Por primera vez en la vida de nuestro blog celebramos hoy la Memoria de San Pedro Chanel, que se incorpora así al ya largo catálogo de santos que venimos honrando "al ritmo del Año Litúrgico", siempre con fotos propias tomadas en templos argentinos y de países limítrofes.
En esta ocasión la imagen (que fotografiamos en 2023 con ocasión de una visita a la ciudad de Luján) se venera en la monumental Basílica consagrada a la Patrona de la Argentina.
El Martirologio se refiere a nuestro santo de hoy con estas palabras: «San Pedro Chanel, presbítero de la Sociedad de María y mártir, que dedicó su ministerio a atender a campesinos y niños, pero enviado después con algunos compañeros a evangelizar Oceanía occidental, llegó a la isla francesa de Futuna, donde no había aún comunidad cristiana, y a pesar de las muchas dificultades que encontró, con su singular mansedumbre convirtió a algunos a la fe, entre los cuales estaba el hijo del rey del lugar, el cual, furioso, lo mandó matar, convirtiéndolo en el primer mártir de Oceanía».
Había nacido en 1803. Ordenado presbítero en 1827, sirvió como párroco durante tres años. Rápidamente fue reconocido por su sinceridad y su santidad. En 1831 se unió a la Sociedad de María, aun no aprobada canónicamente. En 1833 acompañó a Roma al P. Colin (fundador de los maristas), buscando dicha aprobación pontificia, finalmente obtenida en abril de 1836. Ese mismo año Pedro pudo finalmente cumplir su anhelo de ser misionero: trabajó con el primer grupo de misioneros maristas en Oceanía. La obra misional causó temor y celos en el rey cuando su hijo se convirtió a la fe cristiana; entonces dio órdenes de asesinar a los misioneros. Pedro Chanel fue golpeado hasta la muerte por un grupo de hombres el 28 de abril de 1841.
Fue beatificado por León XIII en 1889 y canonizado el 12 de junio de 1954 por el papa Pío XII.
Oración Colecta:
Señor, tú que has concedido la palma del martirio a San Pedro Chanel cuando trabajaba por extender tu Iglesia, concédenos a nosotros que, en medio de las alegrías pascuales, celebremos de tal modo el misterio de Cristo muerto y resucitado, que seamos verdaderamente testigos de una vida nueva. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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