3 de marzo de 2021

3 de marzo: Santa Cunegunda

En el templo  porteño consagrado a San Enrique se venera también una imagen de su esposa, Santa Cunegunda. En febrero de 2019 tomamos allí la foto que ilustra esta entrada.

Esta es la biografía de Santa Cunegunda, Emperatriz, que trae el libro "Todos los Santos" de José Luis Repetto (B.A.C., 2007): 

«Era hija del conde Sigfrido de Luxemburgo y debió de nacer hacia el 978. Educada cristianamente, a los 20 años fue desposada con san Enrique II, por entonces duque de Baviera, posteriormente emperador. Según una antigua tradición, recogida incluso en la bula de canonización de esta santa, ambos esposos guardaron perpetua continencia. Pero no faltan historiadores que señalan que sencillamente Cunegunda era estéril, no habiendo querido, sin embargo, Enrique repudiarla por ello. Se cuenta de ella que para probar su inocencia frente a una calumnia pasó con los pies desnudos por encima del fuego y que el milagro confirmó su completa ejemplaridad. Coronada emperatriz con su esposo el 14-2-1014, su vida estuvo marcada por la piedad y las buenas obras, tanto de religión, ayudando a la Iglesia, como de caridad. ayudando a los pobres. Muerto su esposo, ingresó en el convento benedictino de Kaufungen, donde alejada de las galas imperiales, vistió el hábito tosco y vivió en la mayor humildad a partir del 1025. Murió entre el 1033 y el 1039. La canonizó Inocencio III el 29-3-1200».

En el "Año Cristiano" de Croisset se recoge esta oración a Santa Cunegunda (o Cunegundis): 

«¡Oh Dios, que, entre las demás maravillas de tu poder, hiciste tan sobresaliente en todo género de virtudes y en todo género de estados a tu sierva la santa virgen Cunegunda, que aun en el matrimonio no perdió la hermosa flor de la virginidad, y en la viudez, tomando el hábito de religiosa, nos fue a todos brillante ejemplar de toda perfección por la santidad de su vida, concédenos, por sus merecimientos, que nos alentemos, según nuestra flaqueza, a imitar los asombrosos ejemplos de aquella en cuyas dignas alabanzas deseamos emplearnos! Por nuestro Señor Jesucristo». 

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