De San Juan, como ocurre con otros apóstoles, es algo lo que sabemos y mucho lo que ignoramos.
Sabemos a ciencia cierta que fue apóstol de Jesús, del grupo de los Doce y también del círculo más íntimo que integraba con Pedro y Santiago; pero no tenemos certeza ni de su parentesco con el Señor, ni de la autoría de los textos bíblicos que se le atribuyen, ni de su identificación con el Discípulo Amado. Por cierto, la tradición que lo hace autor del Cuarto Evangelio, del Apocalipsis y de tres Cartas, y que lo identifica con el discípulo a quien Jesús amaba es venerable y no es necesario desecharla de plano en un sitio de divulgación como este, y menos en la piedad popular; queda a los exégetas, a los críticos literarios y a los historiadores seguir investigando esas complejas cuestiones. El actual Martirologio sólo se decanta por estos datos, que aparecen en la Escritura o surgen de ella, a saber: Juan era «apóstol y evangelista» e «hijo de Zebedeo» y «junto con su hermano Santiago y con Pedro fue testigo de la transfiguración y de la pasión del Señor, y al pie de la cruz recibió de Él a María como madre. En su evangelio y en otros escritos se muestra como teólogo, habiendo contemplado la gloria del Verbo encarnado y anunciando lo que vio».
Tampoco sabemos a ciencia cierta qué fue de la vida de Juan después de Pentecostés; esto ocurre también con otros miembros del grupo de los Doce. La "fantasía piadosa", como la llama más abajo J. Pascher, se ocupó de rellenar esos vacíos de información cono diversas historias y leyendas, no necesariamente falsas o descartables in totu. Hoy nos ocuparemos de un detalle iconográfico que surge de una de esas historias, para lo cual transcribimos el acápite "La piedad popular" del capítulo dedicado a la Liturgia de la fiesta de San Juan Evangelista en el libro "El Año Litúrgico", de J. Pascher (Madrid, B.A.C., 1955).
«La fantasía piadosa ha adornado al discípulo amado con muchas leyendas que han fecundado a su vez a los artistas. En un caso, la leyenda originó incluso una costumbre eclesiástica, el beber semilitúrgico del vino de Juan. Se bendice el vino y se da a beber diciendo: "Bebe el amor de San Juan".
Ello significa la pervivencia de una bebida de amor precristiana, usada entre los indoeuropeos, en que se consagraba a los dioses una libación. El cristianismo tomó ese uso no sólo en honor de San Juan, sino también de San Miguel, San Esteban Juan Bautista y Martín de Tours. Sin embargo, la bebida de amor sólo se ha conservado en honor del discípulo, "a quien Jesús amaba" (Jn 21, 20).
Un apócrifo de Juan, del siglo VI, las llamadas "Virtutes Iohannis", cuenta cómo el apóstol bendijo un vaso de veneno y luego, sin sufrir daño, se lo bebió. La iconografía muestra cómo se escurre el veneno en forma de una serpiente. La fórmula de bendición se suponía ser precisamente la oración que rezó Juan sobre el vaso para desenvenenarlo.
De esta leyenda se derivó, desde el siglo XIV, el vaso de veneno, del que sale una serpiente. Más antiguo es el atributo del águila, desde el siglo XIII. Pero ya muy tempranamente, en relación con la interpretación de Ezequiel (1,10-14) el águila es símbolo del cuarto evangelio. Como atributo es más antiguo el tonel o caldera, recuerdo del martirio en aceite hirviendo.
Entre los apóstoles se representa al santo como el más joven de todos; en otros casos, sobre todo si está entre sus propios discípulos, aparece como un viejo, por haber alcanzado la más avanzada edad entre los apóstoles.
También al evangelista Juan se le han erigido muchas iglesias y capillas y, como patrono, goza de mucha veneración. Como evangelista y por suponerse haber sido él mismo librero, es patrono de los libreros. Los teólogos lo veneran señaladamente por su evangelio, que le ha merecido el título de "teólogo". Por su evangelio igualmente lo tienen por protector suyo los escritores. Los molineros de aceite lo reclaman por razón de su martirio en aceite hirviendo; pero también se ponen bajo su patrocinio los escultores, porque de aquella caldera de aceite hubo de salir rejuvenecido.
Por el martirio del aceite se lo invoca en las quemaduras; por el vaso de veneno, contra el envenenamiento; por haber curado junto con Pedro (Hech 3,1-8) al cojo de nacimiento, se espera su ayuda en los dolores de pies».
La imagen que adorna esta entrada es de pasta de madera, corresponde al antiguo retablo de la Pasión de la Catedral de Asunción, y se exhibe actualmente en el Museo Sinforiano Bogarín, anexo a ese templo catedralicio. Tomamos la foto en enero de 2024.


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