Visitando -por primera vez en este Blog- la iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Misericordia ubicada sobre la avenida Directorio de la ciudad de Buenos Aires, nos unimos a la fiesta de hoy.
«...la fiesta del 2 de febrero, a la que se ha restituido la denominación de la Presentación del Señor, debe ser considerada, para poder asimilar plenamente su amplísimo contenido, como memoria conjunta del Hijo y de la Madre, es decir, celebración de un misterio de la salvación realizado por Cristo, al cual la Virgen estuvo íntimamente unida como Madre del Siervo doliente de Yahvé, como ejecutora de una misión referida al antiguo Israel y como modelo del nuevo Pueblo de Dios, constantemente probado en la fe y en la esperanza del sufrimiento y por la persecución (cf. Lc 2, 21-35)».
Son palabras de Pablo VI en la Exhortación Apostólica Marialis Cultus, publicada justamente un día como hoy: el 2 de febrero de 1974.
Siendo Fiesta del Señor, prevalece sobre el domingo ordinario.
El Evangelio de la misa de hoy, en su versión breve (Lc 2, 22-40) es el siguiente:
Siendo Fiesta del Señor, prevalece sobre el domingo ordinario.
El Evangelio de la misa de hoy, en su versión breve (Lc 2, 22-40) es el siguiente:
«Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”».
Una de las antífonas previstas para la procesión de las candelas -rito propio de la fiesta de hoy que incluso le da el nombre popular de Candelaria-, antífona por otra parte muy bien representada en el vitral que vimos (sobre todo la frase "Simeón lo tomó en brazos") es la que sigue:
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
“Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”».
Una de las antífonas previstas para la procesión de las candelas -rito propio de la fiesta de hoy que incluso le da el nombre popular de Candelaria-, antífona por otra parte muy bien representada en el vitral que vimos (sobre todo la frase "Simeón lo tomó en brazos") es la que sigue:
Embellece tu trono, Sión, y recibe a Cristo Rey:
Abraza a María, la puerta del cielo,
pues ella conduce al Rey de la gloria
revestido de nueva luz.
Permanece Virgen llevando en sus manos
al Hijo nacido antes del lucero del alba.
Simeón lo tomó en sus brazos
y proclamó ante los pueblos
que es el Señor de la vida y de la muerte
y Salvador del mundo.
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