En el Martirologio, San Juan Macías aparece inscripto en el día de hoy, con esta leyenda: «En Lima, en el Perú, san Juan Macías, religioso dominico, que, dedicado por mucho tiempo a oficios humildes, atendió con diligencia a pobres y enfermos y rezó asiduamente el Rosario por las almas de los difuntos (1645)». Sin embargo, su conmemoración aparece el 18 de septiembre en el Calendario Propio de la Orden de Predicadores.
Nació en Extremadura, España, en 1585. Cuando sus padres murieron, siendo él muy niño, quedó bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después trabajó con un mercader a quien, en 1616, Juan acompañó a América.
Estuvo en Cartagena, Pasto y Quito, para finalmente instalarse de forma definitiva en el Perú. Primero trabajó en una hacienda en las afueras de la capital; allí descubrió su vocación a la vida religiosa. Por ello, un par de años después, decidió instalarse en Lima. Repartió todo lo que tenía entre los pobres e ingresó a la Orden de Predicadores como hermano lego en el convento de Santa María Magdalena, donde en 1622 tomó los hábitos.
Su vida, como señala el Martirologio, estuvo marcada por la oración, la penitencia y la caridad. Ocupó el cargo de portero; y como la puerta del convento era el lugar de reunión de los mendigos, los enfermos y los desamparados, allí tuvo ocasión de ofrecer ayuda y consuelo. Hasta el Virrey y los nobleza de la ciudad acudían a él en busca de consejo. Juan solía recorrer la ciudad en busca de limosna para repartir entre los pobres, a quienes daba el pan material y también buenos consejos y nobles exhortaciones sobre la vida cristiana.
Murió el 16 de setiembre de 1645 y fue canonizado por Pablo VI en el Año Santo de 1975.
La imagen que vemos se venera en la Basílica del Rosario de Buenos Aires.
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