8 de agosto de 2022

8 de agosto: Santo Domingo de Guzmán

Pese a que este Blog ya lleva casi siete años litúrgicos de vida, y por sorprendente que resulte, nunca nos ocupamos aquí de Santo Domingo de Guzmán.  Es justo salvar hoy esa omisión. 

Recordemos, en primer lugar,  el elogio que le dedica el Martirologio:

«Memoria de Santo Domingo, presbítero, que, siendo canónigo de Osma, se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, y mandó a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto». 

Domingo nació  en 1170. El año pasado se cumplieron 800 años de su muerte, acaecida el 6 de agosto de 1221. 

Dijo Benedicto XVI en la audiencia general del 3 de febrero de 2010.

Su sucesor al frente de la Orden, el Beato Jordán de Sajonia, ofrece un retrato completo de Santo Domingo en el texto de una famosa oración: "Inflamado del celo de Dios y de ardor sobrenatural, por tu caridad sin límites y el fervor del espíritu vehemente te consagraste totalmente, con el voto de pobreza perpetua, a la observancia apostólica y a la predicación evangélica". Se subraya precisamente este rasgo fundamental del testimonio de Domingo: hablaba siempre con Dios y de Dios. En la vida de los santos van siempre juntos el amor al Señor y al prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas.

(...)

Domingo fue canonizado en 1234, y él mismo, con su santidad, nos indica dos medios indispensables para que la acción apostólica sea eficaz. Ante todo, la devoción mariana, que cultivó con ternura y que dejó como herencia preciosa a sus hijos espirituales, los cuales en la historia de la Iglesia han tenido el gran mérito de difundir la oración del santo rosario, tan arraigada en el pueblo cristiano y tan rica en valores evangélicos, una verdadera escuela de fe y de piedad. En segundo lugar, Domingo, que se hizo cargo de algunos monasterios femeninos en Francia y en Roma, creyó hasta el fondo en el valor de la oración de intercesión por el éxito del trabajo apostólico. Sólo en el cielo comprenderemos hasta qué punto la oración de las monjas de clausura acompaña eficazmente la acción apostólica.

La Memoria de este gran santo se celebra como Solemnidad en la Orden de Predicadores, con un Prefacio Propio que a continuación transcribimos:

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación

darte gracias siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,

por Cristo, nuestro Señor.

Porque con especial providencia enviaste a Santo Domingo

como heraldo de la verdad

que él bebía de la sublime fuente del Salvador,

para quitar la sed del mundo.

Domingo, sostenido siempre por la Madre de tu Hijo,

y lleno de celo por la salvación de las almas,

encarnando la misma misión del Verbo

en sí mismo y en los discípulos,

que el Espíritu reunió con él, 

los hizo campeones de la fe

para la salvación de los demás,

llevando mediante su predicación y ejemplo,

muchos hermanos a Cristo.

Hablando siempre contigo o de ti,

creció en sabiduría,

y, haciendo brotar su apostolado

de la plenitud de la contemplación,

se dedicó totalmente 

a la renovación de tu Iglesia.

Por eso, con los ángeles y todos los santos,

proclamamos tu gloria,

cantando a una sola voz:

Santo, Santo, Santo... 


La imagen de esta entrada se venera en la basílica porteña consagrada a Nuestra Señora del Rosario, anexa al histórico convento de Santo Domingo.

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