un fragmento de una carta enviada por San Dionisio de Alejandría a Fabio de Antioquía, en la cual el santo obispo narra algunos episodios de los que había sido testigo. Hacia mediados del siglo III estalló en Alejandría de Egipto una revuelta popular contra los cristianos. Muchos seguidores de Cristo fueron masacrados. Entre ellos se cuenta Apolonia, que era según Eusebio una «virgen anciana», a la que le golpearon las mandíbulas haciéndole caer los dientes; la tradición afirma también que se los fueron arrancando con tenazas. Luego encendieron un fuego fuera de la ciudad, y amenazaron con arrojarla allí viva si no pronunciaba palabras impías contra Dios. Apolonia pidió ser dejada libre un momento, y cuando se lo concedieron, se arrojó rápidamente al fuego, resultando incinerada. San Dionisio afirma que la vida de Apolonia había sido admirable, no sólo por esta conducta final, sino por el apostolado que antes había desarrollado.
El Martirologio la elogia con estas palabras: «En Alejandría de Egipto, conmemoración de Santa Apolonia, virgen y mártir, que tras sufrir muchos y crueles tormentos por parte de los perseguidores, para no verse obligada a proferir palabras impías prefirió entregarse al fuego antes que ceder en su fe».
A Santa Apolonia se la venera entre los catorce "Santos Auxiliares", como se infiere en la primera imagen (tomada en la iglesia de Santa Isabel de Hungría). Por motivos obvios, es patrona de los dentistas y protectora contra los dolores dentales y todas las enfermedades vinculadas con la dentadura.
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