Dice el Martirologio: «En Roma, en el cementerio de Comodila, en la vía Ostiense, santos mártires Félix y Adaucto, que habiendo confesado juntos a Cristo con una fe inquebrantable, juntos volaron vencedores al cielo».
Entre las sagradas reliquias que son patrimonio de la Basílica del Espíritu Santo se encuentran, junto con otras muchas, las de Félix y Adaucto:
Félix era un sacerdote romano, virtuoso y feliz como lo indica su nombre. Fue arrestado al comienzo de la persecución de Diocleciano. Después de soportar la tortura, fue condenado a morir decapitado. Cuando se dirigía al sitio de la ejecución, se cruzó con un desconocido, que al ver su constancia y heroísmo se declaró cristiano. Los magistrados lo mandaron arrestar, y fue decapitado junto a Félix. Como los cristianos ignoraban el nombre del forastero, lo llamaron "Adaucto", es decir, "Añadido", porque se había unido a Félix en el martirio.
La historia proviene de una inscripción del papa San Dámaso: «¡Feliz de ti, que con tanta razón y verdad te llamabas Félix, porque, con fe invencible y total desprecio del mundo, confesaste a Cristo y buscaste el Reino de los Cielos! Admirad también, hermanos, la preciosísima fe que llevó victoriosamente a Adaucto al cielo».
La persecución de Diocleciano comenzó en 303. Poco después (quizás en 304) se produjo el martirio de Félix y su compañero. La Depositio Martyrum, que es del 354, ya menciona a "Félix y Adaucto, en el cementerio de Comodila en la Vía Ostiense", lo que constituye una prueba de la antigüedad del culto de estos mártires, que también aparecen en el Sacramentario Leonino y en otros documentos. Su tumba fue transformada en basílica, y llegó a ser meta de pregrinación y devoción hasta bien entrado el Medioevo, en el que las catacumbas y los santuarios subterráneos cayeron en el olvido. El cementerio de Comodila y la tumba de Félix y Adaucto fueron redescubiertos en 1720; tras otras peripecias , los restos fueron nuevamente olvidados hasta 1903, cuando la basílica fue definitivamente restaurada.
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