1 de abril de 2021

Jueves Santo

Con vitrales de tres iglesias recorreremos estos días del Triduo Sacro. 

Hoy, Jueves Santo, veremos un vitral de la Basílica del Espíritu Santo.
El Viernes Santo acompañaremos a Cristo en el camino de su Pasión y Muerte visitando la iglesia de la Asunción de María.
Después del descanso del Sábado Santo, el Domingo de Pascua celebraremos la Resurrección del Señor a través de un vitral de la iglesia de la Virgen de Pompeya.


El vitral de hoy representa la Última Cena, que recordamos en este Jueves de Semana Santa.

En el proyecto iconográfico de la Basílica del Espíritu Santo, el vitral es uno de los siete del ábside, cada uno de los cuales representa uno de los sacramentos. Este, por supuesto, corresponde a la Eucaristía, y es el vitral central.

La escena capta el momento en que Jesús toma el pan «en sus santas y venerable manos».  Sobre la mesa se ve el cáliz. Los apóstoles rodean al Señor, algunos en actitud de arrobamiento ante el misterio del que son protagonistas. Hacia la parte superior derecha se ve a Judas retirándose del Cenáculo para cumplir «su cometido».

En la Basílica del Espíritu Santo, cada uno de los siete vitrales tiene, sobre la escena que representa al sacramento correspondiente, la figura de un gran ángel que sostiene un texto bíblico alusivo al mismo sacramento,  que en los siete casos está vinculado con el Espíritu Santo, Titular del templo.

En el vitral de la Eucaristía el texto corresponde a la Carta a los Romanos (5,5) y dice: «Charitas Dei diffusa est  per Spiritum Sanctum»,  síntesis de la frase completa, que reza: «Caritas Dei diffusa est in cordibus nostris per Spiritum Sanctum, qui datus est nobis». Es decir: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado».

Como la Eucaristía es el Sacramento del Amor, es natural que le sea aplicada la frase que alude al amor de Dios «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» del amor.

Pero no en vano al describir el vitral, mencionamos las «santas y venerables manos» del Señor. Esa expresión es usada por el Canon Romano, una joya de la Liturgia de la Iglesia.  Por eso hoy, además de compartir y comentar el sentido del vitral, queremos transcribir el maravilloso Canon Romano, completo, y con las partes propias del Jueves Santo (que destacamos en negrita);


Padre misericordioso,
te pedimos humildemente
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
que aceptes y bendigas + estos dones,
este sacrificio santo y puro que te ofrecemos, ante todo, por tu Iglesia santa y católica,
para que le concedas la paz, la protejas,
la congregues en la unidad
y la gobiernes en el mundo entero,
con tu servidor el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,  y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad,
promueven la fe católica y apostólica.
    
Acuérdate, Señor,
de tus hijos N. y N.
 y de todos los aquí reunidos,
cuya fe y entrega bien conoces;
por ellos y todos los suyos,
por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan,
te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen,
este sacrificio de alabanza,
a ti, eterno Dios, vivo y verdadero.

Reunidos en comunión con toda la Iglesia
para celebrar el día santo 
en que nuestro Señor Jesucristo 
fue entregado por nosotros, 
veneramos la memoria, ante todo, 
de la gloriosa siempre Virgen María, 
Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor;
la de su esposo, San José;
la de los santos apóstoles y mártires
Pedro y Pablo, Andrés,
Santiago y Juan,
Tomás, Santiago, Felipe,
Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo;
Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano,
Lorenzo, Crisógono,
Juan y Pablo,
Cosme y Damián,
y la de todos los santos;
por sus méritos y oraciones
concédenos en todo tu protección.


Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, 
que te presentamos 
en el día mismo en que nuestro Señor Jesucristo encomendó a sus discípulos 
la celebración del sacramento 
de su Cuerpo y de su Sangre
ordena en tu paz nuestros días,
líbranos de la condenación eterna 
y cuéntanos entre tus elegidos.

Bendice y santifica esta ofrenda, Padre,
haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti,
de manera que se convierta para nosotros 
en el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor.

Él mismo, 
hoy, la víspera de padecer por nuestra salvación 
y la de todos los hombres,
tomó pan en sus santas y venerables manos,
y, elevando los ojos al cielo,
hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso,
dando gracias te bendijo,
lo partió,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

TOMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.


 Del mismo modo, acabada la cena,
 tomó este cáliz glorioso
en sus santas y venerables manos,
dando gracias te bendijo,
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

TOMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,
PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA
POR USTEDES Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.

Éste es el Misterio de la fe.

Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!

Por eso, Padre,
nosotros, tus servidores,
y todo tu pueblo santo,
al celebrar este memorial
de la muerte gloriosa de Jesucristo,
tu Hijo, nuestro Señor;
de su santa resurrección del lugar de los muertos
y de su admirable ascensión a los cielos,
te ofrecemos, Dios de gloria y majestad,
de los mismos bienes que nos has dado,
el sacrificio puro, inmaculado y santo:
pan de vida eterna y cáliz de eterna salvación.

  
Mira con ojos de bondad esta ofrenda
y acéptala,
como aceptaste los dones del justo Abel,
el sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe,
y la oblación pura de tu sumo sacerdote Melquisedec.

Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso,
que esta ofrenda sea llevada a tu presencia,
hasta el altar del cielo,
por manos de tu ángel,
para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
al participar aquí de este altar, 
 +
seamos colmados de gracia y bendición.

Acuérdate también, Señor,
de tus hijos N. y N.,
que nos han precedido con el signo de la fe
y duermen ya el sueño de la paz. 
A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo,
concédeles el lugar del consuelo,
de la luz y de la paz.

Y a nosotros, pecadores, siervos tuyos,
que confiamos en tu infinita misericordia,
admítenos en la asamblea
de los santos apóstoles y mártires,
Juan el Bautista, Esteban,
Matías y Bernabé,
Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro,
Felicidad y Perpetua,  Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia,
y de todos los santos;
y acéptanos en su compañía,
no por nuestros méritos,
sino conforme a tu bondad.

Por Cristo, Señor nuestro,
por quien sigues creando todos los bienes,
los santificas, los llenas de vida, los bendices
y los repartes entre nosotros.

Por Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.

Amén.

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