Hoy se celebra la Memoria de Santa Elena.
Al parecer, Santa Elena nació en Drepano de Bitinia; probablemente era hija de un posadero. El general romano Constancio Cloro la conoció hacia el año 270 y se casó con ella, a pesar de su humilde origen. Pero cuando Constancio Cloro fue hecho césar, se divorció de Elena y se casó con Teodora, hijastra del emperador Maximiano. Por ese entonces ya habían tenido un hijo: Constantino el Grande.
Constantino llegó a amar y venerar profundamente a su madre, a la que confirió el título de «Nobilissima Femina».
A la muerte de Constancio Cloro, ocurrida el año 306, sus tropas proclamaron césar a su hijo Constantino; dieciocho meses más tarde, Constantino fue oficialmente proclamado emperador. El joven entró a Roma el 28 de octubre de 312, después de la batalla del Puente Milvio.
A principios del 313 Constantino publicó el Edicto de Milán, por el que permitía el cristianismo en todo el Imperio.
Su madre Santa Elena, ya sexagenaria, se habría convertido por entonces al cristianismo; Constantino siguió siendo catecúmeno hasta la hora de su muerte.
Hacia 324, Elena fue a Palestina a visitar los lugares que el Señor había santificado con su presencia, movida por el deseo de descubrir la cruz en que había muerto el Redentor. Constantino mandó arrasar la explanada y el templo de Venus que el emperador Adriano había mandado construir sobre el Gólgota y el Santo Sepulcro, respectivamente, y escribió al obispo de Jerusalén para que erigiese una iglesia «digna del sitio más extraordinario del mundo». En su carta, Constantino mandaba expresamente que se hiciesen excavaciones en el Calvario para descubrir la cruz del Señor. Santa Elena, ya casi octogenaria, se encargó de supervisar la construcción del templo pedido por su hijo.
Hay algunos documentos que relacionan el nombre de santa Elena con el descubrimiento de la Santa Cruz: por ejemplo, un sermón de San Ambrosio en 395, en el que dice que, cuando la santa descubrió la cruz, «no adoró al madero sino al rey que había muerto en él, llena de un ardiente deseo de tocar la garantía de nuestra inmortalidad». Varios otros escritores de la misma época afirman que Santa Elena desempeñó un papel importante en el descubrimiento de la cruz, aunque hay otros que lo ponen en duda.
Como fuere, se sabe que Santa Elena pasó sus últimos años en Palestina. Fue una cristiana fervorosa y piadosa; iba constantemente a la iglesia, vestida con gran modestia; era bondadosa y caritativa con todos; prodigaba favores a las ciudades y a sus habitantes, sobre todo a los soldados, a los pobres y a los que estaban condenados a trabajar en las minas; libró de la opresión a muchos miserables y devolvió a su patria a varios desterrados. Aunque era la emperatriz, se consideraba a sí misma como sierva de los siervos de Dios.
Además, adornó con ricas decoraciones los templos, incluso los de los pueblos de menor importancia. Hizo construir una basílica en el Monte de los Olivos y otra en Belén.
Se supone que murió en 329, probablemente en el Oriente, pero su cuerpo fue trasladado a Roma.
La imagen que vemos en las fotos adopta la representación iconográfica tradicional de Santa Elena: sosteniendo piadosamente la cruz de Cristo, que gracias a ella fue hallada en Jerusalén.
Tomamos las fotos de esta entrada en dos ocasiones distintas en el templo parroquial de Santa Elena, en Buenos Aires.
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