15 de agosto de 2016

15 de agosto: Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María

Para celebrar la Solemnidad de la Asunción, trasponemos las fronteras argentinas y visitamos un templo que no está en el territorio nacional. Con el mismo criterio que usamos en Heráldica en la Argentina, ampliamos nuestro horizonte para abarcar en este blog también a las demás naciones que formaron parte del Virreinato del Río de la Plata y de las Provincias Unidas: Uruguay, Paraguay y Bolivia. En el futuro nos extenderemos también hacia los otros dos países limítrofes. En esta ocasión, por razones que resultan obvias, compartiremos fotos que tomé en febrero en la capital del Paraguay, más precisamente en la Catedral de Asunción.



En realidad, el vínculo entre Asunción y Buenos Aires, tanto desde el punto de vista civil como desde el punto de vista eclesiástico, es estrechísimo. Limitémonos ahora al aspecto eclesiástico:  e Obispado del Río de la Plata, con sede en Asunción, fue creado por Bula del Papa Paulo III en 1547; Buenos Aires dependió de esta jurisdicción, en lo eclesiástico, hasta 1620, año en que fue erigida la Diócesis de Buenos Aires. Por las vueltas de la historia, al elevarse esta sede a la dignidad arquidiocesana, en 1865, la sede de Asunción pasó a ser sufragánea de la metrópolis bonaerense. Esta situación perduró hasta 1929, año en que la sede asuncena fue elevada a su vez a la condición de Arquidiócesis, con las demás diócesis paraguayas como sufragáneas. 



La Catedral de Asunción está consagrada al gran misterio mariano que celebramos hoy, día que coincide con la fecha fundacional de la ciudad.  En efecto,  Asunción nació como fuerte militar el 15 de agosto de 1537, y lleva su nombre precisamente en honor a la fiesta mariana del día (si bien la fundación propiamente dicha, con la categoría de ciudad, corresponde a la creación del Cabildo local, el 16 de septiembre de 1541, por obra de Domingo  Martínez de Irala).



En el hermoso retablo mayor de la Catedral de Asunción se destaca, como la figura central, una bellísima imagen de la Asunción de la Virgen.


Nos unimos a esta fiesta transcribiendo párrafos de la lectura patrística del Oficio de Lecturas de hoy, tomada de la Constitución Apostólica  Munificentíssimus Deus, del Venerable Pío XII, firmada el 1° de noviembre de 1950:

"Los Santos Padres y grandes doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando, sobre todo, hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.


Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:
«Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios».



Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:
«Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta».

...

Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Jesucristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos".

Próxima entrada: 16 de agosto, San Roque

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